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El 5 de diciembre pasado se realizó un homenaje a Alfonso Barrantes en la Casona de San Marcos, al conmemorarse el séptimo aniversario de su fallecimiento (ocurrido el 2 de diciembre de 2000). No tuve tiempo para hacer un comentario al respecto, lo hago ahora, más vale tarde que nunca.
Es evidente que Barrantes es la figura política más importante de la izquierda durante la década de los años ochenta, la década “de oro” de la izquierda peruana, cuando se convirtió en la segunda fuerza política del país. Este logro hubiera sido imposible sin él; la política en general, y la nuestra en particular, es muy personalista. Barrantes logró cambiarle la cara a la izquierda peruana de la década de los setenta, marcada hasta entonces por el estilo de líderes como Hugo Blanco, Genaro Ledesma o Jorge del Prado. La izquierda aparecía rabiosa, sin propuesta, agitadora, violenta, marxista-leninista, dogmática, atea, insurreccional. Barrantes apareció y sacó de cuadro a todos; tenía un estilo de tranquilo y cortés profesor provinciano, era católico, tenía chispa, sentido del humor, una gran capacidad de comunicación, hablaba sencillo, sin grandes rollos ideológicos, se presentaba como un hombre amable, accesible. Este personaje se convirtió en el gran referente político de la izquierda para la gente común (el “tío frejolito”), de allí su arrastre electoral y popularidad. Barrantes amplió la convocatoria de la izquierda más allá de sus bases organizadas tradicionales, llegó a otros sectores populares y a sectores medios. También fue una persona honesta y modesta, cuestión importante que se debe resaltar. Muchos recuerdan al final de sus días a Barrantes haciendo su cola en el seguro social. No se enriqueció haciendo política.
Para mí lo más importante, visto retrospectivamente, es que desde inicios de la década de los años ochenta Barrantes tuvo el acierto y el coraje de marcar una línea clara de deslinde con Sendero Luminoso (cuando el conjunto de la izquierda era tremendamente ambigua), y de proponer el diálogo con otras fuerzas y el acuerdo nacional para enfrentar los problemas y como medio de “acumulación de fuerzas” para la izquierda, en vez de una lógica de pura agitación y confrontación.
Yo tenía 15 años cuando Barrantes se convirtió en presidente de IU en 1980, y su figura fue decisiva para que desarrollara una identidad de izquierda, a pesar de que todo mi entorno familiar fuera contrario a ese camino. Tenía 18 cuando ganó la alcaldía, y estaba en el primer año de estudios universitarios. Al entrar a la facultad de ciencias sociales, en 1985, una de las primeras cosas que hice fue enrolarme como practicante en la Oficina de Participación Vecinal de la Municipalidad de Lima, en el proyecto especial Huaycán, con el que la facultad tenía algún tipo de convenio, a través de Isabel Yepes. Recuerdo que también estaba involucrado el Centro Ideas, a través de Marina Irigoyen.
En Huaycán los practicantes éramos pinches típicos, mi chamba era básicamente pegar afiches y publicitar las distintas campañas del municipio (de salud, básicamente), y ser mensajero de convocatorias de reuniones y comunicaciones entre la oficina de participación vecinal y los dirigentes de las distintas zonas. Nada muy emocionante, aparentemente, pero en realidad sí lo era para quienes lo hacíamos (especialmente para mí y mi pata Ricardo Caro), y hoy lo recuerdo como una experiencia fundamental en mi formación. En Huaycán trabajábamos con la arquitecta Silvia de los Ríos, quien hoy trabaja en CIDAP, y con Linda Zilbert, a quien le he perdido la pista.
Huaycán era un proyecto urbano diseñado por el arquitecto Eduardo Figari, con un planteamiento que buscaba promover la organización popular y la vida comunitaria: las puertas de las casas estaban dentro de las manzanas, como en quintas, y no daban a la calle; se privilegiaban los espacios comunitarios, antes que los de propietarios individuales. Ideas quiméricas: la gente no quería eso, y construyó al final a su modo, como puede verse hoy. Figari era militante de VR, si no me acuerdo mal... sí, Figari, quien años después diseñó Larcomar y hoy está en FORSUR con Favre, vueltas que da la vida. Como todos saben, Huaycán era también “zona roja”: más de una vez nos cruzamos con gente del MRTA y de SL volanteando por ahí, alguna vez vimos la figura de la hoz y el martillo ardiendo en los cerros por la noche. Pudimos conocer a muchos esforzados dirigentes populares de varios partidos, pudimos admirar la chamba de la gente para convertir un terreno lleno de rocas y arena en una ciudad, pudimos ver cómo se hacía política en una zona altamente conflictiva, asistiendo a asambleas y conversando con todo tipo de gente, zona que ya empezaba también a militarizarse (nos tocaron también batidas y regresos a Lima apurados antes del toque de queda). Sobre todo esto ver el informe de la CVR:
http://www.cverdad.org.pe/ifinal/pdf/TOMO%20V/SECCION%20TERCERA-Los%20Escenarios%20de%20la%20violencia%20(continuacion)/2.%20HISTORIAS%20REPRESENTATIVAS%20DE%20LA%20VIOLENCIA/2.13%20LA%20VIOLENCIA%20EN%20HUAYCAN.pdf
Bueno, pero yo estaba hablando sobre Barrantes. En Huaycán descubrí algo que mucha gente dentro de la izquierda sabe: Barrantes era un estorbo dentro de la municipalidad. Era una excelente cara pública, gracias a él se ganó la elección, pero era terrible dentro. En Huaycán y en Participación Vecinal descubrí, para mi sorpresa, que Barrantes frecuentemente boicoteaba actividades y programas del municipio por pura mezquindad política. Barrantes solía decir que él no iba a trabajar para Patria Roja o para el PUM o para cualquier otro grupo que "se aprovechaba de él", entonces saboteaba actividades de unas oficinas o el trabajo en algunos barrios, para no “beneficiar” a partidos que tenían “presencia” en esas zonas. En Huaycán me consta que no quiso estar en algunas inauguraciones de obras porque esas eran zonas “de Patria Roja”. Muchas personas que trabajaron en la Municipalidad saben que la gestión funcionó gracias al equipo encabezado por el Teniente Alcalde, Henry Pease, y a pesar de Barrantes. Las cosas funcionaban bien cuando Barrantes estaba de viaje (ocasión bastante frecuente, por lo demás), y se trababan cuando regresaba.
Así que mi experiencia en Huaycán me hizo rápidamente antibarrantista. Estos defectos de Barrantes se hicieron patentes también en las campañas de 1985 y por la reelección de 1986. Barrantes dejaba plantada a la gente en los mítines, no subía al estrado si es que en él había gente que no le caía, suspendía actividades de campaña para asistir a recepciones y cocteles... en otras palabras, Barrantes era un tipo mezquino, paranoico, frívolo, que le encantaba frecuentar actividades sociales oficiales, y que privilegiaba ello a la asistencia a mitines y encuentros populares. De esto mucha gente dentro de la izquierda ha comentado, solo que pocos lo han puesto por escrito. Por eso recomiendo leer Izquierda Unida y el Partido Comunista, de Guillermo Herrera (Lima, Termil, 2002, 823 p.), donde encontrarán muchas anécdotas al respecto y un interesante análisis de los problemas de la izquierda.
Por ejemplo, Herrera cita a Angel Delgado:
"... Yo estaba en la comisión de campaña [1986] y recuerdo cuando Barrantes no iba a los mítines, especialmente a las zonas populares, y tenía que ir yo a veces con Pease. La gente, incluso, al no ver a Barrantes nos silbaba. Había una desazón profunda y no era una sino varias veces; el momento más crítico fue en el mitin de cierre de campaña, al que amenazó con no ir. Nosotros habíamos programado un rol de oradores pero Alfonso exigió hablar solo, y en su discurso arrancó diciendo que él no le debía nada a nadie y que sólo sentía un compromiso con su pueblo. Más tarde responsabilizaría de la derrota a los partidos, acusándolos de haberlo dejado solo, de haberlo abandonado...
[el desapego de Alfonso con la campaña, que dejaba de ir a reuniones, mítines, y no se preparaba para las polémicas] el caso extremo ocurrió cuando vino la cantante Paloma San Basilio y Barrantes se la pasó días de días atendiéndola, dejando de lado los compromisos electorales" (p. 324-325).
"Me acuerdo una anécdota famosa que me contaba [Mario] Zolezzi, también regidor de Lima): una vez por falta de cupo en un vuelo o algo así, tuvieron que quedarse en Arequipa, y se suscita el siguiente diálogo:
- Entonces, ¿qué hacemos, Dr. Zolezzi? Dice Barrantes.
- Iremos al hotel, le responde Zolezzi.
- No, le dice Alfonso, voy a llamar a Alan.
Según la versión que recibí, Barrantes cogió un teléfono y llamó a palacio, pidiéndole a Alan García que le envíe un avión; cuenta Zolezzi que el presidente García les ofreció enviar el avión presidencial y que Barrantes le comentaba entre risueño e irónico: ése es el poder" (p. 326).
La paranoia de Barrantes respecto a compañeros que le serruchaban el piso era hábilmente alentada por Alan García. Al respecto ver por ejemplo de Jeff Daeschner, The War of the End of Democracy: Mario Vargas Llosa vs. Alberto Fujimori. Lima, Peru Reporting, 1993; y de Gregory Schmidt, “Fujimori's 1990 Upset Victory in Peru: Electoral Rules, Contingencies, and Adaptive Strategies” en: Comparative Politics, vol. 28, No. 3, Apr., 1996, p. 321-354.
Los problemas que generaba el tipo de conducción de Barrantes se expresaron después en la silbatina que recibió de la militancia en un mitin en la plaza San Martín en 1986, y su posterior renuncia a la presidencia de IU. Para la izquierda era necesario construir una dirección más institucional, menos caudillista. Para eso se convocó al I Congreso Nacional, que como sabemos fue un fracaso, porque marcó el inicio de la ruptura y la liquidación de la izquierda (entre paréntesis, en lo personal pasé de mi antibarrantismo a un distanciamiento de IU, para luego entusiasmarme con las posibilidades que abría el I Congreso, lo que me llevó a militar en IU como independiente, y apoyar a la Comisión organizadora del Congreso, presidida por Pease; trabajé en la Comisión de Formación Política con Narda Henríquez, pero esa es otra historia que debe ser contada en otro lugar, como diría Michael Ende. En todo caso, entré a militar muy tarde, porque la IU se destrozó poco después).
En la debacle de la izquierda Barrantes tuvo mucha responsabilidad, a mi juicio (no solamente él, ciertamente): apostó por cimentar su liderazgo por fuera de IU, en vez de luchar por ganarlo dentro. Por eso no participó en el Congreso, jugó a dividir a la izquierda, lo que logró al final, pero con consecuencias catastróficas: tan malas, que Pease, como candidato de IU, sacó más votos que él, el supuesto imán de votos, como candidato de Izquierda Socialista en 1990. Barrantes terminó su vida política en 1995 reviviendo como comedia la tragedia de 1990, con el sainete de su candidatura presidencial esta vez con IU, que terminó en su renuncia, al no llegarse a acuerdos para definir candidatos (qué novedad), candidatura que terminó asumiendo Agustín Haya (sí, el actual Jefe de la APCI, actual militante aprista), por la cual sacó el 0.6% de los votos.
¿Por qué hablo de esto? ¿No sería mejor callarse? Planteo estos temas porque cada vez me convenzo más de la importancia de las personas para dar cuenta de la política, y de qué manera las características de las personas afectan el desempeño público, por lo que no deberíamos pasar estas cosas por alto. Ahora bien, con esto no pretendo asumir una posición moralista, contraria al espíritu maquiaválico que anima este blog. Maquiavelo decía que:
“Dejando, pues, a un lado las fantasías, y preocupándonos sólo de las cosas reales, digo que todos los hombres, cuando se habla de ellos, y en particular los príncipes, por ocupar posiciones más elevadas, son juzgados por algunas de estas cualidades que les valen o censura o elogio. Uno es llamado pródigo, otro tacaño (y empleo un término toscano, porque «avaro», en nuestra lengua, es también el que tiende a enriquecerse por medio de la rapiña, mientras que llamamos «tacaño» al que se abstiene demasiado de gastar lo suyo); uno es considerado dadivoso, otra rapaz; uno cruel, otro clemente; uno traidor, otro leal; uno afeminado y pusilánime, otro decidido y animoso; uno humano, otro soberbio; uno lascivo, otro casto; uno sincero, otro astuto; uno duro, otro débil; uno grave, otro frívolo; uno religioso, otro incrédulo, y así sucesivamente.
Sé que no habría nadie que no opinase que sería cosa muy loable que, de entre todas las cualidades nombradas, un príncipe poseyese las que son consideradas buenas; pero como no es posible poseer las todas, ni observarlas siempre, porque la naturaleza humana no lo consiente, le es preciso ser tan cuerdo que sepa evitar la vergüenza de aquellas que le significarían la pérdida del Estado, y, si puede, aun de las que no se lo haría perder, pero si no puede no debe preocuparse gran cosa y mucho menos de incurrir en la infamia de vicios sin los cuales difícilmente podría salvar el Estado, porque si consideramos esto con frialdad, hallaremos que, a veces, lo que parece virtud es causa de ruina, y lo que parece vicio sólo acaba por traer el bienestar y la seguridad” (El Príncipe, Capítulo XV, De aquellas cosas por las cuales los hombres, especialmente los príncipes, son alabados o censurados).
Bernard de Mandeville habló también de cómo los vicios privados pueden convertirse en virtudes públicas.
De otro lado, siguiendo con este lado indulgente, exploro un argumento barrantista: ¿no será que lo que considero frivolidad en realidad es parte de esa estrategia de ampliar la convocatoria de la izquierda a sectores no convencionales? Lo que parece paranoia y mezquindad, ¿no son efectivos mecanismos de defensa frente a los reales conflictos internos de la izquierda, y las reales serruchadas de piso en contra de Barrantes? Las dudas e indecisiones de Barrantes, ¿no eran consecuencia de la conciencia de la precariedad de la izquierda, y de que prefería perder antes que encabezar un gobierno inviable?
Ok, puede ser. Sin embargo, las actitudes y defectos personales de Barrantes no fueron para nada positivos para el futuro de la izquierda, algo muy distinto al análisis que uno podría hacer de Alan García y el APRA, por ejemplo. Su paranoia y mezquindad no llevaron a fortalecer un ala socialdemocráta en la izquierda, sino a la liquidación de ésta en su conjunto; y su frivolidad llevó al final no a ampliar la convocatoria, sino a perder la propia sin ganar alguna otra. Finalmente, creo que a Barrantes le faltó el coraje necesario para asumir de manera decidida y consecuente un viraje socialdemócrata: Barrantes debió haber dedicado sus esfuerzos a construir un partido de ese carácter, deslindando claramente con los sectores más ultras de la izquierda, en vez de jugar ambiguamente a la unidad y socavarla al mismo tiempo. Así, el Perú habría marchado a finales de la década de los ochenta el camino que seguirían también después los socialistas chilenos, brasileños, uruguayos, etc. Y el Perú no destacaría por ser un país donde la izquierda no existe, en un continente en el que la izquierda está en alza. En suma, el caso de Barrantes es uno en el que los defectos personales se convirtieron en defectos políticos. Una lección para quienes hoy hacen esfuerzos de construcción partidaria. Me parece que es el caso de un líder que, ante circunstancias que requerían grandes respuestas, simplemente no dio la talla. Funcionó mejor en circunstancias menos apremiantes, pero no en las de finales de la década de los años ochenta.
Son temas polémicos, ciertamente. Pero me parece necesario plantear estos debates.
domingo, 23 de diciembre de 2007
martes, 18 de diciembre de 2007
Guillermo Rochabrún, marxista crítico
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Guillermo Rochabrún, marxista crítico
Martín Tanaka
Instituto de Estudios Peruanos
Diciembre de 2007
Ha sido publicada recientemente una antología de textos de Guillermo Rochabrún, que reune trabajos dispersos y de difícil acceso, así como algunos inéditos, que permite apreciar en toda su magnitud el aporte de varias décadas de trabajo académico (Batallas por la teoría. En torno a Marx y el Perú. Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 2007, 559p.). Este libro es, entre otras cosas, un merecido homenaje y reconocimiento al gran maestro de generación tras generación de estudiantes de sociología de la Pontificia Universidad Católica, quien a través de los cursos de teoría nos formó como sociólogos, y a un autor importante, cuya valiosa producción lamentablemente no ha tenido la resonancia que merece.
Todos los que tuvimos el privilegio de tenerlo como profesor podemos decir que Rochabrún no solamente hace lo que debe hacer un profesor de teoría, que es reseñar autores y corrientes, y mostrar su utilidad, pertinencia y aplicación práctica. Lo que hace único a Rochabrún es que nos enseñó a pensar, a razonar, con rigor, disciplina, precisión, con un sentido profundamente crítico. Esto lo ha convertido en un auténtico maestro, por lo que tantas generaciones de estudiantes le guardamos gratitud y cariño. Evidentemente, Rochabrún está exonerado de toda responsabilidad por lo que hayamos hecho sus alumnos después...
Pero no me referiré aquí a su trabajo docente, sino a su producción académica, reunida en este libro. Dije que se trata de una producción valiosa sin la recepción, influencia, que mereció: ¿por qué? Creo que porque Rochabrún ha sido un intelectual insular y un marxista crítico. La clave de su relativo aislamiento acaso explique también su lucidez.
Respecto a su carácter insular; el autor menciona en la fascinante introducción del libro, en la que reseña su biografía intelectual (“Un marxista académico ante el espejo”), que ha sido básicamente un profesor universitario, que no ha pasado por partidos políticos, no ha trabajado en ONGs, no ha sido activista en colectivos sociales o parte de grupos intelectuales (salvo su paso por la Revista Sociedad y Política, en la que Rochabrún era un “junior” al lado de figuras como las de Aníbal Quijano o Julio Cotler), es decir, no ha tenido un grupo que haya hecho suyas sus ideas, que las defienda y promocione, a pesar de la importancia de sus aportes, como veremos a continuación. Otro asunto que explica la difusión de sus ideas es que lo fundamental de sus aportes se ubica en una perspectiva marxista crítica, lo que, en un país poco acostumbrado al debate, en medio de una comunidad académica que en cierto modo renegó del marxismo, reforzó también esta insularidad. Volveré sobre este asunto más adelante.
Llama la atención, al releer los textos de Rochabrún, constatar su lucidez, anticipación de temáticas de desarrollo posterior, y contrastar esto con su escasa difusión. Veamos algunos de sus textos de teoría marxista, la base del pensamiento del autor. Está su crítica a los fundamentos de la economía neoclásica, “La zanahoria y el asno: para un análisis crítico de la noción de escasez”, de 1977, pero publicado recién en 1999, en donde se adelanta el análisis de lo que hoy llamaríamos la existencia de bienes públicos y privados, la presencia de externalidades, y la internalización de externalidades a través de precios para compensar las externalidades negativas, ideas centrales de la teoría de la elección pública, pero que en su momento no generaron mayor debate.
Uno lee hoy trabajos como el clásico “Base y superestructura en el ‘Prefacio’ y en El Capital”, de 1977, y se pregunta por qué Rochabrún no estuvo terciando en debates centrales de la teoría marxista como los que enfrentaron a Louis Althusser, Edward Thompson, Perry Anderson y otros. Recuerden que Miseria de la teoría de Thompson es de 1978, y Teoría, política e historia. Un debate con E.P. Thompson, de Perry Anderson, es de 1980. Lo que estos autores están debatiendo son temas centrales referidos precisamente a la relación entre base y superestructura, debate fundamental en la historia del marxismo y del pensamiento social en general, que se puede frasear como el debate entre agencia y estructura, para ponerlo en los términos de Giddens, quien también parte de la obra de Marx para abordar esta discusión (en su libro La constitución de la sociedad, de 1984).
El aporte de Rochabrún es resolver este debate apelando a la idea de que se trata de una oposición falsa, cuya naturaleza es revelada mediante el análisis de El Capital. Según el autor, en El Capital las cosas están planteadas de modo que los elementos “superestructurales” son parte intrínseca del orden económico-social. En el análisis del capitalismo Marx muestra cómo en su dinámica, que da lugar a las clases sociales, se entrecruzan elementos económicos, sociales e institucionales. Sobre esta base, no se erige la superestructura jurídico-política, sino discurre la historia, los conflictos entre las clases sociales, en un escenario abierto y contingente (el mundo de lo político), donde cada realidad requiere un análisis particular. De esto se deriva que el estudio de las clases y de la política concreta no debe consistir en “aplicar” las categorías marxistas, sino partir del estudio del funcionamiento del capitalismo en la realidad concreta, y cómo allí surgen las clases y se desarrolla la política con contornos particulares. Un intento de hacer esta aproximación al estudio del caso peruano es otro texto clásico, “Apuntes para la comprensión del capitalismo en el Perú”, de 1977, que da pistas fundamentales para no deducir la realidad desde la teoría, típico vicio estructuralista, sino analizar cómo las determinaciones del capitalismo adquieren perfiles propios al operar en el medio peruano. Rochabrún habla así de un capitalismo “subdeterminado”.
A propósito, desde este punto de vista podría pensarse un tema de debate actual, la capacidad del desarrollo capitalista para articular al conjunto de la población del país, especialmente a los sectores pobres y excluidos. Para Jaime de Althaus, en La revolución capitalista en el Perú (FCE, 2007) el actual tipo de crecimiento, a diferencia del pasado, tiene mayor capacidad de generar eslabonamientos y dar lugar a un desarrollo inclusivo. Algunos críticos de Althaus cuestionan lo que consideran un optimismo excesivo, señalando que se trata de la extrapolación de un periodo todavía muy corto de crecimiento. Desde el punto de vista sugerido por Rochabrún, el problema no sería cuantitativo, sino cualitativo: en el país se amplían los circuitos mercantiles, los mercados, el uso del dinero, pero no desaparecen relaciones sociales no capitalistas, lo que termina debilitando la expansión y los procesos de acumulación. Estas ideas permiten entender porqué a pesar del crecimiento económico la pobreza persiste, así como el descontento ciudadano con el rumbo del país.
De este modo, en la década de los años setenta, mientras la izquierda y los académicos de izquierda, al inicio de la crisis asociada con el modelo nacional-popular-estatista, proclamaban el inminente colapso del capitalismo y diagnosticaban la existencia de una “situación prerevolucionaria”, Rochabrún por el contrario llamaba la atención sobre la debilidad del capitalismo para dar cuenta de la dinámica general del país. Aquí encontramos a un marxista crítico, lejano del predominante “folklore marxista” tal como lo califica el autor, en medio de los debates sobre la feudalidad, semifeudalidad, el carácter dependiente o periférico de nuestro capitalismo, entre otros.
El tipo de aproximación de Rochabrún habría permitido encarar de manera provechosa el debate sobre la relación entre la teoría marxista, las clases sociales y la realidad latinoamericana, debate que no llegó a darse de manera cabal en nuestro país. Esta manera de pensar las cosas estuvo relativamente ausente, soterrada en el contexto del peso abrumador de la influencia del estructuralismo. Estos temas se debatían en la región sin participación peruana. Ver por ejemplo lo que considero una verdadera joya bibliográfica, de Raúl Benítez, coord.: Las clases sociales en América Latina. Problemas de conceptualización. México, Siglo XXI, eds., 1973; donde debaten sobre el tema, entre otros, Alain Touraine, Nicos Poulantzas, Hernando Henrique Cardoso, Manuel Castells, Florestan Fernandes, Rodolfo Stavenhagen, Francisco Weffort, Gino Germani, Edelberto Torres Rivas, reunidos en un seminario en Mérida de 1971 (ningún peruano allí: aunque en la introducción se menciona la lamentable ausencia de Aníbal Quijano, que por alguna razón no llegó). Aquí uno encuentra, sobre todo en las intervenciones de Cardoso, el llamado a historizar la temática de las clases en el contexto latinoamericano, a analizar las características específicas del desarrollo del capitalismo en la región; esta fue una línea de reflexión presente en otros países latinoamericanos, pero casi ausente en el Perú, más allá de los trabajos de Rochabrún .
1977. El Perú, junto a toda la región, iniciaba procesos de transición a la democracia. El sentido común marxista pensaba la democracia como una mera fachada legal que encubría la dominación de clase. ¿Cómo pasar al escenario democrático desde estas premisas? En el cono sur el aprendizaje del valor de la democracia se realizó por el trauma de la represión de las dictaduras, como señalaron Norbert Lechner y muchos otros autores . En el caso peruano la cosa fue más difícil, dado el carácter reformista del gobierno militar de Velasco. Es más, el velasquismo de algún modo implementó y agotó el arsenal de reformas de la izquierda peruana (“Izquierda, democracia y crisis en el Perú”, de 1988). Sin embargo, hay otro texto de Rochabrún que permite salir del atolladero, “Economía y política en el análisis del capitalismo y de la sociedad en América Latina”, de 1981. En ese texto la democracia aparece no como el resultado necesario de la forma de producción capitalista, sino como resultado contingente de la lucha de clases. En esto Rochabrún se pone a la par de trabajos como los de Adam Przeworski, quien defendería tesis similares en libros posteriores, como Capitalismo y socialdemocracia, de 1985, o Paper Stones. A History of Electoral Socialism, de 1986, entre muchos otros.
Sin embargo, en nuestro país se produjo un cambio de paradigma sin ajuste de cuentas; las izquierdas pasaron en lo político del paradigma de la revolución al de la democracia, sin mayor explicación. El problema es que en lo académico también se dio una mudanza equivalente, de la preocupación por las clases sociales a la de los movimientos sociales, actores visibles en el contextos de las luchas contra las dictaduras y los procesos de democratización; y de la reflexión sobre el carácter de la sociedad, a la preocupación sobre la democracia como régimen. Esto es resultado de las estrechas relaciones (al punto de indistinción) en esos años entre activismo político y reflexión académica. Rochabrún se mantuvo como teórico marxista, con lo que quedó relativamente aislado en medio del viraje de las ciencias sociales. Pero al ser un académico marxista crítico, también quedó aislado de las ortodoxias marxistas que continuaron el década de los años ochenta.
Así, Rochabrún, desde las ideas centrales e intuiciones de Marx, quedó como un crítico de las modas intelectuales, de los paradigmas y sentidos comunes existentes en nuestras ciencias sociales. Ahora bien, cabe destacar que lo que ocurrió con las ciencias sociales le ocurrió también a Rochabrún, solo que más gradualmente. Rochabrún relata en la introducción cómo con los años se fue alejando él también del marxismo, hasta el punto de pensar que “el pensamiento de Marx tiene mucho que decir en algunos casos, poco o nada en otros, y no puede pretender dirigir el conjunto” (p. 59). Si algún reproche cabe hacer a Rochabrún es que él era probablemente la persona más preparada para llevar adelante un ajuste de cuentas con Marx y con las corrientes del marxismo, y de proponer maneras de pensar el Perú y el mundo contemporáneo. Lo hizo muy parcialmente.
Me viene a la mente el caso de Jon Elster, en Una introducción a Karl Marx, de 1991. Allí Elster se pregunta qué está vivo y qué está muerto en Marx, y responde: está muerto el socialismo científico, el materialismo dialéctico, la teleología y el funcionalismo, la teoría económica, y la teoría de las fuerzas productivas y las relaciones de producción. ¿Qué vive? El método dialéctico, al menos una versión de él; la teoría de la alienación; la teoría de la explotación y la concepción de Marx de la justicia distributiva; la teoría del cambio técnico; la teoría de la conciencia de clase, la lucha de clases y la política, aunque con límites; y la teoría de la ideología, que está agonizante, pero debe ser resucitada. En nuestro medio no encontramos ningún esfuerzo equivalente.
El camino que siguió Rochabrún fue asumir el papel de crítico, desde lo que podríamos llamar los fundamentos de un método marxista. Recuerdo alguna reunión no hace muchos años en la Universidad Católica, entre profesores de la facultad de ciencias sociales y algunos profesores extranjeros visitantes. Quedamos en hacer una breve rueda de presentación de cada uno; por ejemplo yo dije mi nombre y añadí que me interesaban los partidos, la democracia, los movimientos sociales. Otros dijeron otras cosas, según su especialidad. Cuando le tocó el turno a Rochabrún, dijo: “yo critico lo que hacen ellos”. Antonio Cisneros, en Canto ceremonial contra un oso hormiguero, llamó a Marx “viejo aguafiestas”. Podría decirse que Rochabrún con sus posiciones críticas ha ocupado la misma posición, de permanente y lúcido aguafiestas (no estoy llamando viejo al maestro, por si acaso). Esto explica también su insularidad. Tarea necesaria, imprescindible, pero ingrata.
Uno de los ángulos principales desde el cual Rochabrún ejerció la crítica parte de su carácter de marxista crítico. Al pasarse de la década de los setenta a los ochenta, la izquierda pasó como vimos del paradigma de la revolución al de la democracia, y también los científicos sociales y las ONGs asociados a ésta. Las circunstancias corrieron mucho más rápido que la capacidad de procesar los cambios. Rochabrún resalta que el paso se dió sin hacer un balance, un ajuste de cuentas; por ello, se arrastraron a la etapa “democrática”, sin advertirlo, algunos de los vicios de la etapa marxista. En la década de los años setenta el autor criticó una visión esencialista del proletariado, visto como una suerte de motor de cambio “llamado por la historia”; en la de los ochenta, el lugar que ocupó la clase obrera empezó a ser ocupado por los nuevos movimientos sociales (ver “Del mito proletario al mito popular”, de 1992). De allí que Rochabrún abogue por una saludable y necesaria autonomía de la academia frente a la política.
El autor fue así un crítico del entusiasmo frente a los movimientos sociales (ver por ejemplo “Izquierda, democracia y crisis en el Perú”, de 1988). Llega el momento de hacer evaluaciones: Rochabrún tuvo razón. Los nuevos movimientos sociales mostraron rápidamente sus límites como expresión de un nuevo orden social, o en términos de su potencial “democratizador” . Ahora bien, yo sostengo que la crítica de Rochabrún puede perfectamente extenderse hasta el presente: el voluntarismo en el análisis de la clase obrera y de los movimientos sociales se expresa hoy en la apuesta por la sociedad civil y de la participación ciudadana como remedios a los límites de la democracia representativa. Llama la atención cómo en la izquierda política, algunos intelectuales y ONGs, persisten estilos de razonamiento y de trabajo, a pesar de la magnitud de los cambios ocurridos en las últimas décadas.
Rochabrún fue también contra la corriente al cuestionar la centralidad de Sendero Luminoso como fenómeno para pensar el conjunto de la sociedad peruana; en algún texto sostuvo que probablemente el país no cambiaría mucho si es que Sendero Luminoso no existiera. De otro lado, el autor llamó la atención sobre la extrañeza que despertaba en las ciencias sociales, a pesar de que Sendero compartía con la izquierda un tronco común, y lo que hacía era llevar a la práctica postulados que muchos otros grupos tenían (“Sendero Luminoso y las profundidades del Perú”, texto inédito de 1989).
También estuvo a contracorriente cuando planteó que las tradiciones racistas, estamentales y excluyentes como forma de organización social no resultaban más válidas en el país, a pesar de que subsistieran en el plano de los imaginarios y de algunas prácticas (ver “Los tiempos y las crisis”, de 1986), planteamiento que retoma el cuestionamiento a la idea de la existencia de una “herencia colonial”, que expuso en su reseña crítica al libro Clases, Estado y nación en el Perú ((La visión del Perú de Julio Cotler. Un balance crítico, de 1978).
Más adelante, en la década de los años noventa, Rochabrún cuestionó la tesis de la existencia de una cultura autoritaria en las clases populares para explicar su apoyo al fujimorismo, y buscó entenderlo apelando a los intereses, la racionalidad y el pragmatismo de los sectores populares (“Descifrando el enigma de Alberto Fujimori”, de 1996). Aquí nuevamente encontramos la idea de que el diagnóstico errado de la existencia de una cultura autoritaria es un espejo de la idea, errada también, de que habría habido una cultura democrática en la década de los años ochenta (ver “¿Crisis de paradigmas o falta de rigor?”, de 1994). También cuestionó la apuesta por la “informalidad”, como clave para el desarrollo capitalista y la renovación social (“De madres de familia a capitalistas: las trampas de la informalidad”, de 1994); también la tesis de la existencia de un problema de representación política (que centra la responsabilidad en la oferta política), y llamó la atención sobre los problemas de representabilidad de los representados, en un contexto de fragmentación y desarticulación social (“El problema está en los representados”, de 2003); así como la idea de la existencia de una grave polarización social en la coyuntura del año 2000 (“¿Polarizaciones...? ¡Las de mi tiempo! Electorado y ciudadanía en los 90 y en el 2000”, de 2000); todo esto en textos de formato breve, pero no por ello menos sustanciosos.
En suma, el libro de Rochabrún condensa la trayectoria de un intelectual cuya lucidez provino de su independencia, de su insularidad, de un trabajo académico riguroso, que no temió ir contra la corriente, y asumir el papel de crítico y de aguafiestas; que tuvo en el marxismo el punto de partida de su reflexión: alejado del “folklore marxista”, y fiel a la idea de ver la realidad como “síntesis de múltiples determinaciones”, y “unidad de lo diverso”, como lo señalara en uno de sus primeros textos, “¿Hay una metodología marxista?”, de 1974). Por todo ello, este libro es un merecido homenaje y una muestra de gratitud para el maestro.
Guillermo Rochabrún, marxista crítico
Martín Tanaka
Instituto de Estudios Peruanos
Diciembre de 2007
Ha sido publicada recientemente una antología de textos de Guillermo Rochabrún, que reune trabajos dispersos y de difícil acceso, así como algunos inéditos, que permite apreciar en toda su magnitud el aporte de varias décadas de trabajo académico (Batallas por la teoría. En torno a Marx y el Perú. Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 2007, 559p.). Este libro es, entre otras cosas, un merecido homenaje y reconocimiento al gran maestro de generación tras generación de estudiantes de sociología de la Pontificia Universidad Católica, quien a través de los cursos de teoría nos formó como sociólogos, y a un autor importante, cuya valiosa producción lamentablemente no ha tenido la resonancia que merece.
Todos los que tuvimos el privilegio de tenerlo como profesor podemos decir que Rochabrún no solamente hace lo que debe hacer un profesor de teoría, que es reseñar autores y corrientes, y mostrar su utilidad, pertinencia y aplicación práctica. Lo que hace único a Rochabrún es que nos enseñó a pensar, a razonar, con rigor, disciplina, precisión, con un sentido profundamente crítico. Esto lo ha convertido en un auténtico maestro, por lo que tantas generaciones de estudiantes le guardamos gratitud y cariño. Evidentemente, Rochabrún está exonerado de toda responsabilidad por lo que hayamos hecho sus alumnos después...
Pero no me referiré aquí a su trabajo docente, sino a su producción académica, reunida en este libro. Dije que se trata de una producción valiosa sin la recepción, influencia, que mereció: ¿por qué? Creo que porque Rochabrún ha sido un intelectual insular y un marxista crítico. La clave de su relativo aislamiento acaso explique también su lucidez.
Respecto a su carácter insular; el autor menciona en la fascinante introducción del libro, en la que reseña su biografía intelectual (“Un marxista académico ante el espejo”), que ha sido básicamente un profesor universitario, que no ha pasado por partidos políticos, no ha trabajado en ONGs, no ha sido activista en colectivos sociales o parte de grupos intelectuales (salvo su paso por la Revista Sociedad y Política, en la que Rochabrún era un “junior” al lado de figuras como las de Aníbal Quijano o Julio Cotler), es decir, no ha tenido un grupo que haya hecho suyas sus ideas, que las defienda y promocione, a pesar de la importancia de sus aportes, como veremos a continuación. Otro asunto que explica la difusión de sus ideas es que lo fundamental de sus aportes se ubica en una perspectiva marxista crítica, lo que, en un país poco acostumbrado al debate, en medio de una comunidad académica que en cierto modo renegó del marxismo, reforzó también esta insularidad. Volveré sobre este asunto más adelante.
Llama la atención, al releer los textos de Rochabrún, constatar su lucidez, anticipación de temáticas de desarrollo posterior, y contrastar esto con su escasa difusión. Veamos algunos de sus textos de teoría marxista, la base del pensamiento del autor. Está su crítica a los fundamentos de la economía neoclásica, “La zanahoria y el asno: para un análisis crítico de la noción de escasez”, de 1977, pero publicado recién en 1999, en donde se adelanta el análisis de lo que hoy llamaríamos la existencia de bienes públicos y privados, la presencia de externalidades, y la internalización de externalidades a través de precios para compensar las externalidades negativas, ideas centrales de la teoría de la elección pública, pero que en su momento no generaron mayor debate.
Uno lee hoy trabajos como el clásico “Base y superestructura en el ‘Prefacio’ y en El Capital”, de 1977, y se pregunta por qué Rochabrún no estuvo terciando en debates centrales de la teoría marxista como los que enfrentaron a Louis Althusser, Edward Thompson, Perry Anderson y otros. Recuerden que Miseria de la teoría de Thompson es de 1978, y Teoría, política e historia. Un debate con E.P. Thompson, de Perry Anderson, es de 1980. Lo que estos autores están debatiendo son temas centrales referidos precisamente a la relación entre base y superestructura, debate fundamental en la historia del marxismo y del pensamiento social en general, que se puede frasear como el debate entre agencia y estructura, para ponerlo en los términos de Giddens, quien también parte de la obra de Marx para abordar esta discusión (en su libro La constitución de la sociedad, de 1984).
El aporte de Rochabrún es resolver este debate apelando a la idea de que se trata de una oposición falsa, cuya naturaleza es revelada mediante el análisis de El Capital. Según el autor, en El Capital las cosas están planteadas de modo que los elementos “superestructurales” son parte intrínseca del orden económico-social. En el análisis del capitalismo Marx muestra cómo en su dinámica, que da lugar a las clases sociales, se entrecruzan elementos económicos, sociales e institucionales. Sobre esta base, no se erige la superestructura jurídico-política, sino discurre la historia, los conflictos entre las clases sociales, en un escenario abierto y contingente (el mundo de lo político), donde cada realidad requiere un análisis particular. De esto se deriva que el estudio de las clases y de la política concreta no debe consistir en “aplicar” las categorías marxistas, sino partir del estudio del funcionamiento del capitalismo en la realidad concreta, y cómo allí surgen las clases y se desarrolla la política con contornos particulares. Un intento de hacer esta aproximación al estudio del caso peruano es otro texto clásico, “Apuntes para la comprensión del capitalismo en el Perú”, de 1977, que da pistas fundamentales para no deducir la realidad desde la teoría, típico vicio estructuralista, sino analizar cómo las determinaciones del capitalismo adquieren perfiles propios al operar en el medio peruano. Rochabrún habla así de un capitalismo “subdeterminado”.
A propósito, desde este punto de vista podría pensarse un tema de debate actual, la capacidad del desarrollo capitalista para articular al conjunto de la población del país, especialmente a los sectores pobres y excluidos. Para Jaime de Althaus, en La revolución capitalista en el Perú (FCE, 2007) el actual tipo de crecimiento, a diferencia del pasado, tiene mayor capacidad de generar eslabonamientos y dar lugar a un desarrollo inclusivo. Algunos críticos de Althaus cuestionan lo que consideran un optimismo excesivo, señalando que se trata de la extrapolación de un periodo todavía muy corto de crecimiento. Desde el punto de vista sugerido por Rochabrún, el problema no sería cuantitativo, sino cualitativo: en el país se amplían los circuitos mercantiles, los mercados, el uso del dinero, pero no desaparecen relaciones sociales no capitalistas, lo que termina debilitando la expansión y los procesos de acumulación. Estas ideas permiten entender porqué a pesar del crecimiento económico la pobreza persiste, así como el descontento ciudadano con el rumbo del país.
De este modo, en la década de los años setenta, mientras la izquierda y los académicos de izquierda, al inicio de la crisis asociada con el modelo nacional-popular-estatista, proclamaban el inminente colapso del capitalismo y diagnosticaban la existencia de una “situación prerevolucionaria”, Rochabrún por el contrario llamaba la atención sobre la debilidad del capitalismo para dar cuenta de la dinámica general del país. Aquí encontramos a un marxista crítico, lejano del predominante “folklore marxista” tal como lo califica el autor, en medio de los debates sobre la feudalidad, semifeudalidad, el carácter dependiente o periférico de nuestro capitalismo, entre otros.
El tipo de aproximación de Rochabrún habría permitido encarar de manera provechosa el debate sobre la relación entre la teoría marxista, las clases sociales y la realidad latinoamericana, debate que no llegó a darse de manera cabal en nuestro país. Esta manera de pensar las cosas estuvo relativamente ausente, soterrada en el contexto del peso abrumador de la influencia del estructuralismo. Estos temas se debatían en la región sin participación peruana. Ver por ejemplo lo que considero una verdadera joya bibliográfica, de Raúl Benítez, coord.: Las clases sociales en América Latina. Problemas de conceptualización. México, Siglo XXI, eds., 1973; donde debaten sobre el tema, entre otros, Alain Touraine, Nicos Poulantzas, Hernando Henrique Cardoso, Manuel Castells, Florestan Fernandes, Rodolfo Stavenhagen, Francisco Weffort, Gino Germani, Edelberto Torres Rivas, reunidos en un seminario en Mérida de 1971 (ningún peruano allí: aunque en la introducción se menciona la lamentable ausencia de Aníbal Quijano, que por alguna razón no llegó). Aquí uno encuentra, sobre todo en las intervenciones de Cardoso, el llamado a historizar la temática de las clases en el contexto latinoamericano, a analizar las características específicas del desarrollo del capitalismo en la región; esta fue una línea de reflexión presente en otros países latinoamericanos, pero casi ausente en el Perú, más allá de los trabajos de Rochabrún .
1977. El Perú, junto a toda la región, iniciaba procesos de transición a la democracia. El sentido común marxista pensaba la democracia como una mera fachada legal que encubría la dominación de clase. ¿Cómo pasar al escenario democrático desde estas premisas? En el cono sur el aprendizaje del valor de la democracia se realizó por el trauma de la represión de las dictaduras, como señalaron Norbert Lechner y muchos otros autores . En el caso peruano la cosa fue más difícil, dado el carácter reformista del gobierno militar de Velasco. Es más, el velasquismo de algún modo implementó y agotó el arsenal de reformas de la izquierda peruana (“Izquierda, democracia y crisis en el Perú”, de 1988). Sin embargo, hay otro texto de Rochabrún que permite salir del atolladero, “Economía y política en el análisis del capitalismo y de la sociedad en América Latina”, de 1981. En ese texto la democracia aparece no como el resultado necesario de la forma de producción capitalista, sino como resultado contingente de la lucha de clases. En esto Rochabrún se pone a la par de trabajos como los de Adam Przeworski, quien defendería tesis similares en libros posteriores, como Capitalismo y socialdemocracia, de 1985, o Paper Stones. A History of Electoral Socialism, de 1986, entre muchos otros.
Sin embargo, en nuestro país se produjo un cambio de paradigma sin ajuste de cuentas; las izquierdas pasaron en lo político del paradigma de la revolución al de la democracia, sin mayor explicación. El problema es que en lo académico también se dio una mudanza equivalente, de la preocupación por las clases sociales a la de los movimientos sociales, actores visibles en el contextos de las luchas contra las dictaduras y los procesos de democratización; y de la reflexión sobre el carácter de la sociedad, a la preocupación sobre la democracia como régimen. Esto es resultado de las estrechas relaciones (al punto de indistinción) en esos años entre activismo político y reflexión académica. Rochabrún se mantuvo como teórico marxista, con lo que quedó relativamente aislado en medio del viraje de las ciencias sociales. Pero al ser un académico marxista crítico, también quedó aislado de las ortodoxias marxistas que continuaron el década de los años ochenta.
Así, Rochabrún, desde las ideas centrales e intuiciones de Marx, quedó como un crítico de las modas intelectuales, de los paradigmas y sentidos comunes existentes en nuestras ciencias sociales. Ahora bien, cabe destacar que lo que ocurrió con las ciencias sociales le ocurrió también a Rochabrún, solo que más gradualmente. Rochabrún relata en la introducción cómo con los años se fue alejando él también del marxismo, hasta el punto de pensar que “el pensamiento de Marx tiene mucho que decir en algunos casos, poco o nada en otros, y no puede pretender dirigir el conjunto” (p. 59). Si algún reproche cabe hacer a Rochabrún es que él era probablemente la persona más preparada para llevar adelante un ajuste de cuentas con Marx y con las corrientes del marxismo, y de proponer maneras de pensar el Perú y el mundo contemporáneo. Lo hizo muy parcialmente.
Me viene a la mente el caso de Jon Elster, en Una introducción a Karl Marx, de 1991. Allí Elster se pregunta qué está vivo y qué está muerto en Marx, y responde: está muerto el socialismo científico, el materialismo dialéctico, la teleología y el funcionalismo, la teoría económica, y la teoría de las fuerzas productivas y las relaciones de producción. ¿Qué vive? El método dialéctico, al menos una versión de él; la teoría de la alienación; la teoría de la explotación y la concepción de Marx de la justicia distributiva; la teoría del cambio técnico; la teoría de la conciencia de clase, la lucha de clases y la política, aunque con límites; y la teoría de la ideología, que está agonizante, pero debe ser resucitada. En nuestro medio no encontramos ningún esfuerzo equivalente.
El camino que siguió Rochabrún fue asumir el papel de crítico, desde lo que podríamos llamar los fundamentos de un método marxista. Recuerdo alguna reunión no hace muchos años en la Universidad Católica, entre profesores de la facultad de ciencias sociales y algunos profesores extranjeros visitantes. Quedamos en hacer una breve rueda de presentación de cada uno; por ejemplo yo dije mi nombre y añadí que me interesaban los partidos, la democracia, los movimientos sociales. Otros dijeron otras cosas, según su especialidad. Cuando le tocó el turno a Rochabrún, dijo: “yo critico lo que hacen ellos”. Antonio Cisneros, en Canto ceremonial contra un oso hormiguero, llamó a Marx “viejo aguafiestas”. Podría decirse que Rochabrún con sus posiciones críticas ha ocupado la misma posición, de permanente y lúcido aguafiestas (no estoy llamando viejo al maestro, por si acaso). Esto explica también su insularidad. Tarea necesaria, imprescindible, pero ingrata.
Uno de los ángulos principales desde el cual Rochabrún ejerció la crítica parte de su carácter de marxista crítico. Al pasarse de la década de los setenta a los ochenta, la izquierda pasó como vimos del paradigma de la revolución al de la democracia, y también los científicos sociales y las ONGs asociados a ésta. Las circunstancias corrieron mucho más rápido que la capacidad de procesar los cambios. Rochabrún resalta que el paso se dió sin hacer un balance, un ajuste de cuentas; por ello, se arrastraron a la etapa “democrática”, sin advertirlo, algunos de los vicios de la etapa marxista. En la década de los años setenta el autor criticó una visión esencialista del proletariado, visto como una suerte de motor de cambio “llamado por la historia”; en la de los ochenta, el lugar que ocupó la clase obrera empezó a ser ocupado por los nuevos movimientos sociales (ver “Del mito proletario al mito popular”, de 1992). De allí que Rochabrún abogue por una saludable y necesaria autonomía de la academia frente a la política.
El autor fue así un crítico del entusiasmo frente a los movimientos sociales (ver por ejemplo “Izquierda, democracia y crisis en el Perú”, de 1988). Llega el momento de hacer evaluaciones: Rochabrún tuvo razón. Los nuevos movimientos sociales mostraron rápidamente sus límites como expresión de un nuevo orden social, o en términos de su potencial “democratizador” . Ahora bien, yo sostengo que la crítica de Rochabrún puede perfectamente extenderse hasta el presente: el voluntarismo en el análisis de la clase obrera y de los movimientos sociales se expresa hoy en la apuesta por la sociedad civil y de la participación ciudadana como remedios a los límites de la democracia representativa. Llama la atención cómo en la izquierda política, algunos intelectuales y ONGs, persisten estilos de razonamiento y de trabajo, a pesar de la magnitud de los cambios ocurridos en las últimas décadas.
Rochabrún fue también contra la corriente al cuestionar la centralidad de Sendero Luminoso como fenómeno para pensar el conjunto de la sociedad peruana; en algún texto sostuvo que probablemente el país no cambiaría mucho si es que Sendero Luminoso no existiera. De otro lado, el autor llamó la atención sobre la extrañeza que despertaba en las ciencias sociales, a pesar de que Sendero compartía con la izquierda un tronco común, y lo que hacía era llevar a la práctica postulados que muchos otros grupos tenían (“Sendero Luminoso y las profundidades del Perú”, texto inédito de 1989).
También estuvo a contracorriente cuando planteó que las tradiciones racistas, estamentales y excluyentes como forma de organización social no resultaban más válidas en el país, a pesar de que subsistieran en el plano de los imaginarios y de algunas prácticas (ver “Los tiempos y las crisis”, de 1986), planteamiento que retoma el cuestionamiento a la idea de la existencia de una “herencia colonial”, que expuso en su reseña crítica al libro Clases, Estado y nación en el Perú ((La visión del Perú de Julio Cotler. Un balance crítico, de 1978).
Más adelante, en la década de los años noventa, Rochabrún cuestionó la tesis de la existencia de una cultura autoritaria en las clases populares para explicar su apoyo al fujimorismo, y buscó entenderlo apelando a los intereses, la racionalidad y el pragmatismo de los sectores populares (“Descifrando el enigma de Alberto Fujimori”, de 1996). Aquí nuevamente encontramos la idea de que el diagnóstico errado de la existencia de una cultura autoritaria es un espejo de la idea, errada también, de que habría habido una cultura democrática en la década de los años ochenta (ver “¿Crisis de paradigmas o falta de rigor?”, de 1994). También cuestionó la apuesta por la “informalidad”, como clave para el desarrollo capitalista y la renovación social (“De madres de familia a capitalistas: las trampas de la informalidad”, de 1994); también la tesis de la existencia de un problema de representación política (que centra la responsabilidad en la oferta política), y llamó la atención sobre los problemas de representabilidad de los representados, en un contexto de fragmentación y desarticulación social (“El problema está en los representados”, de 2003); así como la idea de la existencia de una grave polarización social en la coyuntura del año 2000 (“¿Polarizaciones...? ¡Las de mi tiempo! Electorado y ciudadanía en los 90 y en el 2000”, de 2000); todo esto en textos de formato breve, pero no por ello menos sustanciosos.
En suma, el libro de Rochabrún condensa la trayectoria de un intelectual cuya lucidez provino de su independencia, de su insularidad, de un trabajo académico riguroso, que no temió ir contra la corriente, y asumir el papel de crítico y de aguafiestas; que tuvo en el marxismo el punto de partida de su reflexión: alejado del “folklore marxista”, y fiel a la idea de ver la realidad como “síntesis de múltiples determinaciones”, y “unidad de lo diverso”, como lo señalara en uno de sus primeros textos, “¿Hay una metodología marxista?”, de 1974). Por todo ello, este libro es un merecido homenaje y una muestra de gratitud para el maestro.
domingo, 2 de diciembre de 2007
Roger Bartra, las ciencias sociales en México
Revista Nexos No. 359 • Noviembre de 2007
Las ciencias sociales en su tinta
Roger Bartra
Martes 30 de octubre de 2007
No sé si las ciencias sociales en México nos abren una puerta amplia para entender la realidad del país y del mundo. Lo que sí me parece claro es que las ciencias sociales tienen grandes dificultades para percibir su propio estado y para aquilatar el desarrollo, las limitaciones y los aciertos de las investigaciones que se realizan en México. Esta falta de habilidad de la ciencia social para reconocer los avances que se hacen en su nombre es una señal adversa que nos lleva a temer que estamos ante una condición crítica. Hace años ya que muchos sospechan que las ciencias sociales se encuentran en una situación difícil. Se ha hablado de quiebra de la antropología, de crisis de la sociología, de la esterilidad de los estudios históricos, de la corrupción de la práctica jurídica, del atraso de los análisis económicos y de la inutilidad de la psicología. Sin embargo, estas visiones acaso excesivamente pesimistas no pueden fundamentarse fácilmente, pues carecemos de instrumentos para medir la condición de las ciencias sociales en México. Y, sin embargo, podemos suponer que la misma escasez de estudios críticos sobre las disciplinas sociales es un indicador de que estamos ante una situación anómala. Muchos de los que nos dedicamos a las ciencias sociales sentimos un malestar y percibimos inquietudes a nuestro alrededor. Si yo mismo estoy escribiendo estas líneas se debe a una interrogación expresa acerca de si sufrimos en México un serio déficit de crítica, lo que ocasionaría que obras que valen la pena pasen desapercibidas mientras que ocurrencias y hasta tonterías sean sobrevaloradas. Comparto esta inquietud y he comentado con muchos colegas esta situación. Creo que hay consenso al respecto: las ciencias sociales no están muy inclinadas a examinar su propia condición. Esta situación es evidente si observamos que las revistas académicas reseñan muy pocos estudios y prácticamente no debaten las ideas que expresan los investigadores. La crítica en la prensa no académica (suplementos y revistas culturales) es un tanto errática y depende muchas veces de criterios ideológicos o de intereses de grupo, aunque ahí es más frecuente la polémica. Es muy raro encontrar ese tipo de ensayos que hacen un balance de los avances en determinados temas (en inglés se denominan “review articles”). Tampoco los libros suelen presentar críticamente los estudios precedentes referidos a la materia que se aborda.
¿Qué es lo que inhibe la crítica? Podemos señalar varias causas inmediatas: influencia de caciquillos académicos que bloquean el trabajo de aquellos que no comparten sus intereses o ideas; presencia excesiva de un sector mediocre, estéril, burocratizado e indiferente a lo que se genera a su alrededor; falta de recursos en las ciencias sociales por la hegemonía de las llamadas ciencias duras; efecto de potlatch igualador que bloquea el apoyo a quienes se considera que destacan excesivamente por encima del resto (síndrome de Liliput). Al carácter raquítico de la crítica se agrega el hecho de que en muchos casos la exaltación desmesurada de alguna obra se debe a que su autor ejerce o ha ejercido poderosas funciones burocráticas o gubernamentales. Aquí nos enfrentamos al complejo problema de creación de modelos para estudiantes e investigadores jóvenes. Si los modelos a seguir son obras vacías e insustanciales, se crea un efecto multiplicador de la mediocridad y se institucionaliza un bajo nivel de creatividad. Esta desmesurada valoración de obras prescindibles suele ir acorazada de la defensa de las glorias locales frente a la influencia de corrientes extranjeras. En lugar de elevar los umbrales de la competencia a niveles internacionales, se bajan las exigencias en las pistas locales para que competidores de escasa calidad sean protegidos y exaltados. El resultado es la formación de coágulos meritocráticos en la red de vasos comunicantes que debería irrigar y nutrir el trabajo intelectual y académico.
No quiero decir que debamos privilegiar el trabajo de quienes estudian a los investigadores, en lugar de estimular el estudio directo de la realidad social. Con frecuencia la inmersión prolongada en la propia tinta y el ejercicio de mirar el ombligo de la propia disciplina acaba en esos típicos textos de recomendaciones teóricas y metodológicas dedicados a pedir que otros hagan lo que uno no hace. No se trata tampoco de centrarnos en la producción de exégesis, hagiografías y enciclopedias sobre autores en las disciplinas sociales. Más interesantes y creativos pueden ser los incentivos a realizar trabajo de investigación y a abrir los resultados a la crítica. Hay que escapar de los círculos viciosos en los que nos excedemos haciendo historiografía de la historiografía, sociología del recorte de periódico, reconstrucciones políticas de las ruinas étnicas, psicología de entidades abstractas o hermenéutica de textos económicos y jurídicos. Aunque en ocasiones estos ejercicios en los circuitos cerrados dan algún fruto interesante, en general contribuyen a la asfixia de las ciencias sociales.
Todos los factores que he señalado —y otros similares que se podrían agregar— son importantes y no los quiero minimizar. Pero me parece que podemos atisbar detrás de ellos algunos problemas que permiten suponer el inicio de una especie de transición en las ciencias sociales. Me referiré solamente a algunos temas, ligados a mis intereses como antropólogo y sociólogo, sobre los cuales he podido reflexionar. No pretendo aquí generalizar mis conclusiones y mis críticas.
Desde los años cincuenta —o acaso antes— las ciencias sociales giraban en torno de las necesidades, reales o imaginadas, del Estado nacional. Especialmente la antropología y la sociología en cierto modo estaban atrapadas en una contradicción: a pesar de apoyarse en la mitología nacionalista, despreciaban el estudio de la simbología cultural y de las instituciones que legitimaban o sostenían dicho Estado. Se giraba en torno de ciertos temas: los desequilibrios económicos, la dependencia, el subdesarrollo, el atraso de la población rural e indígena, la marginalidad, el dualismo, el carácter nacional, la burguesía nacional, el crecimiento demográfico, etcétera. Las ciencias sociales, al buscar un mayor sustento científico en la economía, entraron en un callejón sin salida y no lograron disipar el misterio que las obsesionaba: las causas del atraso y del subdesarrollo. En un breve balance que hice de los estudios sociales en 1997 llegué a la conclusión de que los sociólogos que heredaron y continuaron esta tradición llegaron a la idea de que la dependencia y la globalización —o, como algunos prefieren decir, el subdesarrollo y el neoliberalismo— habían impedido que en México se desarrollara una sociedad civil consistente y fuerte. El proceso había sido catastrófico, el fascismo o el caos amenazarían al sistema y la solución, en caso de vislumbrarse alguna, debía venir del apoyo a las formas blandas —semidemocráticas y populistas— del autoritarismo, o bien de una alternativa de salvación nacional más o menos revolucionaria, que abriera paso a una nueva forma de desarrollo económico. Se esperaba, ingenuamente, que la globalización debilitara a las fuerzas imperialistas de Estados Unidos.1Ante esta tradición, se desarrollaron otras perspectivas que abordaron, por ejemplo, las dimensiones simbólicas y culturales de la realidad sociopolítica, y llegaron a ideas opuestas: el sistema mexicano tenía sus raíces en una sólida sociedad civil, en cuyo seno se alojaron los resortes que explican el atraso y el autoritarismo nacionalista.
En México las ciencias sociales fueron una amalgama a veces incoherente de Marx, Durkheim y Weber, una mezcla difícil de digerir que era reciclada con dosis variables de leninismo, estructuralismo o funcionalismo. En las tendencias obsesionadas por el problema de la dependencia el gran tema de Tocqueville, la democracia, brilló por su ausencia y fue esquivado aun en aquellos textos que aparentemente se dedicaban a estudiarla. Un libro sintomático de la situación de las ciencias sociales en los años sesenta del siglo pasado es El perfil de México en 1980,2 libro que reúne las ponencias de un seminario organizado en 1970 por el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM para dibujar el futuro del país. En esta reunión hubo dos temas prácticamente ausentes: la democracia y la crisis de 1968. ¿Cómo podían las ciencias sociales desarrollarse si se plegaban servilmente a un Estado que borraba del mapa la represión de Tlatelolco y la existencia de un sistema autoritario no democrático?
Durante la larga crisis del sistema político mexicano las ciencias sociales se fueron abriendo a nuevas tendencias y corrientes, a veces calificadas de postmodernas. Cada vez era más claro que la sociedad podía funcionar y gobernarse con nuevas normas democráticas y se comprobaba que con ello no se derrumbaba la estructura del país. Estos procesos requerían de nuevas explicaciones. Las ideas que giraban en torno de las teorías de la dependencia y sus derivados resultaban obsoletos ante la nueva realidad. Estas tensiones fueron las causantes de una fragmentación de las ciencias sociales que coincidió, además, con un desinterés de los estudiantes por inscribirse en las carreras ligadas a la investigación (notablemente la sociología). Otro factor inquietante fue la invasión de decenas de comentaristas en los medios masivos de comunicación, cuyos análisis tendían a sustituir los áridos y a menudo estériles resultados de las investigaciones académicas. En los artículos de las revistas académicas, además, ha sido frecuente un exceso de fárrago teorizante y un déficit de referencias empíricas.
Con la fragmentación se formaron pequeños grupos de científicos sociales que adoptaron los lenguajes crípticos del rational-choice, del institucionalismo, de la semiótica, de la econometría, del relativismo, de la fenomenología, del estructuralismo y de otras corrientes de pensamiento. Ha habido frecuentes tentativas un tanto frustradas de asemejarse a las ciencias físicas y naturales, al utilizar terminologías incomprensibles para los legos. Anthony Giddens ha señalado que hay que tomar en serio a la gente que afirma que “los descubrimientos de las ciencias sociales no dicen nada nuevo y que sólo disfrazan con lenguaje técnico lo que todos podemos expresar en la terminología cotidiana”.3 Esto ha contribuido a separar la ciencia social que aparece en las publicaciones académicas y la que se divulga en los diarios, las revistas y los suplementos culturales o en las editoriales comerciales. Hay que añadir el hecho de que las traducciones de libros importantes escritos por científicos sociales de otros países aparecen casi siempre en editoriales privadas no académicas.
Las revistas académicas no suelen ser el fruto de un trabajo de dirección. Funcionan en su mayoría como ventanillas de recepción de propuestas de artículos y reseñas, que posteriormente son procesadas por sistemas de arbitraje muy formales. Las revistas recaban material de manera un tanto aleatoria, aunque suelen concentrar la producción de los centros de investigación a que están ligadas. Operan con filtros secretos que no siempre son confiables. Estas revistas parecen destinadas a acumularse en bibliotecas o en archivos electrónicos y tienen como función engordar el currículum de sus autores. Navegan sin una guía precisa y divulgan estilos abstrusos.
Enfrentamos un problema doble: por un lado, las ciencias sociales, paradójicamente, se alejan de la sociedad que las rodea. Por otro lado, las ciencias sociales, fragmentadas, se aíslan de sí mismas. La academia se aparta de la sociedad y produce pocos estudios basados en la investigación directa y demasiadas especulaciones: poca empiria, mucha teoría. A lo cual se agrega el hecho inquietante de que los investigadores prestan poca atención crítica a lo que se hace fuera de su círculo. Desde luego, estoy exagerando con el objeto de incitar a la reflexión. El exceso de teorización y la falta de comunicación llevan a las ciencias sociales a una situación difícil. Pero estos desequilibrios no se expresan de la misma forma en las diversas disciplinas. Hay factores que matizan en cada área los problemas que he señalado: la mayor importancia de la práctica profesional (derecho, psicología), las tradiciones empíricas (antropología, historia), los vínculos con la administración gubernamental (economía) y las influencias académicas (sociología, ciencia política). En cada disciplina observamos diferencias en su relación con las instancias políticas gubernamentales o los medios masivos de comunicación, en su
importancia en los espacios académicos universitarios y la influencia que recibe de las esferas empresariales.
Llega el momento en que los investigadores se enfrentan a preguntas inquietantes. ¿Quiénes hacen la mejor ciencia social? ¿Dónde se realizan los mejores estudios? ¿En qué áreas la investigación social compite exitosamente con la mejor ciencia que se hace en otros países? La búsqueda de respuestas los llevará a sumergirse en su propia tinta, a empaparse de las sustancias que emanan de las disciplinas que practican. Cada uno buscará sus propias respuestas, pero lo hará con gran dificultad si trabaja en un contexto carente de estímulos críticos y de buenos canales de comunicación. O acaso, dadas las dificultades, simplemente renuncie a buscar respuestas.
1 “El puente, la frontera y la jaula: crisis cultural e identidad en la condición postmexicana” (conferencia en la reunión de la American Sociological Association, Toronto, 9 agosto de 1997), en La sangre y la tinta, Océano, México, 1999.
2Publicado por Siglo XXI, tres tomos, México, 1972. Véase especialmente el tercer tomo.
3Las nuevas reglas del método sociológico, Amorrortu, Buenos Aires, 1997, p.
Las ciencias sociales en su tinta
Roger Bartra
Martes 30 de octubre de 2007
No sé si las ciencias sociales en México nos abren una puerta amplia para entender la realidad del país y del mundo. Lo que sí me parece claro es que las ciencias sociales tienen grandes dificultades para percibir su propio estado y para aquilatar el desarrollo, las limitaciones y los aciertos de las investigaciones que se realizan en México. Esta falta de habilidad de la ciencia social para reconocer los avances que se hacen en su nombre es una señal adversa que nos lleva a temer que estamos ante una condición crítica. Hace años ya que muchos sospechan que las ciencias sociales se encuentran en una situación difícil. Se ha hablado de quiebra de la antropología, de crisis de la sociología, de la esterilidad de los estudios históricos, de la corrupción de la práctica jurídica, del atraso de los análisis económicos y de la inutilidad de la psicología. Sin embargo, estas visiones acaso excesivamente pesimistas no pueden fundamentarse fácilmente, pues carecemos de instrumentos para medir la condición de las ciencias sociales en México. Y, sin embargo, podemos suponer que la misma escasez de estudios críticos sobre las disciplinas sociales es un indicador de que estamos ante una situación anómala. Muchos de los que nos dedicamos a las ciencias sociales sentimos un malestar y percibimos inquietudes a nuestro alrededor. Si yo mismo estoy escribiendo estas líneas se debe a una interrogación expresa acerca de si sufrimos en México un serio déficit de crítica, lo que ocasionaría que obras que valen la pena pasen desapercibidas mientras que ocurrencias y hasta tonterías sean sobrevaloradas. Comparto esta inquietud y he comentado con muchos colegas esta situación. Creo que hay consenso al respecto: las ciencias sociales no están muy inclinadas a examinar su propia condición. Esta situación es evidente si observamos que las revistas académicas reseñan muy pocos estudios y prácticamente no debaten las ideas que expresan los investigadores. La crítica en la prensa no académica (suplementos y revistas culturales) es un tanto errática y depende muchas veces de criterios ideológicos o de intereses de grupo, aunque ahí es más frecuente la polémica. Es muy raro encontrar ese tipo de ensayos que hacen un balance de los avances en determinados temas (en inglés se denominan “review articles”). Tampoco los libros suelen presentar críticamente los estudios precedentes referidos a la materia que se aborda.
¿Qué es lo que inhibe la crítica? Podemos señalar varias causas inmediatas: influencia de caciquillos académicos que bloquean el trabajo de aquellos que no comparten sus intereses o ideas; presencia excesiva de un sector mediocre, estéril, burocratizado e indiferente a lo que se genera a su alrededor; falta de recursos en las ciencias sociales por la hegemonía de las llamadas ciencias duras; efecto de potlatch igualador que bloquea el apoyo a quienes se considera que destacan excesivamente por encima del resto (síndrome de Liliput). Al carácter raquítico de la crítica se agrega el hecho de que en muchos casos la exaltación desmesurada de alguna obra se debe a que su autor ejerce o ha ejercido poderosas funciones burocráticas o gubernamentales. Aquí nos enfrentamos al complejo problema de creación de modelos para estudiantes e investigadores jóvenes. Si los modelos a seguir son obras vacías e insustanciales, se crea un efecto multiplicador de la mediocridad y se institucionaliza un bajo nivel de creatividad. Esta desmesurada valoración de obras prescindibles suele ir acorazada de la defensa de las glorias locales frente a la influencia de corrientes extranjeras. En lugar de elevar los umbrales de la competencia a niveles internacionales, se bajan las exigencias en las pistas locales para que competidores de escasa calidad sean protegidos y exaltados. El resultado es la formación de coágulos meritocráticos en la red de vasos comunicantes que debería irrigar y nutrir el trabajo intelectual y académico.
No quiero decir que debamos privilegiar el trabajo de quienes estudian a los investigadores, en lugar de estimular el estudio directo de la realidad social. Con frecuencia la inmersión prolongada en la propia tinta y el ejercicio de mirar el ombligo de la propia disciplina acaba en esos típicos textos de recomendaciones teóricas y metodológicas dedicados a pedir que otros hagan lo que uno no hace. No se trata tampoco de centrarnos en la producción de exégesis, hagiografías y enciclopedias sobre autores en las disciplinas sociales. Más interesantes y creativos pueden ser los incentivos a realizar trabajo de investigación y a abrir los resultados a la crítica. Hay que escapar de los círculos viciosos en los que nos excedemos haciendo historiografía de la historiografía, sociología del recorte de periódico, reconstrucciones políticas de las ruinas étnicas, psicología de entidades abstractas o hermenéutica de textos económicos y jurídicos. Aunque en ocasiones estos ejercicios en los circuitos cerrados dan algún fruto interesante, en general contribuyen a la asfixia de las ciencias sociales.
Todos los factores que he señalado —y otros similares que se podrían agregar— son importantes y no los quiero minimizar. Pero me parece que podemos atisbar detrás de ellos algunos problemas que permiten suponer el inicio de una especie de transición en las ciencias sociales. Me referiré solamente a algunos temas, ligados a mis intereses como antropólogo y sociólogo, sobre los cuales he podido reflexionar. No pretendo aquí generalizar mis conclusiones y mis críticas.
Desde los años cincuenta —o acaso antes— las ciencias sociales giraban en torno de las necesidades, reales o imaginadas, del Estado nacional. Especialmente la antropología y la sociología en cierto modo estaban atrapadas en una contradicción: a pesar de apoyarse en la mitología nacionalista, despreciaban el estudio de la simbología cultural y de las instituciones que legitimaban o sostenían dicho Estado. Se giraba en torno de ciertos temas: los desequilibrios económicos, la dependencia, el subdesarrollo, el atraso de la población rural e indígena, la marginalidad, el dualismo, el carácter nacional, la burguesía nacional, el crecimiento demográfico, etcétera. Las ciencias sociales, al buscar un mayor sustento científico en la economía, entraron en un callejón sin salida y no lograron disipar el misterio que las obsesionaba: las causas del atraso y del subdesarrollo. En un breve balance que hice de los estudios sociales en 1997 llegué a la conclusión de que los sociólogos que heredaron y continuaron esta tradición llegaron a la idea de que la dependencia y la globalización —o, como algunos prefieren decir, el subdesarrollo y el neoliberalismo— habían impedido que en México se desarrollara una sociedad civil consistente y fuerte. El proceso había sido catastrófico, el fascismo o el caos amenazarían al sistema y la solución, en caso de vislumbrarse alguna, debía venir del apoyo a las formas blandas —semidemocráticas y populistas— del autoritarismo, o bien de una alternativa de salvación nacional más o menos revolucionaria, que abriera paso a una nueva forma de desarrollo económico. Se esperaba, ingenuamente, que la globalización debilitara a las fuerzas imperialistas de Estados Unidos.1Ante esta tradición, se desarrollaron otras perspectivas que abordaron, por ejemplo, las dimensiones simbólicas y culturales de la realidad sociopolítica, y llegaron a ideas opuestas: el sistema mexicano tenía sus raíces en una sólida sociedad civil, en cuyo seno se alojaron los resortes que explican el atraso y el autoritarismo nacionalista.
En México las ciencias sociales fueron una amalgama a veces incoherente de Marx, Durkheim y Weber, una mezcla difícil de digerir que era reciclada con dosis variables de leninismo, estructuralismo o funcionalismo. En las tendencias obsesionadas por el problema de la dependencia el gran tema de Tocqueville, la democracia, brilló por su ausencia y fue esquivado aun en aquellos textos que aparentemente se dedicaban a estudiarla. Un libro sintomático de la situación de las ciencias sociales en los años sesenta del siglo pasado es El perfil de México en 1980,2 libro que reúne las ponencias de un seminario organizado en 1970 por el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM para dibujar el futuro del país. En esta reunión hubo dos temas prácticamente ausentes: la democracia y la crisis de 1968. ¿Cómo podían las ciencias sociales desarrollarse si se plegaban servilmente a un Estado que borraba del mapa la represión de Tlatelolco y la existencia de un sistema autoritario no democrático?
Durante la larga crisis del sistema político mexicano las ciencias sociales se fueron abriendo a nuevas tendencias y corrientes, a veces calificadas de postmodernas. Cada vez era más claro que la sociedad podía funcionar y gobernarse con nuevas normas democráticas y se comprobaba que con ello no se derrumbaba la estructura del país. Estos procesos requerían de nuevas explicaciones. Las ideas que giraban en torno de las teorías de la dependencia y sus derivados resultaban obsoletos ante la nueva realidad. Estas tensiones fueron las causantes de una fragmentación de las ciencias sociales que coincidió, además, con un desinterés de los estudiantes por inscribirse en las carreras ligadas a la investigación (notablemente la sociología). Otro factor inquietante fue la invasión de decenas de comentaristas en los medios masivos de comunicación, cuyos análisis tendían a sustituir los áridos y a menudo estériles resultados de las investigaciones académicas. En los artículos de las revistas académicas, además, ha sido frecuente un exceso de fárrago teorizante y un déficit de referencias empíricas.
Con la fragmentación se formaron pequeños grupos de científicos sociales que adoptaron los lenguajes crípticos del rational-choice, del institucionalismo, de la semiótica, de la econometría, del relativismo, de la fenomenología, del estructuralismo y de otras corrientes de pensamiento. Ha habido frecuentes tentativas un tanto frustradas de asemejarse a las ciencias físicas y naturales, al utilizar terminologías incomprensibles para los legos. Anthony Giddens ha señalado que hay que tomar en serio a la gente que afirma que “los descubrimientos de las ciencias sociales no dicen nada nuevo y que sólo disfrazan con lenguaje técnico lo que todos podemos expresar en la terminología cotidiana”.3 Esto ha contribuido a separar la ciencia social que aparece en las publicaciones académicas y la que se divulga en los diarios, las revistas y los suplementos culturales o en las editoriales comerciales. Hay que añadir el hecho de que las traducciones de libros importantes escritos por científicos sociales de otros países aparecen casi siempre en editoriales privadas no académicas.
Las revistas académicas no suelen ser el fruto de un trabajo de dirección. Funcionan en su mayoría como ventanillas de recepción de propuestas de artículos y reseñas, que posteriormente son procesadas por sistemas de arbitraje muy formales. Las revistas recaban material de manera un tanto aleatoria, aunque suelen concentrar la producción de los centros de investigación a que están ligadas. Operan con filtros secretos que no siempre son confiables. Estas revistas parecen destinadas a acumularse en bibliotecas o en archivos electrónicos y tienen como función engordar el currículum de sus autores. Navegan sin una guía precisa y divulgan estilos abstrusos.
Enfrentamos un problema doble: por un lado, las ciencias sociales, paradójicamente, se alejan de la sociedad que las rodea. Por otro lado, las ciencias sociales, fragmentadas, se aíslan de sí mismas. La academia se aparta de la sociedad y produce pocos estudios basados en la investigación directa y demasiadas especulaciones: poca empiria, mucha teoría. A lo cual se agrega el hecho inquietante de que los investigadores prestan poca atención crítica a lo que se hace fuera de su círculo. Desde luego, estoy exagerando con el objeto de incitar a la reflexión. El exceso de teorización y la falta de comunicación llevan a las ciencias sociales a una situación difícil. Pero estos desequilibrios no se expresan de la misma forma en las diversas disciplinas. Hay factores que matizan en cada área los problemas que he señalado: la mayor importancia de la práctica profesional (derecho, psicología), las tradiciones empíricas (antropología, historia), los vínculos con la administración gubernamental (economía) y las influencias académicas (sociología, ciencia política). En cada disciplina observamos diferencias en su relación con las instancias políticas gubernamentales o los medios masivos de comunicación, en su
importancia en los espacios académicos universitarios y la influencia que recibe de las esferas empresariales.
Llega el momento en que los investigadores se enfrentan a preguntas inquietantes. ¿Quiénes hacen la mejor ciencia social? ¿Dónde se realizan los mejores estudios? ¿En qué áreas la investigación social compite exitosamente con la mejor ciencia que se hace en otros países? La búsqueda de respuestas los llevará a sumergirse en su propia tinta, a empaparse de las sustancias que emanan de las disciplinas que practican. Cada uno buscará sus propias respuestas, pero lo hará con gran dificultad si trabaja en un contexto carente de estímulos críticos y de buenos canales de comunicación. O acaso, dadas las dificultades, simplemente renuncie a buscar respuestas.
1 “El puente, la frontera y la jaula: crisis cultural e identidad en la condición postmexicana” (conferencia en la reunión de la American Sociological Association, Toronto, 9 agosto de 1997), en La sangre y la tinta, Océano, México, 1999.
2Publicado por Siglo XXI, tres tomos, México, 1972. Véase especialmente el tercer tomo.
3Las nuevas reglas del método sociológico, Amorrortu, Buenos Aires, 1997, p.
viernes, 2 de noviembre de 2007
Presidente Correa en FLACSO
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"Correa cuestiona acriticidad de las academias y de la propia FLACSO: "Hay que recuperar el pensamiento crítico latinoamericano", expresa".
29/10/07
Fuente:
http://www.presidencia.gov.ec/noticias.asp?noid=11515
Discurso del Presidente de la República en la conmemoración de los 50 años de la FLACSO
Celebrar los 50 años de una institución como FLACSO, supone una retrospectiva de valoración de las Ciencias Sociales y su incidencia en nuestro tiempo y en el devenir histórico del Ecuador y de América Latina.
Conviene recordar que los hombres y mujeres que llevaron a cabo la propuesta de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales albergaban un profundo deseo integracionista de nuestra América Latina y una decidida apuesta a la investigación y la docencia orientada a conseguir el desarrollo de nuestras sociedades.
La FLACSO, nació de una idea planeada en la Conferencia General de la UNESCO en el año 1957 y fue rápidamente adoptada por diversos países que entendieron qué era lo que se estaba jugando con esta acción. Los primeros en sumarse fueron Brasil y Chile y luego se adhirieron Argentina, Bolivia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, Honduras Guatemala, México, Nicaragua, Panamá Paraguay, Uruguay, Perú, República Dominicana y Surinam. Se trataba de construir una entidad de ciencias sociales que genere un espacio de reflexión y análisis hasta ese entonces inexistente y que impulse el despliegue de un pensamiento latinoamericano ligado a las necesidades y problemas específicos de nuestra región.
La FLACSO se enmarca en un objetivo que se visualizaba como central en aquellos años: aumentar la capacidad de cooperación de los países en el campo de las ciencias sociales a través de instituciones regionales de alto nivel académico y excelencia que cooperen con los gobiernos y con las universidades nacionales preparando recursos humanos para el cambio social.
También hay que recordar que la FLACSO surge en el contexto mundial de la Guerra Fría, en un marco regional de agitación social y política como consecuencia de la influencia de la Revolución Cubana; el surgimiento de movimientos guerrilleros y la difusión de la Teología de la Liberación. Es un momento en el que Capitalismo y Socialismo parecen definir el campo de lucha de las opciones del cambio social. Esto se complementa en nuestra región con una decidida preocupación por las perspectivas desarrollistas impulsadas, en buena medida, por el pensamiento económico de la CEPAL.
Así, la FLACSO, o mejor dicho las sedes que en ese momento empezaban a funcionar, asumen la investigación académica ligada a una serie de líneas. Por ejemplo, la problemática del desarrollo. Adquieren cuerpo tesis acerca de estrategias nacionales de desarrollo regional, la concentración económica y el desarrollo, y los modos de desarrollo alternativo, etc. Investigaciones que, vale la pena recordar, trabajaban en muchos casos vinculando lo económico, lo social, lo cultural y lo político y no disociándolos como si fueran esferas escindidas y sin ningún tipo de relación. En el campo del desarrollo la educación tampoco era ajena. El desarrollo económico se pensaba de manera integral. La teoría del capital humano, que luego fue y por buenas razones, ampliamente criticada, planteaba conexiones importantes entre la formación de los recursos humanos y el crecimiento económico.
No era menor la preocupación por pensar las formas que adquiriría una revolución en la región y tampoco los impedimentos que permitirían consolidar el régimen democrático.
También asumen importancia los temas relativos a la Sociología Agraria y a la reforma de este sector. La problemática del campo, del espacio rural, del actor campesino e indígena resultaban ineludibles, pero, nuevamente hay que decir, en el marco de procesos de cambio social.
Asimismo, los análisis de corte histórico tenían un importante peso. Se trataba de hacer emerger los fenómenos, su significación y productividad, en su desarrollo histórico concreto. La historia adquiere en esos tiempos una relevancia clave en los estudios latinoamericanos: se trataba de descubrir la especificidad latinoamericana así como los procesos y las relaciones de fondo que la estaban conformando.
En suma, había una decidida preocupación por construir objetos de investigación que atendieran a las problemáticas latinoamericanas y, en particular, aquellas relevantes para cada país y hasta subregión. Por ejemplo, en el caso de la FLACSO Ecuador recogió en buena medida el interés por la problemática específicamente andina e indígena.
Ahora bien luego de 50 años, y si tuviésemos que hacer un balance, podríamos decir que la FLACSO en buena medida sigue siendo heredera de aquellas expectativas iniciales.
En la actualidad, esta institución se ha transformado en un referente ineludible del mundo académico y político de nuestra región. Nadie podría negar que sus investigaciones, seminarios, libros, revistas y hasta la opinión informada de sus docentes e investigadores resultan ampliamente valoradas, no sólo en el mundo de las ciencias sociales, sino, en el espacio público y en las esferas de quienes tomamos decisiones políticas.
También la FLACSO sigue participando en la generación de recursos humanos altamente capacitados que integran muchas de las plantas docentes de universidades públicas y privadas de la región, así como de altos cargos en diferentes instituciones de la administración gubernamental y no gubernamental de nuestros países.
La FLACSO sigue colaborando, a través de las diversas actividades académicas que desarrolla, en la consolidación de las disciplinas sociales, aunque -como veremos más adelante- en muchos casos bajo la dominancia ideológica de ciertas perspectivas teórico-metodológicas.
Asimismo, la FLACSO contribuye, a través de sus sistemas de becas en los programas de formación, a que muchos estudiantes de la región puedan realizar estudios y sobre todo en países diferentes a los de su origen. Al tener sedes en diferentes naciones, el intercambio de estudiantes y de experiencias de aprendizaje, la FLACSO ha puesto su grano de arena en pos de la integración latinoamericana. Finalmente, el carácter latinoamericano de la FLACSO se refuerza hoy por hoy no sólo por la procedencia de los estudiantes sino de su cuerpo académico.
Si bien podríamos organizar un seminario para ver el papel de la FLACSO en las ciencias sociales, quisiera reflexionar sobre retos que puedo percibir, en el marco de una critica constructiva.
Principalmente trataré de centrarme en una reflexión crítica sobre lo que creo constituye uno de los principales problemas de la academia latinoamericana y al que no escapa la FLACSO: la crisis de pensamiento latinoamericano.
Una pregunta clave, que todo cientista social alguna vez se ha formulado, es la que lleva a interrogarse por el sentido de la labor científico-social: ¿Qué es lo que en rigor justifica la existencia y desarrollo de las ciencias sociales? ¿Cuál es la misión que como científico social le corresponde a cada uno de nosotros ante la dinámica, contradictoria y en muchos aspectos dolorosa realidad del mundo contemporáneo?
Si bien se pueden dar múltiples respuestas, en términos generales, podríamos decir que los académicos buscamos contribuir a aumentar nuestra compresión de los fenómenos del mundo social para incrementar también nuestra capacidad de actuar en la construcción de una sociedad mejor de la que todos podamos y puedan beneficiarse. Particularmente, en el campo social, una teoría que no implique claros corolarios de política para mejorar la realidad, es sencillamente una teoría inservible.
No obstante, surgen algunas preguntas que esconde esta respuesta general. Cuando decimos “nuestra comprensión de los fenómenos” a ¿quiénes nos referimos con NUESTRA comprensión? Y cuando hablamos de una sociedad mejor, ¿cómo estamos entendiendo la palabra MEJOR?
RESPECTO A LO PRIMERO hay que señalar que existen diferencias entre la compresión que realiza la academia de aquella que se da en otros espacios de saber. El tipo de explicaciones que construye el discurso académico, a diferencia de otros como el del sentido común, el del sofista o el del mismo político, se basa en un proceso específico para producir sus argumentos y verificarlos. Esto no significa menospreciar o no buscar formas de diálogo entre diferentes saberes y experiencias, ni creer que existen jerarquías entre ellos. El argumento científico-social no se justifica a través de la intuición, de la creencia o del deseo sino a través de un procedimiento reflexivo que reconozca el error, los mecanismos que lo producen, las formas de superarlo dejando intacta la capacidad de descubrimiento. Como diría Pierre Bourdieu no se trata simplemente de una metodología abstracta que funciona como un manual -como conjunto de reglas aplicables a todos los casos- y como garantía inequívoca de cientificidad. Justamente porque la obediencia incondicional a un organon de reglas lógicas tiende a producir un efecto de clausura prematura para el descubrimiento.
Más bien se trata de una actitud de vigilancia epistemológica en donde no sólo hay un esfuerzo por captar la lógica del error sino un esfuerzo para construir una lógica del descubrimiento de la verdad.En este sentido, puede decirse que el académico-investigador busca el mayor grado de “objetividad” posible. El ideal sería que a través de la transparencia de la metodología (de las operaciones realizadas y de las justificaciones esgrimidas para cada decisión) y de la democratización de la información cualquier persona pueda lograr la reproducibilidad de los resultados y conclusiones encontradas. De esta manera, a través de un juego dialéctico, se podría seguir mejorando la calidad en el conocimiento de la realidad.
Respecto a lo SEGUNDO, es decir qué entendemos por un mundo mejor, surge uno de los peligros más graves que se esconden bajo el discurso académico: este es tratar de igualar objetividad con neutralidad y, por lo tanto, deslindarse del inevitable carácter político que entraña todo quehacer docente e investigativo, especialmente en ciencias sociales. Siguiendo a Boaventura de Sousa Santos, creo que es fundamental distinguir entre objetividad y neutralidad. Debemos querer ser científicos sociales objetivos pero no neutros, y ello significa utilizar las mejores metodologías que las ciencias sociales nos ofrecen y hacerlo con la mayor rigurosidad, imparcialidad y autonomía posibles.
Pero a su vez, hay que tener claro en qué lado estamos, es decir, cómo construimos nuestro problema de investigación, nuestro objeto de estudio, cómo formulamos nuestras hipótesis de trabajo, cómo elegimos la estrategia metodológica y hasta las mismas técnicas de investigación. Tal no neutralidad (inevitable en nuestro oficio) nos lleva indiscutiblemente a las posiciones políticas, sociales, culturales, etc. que encarnamos necesariamente y sobre las cuales es indispensable tener vigilancia constante. Pero atentos, vigilar no es lo mismo que negar.
Ejemplo: mi Patria.
Una vez que tenemos claras estas distinciones, podemos ahora preguntarnos por ejemplo: ¿De dónde surgen los temas de investigación en las ciencias sociales actuales? ¿Desde qué lugar se construyen las preguntas de investigación? ¿Cuál es la economía política de las teorías dominantes en las ciencias sociales? lo que nos lleva a plantear ¿cuál es la forma de producción del conocimiento que parece funcionar en la academia de América Latina?
Estas preguntas nos ubican en un espacio de reflexión sobre lo que ha acontecido en las últimas décadas en la academia latinoamericana y de lo que la FLACSO, creo yo, no ha podido escapar. Como mencionamos anteriormente:la crisis de pensamiento latinoamericano.
Ej. De máxima expresión de esa crisis: el Consenso de Washington.
Sin temor a equivocarme sostengo que los espacios académicos son espacios de disputa ideológica en pos de construir hegemonía de unos intereses por sobre otros, de unas visiones del mundo por sobre otras. Se trata de imponer significaciones sobre lo que llamamos “realidad” y de esta forma construirla y lo que en última instancia cada uno de nosotros entendemos por un mejor mundo.En esta línea, el espacio académico latinoamericano fue prácticamente colonizado por un conjunto de teorías y recetas metodológicas que surgieron de los países centrales.
Por ejemplo esto pudo verse en el predominio que adquirió la economía positivista y que se aplicó acríticamente y descontroladamente al campo de la ciencia social. Se produjo una suerte de homogeneización a un nivel muy profundo del quehacer investigativo y docente y sólo marginalmente ciertos reductos lograron resistir y disputar lo que se ha transformado en una suerte de sentido común de la academia.
El argumento esgrimido fue que tales teorías y procedimientos eran los únicos que garantizaban temas “pertinentes” a estudiar, perspectivas de análisis “objetivas” (confundido este concepto con neutralidad) y metodologías “científicas”. El resto era justamente resto. Era residual.Siguiendo con nuestro ejemplo podemos pensar en el Racional Choice aplicado al campo de la Ciencia Política y en algunos casos hasta de la Sociología Política.
Esto ha implicado el retorno del dominio de una metodología positivista a ultranza que solo da valor a lo que puede “observarse” (léase preferencias) y por lo tanto “medirse” y que menosprecia todo aquello que desde ese lugar se considera “subjetivo”.
Teoría inservible. Ej. Aceite de carburador.
(Entre paréntesis podríamos decir que este punto volvió a plantear de manera decidida la imagen de la academia como único espacio de saber válido y el menosprecio del dialogo con otros saberes. Así, se dejó de lado -entre otras cuestiones- aquellas perspectivas teóricas y metodológicas que hacían hincapié en la participación de los sujetos a investigar al considerar que eran ellos los principales beneficiarios de tales estudios).
También involucró la generación de explicaciones unidimensionales que tendieron a dar cuenta de los fenómenos sociales siempre bajo un argumento similar y único: el hombre egoísta, atómico, maximizador, etc., etc.
Bajo tal dominancia, la definición del “mundo mejor” que debe buscar la ciencia social, pudo reducirse a la optimización maximizadora individual de las utilidades, vista ésta principalmente, por las preferencias expresadas en cualquier MERCADO (político, cultural, económico, familiar, comunitario) vía el consumo (también de cualquier producto: voto, bien, dinero, amor, consumo cultural, etc.).
Además de ser una teoría en gran parte inservible, tremendamente reduccionista, pretendió presentar a las ciencias sociales como independiente de juicios de valor. Ej. Teoría de mercado, agentes racionales, intercambios voluntarios y chica perdida en el desierto.
Una revisión de los diseños curriculares de los programas de formación en ciencia política, sociología y economía de muchas de las sedes FLACSO devela hasta qué punto esa dominancia también caló hondo en una institución que pretendía generar un pensamiento independiente y propiamente latinoamericano. Ni mencionar los programas que se conocen bajo el título de Gobierno y Asuntos Públicos o Administración y Políticas Públicas.
Lo que hay que darse cuenta es que estas teorías y las categorías de análisis a ellas asociadas, que cooptaron el espacio ideológico, nos impiden ver otras maneras de construir los problemas de investigación y los objetos de estudio relevantes para los proyectos de cambio en los que creemos. También invisibilizan la herencia intelectual de aquella academia latinoamericana, esa que hasta hace algunas décadas atrás se enorgullecía de sus avances y de su compromiso con la emancipación latinoamericana.
No se trata de un retorno acrítico del pasado sino de una recuperación más justa de un legado que no ha sido suficientemente valorado. Con esta dominancia han desaparecido disciplinas y líneas completas de investigación como por ejemplo la Historia, la Sociología en su vertiente Agraria, los estudios de estructura social, de concentración económica, de desigualdad social, entre otros.
Es verdad que se han incorporado otros temas sumamente relevantes que tiene que ver con formas de exclusión social. Por ejemplo, el tratamiento de grupos conformados a partir de determinaciones de edad, como los jóvenes; de género como las mujeres, de origen étnico como los indígenas, de movilidad como los inmigrantes, etc. La academia ha sido particularmente sensible a estas problemáticas y a los grupos humanos que han sido históricamente privados de su voz. Esto puede verse en los múltiples proyectos que se han desarrollado por ejemplo en las sedes FLACSO y sobre todo en las tesis de investigación que esas sedes promueven.
Como afirma Todd Gitlin, si bien la profusión de agentes sociales ocurrió en toda la sociedad, pensemos en la visibilidad que adquieren las minorías y los movimientos sociales en los últimos años, en ninguna parte parece haber resultado tan vigoroso como en el mundo académico. Allí en los múltiples programas de estudio cada movimiento pudo experimentar el regocijo de una identidad basada en el grupo. El problema radica en que la expansión de lo que se dio en llamar la “política de la identidad” fue inseparable de la fragmentación política de lo compartido que se dio primeramente.
El mundo universitario y académico ha adoptado estos nuevos temas desde un lugar poco crítico ya que en muchos casos tales líneas de investigación involucran el abandono de la preocupación por aquello que los seres humanos y grupos comparten. El estudio de la “identidad” se vuelve el estudio de una suerte de destino inexorable, en un mundo conformado por identidades intrínsecas y esencialistas que impiden conectarse con el otro. La voz de los sin voz puede terminar conformando así un nuevo silencio, funcional al paradigma dominante y la academia no ha sido ajena a ello.
ENTONCES, basándome en gran medida en lo planteado por Boaventura Sousa Santos, quizás una deuda y un reto pendiente que tiene la FLACSO para construir durante sus próximos 50 años sea la decisión de invertir tiempo, dinero y recursos humanos en plantear aportes hacia una decidida revisión epistemológica y teórica sobre las ciencias sociales actuales. Una revisión desde una mirada latinoamericana, es decir, desde el SUR.
Asimismo, la comprensión del mundo que realizan las ciencias sociales en muchos casos niegan la experiencia social y niegan los cambios sociales que están aconteciendo. Ej. Fin de la historia. Un conjunto de experiencias quedan así desperdiciadas, desconocidas, descredibilizadas por visiones hegemónicas. Así, lo que se presenta como la tesis es a lo sumo la teoría dominante. Nuestro desafío debe ser enfrentar este desperdicio de experiencia social. Ello se logrará en la medida en que no sólo nos ocupemos de la discusión por las condiciones objetivas de la transformación de la sociedad sino de aquellas condiciones que hablan de la voluntad de cambio. Quizás hay que pensar en como crear una subjetividad rebelde y no una objetividad paralizante.
En este sentido, lo que trato de decir es que no podemos salir de este atolladero con las ciencias sociales que tenemos porque son parte del problema. Hay que primero trabajar las ciencias sociales epistemológicamente. Nuestras formas de racionalidad emergen de la periferia y debemos tener en cuenta esto para producir un cambio en los esquemas de pensamiento como diría Edgar Morín.
En buena medida, como afirma Santos, esto pasará si nosotros pensamos las “ausencias” desde un lugar diferente. Me explico. Mucho de lo que no existe en la sociedad es producido como no existente lo que termina reduciendo “la realidad” (siempre construida) a lo existente. Una mirada desde las ausencias es un procedimiento insurgente para mostrar lo que no existe pero con un objetivo diferente y claro: buscar alcanzarlo. También implica ver lo que no existe todavía pero que está emergiendo, que da señales de vida. Por ejemplo, hacer una ampliación simbólica de un movimiento social o ciudadano. Sin romanticismos debemos credibilizar esta emergencia.
También cuestionar aquellos conceptos que nos hablan de un tiempo que no es el nuestro y de un punto ya definido de llegada. Así, en el tiempo andino e indígena lo ancestral no es parte del pasado como se nos dice sino del presente cotidiano; o las mismas nociones de países “desarrollados”, de “progreso”, de “modernización” y hasta de “globalización” nos hablan de un tiempo y un destino que nos son ajenos aunque los hayamos interiorizado como necesarios de ser alcanzados. Un primer paso para esto es repensar la noción de desarrollo. No desde un lugar modernizante o centrado solo en el crecimiento. Creo que esto ya está incluido en nuestro Plan Nacional el cual articula, más allá de las miradas economicistas, la relación del ser humano con la naturaleza, la relación entre las personas y la forma de perpetuar indefinidamente las culturas latinoamericanas.
Por otra parte, hay que repensar el modo de producción del conocimiento. No
olvidemos una vez más que lo que está en juego es la construcción de hegemonía. No necesitamos alternativas sino un “pensamiento alternativo de alternativas”. No queremos decir con esto que hay que negar el conocimiento del “norte” sino que hay que conocerlo para descubrir sus formas de construcción del saber, aquellas que lo vuelven hegemónico.
También hay que reflexionar en torno a las condiciones en que la academia latinoamericana lleva a cabo su labor.
En primer lugar es necesario pensar y relacionar el financiamiento con la producción investigativa. Muy frecuentemente las investigaciones y los programas de formación están condicionados por la fuente de financiamiento ya que no sólo definen cuánto se gasta sino en qué y cómo se gasta. En muchos casos, los programas surgen primero por la necesidad de fondos antes que por una necesidad académica.
Esta forma de financiamiento ha promovido investigaciones de corto plazo, ligadas a proyectos puntuales de coyuntura y son desestimadas las investigaciones de problemas estructurales y de largo alcance. Todas ellas, terminan reproduciendo el predominio de una lógica de la consultoría y la asesoría técnica más ligada a las ONGs que a la academia. En el mejor de los casos las agendas investigativas de largo plazo son proyectos personales y no institucionales. Todo esto ha producido que desaparecieran la idea de programas o líneas de investigación y solo parecieran relevantes las individualidades que se vuelven, islotes o archipiélagos de estatus.
Por estas razones tampoco se trata de indagaciones de corte empírico. En la mayoría de los casos constituyen recopilaciones de fuentes secundarias, estados de arte, investigaciones bibliográficas o de generación de interpretaciones sin ningún respaldo en trabajos de campo.
Esto también ha estado acompañado de un cambio relevante respecto al perfil del cientista social. El doble papel o utilidad de las ciencias sociales en tanto insumo técnico y espacio de productividad intelectual perdió su equilibrio en el marco de la creciente participación de estos recursos humanos en los procesos de transformación del Estado promovidos por las políticas neoliberales. La relevancia que adquieren los sociólogos, politólogos, antropólogo, entre otros, para abordar el diseño, evaluación y fundamentación teórica y metodológica de las políticas públicas de estos años no ha sido suficientemente valorado en términos de los efectos para la autonomía del campo y el papel político de tales recursos.
Frente a este problema, lo primero que es necesario recuperar es la autonomía de la producción investigativa y las agendas respecto al financiamiento, y la soberanía de la oferta de programas de formación en función de criterios académicos y de necesidades sociales.
Uno de los mensajes que quiero dejar en claro es que parte de la crisis de pensamiento se debe al descrédito de la política que se vivió en las últimas décadas. La academia se autoinmoló tratando de visibilizarse como algo separado de la política a nombre de una objetividad confundida con neutralidad. Bajo el predominio del discurso tecnicista de los ´90 se dotó de toda la negatividad a lo político. Creo que debemos repensar qué entendemos por lo político en la academia. No se trata de justificar intereses políticos mediante las investigaciones o la docencia, sino de reconocer el carácter político de las visiones de realidad que construimos desde la academia. Esta es una responsabilidad que no se puede eludir.
Los invito entonces a construir una academia comprometida con las necesidades de América Latina y atenta a los procesos de cambio que hoy por hoy estamos experimentando. Y esto no es menor, quizás ahora no lo percibimos con claridad, no vemos materializada una revolución, pero eso no significa que no la estemos transitando. Ya hay señales de que estamos viviendo no sólo una época de cambios sino un cambio de época. Ayudémosla a nacer desde el lugar que nos toca ocupar en este tiempo histórico.
"Correa cuestiona acriticidad de las academias y de la propia FLACSO: "Hay que recuperar el pensamiento crítico latinoamericano", expresa".
29/10/07
Fuente:
http://www.presidencia.gov.ec/noticias.asp?noid=11515
Discurso del Presidente de la República en la conmemoración de los 50 años de la FLACSO
Celebrar los 50 años de una institución como FLACSO, supone una retrospectiva de valoración de las Ciencias Sociales y su incidencia en nuestro tiempo y en el devenir histórico del Ecuador y de América Latina.
Conviene recordar que los hombres y mujeres que llevaron a cabo la propuesta de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales albergaban un profundo deseo integracionista de nuestra América Latina y una decidida apuesta a la investigación y la docencia orientada a conseguir el desarrollo de nuestras sociedades.
La FLACSO, nació de una idea planeada en la Conferencia General de la UNESCO en el año 1957 y fue rápidamente adoptada por diversos países que entendieron qué era lo que se estaba jugando con esta acción. Los primeros en sumarse fueron Brasil y Chile y luego se adhirieron Argentina, Bolivia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, Honduras Guatemala, México, Nicaragua, Panamá Paraguay, Uruguay, Perú, República Dominicana y Surinam. Se trataba de construir una entidad de ciencias sociales que genere un espacio de reflexión y análisis hasta ese entonces inexistente y que impulse el despliegue de un pensamiento latinoamericano ligado a las necesidades y problemas específicos de nuestra región.
La FLACSO se enmarca en un objetivo que se visualizaba como central en aquellos años: aumentar la capacidad de cooperación de los países en el campo de las ciencias sociales a través de instituciones regionales de alto nivel académico y excelencia que cooperen con los gobiernos y con las universidades nacionales preparando recursos humanos para el cambio social.
También hay que recordar que la FLACSO surge en el contexto mundial de la Guerra Fría, en un marco regional de agitación social y política como consecuencia de la influencia de la Revolución Cubana; el surgimiento de movimientos guerrilleros y la difusión de la Teología de la Liberación. Es un momento en el que Capitalismo y Socialismo parecen definir el campo de lucha de las opciones del cambio social. Esto se complementa en nuestra región con una decidida preocupación por las perspectivas desarrollistas impulsadas, en buena medida, por el pensamiento económico de la CEPAL.
Así, la FLACSO, o mejor dicho las sedes que en ese momento empezaban a funcionar, asumen la investigación académica ligada a una serie de líneas. Por ejemplo, la problemática del desarrollo. Adquieren cuerpo tesis acerca de estrategias nacionales de desarrollo regional, la concentración económica y el desarrollo, y los modos de desarrollo alternativo, etc. Investigaciones que, vale la pena recordar, trabajaban en muchos casos vinculando lo económico, lo social, lo cultural y lo político y no disociándolos como si fueran esferas escindidas y sin ningún tipo de relación. En el campo del desarrollo la educación tampoco era ajena. El desarrollo económico se pensaba de manera integral. La teoría del capital humano, que luego fue y por buenas razones, ampliamente criticada, planteaba conexiones importantes entre la formación de los recursos humanos y el crecimiento económico.
No era menor la preocupación por pensar las formas que adquiriría una revolución en la región y tampoco los impedimentos que permitirían consolidar el régimen democrático.
También asumen importancia los temas relativos a la Sociología Agraria y a la reforma de este sector. La problemática del campo, del espacio rural, del actor campesino e indígena resultaban ineludibles, pero, nuevamente hay que decir, en el marco de procesos de cambio social.
Asimismo, los análisis de corte histórico tenían un importante peso. Se trataba de hacer emerger los fenómenos, su significación y productividad, en su desarrollo histórico concreto. La historia adquiere en esos tiempos una relevancia clave en los estudios latinoamericanos: se trataba de descubrir la especificidad latinoamericana así como los procesos y las relaciones de fondo que la estaban conformando.
En suma, había una decidida preocupación por construir objetos de investigación que atendieran a las problemáticas latinoamericanas y, en particular, aquellas relevantes para cada país y hasta subregión. Por ejemplo, en el caso de la FLACSO Ecuador recogió en buena medida el interés por la problemática específicamente andina e indígena.
Ahora bien luego de 50 años, y si tuviésemos que hacer un balance, podríamos decir que la FLACSO en buena medida sigue siendo heredera de aquellas expectativas iniciales.
En la actualidad, esta institución se ha transformado en un referente ineludible del mundo académico y político de nuestra región. Nadie podría negar que sus investigaciones, seminarios, libros, revistas y hasta la opinión informada de sus docentes e investigadores resultan ampliamente valoradas, no sólo en el mundo de las ciencias sociales, sino, en el espacio público y en las esferas de quienes tomamos decisiones políticas.
También la FLACSO sigue participando en la generación de recursos humanos altamente capacitados que integran muchas de las plantas docentes de universidades públicas y privadas de la región, así como de altos cargos en diferentes instituciones de la administración gubernamental y no gubernamental de nuestros países.
La FLACSO sigue colaborando, a través de las diversas actividades académicas que desarrolla, en la consolidación de las disciplinas sociales, aunque -como veremos más adelante- en muchos casos bajo la dominancia ideológica de ciertas perspectivas teórico-metodológicas.
Asimismo, la FLACSO contribuye, a través de sus sistemas de becas en los programas de formación, a que muchos estudiantes de la región puedan realizar estudios y sobre todo en países diferentes a los de su origen. Al tener sedes en diferentes naciones, el intercambio de estudiantes y de experiencias de aprendizaje, la FLACSO ha puesto su grano de arena en pos de la integración latinoamericana. Finalmente, el carácter latinoamericano de la FLACSO se refuerza hoy por hoy no sólo por la procedencia de los estudiantes sino de su cuerpo académico.
Si bien podríamos organizar un seminario para ver el papel de la FLACSO en las ciencias sociales, quisiera reflexionar sobre retos que puedo percibir, en el marco de una critica constructiva.
Principalmente trataré de centrarme en una reflexión crítica sobre lo que creo constituye uno de los principales problemas de la academia latinoamericana y al que no escapa la FLACSO: la crisis de pensamiento latinoamericano.
Una pregunta clave, que todo cientista social alguna vez se ha formulado, es la que lleva a interrogarse por el sentido de la labor científico-social: ¿Qué es lo que en rigor justifica la existencia y desarrollo de las ciencias sociales? ¿Cuál es la misión que como científico social le corresponde a cada uno de nosotros ante la dinámica, contradictoria y en muchos aspectos dolorosa realidad del mundo contemporáneo?
Si bien se pueden dar múltiples respuestas, en términos generales, podríamos decir que los académicos buscamos contribuir a aumentar nuestra compresión de los fenómenos del mundo social para incrementar también nuestra capacidad de actuar en la construcción de una sociedad mejor de la que todos podamos y puedan beneficiarse. Particularmente, en el campo social, una teoría que no implique claros corolarios de política para mejorar la realidad, es sencillamente una teoría inservible.
No obstante, surgen algunas preguntas que esconde esta respuesta general. Cuando decimos “nuestra comprensión de los fenómenos” a ¿quiénes nos referimos con NUESTRA comprensión? Y cuando hablamos de una sociedad mejor, ¿cómo estamos entendiendo la palabra MEJOR?
RESPECTO A LO PRIMERO hay que señalar que existen diferencias entre la compresión que realiza la academia de aquella que se da en otros espacios de saber. El tipo de explicaciones que construye el discurso académico, a diferencia de otros como el del sentido común, el del sofista o el del mismo político, se basa en un proceso específico para producir sus argumentos y verificarlos. Esto no significa menospreciar o no buscar formas de diálogo entre diferentes saberes y experiencias, ni creer que existen jerarquías entre ellos. El argumento científico-social no se justifica a través de la intuición, de la creencia o del deseo sino a través de un procedimiento reflexivo que reconozca el error, los mecanismos que lo producen, las formas de superarlo dejando intacta la capacidad de descubrimiento. Como diría Pierre Bourdieu no se trata simplemente de una metodología abstracta que funciona como un manual -como conjunto de reglas aplicables a todos los casos- y como garantía inequívoca de cientificidad. Justamente porque la obediencia incondicional a un organon de reglas lógicas tiende a producir un efecto de clausura prematura para el descubrimiento.
Más bien se trata de una actitud de vigilancia epistemológica en donde no sólo hay un esfuerzo por captar la lógica del error sino un esfuerzo para construir una lógica del descubrimiento de la verdad.En este sentido, puede decirse que el académico-investigador busca el mayor grado de “objetividad” posible. El ideal sería que a través de la transparencia de la metodología (de las operaciones realizadas y de las justificaciones esgrimidas para cada decisión) y de la democratización de la información cualquier persona pueda lograr la reproducibilidad de los resultados y conclusiones encontradas. De esta manera, a través de un juego dialéctico, se podría seguir mejorando la calidad en el conocimiento de la realidad.
Respecto a lo SEGUNDO, es decir qué entendemos por un mundo mejor, surge uno de los peligros más graves que se esconden bajo el discurso académico: este es tratar de igualar objetividad con neutralidad y, por lo tanto, deslindarse del inevitable carácter político que entraña todo quehacer docente e investigativo, especialmente en ciencias sociales. Siguiendo a Boaventura de Sousa Santos, creo que es fundamental distinguir entre objetividad y neutralidad. Debemos querer ser científicos sociales objetivos pero no neutros, y ello significa utilizar las mejores metodologías que las ciencias sociales nos ofrecen y hacerlo con la mayor rigurosidad, imparcialidad y autonomía posibles.
Pero a su vez, hay que tener claro en qué lado estamos, es decir, cómo construimos nuestro problema de investigación, nuestro objeto de estudio, cómo formulamos nuestras hipótesis de trabajo, cómo elegimos la estrategia metodológica y hasta las mismas técnicas de investigación. Tal no neutralidad (inevitable en nuestro oficio) nos lleva indiscutiblemente a las posiciones políticas, sociales, culturales, etc. que encarnamos necesariamente y sobre las cuales es indispensable tener vigilancia constante. Pero atentos, vigilar no es lo mismo que negar.
Ejemplo: mi Patria.
Una vez que tenemos claras estas distinciones, podemos ahora preguntarnos por ejemplo: ¿De dónde surgen los temas de investigación en las ciencias sociales actuales? ¿Desde qué lugar se construyen las preguntas de investigación? ¿Cuál es la economía política de las teorías dominantes en las ciencias sociales? lo que nos lleva a plantear ¿cuál es la forma de producción del conocimiento que parece funcionar en la academia de América Latina?
Estas preguntas nos ubican en un espacio de reflexión sobre lo que ha acontecido en las últimas décadas en la academia latinoamericana y de lo que la FLACSO, creo yo, no ha podido escapar. Como mencionamos anteriormente:la crisis de pensamiento latinoamericano.
Ej. De máxima expresión de esa crisis: el Consenso de Washington.
Sin temor a equivocarme sostengo que los espacios académicos son espacios de disputa ideológica en pos de construir hegemonía de unos intereses por sobre otros, de unas visiones del mundo por sobre otras. Se trata de imponer significaciones sobre lo que llamamos “realidad” y de esta forma construirla y lo que en última instancia cada uno de nosotros entendemos por un mejor mundo.En esta línea, el espacio académico latinoamericano fue prácticamente colonizado por un conjunto de teorías y recetas metodológicas que surgieron de los países centrales.
Por ejemplo esto pudo verse en el predominio que adquirió la economía positivista y que se aplicó acríticamente y descontroladamente al campo de la ciencia social. Se produjo una suerte de homogeneización a un nivel muy profundo del quehacer investigativo y docente y sólo marginalmente ciertos reductos lograron resistir y disputar lo que se ha transformado en una suerte de sentido común de la academia.
El argumento esgrimido fue que tales teorías y procedimientos eran los únicos que garantizaban temas “pertinentes” a estudiar, perspectivas de análisis “objetivas” (confundido este concepto con neutralidad) y metodologías “científicas”. El resto era justamente resto. Era residual.Siguiendo con nuestro ejemplo podemos pensar en el Racional Choice aplicado al campo de la Ciencia Política y en algunos casos hasta de la Sociología Política.
Esto ha implicado el retorno del dominio de una metodología positivista a ultranza que solo da valor a lo que puede “observarse” (léase preferencias) y por lo tanto “medirse” y que menosprecia todo aquello que desde ese lugar se considera “subjetivo”.
Teoría inservible. Ej. Aceite de carburador.
(Entre paréntesis podríamos decir que este punto volvió a plantear de manera decidida la imagen de la academia como único espacio de saber válido y el menosprecio del dialogo con otros saberes. Así, se dejó de lado -entre otras cuestiones- aquellas perspectivas teóricas y metodológicas que hacían hincapié en la participación de los sujetos a investigar al considerar que eran ellos los principales beneficiarios de tales estudios).
También involucró la generación de explicaciones unidimensionales que tendieron a dar cuenta de los fenómenos sociales siempre bajo un argumento similar y único: el hombre egoísta, atómico, maximizador, etc., etc.
Bajo tal dominancia, la definición del “mundo mejor” que debe buscar la ciencia social, pudo reducirse a la optimización maximizadora individual de las utilidades, vista ésta principalmente, por las preferencias expresadas en cualquier MERCADO (político, cultural, económico, familiar, comunitario) vía el consumo (también de cualquier producto: voto, bien, dinero, amor, consumo cultural, etc.).
Además de ser una teoría en gran parte inservible, tremendamente reduccionista, pretendió presentar a las ciencias sociales como independiente de juicios de valor. Ej. Teoría de mercado, agentes racionales, intercambios voluntarios y chica perdida en el desierto.
Una revisión de los diseños curriculares de los programas de formación en ciencia política, sociología y economía de muchas de las sedes FLACSO devela hasta qué punto esa dominancia también caló hondo en una institución que pretendía generar un pensamiento independiente y propiamente latinoamericano. Ni mencionar los programas que se conocen bajo el título de Gobierno y Asuntos Públicos o Administración y Políticas Públicas.
Lo que hay que darse cuenta es que estas teorías y las categorías de análisis a ellas asociadas, que cooptaron el espacio ideológico, nos impiden ver otras maneras de construir los problemas de investigación y los objetos de estudio relevantes para los proyectos de cambio en los que creemos. También invisibilizan la herencia intelectual de aquella academia latinoamericana, esa que hasta hace algunas décadas atrás se enorgullecía de sus avances y de su compromiso con la emancipación latinoamericana.
No se trata de un retorno acrítico del pasado sino de una recuperación más justa de un legado que no ha sido suficientemente valorado. Con esta dominancia han desaparecido disciplinas y líneas completas de investigación como por ejemplo la Historia, la Sociología en su vertiente Agraria, los estudios de estructura social, de concentración económica, de desigualdad social, entre otros.
Es verdad que se han incorporado otros temas sumamente relevantes que tiene que ver con formas de exclusión social. Por ejemplo, el tratamiento de grupos conformados a partir de determinaciones de edad, como los jóvenes; de género como las mujeres, de origen étnico como los indígenas, de movilidad como los inmigrantes, etc. La academia ha sido particularmente sensible a estas problemáticas y a los grupos humanos que han sido históricamente privados de su voz. Esto puede verse en los múltiples proyectos que se han desarrollado por ejemplo en las sedes FLACSO y sobre todo en las tesis de investigación que esas sedes promueven.
Como afirma Todd Gitlin, si bien la profusión de agentes sociales ocurrió en toda la sociedad, pensemos en la visibilidad que adquieren las minorías y los movimientos sociales en los últimos años, en ninguna parte parece haber resultado tan vigoroso como en el mundo académico. Allí en los múltiples programas de estudio cada movimiento pudo experimentar el regocijo de una identidad basada en el grupo. El problema radica en que la expansión de lo que se dio en llamar la “política de la identidad” fue inseparable de la fragmentación política de lo compartido que se dio primeramente.
El mundo universitario y académico ha adoptado estos nuevos temas desde un lugar poco crítico ya que en muchos casos tales líneas de investigación involucran el abandono de la preocupación por aquello que los seres humanos y grupos comparten. El estudio de la “identidad” se vuelve el estudio de una suerte de destino inexorable, en un mundo conformado por identidades intrínsecas y esencialistas que impiden conectarse con el otro. La voz de los sin voz puede terminar conformando así un nuevo silencio, funcional al paradigma dominante y la academia no ha sido ajena a ello.
ENTONCES, basándome en gran medida en lo planteado por Boaventura Sousa Santos, quizás una deuda y un reto pendiente que tiene la FLACSO para construir durante sus próximos 50 años sea la decisión de invertir tiempo, dinero y recursos humanos en plantear aportes hacia una decidida revisión epistemológica y teórica sobre las ciencias sociales actuales. Una revisión desde una mirada latinoamericana, es decir, desde el SUR.
Asimismo, la comprensión del mundo que realizan las ciencias sociales en muchos casos niegan la experiencia social y niegan los cambios sociales que están aconteciendo. Ej. Fin de la historia. Un conjunto de experiencias quedan así desperdiciadas, desconocidas, descredibilizadas por visiones hegemónicas. Así, lo que se presenta como la tesis es a lo sumo la teoría dominante. Nuestro desafío debe ser enfrentar este desperdicio de experiencia social. Ello se logrará en la medida en que no sólo nos ocupemos de la discusión por las condiciones objetivas de la transformación de la sociedad sino de aquellas condiciones que hablan de la voluntad de cambio. Quizás hay que pensar en como crear una subjetividad rebelde y no una objetividad paralizante.
En este sentido, lo que trato de decir es que no podemos salir de este atolladero con las ciencias sociales que tenemos porque son parte del problema. Hay que primero trabajar las ciencias sociales epistemológicamente. Nuestras formas de racionalidad emergen de la periferia y debemos tener en cuenta esto para producir un cambio en los esquemas de pensamiento como diría Edgar Morín.
En buena medida, como afirma Santos, esto pasará si nosotros pensamos las “ausencias” desde un lugar diferente. Me explico. Mucho de lo que no existe en la sociedad es producido como no existente lo que termina reduciendo “la realidad” (siempre construida) a lo existente. Una mirada desde las ausencias es un procedimiento insurgente para mostrar lo que no existe pero con un objetivo diferente y claro: buscar alcanzarlo. También implica ver lo que no existe todavía pero que está emergiendo, que da señales de vida. Por ejemplo, hacer una ampliación simbólica de un movimiento social o ciudadano. Sin romanticismos debemos credibilizar esta emergencia.
También cuestionar aquellos conceptos que nos hablan de un tiempo que no es el nuestro y de un punto ya definido de llegada. Así, en el tiempo andino e indígena lo ancestral no es parte del pasado como se nos dice sino del presente cotidiano; o las mismas nociones de países “desarrollados”, de “progreso”, de “modernización” y hasta de “globalización” nos hablan de un tiempo y un destino que nos son ajenos aunque los hayamos interiorizado como necesarios de ser alcanzados. Un primer paso para esto es repensar la noción de desarrollo. No desde un lugar modernizante o centrado solo en el crecimiento. Creo que esto ya está incluido en nuestro Plan Nacional el cual articula, más allá de las miradas economicistas, la relación del ser humano con la naturaleza, la relación entre las personas y la forma de perpetuar indefinidamente las culturas latinoamericanas.
Por otra parte, hay que repensar el modo de producción del conocimiento. No
olvidemos una vez más que lo que está en juego es la construcción de hegemonía. No necesitamos alternativas sino un “pensamiento alternativo de alternativas”. No queremos decir con esto que hay que negar el conocimiento del “norte” sino que hay que conocerlo para descubrir sus formas de construcción del saber, aquellas que lo vuelven hegemónico.
También hay que reflexionar en torno a las condiciones en que la academia latinoamericana lleva a cabo su labor.
En primer lugar es necesario pensar y relacionar el financiamiento con la producción investigativa. Muy frecuentemente las investigaciones y los programas de formación están condicionados por la fuente de financiamiento ya que no sólo definen cuánto se gasta sino en qué y cómo se gasta. En muchos casos, los programas surgen primero por la necesidad de fondos antes que por una necesidad académica.
Esta forma de financiamiento ha promovido investigaciones de corto plazo, ligadas a proyectos puntuales de coyuntura y son desestimadas las investigaciones de problemas estructurales y de largo alcance. Todas ellas, terminan reproduciendo el predominio de una lógica de la consultoría y la asesoría técnica más ligada a las ONGs que a la academia. En el mejor de los casos las agendas investigativas de largo plazo son proyectos personales y no institucionales. Todo esto ha producido que desaparecieran la idea de programas o líneas de investigación y solo parecieran relevantes las individualidades que se vuelven, islotes o archipiélagos de estatus.
Por estas razones tampoco se trata de indagaciones de corte empírico. En la mayoría de los casos constituyen recopilaciones de fuentes secundarias, estados de arte, investigaciones bibliográficas o de generación de interpretaciones sin ningún respaldo en trabajos de campo.
Esto también ha estado acompañado de un cambio relevante respecto al perfil del cientista social. El doble papel o utilidad de las ciencias sociales en tanto insumo técnico y espacio de productividad intelectual perdió su equilibrio en el marco de la creciente participación de estos recursos humanos en los procesos de transformación del Estado promovidos por las políticas neoliberales. La relevancia que adquieren los sociólogos, politólogos, antropólogo, entre otros, para abordar el diseño, evaluación y fundamentación teórica y metodológica de las políticas públicas de estos años no ha sido suficientemente valorado en términos de los efectos para la autonomía del campo y el papel político de tales recursos.
Frente a este problema, lo primero que es necesario recuperar es la autonomía de la producción investigativa y las agendas respecto al financiamiento, y la soberanía de la oferta de programas de formación en función de criterios académicos y de necesidades sociales.
Uno de los mensajes que quiero dejar en claro es que parte de la crisis de pensamiento se debe al descrédito de la política que se vivió en las últimas décadas. La academia se autoinmoló tratando de visibilizarse como algo separado de la política a nombre de una objetividad confundida con neutralidad. Bajo el predominio del discurso tecnicista de los ´90 se dotó de toda la negatividad a lo político. Creo que debemos repensar qué entendemos por lo político en la academia. No se trata de justificar intereses políticos mediante las investigaciones o la docencia, sino de reconocer el carácter político de las visiones de realidad que construimos desde la academia. Esta es una responsabilidad que no se puede eludir.
Los invito entonces a construir una academia comprometida con las necesidades de América Latina y atenta a los procesos de cambio que hoy por hoy estamos experimentando. Y esto no es menor, quizás ahora no lo percibimos con claridad, no vemos materializada una revolución, pero eso no significa que no la estemos transitando. Ya hay señales de que estamos viviendo no sólo una época de cambios sino un cambio de época. Ayudémosla a nacer desde el lugar que nos toca ocupar en este tiempo histórico.
jueves, 6 de septiembre de 2007
Syllabus de "Estado y política en América Latina" de Romeo Grompone
PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL PERÚ
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES
CIENCIA POLÍTICA Y GOBIERNO
Curso : ESTADO Y POLÍTICA EN AMÉRICA LATINA
Código : POL 222
Número de horas : 4
Número de créditos : 4
Semestre Académico : 2007-2
Profesor : Romeo Grompone
Asistente de docencia : Rodrigo Barrenechea
I) OBJETIVOS DEL CURSO
El curso trata de las relaciones entre estado, política y representación en América Latina contemporánea, identificando criterios comunes de interpretación para el conjunto de la región así como las particularidades de sus países. En la medida que el tema abordado lo permita se buscará llegar a un análisis integrado que abarque el mayor número de casos. Si por razones de tiempo no puede llegarse a esta situación, privilegiará en el problema a considerar, a los estados más influyentes, Brasil, México y Argentina y por su gravitación para entender el caso peruano a los países andinos, en especial Bolivia y Ecuador.
Un adecuado tratamiento de la asignatura exige una contextualización para que los contenidos puedan ser comprendidos en sus dimensiones relevantes, evitando su tratamiento superficial. Por lo que necesariamente, si bien de modo muy resumido, se analizarán los antecedentes que explican la formación de los estados y el surgimiento de las instituciones. Expone brevemente entonces en las primeras clases una historia política, que dado que la propuesta es el análisis de la situación actual de América Latina, considera algunos hitos fundamentales, pero prescinde de ordenar los acontecimientos de modo lineal. Se detiene también en etapas más recientes, el populismo, las revoluciones, los autoritarismos y las transiciones políticas.
A partir de allí considera los problemas de consolidación y vigencia de la democracia en la región. Se detiene en particular en lo que tiene que ver con las diferentes situaciones existentes en relación a sus partidos y sistemas de partidos, su grado de vigencia, penetración social e incidencia en el sistema político y los cambios acelerados que se han suscitado en los años recientes. Finalmente, el estudiante se entiende que ya dispondrá de los elementos suficientes para describir de modo pertinente la presente coyuntura crítica de América Latina.
La bibliografía presentada no distingue en esta etapa entre obligatoria y ampliatoria. El docente las va a ir discriminando atendiendo al nivel de comprensión que vaya encontrando en los alumnos. Tratará de combinar, en tanto se pueda, rigurosidad con un tratamiento relativamente simple de los problemas considerados. En caso que en algunos temas haya discusiones académicas se acogerán los diversos planteamientos de modo pluralista para que el estudiante forme, con suficientes elementos de juicio, su propia opinión. En la eventualidad que exista preocupación en los alumnos por el análisis de la situación de otros países de América Latina o de introducir otros textos, el profesor podrá incluirlos una vez evaluada su pertinencia.
II) TEMAS
1. La formación de los estados nacionales y la constitución de un nuevo orden político
La soberanía mixta. El monarca y las nociones de estado integrado; las autonomías territoriales y corporativas. La independencia y la innovación política. La coexistencia y la pugna entre tradición y modernidad, influencia de la neoescolástica y el contractualismo. Cabildos y juntas. La evolución del concepto de pueblo de noción abstracta de fundamento del poder a red de comunidades locales y la defensa de sus fueros. La subsistencia de un orden estamental y sus grietas. Los avances y las dificultades del liberalismo político. La vigencia del rentismo y del patrimonialismo. Los precarios mecanismos de intermediación: clientelas, caciques y poder gamonal. Los indígenas y la constitución de la nación: dominación, pactos provisionales, insurrecciones, inclusión. Tres trayectorias de formación de estado: Chile, México y Perú. La vigencia de algunos legados poscoloniales en las sociedades políticas contemporáneas.
4 sesiones (20, 21, 27 y 28 de Agosto)
2. Estado, política, partidos y sociedad en América Latina: Introducción al Tema. Unidades y diferencias. Las trayectorias políticas de México, los países andinos, América Central y el Cono Sur.
La lenta afirmación del régimen democrático y de las condiciones de estabilidad política. Partidos de élites, partidos de integración social y recorridos disímiles en la región en la formación de los sistemas de partidos. El caso de los países andinos, México, América Central y el Cono Sur, y sus modalidades de evolución institucional hasta mediados del siglo XX. ¿Existe o no un campo unificado de experiencias políticas compartidas?
2 sesiones (3 Y 4 de Setiembre)
3. El Populismo: Características y expresiones nacionales
El populismo como mecanismo de dominación, control e incorporación social. El presidente como árbitro y regulador de conflictos. La invocación al enemigo externo. La apelación al pueblo en sociedades en procesos de movilización. El estilo de participación social. ¿Liderazgo plebiscitario o pacto? El populismo y la discusión sobre lo nacional popular. Las ambiguas relaciones entre populismo y democracia. El populismo como elemento constitutivo del lazo político en la teoría y en el caso especial de América Latina. El debate sobre la pertinencia conceptual y vigencia del llamado “neopopulismo”. El populismo en Brasil, Argentina y Ecuador.
4 sesiones (10, 11, 17 y 18 de setiembre)
4. Las Revoluciones en América Latina: México, Bolivia y Cuba
La revolución agraria mexicana de 1914 y su evolución: del carácter popular a la renovación de las élites. Su prolongada influencia en el diseño institucional del sistema político. Bolivia en 1952: la alianza inestable entre el MNR, los sectores obreros emergentes y los campesinos. La disolución y recomposición del ejército. Los alcances de la reforma agraria. La disputa por el poder. El gobierno de Siles Suazo de 1956 y la clausura del proceso. Los legados en las prácticas y la cultura política boliviana. Los antecedentes de la revolución cubana y las razones de su llegada al poder. Sus etapas: la radicalización, la ruptura con EE.UU., sus intentos de internacionalización, las nuevas alianzas, la consolidación de una estructura burocrática y de control, el llamado “período especial” y las dificultades y restricciones para una apertura del sistema.
3 sesiones (24 y 25 de setiembre y 1 de octubre)
5. Los regímenes autoritarios: Argentina, Chile, Uruguay y Brasil
Las dictaduras institucionales de las fuerzas armadas, la redefinición de su papel en la sociedad y la doctrina de la seguridad nacional. Los antecedentes. La activación y la derrota del sector popular. Las precarias relaciones con la modernización económica. El llamado régimen burocrático autoritario, los avances y limitaciones de su asociación con una nueva tecnocracia. El dilema planteado: apertura hacia partidos y reserva de prerrogativas militares o la exclusión de mediaciones Las diferentes respuestas planteadas. Los llamados “autoritarismos competitivos”.
2 sesiones (2 y 16 de Octubre)
6. Las transiciones y los problemas de la consolidación democrática en América Latina
Los problemas del retorno a la democracia en distintos contextos: el Cono Sur, Bolivia, Perú y Ecuador. Las etapas de liberalización y democratización. Los problemas de formación de una nueva arena política democrática en la estructura del estado, en la afirmación de las instituciones del Estado de Derecho, en el sistema político, en la sociedad civil y en la economía. Las transiciones pactadas: Uruguay, Perú y Ecuador. El proceso dirigido por el gobierno militar saliente en Brasil. El colapso del régimen político y la obligada apertura democrática en Argentina. Las dificultades de la transición en Chile: la persistencia en democracia de los llamados “enclaves autoritarios” y su progresiva remoción.
3 sesiones (22, 23 y 29 de Octubre)
7. Las relaciones entre Estado, política y Sistema de Partidos en América Latina:
• Estado y Sistema de Partidos en América Latina (2 sesiones: 30 Oct. Y 5 Nov.)
• La experiencia mexicana (1 sesión: 6 de Noviembre)
• El caso brasileño (1 sesión: 12 de Noviembre)
• El cono sur (1 sesión:13 de Noviembre)
• Los países andinos (3 sesiones: 19, 20 y 26 de Noviembre)
Las nuevas matrices de relación entre estado, política y representación desde la década del 80 a la actualidad. El llamado modelo “estado-céntrico”, el neoliberal y la heterogeneidad de la situación presente, y sus consecuencias políticas. Los partidos y los sistemas de partidos: Las diversas situaciones en la región y los recientes cambios. La personalización de la política y el surgimiento de personalidades por fuera del sistema institucional. La desafección política y los problemas de representación: la situación general y las especificidades de la región ¿sistemas de partidos o configuraciones partidarias? Los precarios intentos de afirmación de la gobernabilidad política en México. La tensión entre partidos y liderazgos regionales en Brasil. La crisis del bipartidismo histórico en Argentina. Uruguay y un sistema de partidos consolidado. La inestabilidad institucional en Ecuador. El surgimiento, apogeo y la crisis de la “democracia pactada” en Bolivia”, los movimientos sociales y el nuevo escenario.
III) BIBLIOGRAFÍA
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DE IPOLA, Emilio y Juan Carlos PORTANTIERO
1994 “Lo nacional-popular y los populismos realmente existentes”. En: Carlos Vilas (Comp.) La democratización fundamental. El populismo en América latina. México, D.F.: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes
WEYLAND, Kurt
1997 “Neopopulismo y Neoliberalismo en América Latina: Afinidades inesperadas”. En Pretextos N°10. Lima: DESCO
WEYLAND, Kurt
2004 “Clarificando un concepto: ‘el populismo en el estudio de la política latinoamericana’” En Kart Weiland y Otros, Releer los populismos. Quito, CAAP.
LACLAU Ernesto
2005 La razón populista. México, D.F.: FCE
TEMA 4
MALLOY, James
1970 Bolivia: the uncompleted revolution. Pittsburgh, PA: University of Pittsburgh Press
BRANDING, David.
1985 Caudillos y Campesinos en la Revolución Mexicana. México D.F.: FCE
WOMACK, John
2003 Zapata y la Revolución Mexicana, México D.F.: Siglo XXI
KLEIN, Herbert
1993 Orígenes de la Revolución Boliviana: la crisis de la generación del Chaco. México, D.F.: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes: Grijalbo
LAVAUD, Jean Pierre
1998 El Embrollo Boliviano: Turbulencias Sociales y Desplazamientos Políticos 1952-1982. Bolivia: IFEA/UMSS/HISBOL (Capítulo 1)
PÉREZ-STABLE, Marifelí
1998 La Revolución Cubana. Orígenes, desarrollo y legado. Madrid: Colibrí
TEMA 2
CARDOSO, Fernando Henrique.
1985 “Caracterización de los regímenes autoritarios”. En: David Collier (Comp.) El Nuevo autoritarismo en América Latina. México: FCE, 1985.
O’DONNELL, Guillermo
1985 “Las tensiones en el estado burocrático autoritario y la cuestión de la democracia” En: David Collier (Comp.) El Nuevo autoritarismo en América Latina. México: FCE
1997 “Las fuerzas armadas y el Estado autoritario del Cono Sur de América Latina”. En: O’Donnell, Guillermo. Contrapuntos: ensayos escogidos sobre autoritarismo y democratización. Buenos Aires PAIDOS
VALENZUELA, Arturo.
1989 El Quiebre de la Democracia en Chile. Santiago: FLACSO
TIRONI, Eugenio
1999 El régimen autoritario para una sociología de Pinochet. Santiago de Chile: Dolmen
SANTOS, Wanderley Guilherme dos
1987 Crise e castigo: partidos e generais na política brasileira. Sao Paulo: Vértice
TEMA 6
O’DONNELL, Guillermo y SCHMITTER, Philippe
1988 “Transiciones desde un gobierno autoritario. Conclusiones tentativas sobre las democracias inestables” (Tomo IV). En: Guillermo O’Donnell, Philippe Schmitter y Laurence Whitehead. Transiciones de un gobierno autoritario. Buenos Aires: Paidos
HUNTINGTON, Samuel
1994 La tercera ola. La democratización a finales del siglo XX. Buenos Aires: Paidos. (Capítulo 3)
LINZ, Juan y STEPAN, Alfred
1996 “From an Imposible to a Posible Democratic Game: Argentina”. En: Problems of Democratic Transition and Consolidation. Southern Europe, South America, and Post-Communism Europe. London: The John Hopkins University Press
1996 “Crisis of Efficacy, Legitimacy, and Democratic State ‘Presence’: Brazil”. En: Problems of Democratic Transition and Consolidation. Southern Europe, South America, and Post-Communism Europe. London: The John Hopkins University Press
1996 “Incomplete Transition/Near Consolidation? Chile” En: Problems of Democratic Transition and Consolidation. Southern Europe, South America, and Post-Communism Europe. London: The John Hopkins University Press
1996 “A Risk-Prone Consolidated Democracy: Uruguay” En: Problems of Democratic Transition and Consolidation. Southern Europe, South America, and Post-Communism Europe. London: The John Hopkins University Press
O’DONNELL, Guillermo
1996 “Ilusiones sobre la consolidación”. En Revista Nueva Sociedad N° 144. Buenos Aires: Nueva Sociedad
MAINWARING, Scott
1999 “La durabilidad de la democracia en América Latina, 1940-1998”. En: Política y gobierno. Vol VI. Segundo semestre 1999.
MAINWARING, Scott y PÉREZ-LIÑAN, Anibal
2005 “Latin American Democratization since 1978. Democratic Transitions, Breakdowns and Erosions”. En: Frances Hagopian y Scott Mainwaring (Ed.) The third wave of democratization in Latin America: Advances and setbacks. Cambridge: Cambridge University Press
TEMA 7
CAVAROZZI, Marcelo y Esperanza CASULLO
2002 “Los partidos políticos en América Latina Hoy: ¿Consolidación o Crisis?” En: Cavarozzi, Marcelo; Abal Medina, Juan (Comp.) El Asedio a la Política: Los Partidos Latinoamericanos en la Era Neoliberal. Rosario: Homo Sapiens
GARRETÓN, Manuel Antonio (Compilador)
2004 América Latina en el Siglo XXI: Hacia una nueva matriz sociopolítica. Santiago de Chile: LOM
VALENZUELA, Arturo
2004 Valenzuela, Arturo. “Latin American Presidencies Interrupted”. En: Journal of Democracy. Vol. 15. Nº4. October 2004
CASAR, María Amparo
1996 “Las bases político-institucionales del poder presidencial en México en Política y Gobierno Vol.III No. 1 primer semestre de 1996
LUJAMBIO, Alonso
2001 “Adiós a la excepcionalidad. Régimen presidencial y gobierno dividido en México.” En: Jorge Lanzaro (Comp.) Tipos de presidencialismo y coaliciones políticas en América Latina. Buenos Aires: CLACSO
DRESSER, Dense
2005 “México. Del predominio del PRI a una democracia dividida” En: Jorge Domínguez y Michael Shifter (Ed.) Construcción de gobernabilidad democrática en América Latina. Bogotá: FCE
MAINWARING, Scout
2002 “Pluralismo, federalismo fuerte y presidencialismo en Brasil”. En: Scout Mainwaring y Matthew Shugart (Comp.) Presidencialismo y Democracia en América Latina. Avellaneda: Paidos
MOULIAN, Tomas.
1997 Chile actual. Anatomía de un mito, Santiago: Arcis University
DRAKE Paul and Ivan JAKSIC., (comp.)
2000 El Modelo Chileno. Democracia y desarrollo en los noventa. Santiago: Colección Sin Norte.
AGÚERO, Felipe
2005 “Chile: Una transición inconclusa y una mayor competencia política” En: Jorge Domínguez y Michael Shifter (Ed.) Construcción de gobernabilidad democrática en América Latina. Bogotá: FCE
HALPERIN, Tulio
1994 La Larga Agonía de la Argentina Peronista. Buenos Aires: Aries
LEVITSKY, Steven
2003 “Los partidos obreros en transformación en América Latina: el partido justicialista argentino en perspectiva comparada” En: Alcántara Saez, Manuel y Barahona, Elena (Ed.) Política, dinero e institucionalización partidista en América Latina.
MALLOY, James
1970 Bolivia: the uncompleted revolution. Pittsburgh, PA: University of Pittsburgh Press
LAVAUD, Jean Pierre
1998 El Embrollo Boliviano: Turbulencias Sociales y Desplazamientos Políticos 1952-1982. Bolivia: IFEA/UMSS/HISBOL (Capítulo 2)
ZAVALETA, René
1998 50 Años de Historia.Cochabamba-La Paz: Los Amigos del Libro
MAYORGA, René
2003 “Bolivia: Reformas entre la democracia representativa y la democracia plebiscitaria”. Ponencia presentada al seminario Reformas constitucionales y electorales en los países andinos FLACSO Ecuador. Kellog Institute Quito. Julio 2003
PATZI, Felix
2007 Insurgencia y Sumisión. Movimientos Sociales e Indígenas. Bolivia: Sigla Editores. (Capítulos 1 y 4)
STEFANONI, Pablo
2007 “Siete Preguntas y Siete Respuestas sobre la Bolivia de Evo Morales”. En Nueva Sociedad N° 209. Buenos Aires: Nueva Sociedad
MAYORGA, Fernando
2007 “Nacionalismo e Indigenismo en el MAS: los desafíos de la articulación hegemónica”. En Decursos. Año VIII, N°15 y 16, Diciembre de 2006.
MEJÍA, Andres
2002 Gobernabilidad Democrática. Sistema Electoral, Partidos Políticos y Pugna de Poderes en Ecuador: 1978-1998. QUITO: FKA (Capítulo 2)
IBARRA, Hernán
2006 “La victoria de Rafael Correa y la ola progresista en América del Sur”. En: Ecuador Debate N°69. Quito: CAAP
PACHANO, Simón
2007 “El Tejido de Penélope. Reforma Política en Ecuador” En: Simón Pachano, La Trama de Penélope. Quito: IDEA/FLACSO/NIMD
IV) EVALUACIÓN
Los estudiantes serán evaluados atendiendo a los siguientes criterios
1) Una exposición previamente concertada con el profesor así como intervenciones en clase que demuestren conocimiento de la bibliografía incluida en el curso. (30%)
2) Examen parcial (25%)
3) Examen final (35%)
4) Asistencia (10%)
FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES
CIENCIA POLÍTICA Y GOBIERNO
Curso : ESTADO Y POLÍTICA EN AMÉRICA LATINA
Código : POL 222
Número de horas : 4
Número de créditos : 4
Semestre Académico : 2007-2
Profesor : Romeo Grompone
Asistente de docencia : Rodrigo Barrenechea
I) OBJETIVOS DEL CURSO
El curso trata de las relaciones entre estado, política y representación en América Latina contemporánea, identificando criterios comunes de interpretación para el conjunto de la región así como las particularidades de sus países. En la medida que el tema abordado lo permita se buscará llegar a un análisis integrado que abarque el mayor número de casos. Si por razones de tiempo no puede llegarse a esta situación, privilegiará en el problema a considerar, a los estados más influyentes, Brasil, México y Argentina y por su gravitación para entender el caso peruano a los países andinos, en especial Bolivia y Ecuador.
Un adecuado tratamiento de la asignatura exige una contextualización para que los contenidos puedan ser comprendidos en sus dimensiones relevantes, evitando su tratamiento superficial. Por lo que necesariamente, si bien de modo muy resumido, se analizarán los antecedentes que explican la formación de los estados y el surgimiento de las instituciones. Expone brevemente entonces en las primeras clases una historia política, que dado que la propuesta es el análisis de la situación actual de América Latina, considera algunos hitos fundamentales, pero prescinde de ordenar los acontecimientos de modo lineal. Se detiene también en etapas más recientes, el populismo, las revoluciones, los autoritarismos y las transiciones políticas.
A partir de allí considera los problemas de consolidación y vigencia de la democracia en la región. Se detiene en particular en lo que tiene que ver con las diferentes situaciones existentes en relación a sus partidos y sistemas de partidos, su grado de vigencia, penetración social e incidencia en el sistema político y los cambios acelerados que se han suscitado en los años recientes. Finalmente, el estudiante se entiende que ya dispondrá de los elementos suficientes para describir de modo pertinente la presente coyuntura crítica de América Latina.
La bibliografía presentada no distingue en esta etapa entre obligatoria y ampliatoria. El docente las va a ir discriminando atendiendo al nivel de comprensión que vaya encontrando en los alumnos. Tratará de combinar, en tanto se pueda, rigurosidad con un tratamiento relativamente simple de los problemas considerados. En caso que en algunos temas haya discusiones académicas se acogerán los diversos planteamientos de modo pluralista para que el estudiante forme, con suficientes elementos de juicio, su propia opinión. En la eventualidad que exista preocupación en los alumnos por el análisis de la situación de otros países de América Latina o de introducir otros textos, el profesor podrá incluirlos una vez evaluada su pertinencia.
II) TEMAS
1. La formación de los estados nacionales y la constitución de un nuevo orden político
La soberanía mixta. El monarca y las nociones de estado integrado; las autonomías territoriales y corporativas. La independencia y la innovación política. La coexistencia y la pugna entre tradición y modernidad, influencia de la neoescolástica y el contractualismo. Cabildos y juntas. La evolución del concepto de pueblo de noción abstracta de fundamento del poder a red de comunidades locales y la defensa de sus fueros. La subsistencia de un orden estamental y sus grietas. Los avances y las dificultades del liberalismo político. La vigencia del rentismo y del patrimonialismo. Los precarios mecanismos de intermediación: clientelas, caciques y poder gamonal. Los indígenas y la constitución de la nación: dominación, pactos provisionales, insurrecciones, inclusión. Tres trayectorias de formación de estado: Chile, México y Perú. La vigencia de algunos legados poscoloniales en las sociedades políticas contemporáneas.
4 sesiones (20, 21, 27 y 28 de Agosto)
2. Estado, política, partidos y sociedad en América Latina: Introducción al Tema. Unidades y diferencias. Las trayectorias políticas de México, los países andinos, América Central y el Cono Sur.
La lenta afirmación del régimen democrático y de las condiciones de estabilidad política. Partidos de élites, partidos de integración social y recorridos disímiles en la región en la formación de los sistemas de partidos. El caso de los países andinos, México, América Central y el Cono Sur, y sus modalidades de evolución institucional hasta mediados del siglo XX. ¿Existe o no un campo unificado de experiencias políticas compartidas?
2 sesiones (3 Y 4 de Setiembre)
3. El Populismo: Características y expresiones nacionales
El populismo como mecanismo de dominación, control e incorporación social. El presidente como árbitro y regulador de conflictos. La invocación al enemigo externo. La apelación al pueblo en sociedades en procesos de movilización. El estilo de participación social. ¿Liderazgo plebiscitario o pacto? El populismo y la discusión sobre lo nacional popular. Las ambiguas relaciones entre populismo y democracia. El populismo como elemento constitutivo del lazo político en la teoría y en el caso especial de América Latina. El debate sobre la pertinencia conceptual y vigencia del llamado “neopopulismo”. El populismo en Brasil, Argentina y Ecuador.
4 sesiones (10, 11, 17 y 18 de setiembre)
4. Las Revoluciones en América Latina: México, Bolivia y Cuba
La revolución agraria mexicana de 1914 y su evolución: del carácter popular a la renovación de las élites. Su prolongada influencia en el diseño institucional del sistema político. Bolivia en 1952: la alianza inestable entre el MNR, los sectores obreros emergentes y los campesinos. La disolución y recomposición del ejército. Los alcances de la reforma agraria. La disputa por el poder. El gobierno de Siles Suazo de 1956 y la clausura del proceso. Los legados en las prácticas y la cultura política boliviana. Los antecedentes de la revolución cubana y las razones de su llegada al poder. Sus etapas: la radicalización, la ruptura con EE.UU., sus intentos de internacionalización, las nuevas alianzas, la consolidación de una estructura burocrática y de control, el llamado “período especial” y las dificultades y restricciones para una apertura del sistema.
3 sesiones (24 y 25 de setiembre y 1 de octubre)
5. Los regímenes autoritarios: Argentina, Chile, Uruguay y Brasil
Las dictaduras institucionales de las fuerzas armadas, la redefinición de su papel en la sociedad y la doctrina de la seguridad nacional. Los antecedentes. La activación y la derrota del sector popular. Las precarias relaciones con la modernización económica. El llamado régimen burocrático autoritario, los avances y limitaciones de su asociación con una nueva tecnocracia. El dilema planteado: apertura hacia partidos y reserva de prerrogativas militares o la exclusión de mediaciones Las diferentes respuestas planteadas. Los llamados “autoritarismos competitivos”.
2 sesiones (2 y 16 de Octubre)
6. Las transiciones y los problemas de la consolidación democrática en América Latina
Los problemas del retorno a la democracia en distintos contextos: el Cono Sur, Bolivia, Perú y Ecuador. Las etapas de liberalización y democratización. Los problemas de formación de una nueva arena política democrática en la estructura del estado, en la afirmación de las instituciones del Estado de Derecho, en el sistema político, en la sociedad civil y en la economía. Las transiciones pactadas: Uruguay, Perú y Ecuador. El proceso dirigido por el gobierno militar saliente en Brasil. El colapso del régimen político y la obligada apertura democrática en Argentina. Las dificultades de la transición en Chile: la persistencia en democracia de los llamados “enclaves autoritarios” y su progresiva remoción.
3 sesiones (22, 23 y 29 de Octubre)
7. Las relaciones entre Estado, política y Sistema de Partidos en América Latina:
• Estado y Sistema de Partidos en América Latina (2 sesiones: 30 Oct. Y 5 Nov.)
• La experiencia mexicana (1 sesión: 6 de Noviembre)
• El caso brasileño (1 sesión: 12 de Noviembre)
• El cono sur (1 sesión:13 de Noviembre)
• Los países andinos (3 sesiones: 19, 20 y 26 de Noviembre)
Las nuevas matrices de relación entre estado, política y representación desde la década del 80 a la actualidad. El llamado modelo “estado-céntrico”, el neoliberal y la heterogeneidad de la situación presente, y sus consecuencias políticas. Los partidos y los sistemas de partidos: Las diversas situaciones en la región y los recientes cambios. La personalización de la política y el surgimiento de personalidades por fuera del sistema institucional. La desafección política y los problemas de representación: la situación general y las especificidades de la región ¿sistemas de partidos o configuraciones partidarias? Los precarios intentos de afirmación de la gobernabilidad política en México. La tensión entre partidos y liderazgos regionales en Brasil. La crisis del bipartidismo histórico en Argentina. Uruguay y un sistema de partidos consolidado. La inestabilidad institucional en Ecuador. El surgimiento, apogeo y la crisis de la “democracia pactada” en Bolivia”, los movimientos sociales y el nuevo escenario.
III) BIBLIOGRAFÍA
TEMA 1
GUERRA, François -Xavier
2000 Modernidad e independencia: ensayos sobre las revoluciones hispánicas. México D.F.: FCE (Capítulos IX y X)
2003 “El ocaso de la monarquía hispánica: revolución y desintegración”. En: Antonio Annino y François-Xavier Guerra; (coords). Inventando la nación: Iberoamérica siglo XIX. México, D.F.: FCE
ANNINO, Antonio
2003 “Soberanías en Lucha”. En: Antonio Annino y François-Xavier Guerra; (coords). Inventando la nación: Iberoamérica siglo XIX. México, D.F.: FCE
Demélas, Marie-Danielle
2003 La invención política: Bolivia, Ecuador, Perú en el siglo XIX. Lima: IFEA/IEP (Capítulo Final)
LARSON, Brooke
2002 Indígenas, Elites y Estado en la Formación de las Repúblicas Andinas. Lima: Fondo Editorial PUCP-IEP. (Capítulo 5 y Conclusiones)
IRUROZQUI, Marta
2000 A bala, piedra y palo: la construcción de la ciudadanía política en Bolivia, 1826-1952. Sevilla: Diputación de Sevilla
THURNER, Mark
2006 Republicanos Andinos. Lima: IEP: CBC (Capítulo 5)
MC EVOY, Carmen
1999 “Forjando la nación: Usos y abusos del paradigma republicano” En: Carmen Mc Evoy, Forjando la nación: ensayos sobre historia republicana. Lima: PUCP. Instituto Riva-Agüero; Sewanee: The University of the South
BRADING, D. A.
1998 “Nationalism and State-Building in Latin American History” En: Posada-Carbó, Eduardo (Ed.) Wars, Parties and Nationalism: Essays on the politics and society of nineteenth-century Latin America. London, Institute of Latin American Studies
MALLON, Florencia
1992 “Indian Communities, Political Cultures, and the State in Latin America, 1780-1990”. Journal of Latin American Studies, Vol. 24, Quincentenary Supplement: The Colonial and Post Colonial Experience. Five Centuries of Spanish and Portuguese America
2002 "Decoding the parchments of the latinamerican nation-state: Peru, Mexico and Chile in comparative perspective". En Dunkerley, James (Ed.): Studies in the formation of the nation-state in Latin America. London: University of London, Institute of latinamerican studies
TEMA 2
HALPERIN, Tulio
1998 Historia contemporánea de América Latina. Madrid: Alianza Editorial
DI TELLA, Torcuato
1994 Historia de los Partidos Políticos en América Latina, siglo XX. México D.F.: FCE
TORRE, Juan Carlos
1994 América Latina, el gobierno de la democracia en tiempos difíciles. Buenos Aires, Instituto Torcuato Di Tella.
TEMA 3
WEFFORT, Francisco
1968 “Clases populares y desarrollo social (contribución al estudio del ‘populismo’)”. En: Revista peruana de sociología -- Año 5, no. 13 (Dic. 1968)
GERMANI, Gino, Torcuato DI TELLA y Octavio IANI
1973 Populismo y contradicciones de clase en Latinoamérica. México, D.F.: Era
ZAVALETA, René
1986 Lo Nacional Popular en Bolivia. México D.F: Siglo XX. (Capítulo 3)
VALENZUELA, Eduardo
1991 “La Experiencia Nacional-Popular”. En Revista Proposiciones N°20. Santiago de Chile: Sur Ediciones.
DE LA TORRE, Carlos
1992 “The Ambiguous Meaning of Latin American Populisms” En: Social Research, Vol.59, N°2 (Summer 1992)
VILAS, Carlos (Comp.)
1994 La democratización fundamental: el populismo en América Latina. México, D.F.: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. (Capítulo introductorio)
DE IPOLA, Emilio y Juan Carlos PORTANTIERO
1994 “Lo nacional-popular y los populismos realmente existentes”. En: Carlos Vilas (Comp.) La democratización fundamental. El populismo en América latina. México, D.F.: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes
WEYLAND, Kurt
1997 “Neopopulismo y Neoliberalismo en América Latina: Afinidades inesperadas”. En Pretextos N°10. Lima: DESCO
WEYLAND, Kurt
2004 “Clarificando un concepto: ‘el populismo en el estudio de la política latinoamericana’” En Kart Weiland y Otros, Releer los populismos. Quito, CAAP.
LACLAU Ernesto
2005 La razón populista. México, D.F.: FCE
TEMA 4
MALLOY, James
1970 Bolivia: the uncompleted revolution. Pittsburgh, PA: University of Pittsburgh Press
BRANDING, David.
1985 Caudillos y Campesinos en la Revolución Mexicana. México D.F.: FCE
WOMACK, John
2003 Zapata y la Revolución Mexicana, México D.F.: Siglo XXI
KLEIN, Herbert
1993 Orígenes de la Revolución Boliviana: la crisis de la generación del Chaco. México, D.F.: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes: Grijalbo
LAVAUD, Jean Pierre
1998 El Embrollo Boliviano: Turbulencias Sociales y Desplazamientos Políticos 1952-1982. Bolivia: IFEA/UMSS/HISBOL (Capítulo 1)
PÉREZ-STABLE, Marifelí
1998 La Revolución Cubana. Orígenes, desarrollo y legado. Madrid: Colibrí
TEMA 2
CARDOSO, Fernando Henrique.
1985 “Caracterización de los regímenes autoritarios”. En: David Collier (Comp.) El Nuevo autoritarismo en América Latina. México: FCE, 1985.
O’DONNELL, Guillermo
1985 “Las tensiones en el estado burocrático autoritario y la cuestión de la democracia” En: David Collier (Comp.) El Nuevo autoritarismo en América Latina. México: FCE
1997 “Las fuerzas armadas y el Estado autoritario del Cono Sur de América Latina”. En: O’Donnell, Guillermo. Contrapuntos: ensayos escogidos sobre autoritarismo y democratización. Buenos Aires PAIDOS
VALENZUELA, Arturo.
1989 El Quiebre de la Democracia en Chile. Santiago: FLACSO
TIRONI, Eugenio
1999 El régimen autoritario para una sociología de Pinochet. Santiago de Chile: Dolmen
SANTOS, Wanderley Guilherme dos
1987 Crise e castigo: partidos e generais na política brasileira. Sao Paulo: Vértice
TEMA 6
O’DONNELL, Guillermo y SCHMITTER, Philippe
1988 “Transiciones desde un gobierno autoritario. Conclusiones tentativas sobre las democracias inestables” (Tomo IV). En: Guillermo O’Donnell, Philippe Schmitter y Laurence Whitehead. Transiciones de un gobierno autoritario. Buenos Aires: Paidos
HUNTINGTON, Samuel
1994 La tercera ola. La democratización a finales del siglo XX. Buenos Aires: Paidos. (Capítulo 3)
LINZ, Juan y STEPAN, Alfred
1996 “From an Imposible to a Posible Democratic Game: Argentina”. En: Problems of Democratic Transition and Consolidation. Southern Europe, South America, and Post-Communism Europe. London: The John Hopkins University Press
1996 “Crisis of Efficacy, Legitimacy, and Democratic State ‘Presence’: Brazil”. En: Problems of Democratic Transition and Consolidation. Southern Europe, South America, and Post-Communism Europe. London: The John Hopkins University Press
1996 “Incomplete Transition/Near Consolidation? Chile” En: Problems of Democratic Transition and Consolidation. Southern Europe, South America, and Post-Communism Europe. London: The John Hopkins University Press
1996 “A Risk-Prone Consolidated Democracy: Uruguay” En: Problems of Democratic Transition and Consolidation. Southern Europe, South America, and Post-Communism Europe. London: The John Hopkins University Press
O’DONNELL, Guillermo
1996 “Ilusiones sobre la consolidación”. En Revista Nueva Sociedad N° 144. Buenos Aires: Nueva Sociedad
MAINWARING, Scott
1999 “La durabilidad de la democracia en América Latina, 1940-1998”. En: Política y gobierno. Vol VI. Segundo semestre 1999.
MAINWARING, Scott y PÉREZ-LIÑAN, Anibal
2005 “Latin American Democratization since 1978. Democratic Transitions, Breakdowns and Erosions”. En: Frances Hagopian y Scott Mainwaring (Ed.) The third wave of democratization in Latin America: Advances and setbacks. Cambridge: Cambridge University Press
TEMA 7
CAVAROZZI, Marcelo y Esperanza CASULLO
2002 “Los partidos políticos en América Latina Hoy: ¿Consolidación o Crisis?” En: Cavarozzi, Marcelo; Abal Medina, Juan (Comp.) El Asedio a la Política: Los Partidos Latinoamericanos en la Era Neoliberal. Rosario: Homo Sapiens
GARRETÓN, Manuel Antonio (Compilador)
2004 América Latina en el Siglo XXI: Hacia una nueva matriz sociopolítica. Santiago de Chile: LOM
VALENZUELA, Arturo
2004 Valenzuela, Arturo. “Latin American Presidencies Interrupted”. En: Journal of Democracy. Vol. 15. Nº4. October 2004
CASAR, María Amparo
1996 “Las bases político-institucionales del poder presidencial en México en Política y Gobierno Vol.III No. 1 primer semestre de 1996
LUJAMBIO, Alonso
2001 “Adiós a la excepcionalidad. Régimen presidencial y gobierno dividido en México.” En: Jorge Lanzaro (Comp.) Tipos de presidencialismo y coaliciones políticas en América Latina. Buenos Aires: CLACSO
DRESSER, Dense
2005 “México. Del predominio del PRI a una democracia dividida” En: Jorge Domínguez y Michael Shifter (Ed.) Construcción de gobernabilidad democrática en América Latina. Bogotá: FCE
MAINWARING, Scout
2002 “Pluralismo, federalismo fuerte y presidencialismo en Brasil”. En: Scout Mainwaring y Matthew Shugart (Comp.) Presidencialismo y Democracia en América Latina. Avellaneda: Paidos
MOULIAN, Tomas.
1997 Chile actual. Anatomía de un mito, Santiago: Arcis University
DRAKE Paul and Ivan JAKSIC., (comp.)
2000 El Modelo Chileno. Democracia y desarrollo en los noventa. Santiago: Colección Sin Norte.
AGÚERO, Felipe
2005 “Chile: Una transición inconclusa y una mayor competencia política” En: Jorge Domínguez y Michael Shifter (Ed.) Construcción de gobernabilidad democrática en América Latina. Bogotá: FCE
HALPERIN, Tulio
1994 La Larga Agonía de la Argentina Peronista. Buenos Aires: Aries
LEVITSKY, Steven
2003 “Los partidos obreros en transformación en América Latina: el partido justicialista argentino en perspectiva comparada” En: Alcántara Saez, Manuel y Barahona, Elena (Ed.) Política, dinero e institucionalización partidista en América Latina.
MALLOY, James
1970 Bolivia: the uncompleted revolution. Pittsburgh, PA: University of Pittsburgh Press
LAVAUD, Jean Pierre
1998 El Embrollo Boliviano: Turbulencias Sociales y Desplazamientos Políticos 1952-1982. Bolivia: IFEA/UMSS/HISBOL (Capítulo 2)
ZAVALETA, René
1998 50 Años de Historia.Cochabamba-La Paz: Los Amigos del Libro
MAYORGA, René
2003 “Bolivia: Reformas entre la democracia representativa y la democracia plebiscitaria”. Ponencia presentada al seminario Reformas constitucionales y electorales en los países andinos FLACSO Ecuador. Kellog Institute Quito. Julio 2003
PATZI, Felix
2007 Insurgencia y Sumisión. Movimientos Sociales e Indígenas. Bolivia: Sigla Editores. (Capítulos 1 y 4)
STEFANONI, Pablo
2007 “Siete Preguntas y Siete Respuestas sobre la Bolivia de Evo Morales”. En Nueva Sociedad N° 209. Buenos Aires: Nueva Sociedad
MAYORGA, Fernando
2007 “Nacionalismo e Indigenismo en el MAS: los desafíos de la articulación hegemónica”. En Decursos. Año VIII, N°15 y 16, Diciembre de 2006.
MEJÍA, Andres
2002 Gobernabilidad Democrática. Sistema Electoral, Partidos Políticos y Pugna de Poderes en Ecuador: 1978-1998. QUITO: FKA (Capítulo 2)
IBARRA, Hernán
2006 “La victoria de Rafael Correa y la ola progresista en América del Sur”. En: Ecuador Debate N°69. Quito: CAAP
PACHANO, Simón
2007 “El Tejido de Penélope. Reforma Política en Ecuador” En: Simón Pachano, La Trama de Penélope. Quito: IDEA/FLACSO/NIMD
IV) EVALUACIÓN
Los estudiantes serán evaluados atendiendo a los siguientes criterios
1) Una exposición previamente concertada con el profesor así como intervenciones en clase que demuestren conocimiento de la bibliografía incluida en el curso. (30%)
2) Examen parcial (25%)
3) Examen final (35%)
4) Asistencia (10%)
jueves, 30 de agosto de 2007
Salomón Lerner y los ex comisionados no están solos
.
A la opinión pública
Salomón Lerner y los ex comisionados no están solos
Los abajo firmantes queremos expresar nuestra solidaridad con el Dr. Salomón Lerner Febres, ex presidente de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, así como con los otros ex comisionados, quienes en las últimas semanas han sido víctimas de injurias y amenazas cobardes y anónimas. No podemos dejar de expresar nuestra preocupación por estos hechos, que no por casualidad coinciden con el inicio de procesos penales sobre casos investigados por la CVR. Tampoco es casualidad que se recurra a la amenaza anónima, al insulto racista, a la violencia; esto expresa, lamentablemente, cuán difícil es dejar atrás los comportamientos que, finalmente, explican las miles de muertes ocurridas durante los años del conflicto.
Más allá de las coincidencias o discrepancias que podamos tener sobre el contenido del informe final de la CVR, reconocemos que éste constituye un esfuerzo serio y honesto, y un aporte fundamental para la comprensión de los hechos de violencia ocurridos en nuestra patria en el periodo 1980-2000, y para los intentos de hacer justicia y reparar a las víctimas y sus familiares.
Exigimos al Estado velar por la seguridad personal del Dr. Salomón Lerner Febres y los otros ex comisionados, así como de los testigos y denunciantes de graves crímenes investigados por la CVR, que hoy aportan su testimonio en diversas investigaciones en el poder judicial.
Llamamos a todas las peruanas y peruanos a movilizarse para detener esta campaña de injurias y amenazas, preservar los espacios de diálogo y debate civilizado, y crear las condiciones para que las recomendaciones de la CVR se mantengan presentes en la agenda pública.
Salomón Lerner y los ex comisionados no están solos.
Lima, Octubre de 2005
Jorge Avendaño, Beatriz Boza, Manuel Burga, Carlos Castro, Julio Cotler, Carlos Franco, Gustavo Gutiérrez, Luis Guzmán-Barrón, Max Hernández, Claudio Herzka, Felipe Ortiz de Zevallos, Jorge Santistevan de Noriega, Fernando de Szyszlo, Mario Vargas Llosa, Richard Webb...
Juan Acevedo
Elisabeth Acha
Rosa Alfaro Moreno
Alejandra Alayza Moncloa
Lucrecia Aliaga
Javier Agreda
Pilar Aguilar Malpartida
Carlos Aguirre, Universidad de Oregon
Beatriz Alcalde de Gastelumendi
José Carlos Alvarado Binda
Carmen Arce
Elvira Artola Ramos
Jorge Hernán Artola Grados
Percy Calderon
Patricia Ames
Mariel Ansión
María Elvira Arias-Schreiber Recavarren
Carlos Eduardo Aramburu
Federico Arnillas L.
Guillermo Arbe Carbonel
Blanche Arévalo
Jorge Avendaño V.
Diana Avila
Javier Azpur
Luis Bacigalupo
Laura Balbuena
José Balarezo
Zulema Balta
Carlos Basombrío
Ignacio Basombrío
Cecilia Blondet
Jorge Bruce
Roxana Barrantes
Leslie Bary
Alicia Bazan
Mariella Bazán Maccera
Ivan Bazalar Parra
Fabiola Bazo
Lourdes Blanco Mercado
Maria Luisa Benavides
Manuel Bello
Jeannette Bengoa Lazarte
Richard Bernstein
Violeta Bermúdez
Gustavo von Bischoffshausen
Andrés Blondet,
Manuel Boluarte
Juan Raúl Borea
Ruth Borja Santa Cruz
Beatriz Boza
Manuel Burga Díaz
Jo-Marie Burt
Roberto Bustamante
Minda Bustamante
Víctor Caballero
Marisa Cabieses
Violeta Cáceres
Linda Calmet
Maxwell A. Cameron
Max Cameron
Lissy Canal
Cristina Campos
Pilar Cantella
Carlos Castro
Enrique Cortez
José Luis Carbajo
Elizabeth Carrasco Zúñiga
Luis de las Casas
Cristina Castillo
Rosa Castro
Ricardo Caro
Julio Carrión
Julio César Castillo
Constantino Carvallo
Jonathan Cavanagh
Hernán Chaparro
Julio Chávez Achong
Jorge Chávez
Esperanza Chávez-Cabello
Nora Chávez-Cabello de Pujazón
Nancy Chapell
Raul Carlos Francisco Chiappe Tafur
María Ángela Cánepa
Liliana Canta Misari
Patricia Capellino de Piaggio
Leopoldo Caravedo Molinari
Fanny Cebrejos Dorregaray
Nélida Céspedes
Renzo Chiri Márquez
Sigfredo Chiroque Chunga
Gonzalo Cobo
Pilar Coll
José M. Coloma
Pilar Coll Torrente
Carlos Contreras
Juan Carlos Cortazar
Angelina Cotler
Patricia Cottle
Inés Cottle Pazos
Alice Mary Cottle Pazos
Juan Carlos Cortés
Gino Costa
Elizabeth Crosby Bustamante
Emer Cuba
Severo Cuba
Antonio Cruz Cubas
Gloria Cubas
Santiago Cueto
Jennie Dador
Eduardo Dargent
María del Pilar Pineda Flores
Marisol de la Cadena
Ernesto de la Jara
Fernando de Szyszlo
Levy del Águila Marchena
Henry Dietz
Hugo Dias
Giancarla Di Laura
Paulo Drinot
Yolanda Drinot De Echave
Joanna Drzewieniecki
Pilar Dughi
Alberto Durant
Etienne Durt
Cathy Eibenschutz,
Alejandro San Martín
Percy Erazo Aybar
Francisco Eguiguren
Antonio Espinoza
Eleonora Falco
Gustavo Faverón
María Isabel Fernández
Carlos Fernández Sessarego
Flavio Figallo
Susan Fitzpatrick Behrens
Juan Fonseca
David Florez Boza
David Flórez
Lydia Fossa
David Florez Boza
Rocío Franco
Carlos Franco
Pedro Francke
Gabriela Freyre
Ricardo Furman
Jacqueline Fowks
Agustín Gamaboa Quispe
Gladys Gamarra Bozano
Pedro Gamio
Iván García
Luis Raúl García Céspedes
Roxana García-Bedoya
Valeria Garcia Cannock
Diego García Sayán
Eduardo Gastelumendi Dargent
Pilar Gavilano Llosa
Adolfo Gazzo
Miguel Giusti
Juan C. Godenzzi
Estela Gonzalez A.
Laura Esther Gonzalez Florez
Efraín González de Olarte
Alberto Guerra Garcia
Hugo Guerra
Lisbeth Guillén
Alfonso Gushiken
Gustavo Gutiérrez
Luis Guzmán-Barrón Sobrevilla
José Grández
Soledad Hamann
Max Hernández
Ibis Henríquez de Astete
Narda Henríquez
Sonia Henríquez Gil
Alfredo Herrera
Jesús Herrero
Claudio Herzka
Liliam Hidalgo
Edgar Huaccho Bustamante
Rene Huanca Ramos
Lizardo Huamán
Paul Huamán
Shane Hunt
Miguel Huerta
Manuel Iguiñiz
Natalia Iguiñiz
Carlos Indacochea
Juan Infante
Marina Irigoyen
Iris Jave
Nils Jacobsen
María Teresa Jiménez
Charles D. Kenney
Marcia Koth de Paredes
Nathalie Koc-Menard
Atusparia Krupskaia Cueva
Cecilia Larrabure Simpson
Hans Landolt
Mirko Lauer
Anna María Lauro
Armando Lazarte
Patricia Legoas
Roberto Lerner
Rafael León
Kela León
Fabiola León Velarde
Fanny León
David Lobatón
José Lombardi Indacochea
María Rosa Lorbés
Iván Lucich
Patricia McLauchlan
Ivonne Macassi
Roberto Machado
José Carlos Machicao
Isabel Manrique Castro
Carmen Masías
Maripaz Martinez del Solar
Elzbieta Matynja
Geraldine Maurer
Enrique Mayer
Cynthia McClintock
Percy Medina
Esperanza Medina de Miranda
Angela Meentzen
Cecilia Méndez G.
Aida Luz Mendoza Navarro
César Inca Mendoza Loyola
Rene Meza Velásquez
Winfried Mitterer
Carlos Monge
Mayu Mohanna
Martín Monsalve
Rodrigo Montoya
Tomás Montoya
Paula Muñoz
Edmundo Murrugarra
Juan Eduardo Musso
Hugo Neira
Carlos Núñez
Marcos Obando Aguirre
Suzanne Oboler
Kazuo Ohgushi
Almerindo Ojeda
Patricia Oliart
Carmen Ollé Nava
Cecilia O’Neill de la Fuente
Augusto Ortiz de Zevallos
Gabriel Ortiz de Zevallos
Felipe Ortiz de Zevallos
Juan Ossio
Luis Pacheco Romero
Fernando O'Phelan
Rosa María Palacios
Hugo Palma
Orlando Plaza J.
Bertha Pancorvo
Carlos Parodi
Moisés Palomino
Aldo Panfichi
Jorge Parodi
Pepi Patrón
Santiago Pedraglio
María Angélica Pease
Alberto Péndola
César Pezo del Pino
María Teresa de la Piedra
Elena Piazzon
Luisa Pinto
Manuel Piqueras
Alfredo Pita
Alonso Polar
Carmen Ponce
Juan Manuel Ponce Huamaní
Fernando A. Ponce
Gonzalo Portocarrero
Gabriel Prado
Laura Puertas
Álvaro Puga Capelli
Víctor Manuel Pujazón Ezeta
Rolando Quesada
Andrea Querol
María Teresa Quiñones
Paola Quiroz
Pablo Quintanilla
Teresa Ralli
Melina Ramírez
Liliana Regalado
Ilse Rehder
Juan Rejas González
José Luis Rénique
María Isabel Remy
Carlos Reyna
Patricia Reyna Sánchez
Alex Reyes Castillejo
Iván Rivera
Carlos Rivera Rua
Henry Ernesto Robles Rentería
Elena Rodas
Alejandro Rojas
Ricardo A. Romero
Gustavo Rodríguez
Hugo Rodríguez
Yolanda Rodríguez
Miguel Rodríguez Mondoñedo
Rafael Roncagliolo
Alejo Rojas
Fernando Romero
Luisa Rosales de Herreros
Fernando Rospigliosi
Stéphanie Rousseau
Marcial Rubio Correa
Miguel Rubio
Jim Rudolph
Alonso Ruiz Rosas
Matilde Ruderman, Buenos Aires
Patricia Salas O´Brien
Daniel Salas Díaz
Óscar Salas Acosta
Frank Salomón
Abelardo Sánchez León
Luis Alberto Sandoval
Miguel Santillana
Aldo Santos Arias
Antonio Salazar
Catalina Salazar Herrera
Hugo Salazar M.
Enrique Salazar Sánchez
Francisco Santa Cruz
Alejandro Santa María
Jorge Santistevan de Noriega
Violeta Sara-Lafose
Lia Seminario
Dimitri N.Senmache Artola
Carlos Senmache San Bartolomé
David Scott Palmer
Gregory D. Schmidt
José Siancas Gamboa
Mike Shifter
Juan Carlos Shiappa – Pietra
Abraham Siles Vallejos
Rocío Silva Santisteban
Ricardo Soberón
Sandra Soria Mendoza
Manuel Sotomayor
Silvia Spitta
W. W. Stein
Martín Scurrah
Patricia Tagle
Patricia Tagle Barton
Ana María Tamayo
Martín Tanaka
Livia Tapia Ríos
Fernando Távara
Teivo Teivainen
Raúl Tola
Rolando Toledo
María Pía Tomatis Rodríguez
Javier Torres
Carlos Tovar Samanez
Cecilia Tovar Samanez
Carolina Trivelli
Fidel Tubino
Fernando Tuesta Soldevilla
León Trahtemberg
Ricardo Uceda
Mayen Ugarte
Dario Ugarte
José Ugaz
Paola Ugaz
María Eugenia Ulfe
Matilde Ureta Caplansky
Francois Vallaeys
Rocío Valdeavellano
Ricardo Valdéz
Ricardo Valverde
Bruno Van der Maat
Mario Vargas Llosa
Stefano Vanese
Walter Varillas
Juan Fernando Vega
Imelda Vega-Centeno B.
Máximo Vega Centeno
Ángela Velásquez
Odette Velez
Sandro Venturo
Dante Vera
Rosa I Vera Solano
Vanessa Vértiz
Ismael Rubén Vargas
Ricardo Vásquez Suyo
Rafael Velarde Ramírez
Víctor Vich
George Vickers
Carmela Vildoso
Victoria Villanueva
Bethzabeth Villanueva Tarrillo
Alfredo Villavicencio
Fernando Villarán
Susana Villarán
Rosa Villarán
José Miguel Vivanco
Félix Vivanco
Charles Walker
Richard Webb
Carlos Wenceslao Senmache Artola
Carolyn Wolfenzon
Vicente Yufra Condori
Deborah Yashar
Gina Yáñez
Coletta A. Youngers
Octavio Zagazeta
Alonso Zarzar
Verónica Zavala
Felipe Zegarra Russo
Emma Zevallos Aguilar
Lorenzo Zolezzi
Elsa Zuloaga
Adriana Zumaran Jibaja
A la opinión pública
Salomón Lerner y los ex comisionados no están solos
Los abajo firmantes queremos expresar nuestra solidaridad con el Dr. Salomón Lerner Febres, ex presidente de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, así como con los otros ex comisionados, quienes en las últimas semanas han sido víctimas de injurias y amenazas cobardes y anónimas. No podemos dejar de expresar nuestra preocupación por estos hechos, que no por casualidad coinciden con el inicio de procesos penales sobre casos investigados por la CVR. Tampoco es casualidad que se recurra a la amenaza anónima, al insulto racista, a la violencia; esto expresa, lamentablemente, cuán difícil es dejar atrás los comportamientos que, finalmente, explican las miles de muertes ocurridas durante los años del conflicto.
Más allá de las coincidencias o discrepancias que podamos tener sobre el contenido del informe final de la CVR, reconocemos que éste constituye un esfuerzo serio y honesto, y un aporte fundamental para la comprensión de los hechos de violencia ocurridos en nuestra patria en el periodo 1980-2000, y para los intentos de hacer justicia y reparar a las víctimas y sus familiares.
Exigimos al Estado velar por la seguridad personal del Dr. Salomón Lerner Febres y los otros ex comisionados, así como de los testigos y denunciantes de graves crímenes investigados por la CVR, que hoy aportan su testimonio en diversas investigaciones en el poder judicial.
Llamamos a todas las peruanas y peruanos a movilizarse para detener esta campaña de injurias y amenazas, preservar los espacios de diálogo y debate civilizado, y crear las condiciones para que las recomendaciones de la CVR se mantengan presentes en la agenda pública.
Salomón Lerner y los ex comisionados no están solos.
Lima, Octubre de 2005
Jorge Avendaño, Beatriz Boza, Manuel Burga, Carlos Castro, Julio Cotler, Carlos Franco, Gustavo Gutiérrez, Luis Guzmán-Barrón, Max Hernández, Claudio Herzka, Felipe Ortiz de Zevallos, Jorge Santistevan de Noriega, Fernando de Szyszlo, Mario Vargas Llosa, Richard Webb...
Juan Acevedo
Elisabeth Acha
Rosa Alfaro Moreno
Alejandra Alayza Moncloa
Lucrecia Aliaga
Javier Agreda
Pilar Aguilar Malpartida
Carlos Aguirre, Universidad de Oregon
Beatriz Alcalde de Gastelumendi
José Carlos Alvarado Binda
Carmen Arce
Elvira Artola Ramos
Jorge Hernán Artola Grados
Percy Calderon
Patricia Ames
Mariel Ansión
María Elvira Arias-Schreiber Recavarren
Carlos Eduardo Aramburu
Federico Arnillas L.
Guillermo Arbe Carbonel
Blanche Arévalo
Jorge Avendaño V.
Diana Avila
Javier Azpur
Luis Bacigalupo
Laura Balbuena
José Balarezo
Zulema Balta
Carlos Basombrío
Ignacio Basombrío
Cecilia Blondet
Jorge Bruce
Roxana Barrantes
Leslie Bary
Alicia Bazan
Mariella Bazán Maccera
Ivan Bazalar Parra
Fabiola Bazo
Lourdes Blanco Mercado
Maria Luisa Benavides
Manuel Bello
Jeannette Bengoa Lazarte
Richard Bernstein
Violeta Bermúdez
Gustavo von Bischoffshausen
Andrés Blondet,
Manuel Boluarte
Juan Raúl Borea
Ruth Borja Santa Cruz
Beatriz Boza
Manuel Burga Díaz
Jo-Marie Burt
Roberto Bustamante
Minda Bustamante
Víctor Caballero
Marisa Cabieses
Violeta Cáceres
Linda Calmet
Maxwell A. Cameron
Max Cameron
Lissy Canal
Cristina Campos
Pilar Cantella
Carlos Castro
Enrique Cortez
José Luis Carbajo
Elizabeth Carrasco Zúñiga
Luis de las Casas
Cristina Castillo
Rosa Castro
Ricardo Caro
Julio Carrión
Julio César Castillo
Constantino Carvallo
Jonathan Cavanagh
Hernán Chaparro
Julio Chávez Achong
Jorge Chávez
Esperanza Chávez-Cabello
Nora Chávez-Cabello de Pujazón
Nancy Chapell
Raul Carlos Francisco Chiappe Tafur
María Ángela Cánepa
Liliana Canta Misari
Patricia Capellino de Piaggio
Leopoldo Caravedo Molinari
Fanny Cebrejos Dorregaray
Nélida Céspedes
Renzo Chiri Márquez
Sigfredo Chiroque Chunga
Gonzalo Cobo
Pilar Coll
José M. Coloma
Pilar Coll Torrente
Carlos Contreras
Juan Carlos Cortazar
Angelina Cotler
Patricia Cottle
Inés Cottle Pazos
Alice Mary Cottle Pazos
Juan Carlos Cortés
Gino Costa
Elizabeth Crosby Bustamante
Emer Cuba
Severo Cuba
Antonio Cruz Cubas
Gloria Cubas
Santiago Cueto
Jennie Dador
Eduardo Dargent
María del Pilar Pineda Flores
Marisol de la Cadena
Ernesto de la Jara
Fernando de Szyszlo
Levy del Águila Marchena
Henry Dietz
Hugo Dias
Giancarla Di Laura
Paulo Drinot
Yolanda Drinot De Echave
Joanna Drzewieniecki
Pilar Dughi
Alberto Durant
Etienne Durt
Cathy Eibenschutz,
Alejandro San Martín
Percy Erazo Aybar
Francisco Eguiguren
Antonio Espinoza
Eleonora Falco
Gustavo Faverón
María Isabel Fernández
Carlos Fernández Sessarego
Flavio Figallo
Susan Fitzpatrick Behrens
Juan Fonseca
David Florez Boza
David Flórez
Lydia Fossa
David Florez Boza
Rocío Franco
Carlos Franco
Pedro Francke
Gabriela Freyre
Ricardo Furman
Jacqueline Fowks
Agustín Gamaboa Quispe
Gladys Gamarra Bozano
Pedro Gamio
Iván García
Luis Raúl García Céspedes
Roxana García-Bedoya
Valeria Garcia Cannock
Diego García Sayán
Eduardo Gastelumendi Dargent
Pilar Gavilano Llosa
Adolfo Gazzo
Miguel Giusti
Juan C. Godenzzi
Estela Gonzalez A.
Laura Esther Gonzalez Florez
Efraín González de Olarte
Alberto Guerra Garcia
Hugo Guerra
Lisbeth Guillén
Alfonso Gushiken
Gustavo Gutiérrez
Luis Guzmán-Barrón Sobrevilla
José Grández
Soledad Hamann
Max Hernández
Ibis Henríquez de Astete
Narda Henríquez
Sonia Henríquez Gil
Alfredo Herrera
Jesús Herrero
Claudio Herzka
Liliam Hidalgo
Edgar Huaccho Bustamante
Rene Huanca Ramos
Lizardo Huamán
Paul Huamán
Shane Hunt
Miguel Huerta
Manuel Iguiñiz
Natalia Iguiñiz
Carlos Indacochea
Juan Infante
Marina Irigoyen
Iris Jave
Nils Jacobsen
María Teresa Jiménez
Charles D. Kenney
Marcia Koth de Paredes
Nathalie Koc-Menard
Atusparia Krupskaia Cueva
Cecilia Larrabure Simpson
Hans Landolt
Mirko Lauer
Anna María Lauro
Armando Lazarte
Patricia Legoas
Roberto Lerner
Rafael León
Kela León
Fabiola León Velarde
Fanny León
David Lobatón
José Lombardi Indacochea
María Rosa Lorbés
Iván Lucich
Patricia McLauchlan
Ivonne Macassi
Roberto Machado
José Carlos Machicao
Isabel Manrique Castro
Carmen Masías
Maripaz Martinez del Solar
Elzbieta Matynja
Geraldine Maurer
Enrique Mayer
Cynthia McClintock
Percy Medina
Esperanza Medina de Miranda
Angela Meentzen
Cecilia Méndez G.
Aida Luz Mendoza Navarro
César Inca Mendoza Loyola
Rene Meza Velásquez
Winfried Mitterer
Carlos Monge
Mayu Mohanna
Martín Monsalve
Rodrigo Montoya
Tomás Montoya
Paula Muñoz
Edmundo Murrugarra
Juan Eduardo Musso
Hugo Neira
Carlos Núñez
Marcos Obando Aguirre
Suzanne Oboler
Kazuo Ohgushi
Almerindo Ojeda
Patricia Oliart
Carmen Ollé Nava
Cecilia O’Neill de la Fuente
Augusto Ortiz de Zevallos
Gabriel Ortiz de Zevallos
Felipe Ortiz de Zevallos
Juan Ossio
Luis Pacheco Romero
Fernando O'Phelan
Rosa María Palacios
Hugo Palma
Orlando Plaza J.
Bertha Pancorvo
Carlos Parodi
Moisés Palomino
Aldo Panfichi
Jorge Parodi
Pepi Patrón
Santiago Pedraglio
María Angélica Pease
Alberto Péndola
César Pezo del Pino
María Teresa de la Piedra
Elena Piazzon
Luisa Pinto
Manuel Piqueras
Alfredo Pita
Alonso Polar
Carmen Ponce
Juan Manuel Ponce Huamaní
Fernando A. Ponce
Gonzalo Portocarrero
Gabriel Prado
Laura Puertas
Álvaro Puga Capelli
Víctor Manuel Pujazón Ezeta
Rolando Quesada
Andrea Querol
María Teresa Quiñones
Paola Quiroz
Pablo Quintanilla
Teresa Ralli
Melina Ramírez
Liliana Regalado
Ilse Rehder
Juan Rejas González
José Luis Rénique
María Isabel Remy
Carlos Reyna
Patricia Reyna Sánchez
Alex Reyes Castillejo
Iván Rivera
Carlos Rivera Rua
Henry Ernesto Robles Rentería
Elena Rodas
Alejandro Rojas
Ricardo A. Romero
Gustavo Rodríguez
Hugo Rodríguez
Yolanda Rodríguez
Miguel Rodríguez Mondoñedo
Rafael Roncagliolo
Alejo Rojas
Fernando Romero
Luisa Rosales de Herreros
Fernando Rospigliosi
Stéphanie Rousseau
Marcial Rubio Correa
Miguel Rubio
Jim Rudolph
Alonso Ruiz Rosas
Matilde Ruderman, Buenos Aires
Patricia Salas O´Brien
Daniel Salas Díaz
Óscar Salas Acosta
Frank Salomón
Abelardo Sánchez León
Luis Alberto Sandoval
Miguel Santillana
Aldo Santos Arias
Antonio Salazar
Catalina Salazar Herrera
Hugo Salazar M.
Enrique Salazar Sánchez
Francisco Santa Cruz
Alejandro Santa María
Jorge Santistevan de Noriega
Violeta Sara-Lafose
Lia Seminario
Dimitri N.Senmache Artola
Carlos Senmache San Bartolomé
David Scott Palmer
Gregory D. Schmidt
José Siancas Gamboa
Mike Shifter
Juan Carlos Shiappa – Pietra
Abraham Siles Vallejos
Rocío Silva Santisteban
Ricardo Soberón
Sandra Soria Mendoza
Manuel Sotomayor
Silvia Spitta
W. W. Stein
Martín Scurrah
Patricia Tagle
Patricia Tagle Barton
Ana María Tamayo
Martín Tanaka
Livia Tapia Ríos
Fernando Távara
Teivo Teivainen
Raúl Tola
Rolando Toledo
María Pía Tomatis Rodríguez
Javier Torres
Carlos Tovar Samanez
Cecilia Tovar Samanez
Carolina Trivelli
Fidel Tubino
Fernando Tuesta Soldevilla
León Trahtemberg
Ricardo Uceda
Mayen Ugarte
Dario Ugarte
José Ugaz
Paola Ugaz
María Eugenia Ulfe
Matilde Ureta Caplansky
Francois Vallaeys
Rocío Valdeavellano
Ricardo Valdéz
Ricardo Valverde
Bruno Van der Maat
Mario Vargas Llosa
Stefano Vanese
Walter Varillas
Juan Fernando Vega
Imelda Vega-Centeno B.
Máximo Vega Centeno
Ángela Velásquez
Odette Velez
Sandro Venturo
Dante Vera
Rosa I Vera Solano
Vanessa Vértiz
Ismael Rubén Vargas
Ricardo Vásquez Suyo
Rafael Velarde Ramírez
Víctor Vich
George Vickers
Carmela Vildoso
Victoria Villanueva
Bethzabeth Villanueva Tarrillo
Alfredo Villavicencio
Fernando Villarán
Susana Villarán
Rosa Villarán
José Miguel Vivanco
Félix Vivanco
Charles Walker
Richard Webb
Carlos Wenceslao Senmache Artola
Carolyn Wolfenzon
Vicente Yufra Condori
Deborah Yashar
Gina Yáñez
Coletta A. Youngers
Octavio Zagazeta
Alonso Zarzar
Verónica Zavala
Felipe Zegarra Russo
Emma Zevallos Aguilar
Lorenzo Zolezzi
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