tag:blogger.com,1999:blog-39987902883183163592024-02-19T17:24:51.779-08:00Virtù e Fortuna 1Martín Tanakahttp://www.blogger.com/profile/06050485380124561809noreply@blogger.comBlogger29125tag:blogger.com,1999:blog-3998790288318316359.post-33694490979031910522011-02-28T10:04:00.000-08:002011-02-28T11:54:27.948-08:00El rescate de la tradición, de Alberto Flores Galindo.<br />Prólogo a Carlos Arroyo: <em>Encuentros. Historia y movimientos sociales en el Perú</em>. Lima, Memoriangosta, 1989, p. 9-21.<br /><br />EL RESCATE DE LA TRADICIÓN<br /><br /><em>«En toda época deberá hacerse de nuevo el intento de rescatar la tradición frente, a un conformismo que está a punto de aplastarla... Sólo tendrá el don de avivar la chispa de la esperanza en el pasado el historiador que esté firmemente convencido que ni siquiera los muertos estarán seguros frente al enemigo si éste triunfa. Y este enemigo no ha dejado de ser vencedor.»<br /></em>Walter Benjamín<br /><br />EL PERÚ es un país en crisis. Nos encontramos en medio de una de esas encrucijadas históricas en las que se termina poniendo en juego todo el destino de una colectividad. Aunque ignoramos el resultado de la confrontación, sí estamos seguros de que a la vuelta de algunos años, este país, para bien o para mal, en beneficio de unos o a costa de otros, será muy distinto que lo que ahora es. En estas circunstancias, los intelectuales (y no sólo ellos), buscan afanosamente respuestas a sus interrogantes. A veces vuelven la mirada hacia el pasado pero evidentemente no puede esperarse que allá encuentren una imagen libre de las tensiones y angustias del presente. Todo lo contrario.<br /><br />A lo largo de este libro, Carlos Arroyo entrevista a diversos historiadores peruanos. Específicamente diez historiadores, a los que se suman tres antropólogos y un periodista. Los temas tratados comprenden un amplio marco cronológico, desde el país de los incas hasta el Perú actual. Los entrevistados pertenecen a distintas generaciones y responden a diversas preocupaciones pero, a pesar de todo, hay a lo menos, dos temas en común: la cuestión de la identidad y el redescubrimiento del mundo andino.<br /><br />Llama la atención la profusión de estudios recientes sobre el mundo andino. Una sucinta enumeración nos llevará a recordar los libros de Juan Ansión, María Rostworowski, Scarlett O'Phelan, los que siempre acostumbra publicar Luis Lumbreras, la obra de los hermanos Montoya, los prólogos de Pablo Macera, los artículos de Alfredo Torero, los estudios de Manuel Burga y Nelson Manrique, los ensayos míos, sin omitir a Víctor Domínguez, Wilfredo Kapsoli, Rosina Valcárcel o las revistas <em>Tierra Adentro</em>, <em>Allpanchis </em>o <em>Márgenes</em>. Todo esto incomoda a muchos. Lamentablemente no sólo a los intelectuales de derecha. Es así como se ha acuñado el término –con evidente connotación despectiva– de «neo-indigenismo» [1].<br /><br />Se atribuye a la preocupación que algunos tenemos por lo andino un contenido, en el mejor de los casos, romántico, pasadista, resultado del afán de huir del presente y de buscar algo de que asirse en el pasado[2]; en el peor de los casos se trata de ingenuos que se han puesto al servicio del senderismo, si no son aliados conscientes del terrorismo. Esto se escribe a veces. Lo hizo, por ejemplo, José Tamayo en un libro sobre problemas regionales[3]. Pero, con más frecuencia se comenta, sugiere y desliza siguiendo los viejos mecanismos del chisme limeño o del correo de brujas. Para construir esta imagen del «neo-indigenismo» ha sido preciso hacer un bloque homogéneo de casi todos los preocupados por el mundo andino. Pero éste es un supuesto bastante fácil de desbaratar. Para ello sería suficiente leer con alguna atención –no mucha– los libros de Burga y míos, para descubrir que al lado de acuerdos, existen evidentes diferencias. Nelson Manrique ha discutido el ámbito espacial y temporal de la utopía andina[4]. Henrique Urbano, en la <em>Revista Andina</em>, hizo un agresivo comentario del libro de Ansión, obra en la que si bien se trabaja con material oral, se lo hace en una perspectiva bastante distinta de la utilizada por los hermanos Montoya. Creo que las entrevistas que aquí reúne Arroyo servirán para mostrar los acuerdos y las diferencias entre los supuestos «neo-indigenistas». La mayoría de los entrevistados son marxistas pero cada uno asume de manera peculiar este método.<br /><br />Decía leer con alguna atención porque quien haya ido más allá de la carátula de mi libro podría haberse dado cuenta de que la tesis central no era precisamente seguir <em>Buscando un Inca</em>, sino dominando los recuerdos, utilizando la carga pasional de la utopía andina y recurriendo a elementos del pasado (como la tecnología tradicional), tratar de fundar un discurso nuevo, radicalmente diferente, que permita sustentar un proyecto socialista. Es decir, pensar la tradición desde el futuro. Sin embargo, ocurre que no se lee. ¿Por qué? Obviamente porque se suponen los contenidos[5]. Es lo que ocurre en un debate. Mejor dicho –porque todos los debates lo son casi por definición–, cuando el ambiente se carga de pasiones. La vida intelectual ha terminado arrastrada por cualquiera de los muchos remolinos que nos rodean ahora en el Perú.<br /><br />Creo que esto es expresión de un ambiente de intolerancia que tiende a dominar la escena intelectual. Frente a un fenómeno como el senderismo no existe la posibilidad de estudiarlo o analizarlo; sólo cabe la condena más rotunda, hasta bordear en el reclamo de la pena de muerte. Con unos o con otros. No hay término medio. La lógica del terror o de las zonas de emergencia traspuesta al mundo universitario. Si un autor no muestra que a lo menos escribe desde el poder, razonando como si fuera un miembro de las fuerzas armadas o un sociólogo asimilado a la policía, se vuelve un sospechoso. Lo peor es que quienes comparten estas apreciaciones se consideran a sí mismos como demócratas. La democracia, en realidad, es una difícil práctica cotidiana que se debe ejercer en todos los espacios, incluida la cátedra universitaria o los cafés de las instituciones.<br /><br />Pero el ejercicio de la democracia resulta muy difícil en un ambiente cercado por el miedo. El temor es, en realidad, el reverso de la intolerancia. La mejor manera de mostrar que uno no está apestado por el virus del senderismo, que no forma parte de esos nuevos leprosos, es acusar a otro de ser tal: la vieja lógica de los <em>pogrom </em>medioevales. Para entender esto hay que reparar en que el «senderismo» se ha terminado encontrando con otros fenómenos, como el incremento de la pobreza urbana, los cercos de miseria que rodean a las ciudades, el ascenso de la criminalidad y la delincuencia todo lo cual, ha resucitado a los «fantasmas de la clase media». «Una sensación de inseguridad invade el ánimo de los sectores medios. En los barrios residenciales las ventanas se enrejan, las casas se amurallan y las calles se pueblan de wachimanes»[6]. Este es el medio social en el que viven los intelectuales. Sus centros de trabajo –universidades o institutos de investigación– también deben rodearse de sistemas de vigilancia y protección.<br /><br />En esas circunstancias, el ropaje académico con el que se han pretendido revestir a las ciencias sociales no sirve de mucho, si es que no se prescinde de la ética. Hacer del Perú sólo un tema de estudio. Es el precio que se paga para ser admitido en el mundo académico nacional (o internacional). El lenguaje cambia. Así como en el discurso de la derecha una masacre se convierte en un exceso, la izquierda (o una parte) prefiere no seguir hablando de miseria o explotación. Un lenguaje neutro: sin una tonalidad definida. Desde esta perspectiva no hay nada más reprochable que confundir las opciones con el análisis. Si alguien lo hace, es un romántico y su discurso se invalida como tal. Tras la acusación de «neo- indigenismo» –la evocación de un juzgado resulta inevitable–, subyace el rechazo al compromiso vital con los temas de estudio. No nos quejemos demasiado: es la temperatura del país. Sin embargo, en la acuñación de ese término, es preciso admitir ciertos elementos constatables. Efectivamente, una vertiente trazada entre quienes están preocupados por lo andino ha conducido a la recreación añorante del pasado. Ocurre entre quienes han apostado por la recuperación de la tecnología nativa: creen encontrar en el mundo prehispánico, una panacea para la agricultura peruana y su deficitaria producción de alimentos, sin reparar en que andenes y camellones formaban parte de una determinada estructura social, para un época en que el Perú tenía menos población que ahora y sin los desequilibrios actuales en beneficio de la ciudad y a costa del campesinado. También existe el romanticismo de los llamados movimientos indianistas: los editores de <em>Pueblo Indio</em>. Ellos sí son una efectiva prolongación del indigenismo en nuestros días. El indigenismo, en efecto, no ha muerto en las ciencias sociales y tampoco en la literatura. (Aunque en este terreno han pasado inadvertidos textos de la calidad de <em>Los Ilegítimos</em>, publicado por Hildebrando Pérez Huarancca).<br /><br />Resulta paradójico sindicar a los supuestos «neo-indigenistas» como personas empeñadas en olvidar el presente, porque ocurre que precisamente algunos de ellos se han empeñado en escribir sobre la actualidad más inmediata. Recuerdo aquí los artículos de Rodrigo Montoya sobre Ucchuraccay: una verdadera campaña en la que no fue acompañado por otros antropólogos; textos que el mismo Montoya, Luis Lumbreras o Nelson Manrique han escrito sobre la guerra sucia o las masacres de estos años. Pero a muchos científicos sociales –en particular del gremio de antropólogos–, lo andino ha dejado de interesarles. No quieren salir al campo. Prefieren la ciudad. Cierran los ojos ante esa cifra ignominiosa de cerca de 15,000 muertos, la mayoría de ellos campesinos. Tampoco les interesa –en el verdadero real sentido de la palabra– que el año pasado el Perú tuviera el récord de desaparecidos en el mundo (79 personas) y que la mayoría de esas víctimas fueran campesinos.<br /><br />Lo andino, de ayer y hoy, está en debate. Curiosamente la formulación más sugerente en contra de lo andino proviene de un intelectual de izquierda. Carlos Iván Degregori ha planteado que en la cultura popular peruana, a partir de los años 50, se habría producido una especie de revolución mental: el mundo tradicional sustituido por el nacimiento de una modernidad popular. Se refiere así a que «el viejo mito de Inkarri va siendo reemplazado de manera creciente por otro: el mito del progreso»[7]. Dejemos a un lado la contradictoria fórmula de «mito del progreso», términos en sí mismos contrapuestos, como debiera saberlo cualquier antropólogo. Más importante es subrayar esa manera de concebir a la cultura popular como un todo homogéneo al que se le puede atribuir un solo contenido; un proceso que marcha en una misma dirección y que posibilita por lo tanto delimitaciones temporales muy nítidas: antes Inkarri, ahora el progreso. Pero esa cultura popular siempre ha sido más compleja abrigando en su interior cosmovisiones contrapuestas y distintos valores. Es el resultado de las creaciones propias de las clases dominadas y de todos los otros componentes asimilados o impuestos por otras clases. Esta heterogeneidad es todavía mayor en un país colonial que, además, tiene tras sí varias tradiciones culturales. Desde luego, se intensifica y amplía en tiempos de crisis.<br /><br />En la actualidad, en la cultura andina coexisten tanto la esperanza en el progreso como la vuelta al pasado, a veces de manera conflictiva y en otras ocasiones, conviviendo hasta en el interior de un mismo individuo. El mito de Inkarri se lo encuentra todavía junto con relatos orales, representaciones teatrales, canciones en quechua, creaciones que expresan con frecuencia el rechazo a la modernización. Pero esto no significa negar que pueda existir también una versión negativa del Inca, como la que se escenifica en ciertos pueblos del valle del Mantaro. En estos dilemas no se agota la cultura andina, habitada también por <em>pishtacos</em>, cabezas voladoras y otros seres que producen angustia y temor. La cultura andina es, de otro lado, el reclamo de la escuela, el entusiasmo por el cemento y la calamina, la esperanza en la migración a Lima. Así como son hombres andinos quienes han edificado sus viviendas en medio del arenal, lo son igualmente aquellos que han imaginado ese culto de salvación que es la «Iglesia Israelita del Nuevo Pacto Universal» (Marco Curátola).<br /><br />Degregori supone que la migración es una ruptura con el pasado. En parte sí, pero las conexiones con esa tierra que queda atrás se mantienen través del parentesco, las instituciones regionales, el regreso periódico a la comunidad. Nuestra época, cuando supuestamente se produce el ocaso de lo andino, es también la época en que la organización comunal se propala por todos los Andes. Mientras desaparecen los gamonales y las haciendas, las comunidades llegarán hasta cerca de 5,000 (reconocidas). En la ciudad, las asociaciones de provincianos serán el soporte social que hace posible la reproducción, en el medio urbano, de la reciprocidad y la ayuda mutua. Es prematuro, a veces, dar por muerto al pasado. ¿Volver atrás? El desafío que implican ideas como la utopía andina es la posibilidad de encontrar un camino propio: esa explosiva aleación entre lo nuevo y lo viejo que Mariátegui resumió al hablar de la «heterodoxia de la tradición». Pero, ¿se trata de proponer una síntesis o de elaborar un proyecto radicalmente nuevo?<br /><br />En un país como el Perú se puede hacer algo más trascendente que abrir puertas y ventanas a la modernidad: someterla a una crítica, desde un espacio atrasado y marginal, que ha debido soportar los costos de la modernización y que tiene tras de sí otras tradiciones culturales. Hay que deslindar –como lo hace Aníbal Quijano– entre conceptos que no son equivalentes: modernidad, modernización, cultura occidental. Se corre el riesgo de que, al elogiar la modernidad, estemos haciendo una velada defensa del capitalismo. Por eso resulta imprescindible introducir en la discusión la perspectiva socialista. ¿El socialismo es la prolongación de la modernidad o, por el contrario, su abolición? La polémica entre Marshall Berman y Perry Anderson. Prescindiendo de esta discusión, Berman es citado entusiastamente por Degregori pero Lima o San Martín de Porres no obedecen al mismo modelo de New York o el Bronx, desde donde se elaboró <em>Todo lo sólido se desvanece en el aire</em>... La discusión sobre lo andino es una invitación a pensar desde nuestro propio entorno. Situar nuestro pensamiento. La búsqueda de respuestas propias: un desafío a la creatividad[8]. Para ello, tal vez, no habría que seguir dando vueltas a la disyuntiva entre modernidad y tradición y volver a poner en el centro del debate el cambio social, Degregori y sus amigos terminan el libro <em>Conquistadores de un nuevo mundo</em>, ubicando a los migrantes a Lima entre la «disgregación regresiva a la recomposición democrática» (p. 296). También podrían considerar otras opciones. La revolución, por ejemplo.<br /><br />En estos últimos años ha emergido una corriente ideológica que quiere negar enfáticamente el pasado de este país. En el empeño de abrir todas las puertas y ventanas al mundo Occidental, han transpuesto mecánicamente el discurso liberal de la economía al campo de la cultura; en nombre de la libertad quieren deshacerse de lo que terminan calificando como el lastre andino. Es el pensamiento de la nueva derecha peruana. A diferencia de sus antepasados (los Riva Agüero, García Calderón o Belaúnde), los principales intelectuales de derecha hoy, desvaloran la historia. Su terreno privilegiado es la Economía. Por eso, un caso raro es Fernando Iwasaki joven historiador que merodea al Instituto Libertad y Democracia, que comparte ese menosprecio y desdén, no por la Historia pero sí por lo andino. «La cultura andina subsistirá y crecerá –dice Iwasaki– si cumple una función en la reproducción social y la división del trabajo necesarias para la expansión del capitalismo»[9]. Aquí modernidad es, sin reparo alguno, sinónimo de capitalismo y occidentalización. Más transparente no podría ser: el destino de los dominados dependiendo de la lógica del capital. La defensa de la imposición cultural. Esta afirmación resulta coherente con un autor para quien el Perú comenzó con la conquista y los encomenderos fueron, por lo tanto, los primeros peruanos. «Las circunstancias y una serie de lealtades contradictorias hicieron que los encomenderos –y no los hombres andinos– ¬hicieron suyo el Perú y lo defendieron ante las pretensiones de la metrópoli» (p. 18). Así, con una frase rotunda queda abolida de la memoria la resistencia indígena, la visión de los vencidos y todo el trabajo de los etnohistoriadores. Iwasaki hace una explícita defensa del Perú de los Pizarro. El prologuista del libro –un historiador del mundo andino– debería estar en desacuerdo con estos argumentos pero, a veces, incluso entre historiadores que se consideran académicos, más importante es la ideología que el análisis científico. Franklin Pease no dice nada específico acerca de la obra que presenta. Otro tanto ha sucedido con los muchos comentaristas convocados por Iwasaki, interesados antes que en el contenido de su libro, en subrayar que el autor es joven y no es marxista, después de lo cual se desbordan, como Patricio Ricketts, en parrafadas anticomunistas (<em>Expreso</em>, 21 VIII-1988, p. VIII). Los mecanismos de la publicidad traspuestos a la vida académica: las imágenes por encima de los contenidos. Todo esto es parte de los afanes por tratar de reconstruir un espacio intelectual de derecha y recuperar una iniciativa que tenían perdida.<br /><br />El libro de Iwasaki, <em>Nación peruana: entelequia o utopía</em>, termina siendo la realización cabal de su subtítulo, <em>Trayectoria de una falacia</em>. En efecto, comienza no precisamente criticando a los autores marxistas sino a esos historiadores para quienes «la Peruanidad ya está definida», y así, con mayúscula, es un evidente reproche a Víctor Andrés Belaúnde, autor de un libro que llevó precisamente ese título. Luego añade, refiriéndose a este autor o a Riva Agüero, que «su versión de la historia nacional es tan idílica que raya con lo irreal, y tan débil en sus fundamentos teóricos que ya no satisface a un sentido común sacudido por la crisis y la violencia» (p. 1). En la página siguiente arremete contra quienes han querido hacer de la nación peruana un mito, negar su realidad, convertirla en una entelequia, en el sentido vulgar de la palabra, es decir, los marxistas. A éstos es a quienes, más adelante, denominará los «modernos sociólogos», hurtando una expresión acuñada por Belaúnde a comienzos de siglo para referirse a sociólogos europeos, pero Iwasaki habla de peruanos de estos días y casi nada de sociólogos (apenas se menciona el apellido Quijano o Cotler, omitiendo a muchos otros), sino de historiadores, y de unos pocos, centrando al final sus baterías casi en uno solo. «Modernos sociólogos» es un nombre equívoco cuyo uso conduce al autor a terminar repitiendo lugares comunes enrostrados siempre a los marxistas: son economicistas, no tienen patria, propalan el odio, sin tener en cuenta que han sido algunos de esos materialistas ateos quienes introdujeron en el Perú la historia de las mentalidades (Burga), argumentaron la existencia de una conciencia nacional entre los campesinos enfrentados a la invasión chilena (Manrique) o han inundado las librerías con textos sobre la democracia. Se cae en los viejos argumentos «conspirativos»: la voluntad tenebrosa que mueve hilos y subyace tras cualquier libro. El hedor a anticomunismo es demasiado penetrante: «La utopía andina corre el riesgo de ser la estrategia y el ropaje que de ahora en adelante asuma el marxismo en el Perú para el mangoneo de las conciencias» (p. 221) dado que el autor considera que no requiere de fundamentación alguna afirmar que «'los modernos sociólogos' procuran insuflar de odio las protestas populares y deificar los más protervos actos de violencia» (p. 137). Entonces –puede concluir cualquier lector–, sólo queda expulsarlos de la República de las Letras.<br /><br />La intolerancia juega malas pasadas. Es así que Iwasaki, después de haber arrancado criticando a los historiadores tradicionales, termina defendiendo a Belaúnde, haciendo el elogio de Bartolomé Herrera (a quien a pesar de las citas que él mismo hace se empeña en presentar como progresista) y confesando al final que «nuestro objetivo principal a todo lo largo de esta obra, ha sido demostrar que la nación peruana no es un mito y que ella está por encima de las frustraciones colectivas, de lo compromisos ideológicos, de las circunstancias inmediatas o de la hegemonía de cualquier clase social» (p. 231). Es decir, por encima de todo y de todos: en el inasible reino del espíritu. ¿Dónde quedó la actitud crítica o la supuesta «rigurosidad metodológica» que habría aprendido de sus también supuestos maestros marxistas?<br /><br />La incoherencia es, en realidad, resultado de una crítica al marxismo que no quería ser la defensa de una ideología tradicional sino la postulación de otra concepción de la historia peruana: un discurso nuevo y original que fuera más allá, en dirección al futuro. Evidentemente si el autor termina repitiendo a Belaúnde y construyendo al final frases como las que criticaba en su introducción, hay que admitir que no lo consiguió. No es tan claro si se trata de un fracaso o un engaño. ¿Se quería elaborar realmente un nuevo discurso o simplemente cambiar el ropaje de una vieja monserga? Para quienes consideran que lo único importante es la edad de Iwasaki y su filiación ideológica, está pregunta no interesa lo más mínimo. Existe una vertiente del pensamiento de derecha a la que sólo preocupa vender o imponer imágenes: los publicistas en el sentido estricto de la palabra. Para ellos la carátula prima sobre el contenido. Así por ejemplo no tiene ninguna importancia que muy pocas personas (entre los que forma habitualmente el público lector peruano) puedan abrir o leer las páginas de <em>Perú promesa</em>: lo único que interesa es mostrar el libro y dar una inasible aura intelectual al empresariado peruano. No es por azar que en la empresa de elaborar ese libro se hayan asociado una universidad privada con una agencia de publicidad[10].<br /><br />En cambio, si tomamos algo más en serio a Iwasaki y leemos su libro, nos puede interesar explicar su fracaso en la construcción de un nuevo discurso historiográfico. Falta de creatividad e imaginación sería una respuesta. El poco conocimiento de otras corrientes historiográficas no marxistas que lo hubieran podido inspirar, sería otra. Tal vez ocurre en la historiografía lo mismo que en la política: el movimiento Libertad que se postula como nuevo ha tenido que cargar con esos lastres que son el PPC y AP, así como Iwasaki ha terminado resucitando al fantasma de Bartolomé Herrera. Esto es sin embargo un paralelo entre opciones políticas e intelectuales, y no una explicación. En ambas situaciones, la dependencia del pasado no se debe a la fuerza de la tradición conservadora (casi inexistente ahora en el campo historiográfico) sino más bien a la dificultad para mirar creativamente el futuro. Pareciera que el pensamiento crítico sólo es posible –a lo menos en un país como el Perú– si se asume el punto de vista de los dominados. El fracaso de <em>Nación peruana: entelequia o utopía</em>, tendría una explicación social.<br /><br />La historia es un campo de discusión. Resulta lógico en tiempos de crisis. Pero todavía más en una sociedad donde los viejos discursos ideológicos y los patrones de dominio tradicionales parecen no funcionar. Se cuestiona a los dominadores. Hay una crisis de hegemonía. Frente a estas circunstancias, los empresarios quieren poner alto a ese supuesto desborde popular e imponer las reglas de juego que deben regirnos más allá del año 2000. Fernando Iwasaki no es un historiador convencional que sólo sepa transitar entre su cátedra y el archivo. Lee los periódicos, ve la televisión (parece muy sensible a los medios de comunicación de masas) y ha tratado de elaborar, de acuerdo con los tiempos, un libro de historia que fuera también un texto político. Aunque sin mucho sustento, escribe con entusiasmo y convicción. El apasionamiento le otorga a veces un tono plausible a sus afirmaciones. La recuperación del terreno supuestamente perdido frente al marxismo, lo conduce a reclamar para el pensamiento de derecha todos esos espacios de los que habría sido desalojado: la escuela, la universidad, el periodismo. Termina viendo marxistas por todos lados. Sospecha de casi todos sus profesores en la Universidad Católica. La intolerancia tiene a veces rasgos paranoides. En todo caso, aunque ese nuevo discurso historiográfico no haya tenido una feliz formulación, ha sabido reclamar para sí todos los espacios. Es evidente su inspiración autoritaria. En las páginas de <em>Nación peruana: entelequia o utopía </em>advertimos los ecos de esos empresarios que reclaman todo el poder. Sin embargo, en el discurso ideológico que tratan de elaborar, la Historia queda como una pariente pobre: son modernos, no les interesa la tradición. El proyecto de Iwasaki, por esto, tiene un frágil sustento social.<br /><br />Al pensamiento de izquierda, en cambio, si le debe interesar el pasado en la medida en que no se deje arrastrar por la corriente de transnacionalización de la cultura y se empeñe en encontrar una vía alternativa para el desarrollo del país. En este sentido, una mirada crítica sobre la historia peruana conduce a cuestionar el derrotero que se le impuso a este país desde el siglo XVI. A buscar, por lo tanto, una alternativa radicalmente distinta. El pasado remite no sólo al presente, también al futuro. Es la dimensión subversiva que termina asumiendo la Historia. Pero ello sólo es posible si no se olvida que existen vencedores y vencidos.<br /><br />El reportaje periodístico, con las preguntas incisivas de Arroyo y el registro fiel de las respuestas grabadora en mano, permite tomar la temperatura de una bullente vida intelectual y política. Pero, Arroyo no sólo registra y transcribe: antes que nada pregunta. Se trata de un periodista, que ha recorrido diversas redacciones de periódicos y revistas, trabajando siempre en condiciones difíciles pero, a la vez, atento a las nuevas preocupaciones y dándose siempre tiempo para estar informado de lo que se acaba de publicar no sólo aquí, sino también fuera del país. Lector acucioso y hombre fiel a su profesión que, según Antonio Cisneros, puede ser el último refugio de las letras y las humanidades. Contagiado por el oficio de Carlos Arroyo he escrito estas páginas al correr de la máquina, con tanto apasionamiento como sinceridad.<br /><br />[1] Sólo para Indicar las referencias bibliográficas de los libros publicados éste y el año pasado: Fernando Iwasaki: <em>Nación peruana: entelequia o utopía</em>, Lima, Crese, 1988; Juan Ansión: <em>Desde el rincón de los muertos</em>, Lima, GREDES, 1987; María Rostworowski: <em>Historia del Tahuantinsuyu</em>, Lima, IEP, 1987; Rodrigo, Edwin y Luis Montoya: <em>La sangre de los cerros</em>, Lima, CEPES, 1987; Scarlett O´Phelan: <em>Un siglo de rebeliones anticoloniales. Perú y Bolivia 1700-1783</em>, Cusco, Centro de Estudios Regionales Andinos Bartolomé de las Casas, 1988; Pablo Macera: <em>La leyenda de los hombres verdes </em>(prólogo), Lima, Banco Agrario, 1988; Manuel Burga: <em>Nacimiento de una utopía</em>, Lima, Instituto de Apoyo Agrario, 1988; Nelson Manrique: <em>Yawar Mayu</em>, Lima, DESCO, 1988; Víctor Domínguez: <em>Heroica resistencia de la cultura andina</em>, Huánuco, CREA, 1988; Rosina Valcárcel: <em>Mitos. Dominación y resistencia andina</em>, Lima, Universidad Nacional Mayor de San Marcos, 1988.<br /><br />[2] Carlos Iván Degregori: «Carnaval por la vida», en <em>Quehacer </em>N° 55, noviembre de 1988, Lima, DESCO, p. 101.<br /><br />[3] José Tamayo: <em>Regionalización: mito o realidad e identidad nacional: utopía o esperanza</em>, Lima, Centro de Estudios País, 1988. En este libro Tamayo sindica como sospechosa de «senderismo» a la «utopía andina». Entonces todavía no circulaba el libro de Manuel Burga: <em>Nacimiento de una utopía</em>. El autor se basa en la respuesta que a una pregunta suya habría dado Burga. El libro, en particular por estos supuestos deslindes, fue elogiado por dos directores de centros de investigación, Francisco Guerra (CEDEP) y Efraín Gonzáles (IEP). Obviamente no habían podido leer el libro de Burga y sospecho que tampoco el mío.<br /><br />[4] Nelson Manrique: «Historia y utopía en los Andes», en <em>Debates en Sociología</em>, (próxima publicación).<br /><br />[5] Un caso entre patético y ridículo es la reseña que sobre <em>Buscando un inca </em>publicó la revista <em>Hisla</em>. En ese libro insisto repetidas veces en que la utopía fue un resultado del encuentro entre la memoria y la imaginación colectiva. En ningún momento digo que se tratara de un discurso verdadero; por el contrario, se habla de una creación, de una invención colectiva. Un testimonio de su vigencia en nuestros días se encuentra entre esos escolares que siguen imaginando al mundo incaico como una sociedad homogénea, feliz, sin explotación. Pero Enrique Mayer me atribuye pensar literalmente todo eso acerca del imperio incaico. Ensaya una refutación y discute la pertinencia de un juicio sobre el pasado sustentado en ingenuas encuestas a escolares contemporáneos. ¡Un disparate! Lo único que se puede pensar es que ese señor no sabe español y entendió otro texto. Pero los editores de <em>Hisla </em>sí saben español, deben leer lo que publican y dice mucho de su seriedad que hayan admitido esa reseña. Como es probable que alguien dude de mí, lo citaré literalmente:<br />«Pero lo más divertido es la intención del autor de sostener que los Incas tuvieron efectivamente una Utopía Andina. El llega en esto tan lejos que toma para sí las respuestas obtenidas en una encuesta para escolares donde se les preguntaban sí los Incas vivieron, o no, bajo una sociedad justa y equilibrada. Flores concluye que el 68% respondió afirmativamente. Sin embargo, la confianza depositada en tales métodos nos dan buenas señales de un provincialismo auto congratulatorio de los intelectuales limeños y no de un desarrollo de la Historia. Esto es como sí le preguntáramos a cualquiera que es lo que piensa de sus antecesores. Es lógico que responderán que fueron ‘buenos’. Uno también siente curiosidad de saber la respuesta al hecho de que si los Incas tuvieron una sociedad armónica por qué existieron fortalezas tan colosales como Ollantaytambo y otras en los alrededores del Cuzco ¿Fueron estas simplemente trabajos públicos o ellas sirvieron como pétreos edificios de autoritarismo que sostenían la sociedad utópica Inca?», <em>Hisla</em>, 1987, p. 97.<br />Al final Mayer termina tratando de convencerme –con toda seriedad– ¡que la utopía andina no ha existido! Hasta aquí los chistes. También me señala como seguidor de Pol Pot: el espíritu inquisitorial nuevamente. En todo esto ha existido una falta de seriedad tanto más increíble cuanto que procede de pretendidos medios académicos.<br /><br />[6] Gonzalo Portocarrero: «Los fantasmas de la clase media», en <em>Hueso Húmero </em>N° 20, Lima, Mosca Azul Editores, 1985, p. 72.<br /><br />[7] Carlos Iván Degregori, Cecilia Blondet, Nicolás Lynch: <em>Conquistadores de un nuevo mundo</em>, Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 1986, p. 290.<br /><br />[8] Todos estos temas requerirían una discusión más detenida para la que deberíamos recurrir no sólo a Anderson y Berman, sino también a Mayer, Lowe, Habermas, Quijano, Lechner. Pero lo más importante es la crítica y reformulaciones de nociones, desde nuestra experiencia. Es un debate que apenas comienza, que en el Perú ha sido planteado por el pensamiento de izquierda y que ni siquiera es lejanamente advertido en el libro de Fernando Iwasaki.<br /><br />[9] Fernando Iwasaki: <em>Nación peruana: entelequia o utopía</em>, Lima, CRECE, 1988.<br /><br />[10] Varios autores: <em>Perú promesa</em>, Lima, Universidad del Pacífico, 1988.Martín Tanakahttp://www.blogger.com/profile/06050485380124561809noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-3998790288318316359.post-74331412148900377292010-02-27T13:31:00.000-08:002010-02-27T13:35:49.116-08:00Por sus libros los conoceréis, de Eduardo Dargent<a href="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhxqfwQHTGUSWVnDQe_cTqbZiqwtxG7Y3fLLCGnEMNCSoNS06Nr_ltRzsbndPRaIJn9EwSJ9865_apsHWoUQXs7_jvasa8kg1gQJLmzMUKTsN9MsYygo6JWR4kUP81pSMh0Qy6BejG0I9tb/s1600-h/caretas.jpg" target="_blank"><img style="MARGIN: 10px; WIDTH: 200px; FLOAT: left; HEIGHT: 99px; CURSOR: hand" id="BLOGGER_PHOTO_ID_5443039413512407154" border="0" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEhxqfwQHTGUSWVnDQe_cTqbZiqwtxG7Y3fLLCGnEMNCSoNS06Nr_ltRzsbndPRaIJn9EwSJ9865_apsHWoUQXs7_jvasa8kg1gQJLmzMUKTsN9MsYygo6JWR4kUP81pSMh0Qy6BejG0I9tb/s200/caretas.jpg" /></a><em>Por sus libros los conoceréis</em><br /><br />¿Puede un investigador ser objetivo cuando su ideología lo coloca en una posición de amor u odio con su objeto de estudio? Este debate tiene ocupados a varios intelectuales. Si bien la discusión la inició Antonio Zapata al criticar un libro de Nelson Manrique sobre Haya de la Torre, le ha llegado el turno a los politólogos.<br /><br />Martín Tanaka sostiene que lo que distingue a un activista de un académico es que el primero defiende posiciones en las que cree mientras que el segundo debe poner a prueba sus teorías y reportar sus resultados aun cuando cuestionen sus creencias y deseos. Esta difícil tensión se haría más problemática si se milita en un grupo político. Su ejemplo: los intelectuales que apoyan a Ollanta Humala critican el modelo de mercado sin precisar bien a qué se refieren.<br /><br />Nicolás Lynch salta al ruedo. Señala que si el método y la teoría son claros, y se asume un compromiso académico, la militancia pasa a segundo plano. Por defender una postura aséptica y carecer de compromiso académico, Tanaka se convierte en un defensor del orden establecido: su “objetividad” es en realidad una coladera de subjetividad conservadora.<br /><br />Como muchos debates en el país, creo que no avanzamos nada si no lo aterrizamos un poco. Lynch tiene razón en que militar y ser un buen investigador social es, en principio, posible. El problema es que ello no ha sido común en el Perú. Nuestra principal patología académica es la sobre-ideologización. Ofrezco como evidencia decenas de libros publicados y olvidados en los que se asumió que nuestros deseos militantes eran la realidad.<br /><br />Por ejemplo, pienso que en varias partes de su reciente (e interesante) libro sobre la democracia en América Latina Lynch deja que su ideología determine el análisis. El autor, por ejemplo, considera que Alejandro Toledo traicionó la transición democrática al no revertir una serie de de aspectos del modelo de mercado. De acuerdo con su crítica a los diversos defectos de Toledo, en desacuerdo con su idea de que “faltó” a su mandato. ¿Toledo gobernó muy distinto de lo que sus votantes le pedían? No lo creo. Un poco más a la derecha de lo que se esperaba, pero no para sorprenderse con las políticas que implementó quien propuso construir “el segundo piso” del Fujimorismo. ¿Calificarlo tan duramente al evaluar la representatividad de su gobierno no es dejarse ganar por la ideología?<br /><br />El reto es intentar que nuestros deseos y objetivos políticos no sean la marca para medir tanto la realidad como la calidad profesional de quien nos critica. Ese es tal vez el mayor reto de hacer investigación política en el país.<br /><br />Eduardo Dargent, <em>Caretas </em>2118, 25 de febrero de 2010<br /><br /><a href="http://www.caretas.com.pe/Main.asp?T=3082&id=12&idE=867&idSTo=82&idA=45095"target="_blank">http://www.caretas.com.pe/Main.asp?T=3082&id=12&idE=867&idSTo=82&idA=45095</a>Martín Tanakahttp://www.blogger.com/profile/06050485380124561809noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-3998790288318316359.post-37832294212106020302009-01-04T16:52:00.000-08:002009-01-05T07:21:39.132-08:00Lecturas sobre Gaza.<br />No soy en absoluto un entendido en estos asuntos; precisamente por ello es que he procurado informarme para hacerme una mejor opinión. Comparto con ustedes algunas lecturas, que espero también les resulten útiles.<br /><br />¿Cómo leer los últimos acontecimientos? Es natural que una primera reacción sea la del horror frente a las muertes, y un pedido de alto al fuego. "Tiene que haber otro camino".<br /><br /><a href="http://susanavillaran.blogspot.com/2008/12/tiene-que-haber-otro-camino.html" target="_blank">http://susanavillaran.blogspot.com/2008/12/tiene-que-haber-otro-camino.html</a><br /><br />Pero ¿cuál? Responder esta pregunta implica responder una previa: ¿cómo llegamos a esto?<br /><br /><em>"There are a number of original sins that led to this moment. One was the fact that the Sharon government insisted on carrying out a unilateral disengagement from Gaza in 2005, instead of negotiating and handing over the keys to Mahmoud Abbas and the Palestinian Authority. This enabled Hamas to claim that its policy of "resistance" forced Israel to leave the Strip, while Abbas's policy of negotiations had not produced results. The second was the fact that the Israeli government gave in to the Bush administration's insistence that Palestinian elections be held in January 2006, despite Israeli and Palestinian Authority reservations about the timing and possible outcome. The result was the Hamas victory. The third original sin is that after the elections, Israel and the international community did not try to engage the democratically elected Hamas government, even if there was no guarantee of success. And the final sin was the fact that Hamas carried out a coup against the PA in Gaza and played a game of chicken with Israel with the Qassam missiles". </em><br /><br />The View From Tel Aviv By Hillel Schenker January 2, 2009 <a href="http://www.thenation.com/doc/20090112/schenker?rel=hp_picks" target="_blank">http://www.thenation.com/doc/20090112/schenker?rel=hp_picks</a><br /><br />Otra parte de la explicación tenemos que encontrarla en el fracaso de las salidas negociadas propuestas por la comunidad internacional. Culpar a Israel es fácil, pero, ¿cuál es la alternativa?<br /><br /><em>"Israel's failure in Lebanon was maddeningly visible, but the failure of the international community to provide better solutions is no less problematic. Security Council resolutions were implemented poorly, and the international forces sent to execute them have failed to achieve their goals. ("[T]here will be no weapons without the consent of the government of Lebanon and no authority other than that of the government of Lebanon.") Similar international community failures led to Israel's decision to go to war against Hamas in Gaza. The Egyptians and other mediators have failed to persuade Hamas to end the shelling of Israel. Those assisting the Palestinian Authority failed to prevent Hamas from taking over Gaza; they also failed to provide a strategy to tame Hamas after the group took control and to help the authority resume power in the territory. Complaining about Israel's failures is easy; providing alternatives is more difficult (except for those who think that Israel should just get used to living under rocket fire)". </em><br /><br />Can Israel Win the Gaza War?<br />It depends how you define success.<br />By Shmuel Rosner<br />Posted Tuesday, Dec. 30, 2008, at 4:02 PM ET<br /><a href="http://www.slate.com/id/2207636/pagenum/all/#p2" target="_blank">http://www.slate.com/id/2207636/pagenum/all/#p2</a><br /><br />¿Cómo analizar y entender lo que sucede? En términos analíticos, el mejor punto de partida es dejar las consideraciones morales para el final, no partir de ellas, y estudiar la conducta de los actores desde el punto de vista de sus consecuencias (perspectiva realista que le dicen), teniendo en mente que el objetivo final es una paz duradera.<br /><br /><em>"But why speak about such things when we can hold up placards equating Jews with Nazis, emote over dead babies or talk tough about defending Israeli citizens? It was Shimon Peres, the Israeli President, who said that, far from there being no light at the end of the Middle East tunnel, there was indeed light. The trouble was that there was no tunnel. Bit by bit, inducement by bribe and ceasefire by restraint, we have to construct one.</em><br /><br /><em>If we are to do this then the friends of the Palestinians would be best advised to put pressure on Hamas never to launch another of its bloody rockets and to stop its death-laden rhetoric, and the friends of Israel well placed to cajole it into making a settlement seem worthwhile. All else is verbiage". </em><br /><br />The TimesDecember 30, 2008 David Aaronovitch <a href="http://www.timesonline.co.uk/tol/comment/columnists/david_aaronovitch/article5415342.ece" target="_blank">http://www.timesonline.co.uk/tol/comment/columnists/david_aaronovitch/article5415342.ece</a><br /><br />Ver también:<br /><br /><em>"All those involved, and most of those following the bloodshed in Gaza from afar, are sure who is in the right and who is in the wrong. They know who the innocent victims are and who are the wicked perpetrators. These certainties are held equally firmly by those who will be demonstrating in solidarity with the Palestinians in London today and those who plan to stage similar shows of support for Israel later this month.<br /><br />Both sides see the conflict in moral terms. For supporters of the Palestinians, it could not be clearer. Israel is committing a war crime, killing people in their hundreds, hammering a besieged population from the sky (and soon perhaps on the ground too), claiming to aim only at Hamas but inevitably striking those civilians who get in the way. Israel's cheerleaders are just as clear. Israel is the victim, hitting out now only belatedly and in self-defence. Its southern citizens have sat terrorised in bomb shelters, fearing the random rockets of Hamas, since 2005, longer than any society could tolerate without fighting back.<br /><br />Both sides say they would have maintained the six-month ceasefire that had held - albeit imperfectly - until December 19 had the other side not broken it first. And who did break the deal first, Hamas with its rockets or Israel with its blockade? Both sides point at the other with equal vehemence, a Newtonian chain of claimed action and reaction that can stretch back to infinity. So perhaps a more useful exercise - especially for those who long for an eventual peace with both sides living side by side - is not to ask whether the current action is legitimate, but whether it is wise".</em><br /><br />Jonathan Freedland The Guardian, Saturday 3 January 2009 <a href="http://www.guardian.co.uk/commentisfree/2009/jan/03/israel-attack-hamas-gaza-peace" target="_blank">http://www.guardian.co.uk/commentisfree/2009/jan/03/israel-attack-hamas-gaza-peace</a><br /><br />La ofensiva israelí parece contraproducente aún para sus propios objetivos. Parece estarse ajustando a lo que Hamas quería que hiciera:<br /><br /><em>"But as bloody as the Israeli offensive has been, it comes largely as the result of a deeply cynical calculation on the part of Hamas. The Islamist group must have known that Israel would not tolerate the incessant cross-border rocket attacks from the Gaza Strip indefinitely. Since the six-month cease-fire between Hamas and Israel ended on Dec. 19, dozens of rockets once again began landing well inside Israel, killing one civilian last week and another, an Arab-Israeli, on Monday. </em><br /><br /><em>For weeks, the threats voiced by Israel had been clear and unmistakeable. Only last Wednesday, Prime Minister Ehud Olmert issued a stark warning to the Palestinians in an interview with an Arab TV channel: "Stop it" -- or Israel would respond with violence to the rocket launchers and their backers, was his message. </em><br /><br /><em>That, though, is exactly what Hamas seems to have been banking on. For Hamas, the gruesome television pictures that were beamed around the world following the Israeli air raids appear to have been part of the plan. They appear to have deliberately factored in the suffering of innocent victims when they refused to prolong their cease-fire with Israel. Ultimately, Hamas hopes the current escalation of violence will make the West take it seriously as a negotiating partner. Otherwise it wouldn't have provoked Israel and its mighty army. The Hamas leadership accepted the possibility that Palestinian civilians would be hurt in the Israeli counter-attack. The Hamas infrastructure is deliberately located in city districts where civilians live.</em><br /><br />THE GAZA CONFLICT Hamas' Strategy of Escalation Pierre Heumann is the Middle East correspondent for the Swiss paper Weltwoche. Ulrike Putz is SPIEGEL ONLINE's Middle East correspondent. <a href="http://www.spiegel.de/international/world/0,1518,598656,00.html" target="_blank">http://www.spiegel.de/international/world/0,1518,598656,00.html</a><br /><br /><em>"For different reasons, Hamas and Israel both gave up on the cease-fire, preferring instead to climb over corpses to reach their political goals. One side wants to resuscitate its public support by appearing to be a heroic resister, while the other, on the eve of elections, wants to show toughness to a public unhappy with the nuisance of the Qassam rockets.</em><br /><br /><em>The disproportionate and heavy-handed Israeli attacks on Gaza have been a bonanza for Hamas. The movement has renewed its standing in the Arab world, secured international favor further afield and succeeded in scuttling indirect Israeli-Syrian talks and direct Palestinian-Israeli negotiations. It has also greatly embarrassed Israel's strongest Arab neighbors, Egypt and Jordan. While it is not apparent how this violent confrontation will end, it is abundantly clear that the Islamic Hamas movement has been brought back from near political defeat while moderate Arab leaders have been forced to back away from their support for any reconciliation with Israel".</em><br /><br />Has Israel Revived Hamas? By Daoud Kuttab Tuesday, December 30, 2008<br /><a href="http://www.washingtonpost.com/wp-dyn/content/article/2008/12/29/AR2008122901901.html" target="_blank">http://www.washingtonpost.com/wp-dyn/content/article/2008/12/29/AR2008122901901.html</a><br /><br /><em>"The strategic concept is the same: to terrorize the civilian population by unremitting attacks from the air, sowing death and destruction. This poses no danger to the pilots, since the Palestinians have no anti-aircraft weapons at all. The calculation: if the entire life-supporting infrastructure in the Strip is utterly destroyed and total anarchy ensues, the population will rise up and overthrow the Hamas regime. Mahmoud Abbas will then ride back into Gaza on the back of Israeli tanks.<br /><br />In Lebanon, this calculation did not work out. The bombed population, including the Christians, rallied behind Hizbullah, and Hassan Nasrallah became the hero of the Arab world. Something similar will probably happen this time, too. Generals are experts on using weapons and moving troops, not on mass psychology (...)<br /><br />DAY AFTER DAY, night after night, Aljazeera’s Arabic channel broadcasts the atrocious pictures: heaps of mutilated bodies, tearful relatives looking for their dear ones among the dozens of corpses spread out on the ground, a woman pulling her young daughter from under the rubble, doctors without medicines trying to save the lives of the wounded. (The English-language Aljazeera, unlike its Arab-language sister-station, has undergone an amazing about face, broadcasting only a sanitized picture and freely distributing Israeli government propaganda. It would be interesting to know what happened there.)<br /><br />Millions are seeing these terrible images, picture after picture, day after day. These images are imprinted on their minds forever: horrible Israel, abominable Israel, inhuman Israel. A whole generation of haters. That is a terrible price, which we will be compelled to pay long after the other results of the war itself have been forgotten in Israel.<br /><br />But there is another thing that is being imprinted on the minds of these millions: the picture of the miserable, corrupt, passive Arab regimes. As seen by Arabs, one fact stands out above all others: the wall of shame (...)<br /><br />This will have historic consequences. A whole generation of Arab leaders, a generation imbued with the ideology of secular Arab nationalism, the successors of Gamal Abd-al-Nasser, Hafez al-Assad and Yasser Arafat, may be swept from the stage. In the Arab space, the only viable alternative is the ideology of Islamic fundamentalism. This war is a writing on the wall: Israel is missing the historic chance of making peace with secular Arab nationalism. Tomorrow, It may be faced with a uniformly fundamentalist Arab world, Hamas multiplied by a thousand". </em><br /><br />Israel's Gigantic Blunder<br />Uri Avnery, who fought for Israel in its war of independence, is the leader of the Israeli peace group Gush Shalom.<br /><a href="http://www.progressive.org/mag/avnery010209.html" target="_blank">http://www.progressive.org/mag/avnery010209.html</a><br /><br />Ver también:<br />Hamas is hoping for an IDF ground operation in Gaza<br />By Amos Harel and Avi Issacharoff, Haaretz Correspondents <a href="http://haaretz.com/hasen/spages/1051024.html" target="_blank">http://haaretz.com/hasen/spages/1051024.html</a><br /><br />Olmert's Final Failure<br />By Jackson Diehl<br />Monday, December 29, 2008; Page A15<br /><a href="http://www.washingtonpost.com/wp-dyn/content/article/2008/12/28/AR2008122801277.html" target="_blank">http://www.washingtonpost.com/wp-dyn/content/article/2008/12/28/AR2008122801277.html</a><br /><br />Es decir, los "duros" de ambos lados han impuesto sus lógicas, desplazando a los moderados. La guerra les conviene a ambos. La población en general es la que sufre.<br /><br />¿Qué se viene? ¿Cuáles son las alternativas? Según <em>The Times</em>, Israel no tiene muchas opciones; para Grossman, Israel debe combinar una lógica de alto el fuego para negociar y reanudación de los ataques si las agresiones continúan:<br /><br />From The Times<br />December 31, 2008<br />Analysis: the options now for Israel in Gaza<br /><a href="http://www.timesonline.co.uk/tol/news/world/middle_east/article5420094.ece" target="_blank">http://www.timesonline.co.uk/tol/news/world/middle_east/article5420094.ece</a><br /><br />Fight Fire With a Cease-Fire<br />By DAVID GROSSMAN<br />Published: December 30, 2008<br /><a href="http://www.nytimes.com/2008/12/31/opinion/31grossman.html?_r=1&ref=opinion" target="_blank">http://www.nytimes.com/2008/12/31/opinion/31grossman.html?_r=1&ref=opinion</a><br /><br />En el mismo sentido:<br /><br /><em>On Tuesday evening, the Israeli PeaceNGO Forum, a coalition of over seventy groups that work for peace and coexistence, met in Tel Aviv to formulate its position--most appropriately, in the Society for a Beautiful Israel building next to the Yarkon River. It resolved to issue a three-point declaration:<br /><br />1) to call for an immediate Israeli unilateral ceasefire, without regard to how Hamas reacts, in the spirit of an op-ed that was published in both Ha'aretz and the New York Times by leading Israeli author David Grossman (whose voice carries special moral authority because his youngest son was killed on the last, unnecessary day of the 2006 Lebanon War);<br /><br />2) to declare that the killing of innocent civilians, on both sides, is a moral crime, and to identify with the suffering of the populations in Gaza and in the Israeli south;<br /><br />3) to simultaneously call for a renewal of the peace process, based upon the Arab Peace Initiative, as the only alternative.</em><br /><br />The View From Tel Aviv By Hillel Schenker<br />January 2, 2009<br /><a href="http://www.thenation.com/doc/20090112/schenker?rel=hp_picks" target="_blank">http://www.thenation.com/doc/20090112/schenker?rel=hp_picks</a><br /><br />¿Negociar qué? ¿Cuál es la solución de fondo?<br /><br /><em>"But the fact that Olmert wants to negotiate, and that Abbas wants to negotiate, underscores the stubborn, maddening fact about the Israeli-Palestinian relationship: there is only one path to peace, and both sides know what it is—and yet neither side has been willing to take it. The violence, the bombings, the threats and counterthreats are all the more exhausting and senseless because they are, essentially, an elaborate delaying tactic. The broad contours of a peace were laid out eight years ago when President Bill Clinton brought the two sides together at Camp David and tried to broker a historic deal" (...) Any lasting agreement for peace will probably look something like this:</em><br /><br /><em>Article I: Territory<br />Ever since Israel blitzed the Arabs in 1967's Six Day War—taking the Sinai and Gaza from Egypt, the Golan Heights from Syria and the West Bank from Jordan—"land for peace" has been the guiding principle of any comprehensive deal. It remains the only option. Israel has already withdrawn from Gaza; it must now pull out of the vast majority of the West Bank. Palestinians will establish their homeland in these two swatches of land. In return, the Palestinians and other Arabs will formally renounce their claims on the Jewish state and recognize its right to exist. But there will have to be some adjustments to the pre-1967 borders. Israel and the Palestinians should swap equal amounts of land, allowing a majority of the roughly 270,000 Israeli settlers now residing in the largest of the West Bank settlement blocks to stay where they are while remaining under Israeli sovereignty. Israel in turn would give up a land corridor connecting Gaza to the West Bank and allowing for the free flow of people and commerce between the two. There is one additional challenge that did not exist when Clinton laid out his original proposal in 2000: the Israelis have erected a security barrier that puts a full 8 percent of the West Bank on their side of the fence. It has already changed the way Israelis think about the borders of their nation. "The security barrier is creating new conceptual and spatial contours in the Israeli imagination," says Daniel Levy, a former Israeli negotiator and now a senior fellow at both the Century and New America foundations. But for any deal to succeed, the barrier would have to be torn down or, at the very least, moved.<br /><br />Article II: Security<br />Back in 2000, this was the most straightforward of the issues to be worked out. Both sides generally agreed that the new Palestinian state would have to be largely de-militarized. Palestinian forces would be allowed to maintain light arms to enforce domestic law and order but would not have an offensive capability that could in any way threaten Israel. The Palestinians would have sovereignty over their airspace, but it would be limited to civilian aviation. Yet the violence of the last eight years—not only between Palestinians and Israelis but also between Fatah and Hamas forces—complicates the security equation. The Israelis are now more skeptical that Fatah is strong enough to assume responsibility for security. A more feasible approach would be to put a NATO-based international force in the West Bank that would later transfer control to the Palestinians. Obama might well go for this; his designated national-security adviser, retired Gen. James Jones, developed the idea while serving as Condoleezza Rice's envoy for Palestinian-Israeli security issues. As far as Israeli forces are concerned, they would be able to withdraw from the strategically important Jordan Valley over a longer period of time, perhaps three years. Israel would be allowed to maintain a number of warning stations on Palestinian territory. Finally, Israel would allow the Palestinians to have sovereignty over their borders and international crossing points. But these borders and crossing points should be monitored by an international presence.<br /><br />Article III: Jerusalem<br />The sacred "City of Peace" is at the very heart of the 100-year conflict: how to divvy up rights to a holy place with too much history and not enough geography. In 2000, Clinton's deft diplomatic skills helped demystify Jerusalem. He asked Israeli and Palestinian mediators to come up with a list of 60 basic municipal responsibilities they could share, from garbage collection to mail delivery. There was remarkable consensus. By moving the conversation from the sacred to the mundane, the exercise isolated the practical issues of running a city from the abstract and emotionally fraught issue of sovereignty. Clinton's seductively simple notion was this: in occupied East Jerusalem, he said, "What is Arab should be Palestinian and what is Jewish should be Israeli." This is just as relevant today. So is the principle from Camp David that Jerusalem must be divided—but shared, and it must serve as a capital to both states.<br /><br />One of Clinton's solutions will likely have to be dialed back. His concept of split-level sovereignty for the holiest parts of Jerusalem are too incendiary. Jews know the area as the Temple Mount, the site where the ancient temple once stood. It is revered by Muslims as the Haram al-Sharif, the place where Muhammad ascended to heaven on a white steed. Clinton proposed Palestinian sovereignty over the Haram and Israeli sovereignty over the entire Western Wall, part of which runs beneath the Muslim quarter of the Old City. Today, it is very unlikely that either side would accept such a division. But there are other creative solutions. One is a proposal in a new book by Martin Indyk, Clinton's ambassador to Israel at the time of the 2000 summit. Indyk recommends that the Old City be placed under a so-called "special regime," with Israeli and Palestinian governments sharing sovereignty over the territory. But the religious sites inside the Old City walls would remain under the control of the respective Muslim, Jewish and Christian religious authorities without any actual designation of sovereignty. Alternatively, Indyk suggests, the entire Holy Basin—the Old City and religious sites—could be placed under international supervision, with religious authorities controlling their holy places.<br /><br />Article IV: Refugees<br />This may be the most difficult problem to solve. What will become of the Palestinians who fled or were forced from their territory in 1948, and their descendants? There are as many as 4 million refugees living in camps on the West Bank and Gaza and in Jordan, Syria and Lebanon. They are poor, stateless and angry. For half a century they have waited, believing that one day they will return to their homes. Throughout the years of negotiations, Palestinians have demanded a "right of return." But to Israelis, the notion implies an admission that they are responsible for the refugee crisis and the historical injustices leveled against the Palestinians. Israelis, offended at the suggestion that their country was born in sin, have drawn a clear line.<br /><br />Israeli leaders have been willing to accept a partial solution: some refugees living in the camps would make homes in the newly established state of Palestine. A small, symbolic number would be permitted to move to Israel. For this to work, refugees living in camps in Syria and other foreign states would have to be allowed to stay if they chose, and be granted citizenship in their adopted countries—the Arab host countries could not demand that all of the refugees return to Palestine, where they would overwhelm the budding state. And the refugees must be granted a window of time—perhaps three to five years—to petition international courts for compensation for what they have lost, perhaps as part of a massive regional redevelopment plan.<br /><br />But how to salve the wounds of Palestinian grievance? One intriguing solution is offered by writer Walter Russell Mead in an essay in the current issue of Foreign Affairs. Mead argues that though Israel must take some responsibility for the Palestinian tragedy, the entire nakba, or catastrophe, "cannot simply be laid at Israel's door." Israel must acknowledge its part in the events of 1948, but the international community must take "ultimate responsibility" for the 60-year-old crisis. In this way, the world would acknowledge that the Palestinians have indeed suffered a historic injustice, but obviate the need for Israel to bear full responsibility. "This is a way to confer dignity on the Palestinian people," says Levy—a crucial step toward securing an elusive peace. </em><br /><br />A Plan of Attack For Peace<br />With Gaza in flames, the prospects for a Middle East deal seem minuscule. But there is a way out, and both sides know what they must do.<br />By Daniel Klaidman NEWSWEEK<br />Published Jan 3, 2009<br /><a href="http://www.newsweek.com/id/177840" target="_blank">http://www.newsweek.com/id/177840</a><br /><br />Ver también:<br /><br />The New Republic<br />Why Gaza Matters, by Yossi Klein Halevi<br />How the fighting in Gaza will affect Israeli politics, Iranian nuks, moderate Arabs, and the future of the two-state solution.<br />Post Date Monday, December 29, 2008<br /><a href="http://www.tnr.com/politics/story.html?id=a7021eb2-8e4b-49fd-beac-0ad338245178" target="_blank">http://www.tnr.com/politics/story.html?id=a7021eb2-8e4b-49fd-beac-0ad338245178</a><br /><br />Arab leaders face Gaza test<br />By Anita Rice<br /><a href="http://english.aljazeera.net/news/middleeast/2009/01/20091218732517323.html" target="_blank">http://english.aljazeera.net/news/middleeast/2009/01/20091218732517323.html</a><br /><br />Israel's fait accompli in Gaza<br />By Eric S. Margolis<br /><a href="http://english.aljazeera.net/focus/war_on_gaza/2009/01/200914102257130539.html" target="_blank">http://english.aljazeera.net/focus/war_on_gaza/2009/01/200914102257130539.html</a><br /><br />Israel's failure to learn<br /> By Nir Rosen<br /><a href="http://english.aljazeera.net/focus/2008/12/20081230122143645275.html"http://english.aljazeera.net/focus/2008/12/20081230122143645275.html>http://english.aljazeera.net/focus/2008/12/20081230122143645275.html</a><br /><br />El conflicto de Oriente Próximo Gaza y el Año Nuevo Carta abierta del director de orquesta hispanoargentino Daniel Barenboim ante los bombardeos de Israel en Gaza DANIEL BARENBOIM 31/12/2008 <a href="http://www.elpais.com/articulo/internacional/Gaza/Ano/Nuevo/elpepuint/20081231elpepuint_5/Tes" target="_blank">http://www.elpais.com/articulo/internacional/Gaza/Ano/Nuevo/elpepuint/20081231elpepuint_5/Tes</a>Martín Tanakahttp://www.blogger.com/profile/06050485380124561809noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-3998790288318316359.post-74343637776765608572008-11-08T15:12:00.000-08:002008-11-08T15:23:53.318-08:00Barack Obama en Blanco y Negro.<br />Olga Celle, Ph.D.<br /><br />La elección de Barack Obama como presidente de los Estados Unidos de Norteamerica ha sido una celebración global de la esperanza y armonía entre los pueblos. La raza de Obama no fue abiertamente discutida en los medios hasta el final de la campaña. El mismo candidato evitó convertir su raza en un tema de debate. Recién dos semanas antes de las elecciones los Republicanos McCain y Palin intentaron descalificar a Barack Obama pero no por su raza, sino mas bien con imágenes y estereotipos normalmente asociados con los no-europeos. Este ensayo comenta algunos aspectos raciales de la elección de Barack Obama a la presidencia de los Estados Unidos.<br /><br />Barrack Obama es un abogado de 47 años, graduado en Harvard, la escuela de derecho más prestigiosa de los Estados Unidos. Se inició en la política como activista comunitario en los barrios pobres de Chicago. De ahí, logra ser elegido al Senado por el estado de Illinois en donde se distinguió por su compromiso Liberal con los más pobres, pero sin constituirse nunca en un desafío ideológico dentro de su propio partido. Obama era un joven y brillante senador Afro-Americano por el estado de Illinois, es decir, era parte del “<em>Establishment</em>.” No nos olvidemos que hasta su triunfo en la primarias Demócratas, Obama tenía problemas para diferenciar su programa del de Hillary Clinton. Y también, que tanto McCain como Obama votaron a favor de la aprobación por el Senado Norteamericano del plan de rescate del sistema financiero en Octubre de este año. Obama no es un revolucionario.<br /><br />Sus logros en la campaña presidencial han sido varios. El primero es haber logrado ser elegido Presidente sin haber explicado en detalle el programa de política nacional y exterior que piensa implementar en un país con una economía en crisis y cuya amplia clase media no se encontraba cara a cara con la incertidumbre desde la Gran Depresión de los años treinta. Su libro <em>The Audacy of Hope </em>es una visión más que un proyecto concreto.<br /><br />El segundo logro de Barack Obama explica el primero. Obama es el campeón de la política de bases. Su experiencia como activista comunitario le ha servido para orquestar su campaña por la Internet y dirigirse de manera directa y personal a sus seguidores potenciales por medio de mensajes a celulares. Sus entusiastas seguidores le han retribuido con modestas contribuciones monetarias las que multiplicadas por los millones de sus bases ha hecho que este hábil político lidere la campaña electoral con más recursos económicos en la historia de los Estados Unidos. También, le han sobrado voluntarios de todas las razas y edades que han ido de puerta en puerta recolectando adherencias a su candidatura. A todo esto debe añadirse sus grandes dotes de oratoria e impecable manejo de su imagen pública. Este conjunto de factores explica en parte este fenómeno carismático llamado Barack Obama que en el corto periodo de veinticuatro meses de campaña se ha constituido en el líder de millones de jóvenes, minorías étnicas y raciales, obreros, así como de Liberales recalcitrantes.<br /><br />A pesar de ser hijo de una mujer blanca, Obama es considerado el primer presidente negro de los Estados Unidos. Esto es porque en Estados Unidos tanto los Afro como los Europeo descendientes aceptan la “regla de una gota” (<em>One Drop Rule</em>) aun vigente en la sociedad norteamericana aunque fue declarada inconstitucional en 1986. El <em>One Drop Rule </em>significa que solo una gota de sangre no europea te convierte en minoría racial. Hasta muy recientemente, los niños norteamericanos eran clasificados en los registros nacionales con la raza del progenitor que no era de raza europea. Esta era la penalidad institucionalizada a las uniones interraciales. Recién en el 2002 el censo abrió el abanico de opciones incorporando categorías para personas de origen bi- o multi-racial.<br /><br />Irónicamente el ser identificado como negro favoreció a Obama al protegerlo de las acaloradas, bajas acusaciones y chistes de mal gusto que caracterizan las campañas electorales. Si la campaña Republicana se abstuvo de críticas severas a Obama fue por miedo a la reacción negativa de la población pues habría significado una ruptura con el acuerdo tácito de que “a las personas de color no se las insulta o menosprecia públicamente” sin pagar graves consecuencias políticas. Y sin embargo se dieron algunos intentos de desprestigio por parte de Palin que llegaron muy tarde como para pegar en los indecisos o en los Liberales conservadores quienes de todas maneras hubieran preferido un hombre blanco en la Casa Blanca. Una suerte distinta corrió Hillary Clinton quien siendo blanca pero mujer fue maltratada por la prensa al punto que el ex presidente Bill Clinton protestó calificando de despiadada la campaña mediática contra su mujer. En resumen, al no ser estrujada la imagen de Obama durante la campaña, al momento de votación el era el candidato cristalino y transparente.<br /><br />Pero el tema racial nunca abandonó la mente de los Afro-americanos. Al principio de este año, el Reverendo Jessie Jackson dijo que Obama “no era lo suficientemente negro” como para representar un nuevo pacto social (racial) en los Estados Unidos. De igual manera, un grupo de jóvenes negros le reprochó en público el que no tuviera un programa político centrado en los negros americanos. Obama, con el control escénico que lo caracteriza, les respondió que el estaba postulando al trabajo de Presidente de los Estados Unidos, deletreando la palabra “unidos,” es decir, dándole connotación multicultural a su imagen y a su campaña.<br /><br />Obama es un hombre elegante. El y su esposa pertenecen al reducido número de Afro-Americanos que han ascendido en la escala social del país. El apoyo que recibió durante su campaña de Opra Winfrey, y de los republicanos Condoliza Rice y Colin Powel no son solamente gestos de solidaridad con la raza sino también con la clase, la clase de negros adinerados. Su impecable inglés carente de los pintorescos giros y acento Afro-Americano que si tiene el mismo Reverendo Jackson, sus movimientos serenos y controlados, su discreto vestir reflejan su crianza Anglosajona, desde el hogar de sus abuelos paternos, pasando por Columbia University hasta Harvard. En realidad Obama pasa los primeros veinte años de su vida sin contacto con la comunidad Afro-Americana. Excepto por su apariencia física, tiene muy poco de negro.<br /><br />Pero lo que para muchos Afro-Americanos era una deficiencia se transforma en un capital simbólico que ha hecho que jóvenes universitarios de todas las razas se identifiquen con el: Obama es la imagen del éxito honestamente ganado de las minorías raciales. Y en ese sentido, encarna los ideales estadounidenses de la asimilación y democracia. Su triunfo es la reafirmación de los valores más nobles de la nación.<br /><br />Obama se ha preparado cuidadosamente para la escena pública. La persona que vemos es el resultado de esa asimilación gradual de la que forman parte el retorno a su nombre africano de Barack (lo conocían como Barry hasta los 24 años) y su selección de esposa Afro americana. Estas decisiones son el producto de un largo viaje en el que un individuo de raza mixta en Estados Unidos es presionado por el medio a asumir una identidad racial. Por ejemplo, Tiger Woods, quien a la temprana edad de 22 años gano el Campeonato Abierto de Golf de los Estados Unidos, se irritaba cuando lo llamaban negro porque su madre era Tailandesa y que el se sentía “como las Naciones Unidas.” Pero su protesta cayó en oídos sordos. Tanto la comunidad Afro-Americana, siempre escasa de héroes públicos así como los blancos que no comprenden la noción de mestizaje apabullaron sus ideas.<br /><br />El político Obama proclamó su origen bi-racial como capital social a su favor en su rol de líder de un país multirracial pero obvió el discurso de víctima o de representante de las víctimas del racismo característico de los líderes Afro-Americanos. Más bien habló extensamente de la urgente necesidad de reformar el sistema de salud dando como ejemplo a su madre quien enferma con cáncer pasó sus últimos días peleando con las compañías de seguros que se negaban a cubrir sus gastos de tratamiento, ejemplo este con el que se identificaron los pobres de Estados Unidos, tanto negros como blancos, Latino y Asiaticos.<br /><br />Barack Obama contrae nupcias en 1992 con Michelle Robinson, otra Afro-Americana también ex alumna de la Escuela de Derecho de Harvard. Ya para estas alturas su vocación pública era clara y su entorno social había cambiado. De haberse casado con una mujer blanca, habría ofendido a sus benefactores y sufrido el ostracismo tanto de la comunidad negra como de los blancos, muchos de los cuales aun perciben los matrimonios interraciales como un pecado contra la naturaleza. Es así que la poderosa comunidad Afro-Americana de Chicago lo premia promoviendo su candidatura a la senaduría del estado de Illinois en el 2004.<br /><br />En lo que resta de este ensayo discutiré el éxito de Barack Obama sobre el de Hillary Clinton, y el impacto de Obama como símbolo generador de esperanza a nivel mundial.<br /><br />La esclavitud en los Estados Unidos fue abolida antes de darle el voto a la mujer. Esto habla de la manera en que las jerarquías sociales de raza y género se entrecruzan. Obama es un hombre negro y como tal recibe un nivel de estima social superior al de una mujer blanca de la misma clase social. Esta era justamente la intención del concepto de Matriz de Dominación lucidamente desarrollado por Patricia Hill Collins en su famoso libro <em>Black Feminist Thought: Knowledge, Consciousness and the Politics of Empowerment </em>(1990). La intersección de raza, clase y etnia, dice Hill Collins, genera un sistema jerárquico con múltiples niveles de opresión. Siguiendo esta lógica se podría argumentar que a pesar de la superioridad profesional de Hillary Clinton sobre todos los candidatos a la presidencia y de su exitosa e intachable carrera política como senadora del estado de Nueva York, la sombra del escándalo de su esposo la siguió hasta el final de la campaña por la nominación Demócrata.<br /><br />La identidad de la mujer está siempre ligada a un Otro y ese otro es siempre un hombre, sea padre, marido o hijo. El estatus de “esposa-de-presidente-moralmente-cuestionable” ensombreció la candidatura de Hillary Clinton. La gente común y los medios de comunicación se preguntaban si “Hillary sería capaz de ‘controlar’ a Bill,” es decir, como un hombre es capaz de ‘controlar’ a su mujer. Sin embargo, los dos términos de gobierno de Bill Clinton fueron económicamente exitosos; el llega a balancear el presupuesto del país que había sido seriamente mermado en doce años consecutivos de administraciones republicanas. Así que esta crítica no podía referirse al buen criterio de los Clintons para manejar la economía. Sin duda, el inconveniente que sentían los votantes era más profundo y probablemente menos racional.<br /><br />O tal vez la interrogante era, si Hillary no pudo controlar la sexualidad desmedida de su esposo, como podría “controlar” a la nación… Y es que en una nación que ha tallado su éxito sobre una economía de guerra, es difícil imaginarse a una mujer dirigiendo los ejércitos imperiales. La economía estadounidense es estructuralmente dependiente de las guerras y su presidente es el Comandante y Jefe (<em>Commander in Chief</em>) de las fuerzas armadas. Aunque el número de mujeres en las fuerzas armadas estadounidense va en aumento, el soldado sigue siendo identificado como un rol masculino. El fracaso de Hillary Clinton revela pues que, a pesar de los grandes avances hacia la igualdad logrados por las mujeres en los Estados Unidos, ser mujer y Presidente de los Estados Unidos es todavía una inconsistencia en el ideario nacional.<br /><br />Pero Hillary era la candidata preferida para ocupar la presidencia hasta que aparece Obama. (Algo parecido al caso de Lourdes Flores y el fenómeno Humala en las últimas elecciones presidenciales en el Peru). La explicación a este enigma merece un análisis empírico complejo enfocado en las extraordinarias y novedosas estrategias mediáticas de la campaña de Obama que hemos esbozado en la primera parte de este artículo. Al respecto solo quiero avanzar una idea: Tanto Hillary Clinton como John McCain dirigieron sus campañas a los votantes tradicionales, es decir, blancos de clase media (al final, solo 45 por ciento de todos los hombres blancos votaron por Obama). Si ninguno de estos candidatos pensó en movilizar a las masas de obreros, pensionistas y sobretodo de jóvenes fue básicamente porque estos grupos comúnmente no votan. Obama logra venderle su mensaje de cambio a una población desilusionada con la política. El apoyo de los obreros blancos viene de su promesa de atacar la globalización en cuanto esta significa la reducción de trabajo en Estados Unidos, un ideal defendido sin éxito por todos lo sindicatos desde la época de Ronald Reagan. El triunfo de Obama va parejo al nivel de desilusión con el sistema de partidos y de desesperación económica de los estadounidenses en el momento de las elecciones. Pues, al final de cuentas, esta elección ha sido un plebiscito sobre el rol del estado en la economía y la guerra.<br /><br />A Obama lo apoya una generación de jóvenes universitarios con una actitud relajada respecto a otras razas y a las uniones interraciales. ¿Pero esto significa a caso que el racismo ya no existe en Estados Unidos? ¿O que está en vías de desaparecer? Unas cuantas cifras ayudan a pintar el escenario de las relaciones interraciales en este país:<br />- Sólo en el año 2005 mas de 7,400 crímenes de odio fueron reportados a las autoridades, la mitad de los cuales eran de origen racial.<br />- Negros y latinos constituyen el cincuenta por ciento de todos los pobres.<br />- El ingreso de las familias Afro-Americanas es el 60% del ingreso de las familias blancas y el desempleo de los negros es el doble del de los blancos. La posición de las mujeres Afro-Americanas sin calificaciones es aun peor.<br />- No más de un 4 por ciento de la comunidad Afro-Americana se ubica entre la clase media y la clase alta. Y de estos, no todos comparten una posición asistencialista a favor de la mayoría Afro-Americana en la pobreza.<br /><br />Es imposible que Obama no intente ayudar a la comunidad Afro-Americana que tanto realmente lo necesita y lo ha apoyado abiertamente. Pero es probable que no pueda embarcarse en un plan millonario de ayuda dada las condiciones actuales. Lo que intentará serán políticas de generación de empleo mediante obras públicas u otras estrategias keynesianas. Pero estas políticas beneficiarán también a otras razas. En base a lo que conocemos en este momento, Obama no es líder de ningún movimiento étnico-racial<br /><br />Fue conmovedor ver la reacción internacional popular al conocer la elección de Barack Obama. El pueblo global lo ve como el “emperador bueno” que gobernará el mundo con sabiduría. Pero Obama es un americano y como tal su conocimiento del contexto internacional es escaso. Cuando viajó a Afganistán obligado por las críticas a su falta de experiencia internacional, era su primer viaje fuera del territorio de los Estados Unidos… (Obama nació y vivió en Hawai, esta sería su experiencia internacional solo que Hawai es parte de la Union, es decir, no es ni una economía emergente ni parte del mundo subdesarrollado). El responsable de la política exterior norteamericana será su vice-presidente, John Biden. El furor global fue principalmente una celebración del fin de la temida y odiada era de George W. Bush. El que Obama sea negro no va a cambiar mucho ni los lineamientos Liberales de su política nacional ni menos la naturaleza imperial de las relaciones internacionales de los Estados Unidos.<br /><br />En un artículo reciente Immanuel Wallerstein comenta:<br /><br />"En lo que respecta a los ciclos hegemónicos, Estados Unidos fue un contendor por la hegemonía (mundial) desde 1873, logra la hegemonía dominante en 1945, y desde los años setenta ha declinado lentamente. Los errores de George W. Bush han transformado esta lenta decadencia en una precipitada. Hemos entrado en, lo que normalmente sucede, un mundo multipolar. Los Estados Unidos continuaran siendo un poder fuerte, tal vez el mas fuerte, pero continuará declinando en relación a otros poderes en las décadas futuras. Nadie puede hacer mucho para cambiar este tendencia".<br />(I. Wallerstein, "The Depression: A Long-Term View." <em>Commentary </em>No. 243, Oct. 15, 2008)<br /><br />En el contexto global en el que se desenvolverá Obama su promesa de un rol mas activo del estado en la economía estaría respondiendo no solo a la crisis actual sino también a la crisis hegemónica que se anuncia como inevitable. Sus rol histórico podría ser el de preparar a los Estados Unidos para el futuro. Sus propuestas no son solo típicas recetas Keynesianas para la recuperación económica sino que también podrían leerse como el reacomodo de los esfuerzos nacionales para suavizar el descenso y preparar la nación para una nueva era. Este es el nuevo nacionalismo de Obama y lo que lo diferencia del de F.D. Roosevelt.Martín Tanakahttp://www.blogger.com/profile/06050485380124561809noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-3998790288318316359.post-40765454812069838332008-10-22T09:53:00.000-07:002008-10-22T10:00:20.808-07:00El nuevo gabinete frente a los conflictos sociales.<br />1. El nuevo Gabinete presidido por Yehude Simon como Primer Ministro ha entrado en muy poco tiempo (días, para ser más exacto) en un periodo de crisis interna que ha sorprendido a todos. Las declaraciones públicas del Premier y de los ministros de Economía, Interior, así como el entredicho con funcionarios del interior, entre otros fueron evidenciando el desorden y carencia de liderazgo en el Gabinete, además de la evidencia de discrepancia entre el Primer Ministro y el Ministro de Economía respecto de la política económica.<br /><br />Las circunstancias en que se produce el cambio en cierta medida no eran las mejores, por tal razón se podía explicar las vacilaciones de las primeras horas. Pero analizando el marco en que se produce el cambio podemos destacar puntos críticos que pueden marcar el rumbo del nuevo Gabinete. Veamos:<br /><br />• El nuevo gabinete con la inclusión de seis nuevos ministros no sale producto de un giro en la política del gobierno, sino del desmadre ocasionado por el hallazgo de la corrupción en el más alto nivel que involucró a ministros de Gobierno, funcionarios y un ex parlamentario aprista. Se evidenció que era una salida de coyuntura, para superar la crisis política, y se expresa en la composición de Ministros que no concuerdan ni coinciden en la política a seguir frente a la crisis. <br /><br />• El nuevo gabinete tiene que afrontar una crisis económica declarada tanto por la crisis de las Bolsas de Valores en Estados Unidos y Europa como por la crisis nacional.<br />En el plano nacional, la manifestación de la crisis ha obligado al MEF a imponer una política severa de reducción del gasto público, paralizando el aparato público y las inversiones de los proyectos de infraestructura.<br /><br />• El presidente García no ha mostrado interés en cambiar el modelo económico de apertura y liberalización de la economía. No está dispuesto a dar un giro de la política económica; sin embargo se propone contener los reclamos sociales sin modificar la política económica ni las alianzas políticas en el poder.<br /><br />2. La perspectiva del nuevo gabinete está marcado por las diferencias de enfoques del Premier Yehude Simon respecto del Presidente y del MEF. Además de la debilidad que muestra por no contar con alianzas políticas ni en el Congreso ni en la política nacional que le respalden en su intención de conducir el gobierno con posiciones y políticas propias. <br /><br />Las diferencias de enfoques son evidentes. El Presidente García, al momento de la Juramentación le señaló tres directivas precisas al Primer Ministro: enfrentar la crisis internacional, luchar contra la corrupción y luchar contra la pobreza; sin que eso signifique alterar o cambiar el rumbo de la política económica dirigida por el MEF.<br /><br />Yehude Simon, al aceptar el cargo, lo hizo con el evidente propósito de fortalecer la regionalización y por eso sus primeras declaraciones estuvieron orientadas a presionar al MEF por mayores recursos para las regiones y para atender las demandas laborales de la población.<br /><br />3. Las alianzas políticas que Yehude Simon ha pretendido construir para lograr estabilidad en su gestión son muy débiles. Prácticamente no hay posibilidad que se construya alianzas, pactos o consensos políticos en su gestión por lo encontrado que se encuentran las propuestas. Veamos:<br /><br />• Su principal basa, los presidentes de los Gobiernos Regionales, organizados en la Asamblea Nacional de Gobiernos Regionales (ANGR) le han dado apenas una tregua de una semana. Si en una semana (27 de octubre), Yehude no logra que el MEF restituya los 400 millones de soles recortados del presupuesto 2008, la ANGR romperá el diálogo y tomará otras medidas (no dicen medidas de fuerza);<br /><br />• Sus posibles aliados políticas: la tecnocracia de izquierda, opuestos al modelo económico neoliberal, le han propuesto tomar medidas de ajuste en el sentido de: incrementar la tasa tributaria de las empresas mineras, elevación de aranceles (reforma arancelaria), protección del mercado interno (por tanto se oponen a los TLC con Europa y China) y conformación de bloques económicos en América Latina. En palabras de Carlos Franco: “(Yehude Simon) tiene que decirle a los empresarios ustedes han crecido, ahora tienen que pagar más impuestos. Si no hace eso, en tres o cuatro meses el país entrará en grave crisis” (Diario La Primera, 20 – 10 – 2008). Le han puesto como condición para que tenga éxito, que se enfrente al Ministro de Economía y a la Ministra del MINCETUR, con lo cual le están empujando a una crisis de gabinete de corto plazo.<br /><br />• Las organizaciones sindicales y populares como la CGTP – SUTEP – Federación Médica, ya le exigieron que el diálogo se haga con la Coordinadora Política Social, que es el frente que agrupa a las posiciones más radicales de la izquierda, y que tienen una agenda muy precisa: oponerse al Foro APEC, levantando como alternativa la Asamblea Nacional de los Pueblos, convocado para los mismos días del Foro. Obviamente, su objetivo es constituir una base social de oposición al Gobierno con miras a convertirse en alternativa de gobierno en abierta confrontación al modelo de apertura económica.<br /><br />4. La carencia de aliados políticos sólidos y la enorme debilidad de su propio partido (Partido Humanista) le han puesto en el escenario más crítico. Los partidos van a entrar en una fase de crisis interna y de definiciones de hegemonías en su interior.<br /><br />El Partido Aprista, seriamente golpeado por el viraje de Alan García hacia el centro izquierdo, pero más deteriorado por el escándalo de la corrupción que golpea a sectores encumbrados del APRA, ha acelerado las pugnas internas. El Apra como partido no está dispuesto a perder sus cuotas de poder logrados en el gobierno y van a defender no solo el regreso de sus partidarios en el gabinete, sino se van oponer a todo cambio de cuadros apristas en los puestos claves: todos los programas relacionados con las inversiones sociales y las gobernaciones. Todo lo cual debilitará la gestión de los nuevos ministros puestos por Yehude Simon.<br /><br />Los partidos de izquierda y centro izquierda, van a entrar en crisis por las discrepancias respecto a la táctica frente al nuevo gabinete. De hecho no van a lograr unidad de acción por discrepancias en los objetivos políticos, y porque tras ellos tienen una posición mucho más radical antipartido que les socava internamente la posibilidad de constituir un bloque político o alianzas políticas amplias para construir su alternativa de gobierno.<br /><br />El nuevo Gabinete frente a los Conflictos Sociales<br /><br />5. Los conflictos sociales no dan tregua por una razón: porque no tienen dirección, ideología ni se encuentran sujetos a plataformas o cronogramas políticos. La característica más importante de los conflictos sociales es su naturaleza confrontacional liderados por grupos disímiles con alta capacidad de enfrentamiento en calles y carreteras. Esto hace que, en efecto, sea muy difícil que se tenga una estrategia de prevención que genere la sensación de tregua social como lo pide el Primer Ministro.<br />La prueba de ello son los conflictos en curso que no se derivan ni están en función del cambio de gabinete. En el más breve plazo los conflictos más serios que se van a presentar son :<br /><br />• Pobladores de la cuenca del río Huaura-Oyón convocaron a un paro para este jueves y viernes, así como a una movilización hacia Lima para noviembre, ante la demora en el asfaltado de la carretera Huaura/Río Seco-Sayán-Churín, Oyón-Yanahuanca-Ambo. Dicen que la obra fue anunciada en el último mensaje presidencial y está contemplada en el SNIP.<br /><br />• Desde el sábado pasado, autoridades y organizaciones populares y sociales de la provincia de Chota acatan un paro indefinido exigiendo al Gobierno el asfaltado de la carretera Chongoyape-Chota-Cajamarca. Las autoridades ediles se encuentran en negociación con la PCM.<br /><br />• Los obreros de la Municipalidad Provincial de Chiclayo iniciaron una huelga indefinida en demanda de mejoras salariales. La actual administración edil ha asegurado que no aceptará chantajes e, incluso, ha indicado que tiene un plan de contingencia para enfrentar la medida.<br /><br />• Comuneros de Acora (Puno) iniciaron, el domingo pasado, un paro de 72 horas contra el alcalde de esa localidad, Iván Flores Pilco. Ellos rechazan supuestos actos de corrupción en esa administración. Un grupo de manifestantes, incluso, tomó temporalmente el local edil y retuvo al burgomaestre durante 4 horas. <br /><br />6. Si a ello le sumamos el probable conflicto en el Sur por la paralización de la construcción de la carretera interoceánica previsto para dentro de 15 días (segunda semana de noviembre), el panorama se torna bastante crítico. Como sabemos las empresas constructoras han demandado un incremento de 500 millones de dólares porque los costos han subido, y han convencido a las Cámaras de Comercio de Cusco – Puno – Arequipa – Moquegua – Ilo (las zonas más convulsas) que integran PERUCAMARAS para presionar al Gobierno y al Parlamento para que autorice el gasto mencionado. Hay que recordar que en el Congreso existe una comisión que está investigando las presuntas irregularidades en la concesión de las obras de la Interoceánica Tramos 2 – 3 – 4.<br /><br />7. La lectura que Yehude Simon hace de los conflictos sociales no es acertada. Considera, por un lado que los sectores se hagan responsables de atender las demandas de los pobladores movilizados, sin considerar que muchos de los conflictos tienen que ver con disputas de poder y liderazgos, y que otros tienen que ver con políticas de gobierno y de Estado (que exigen decisión del Congreso).<br /><br />Por otro lado, cree que la estrategia de las mesas de diálogo es el mecanismo apropiado para prevenir y solucionar conflictos. En verdad lo que se puede deducir del periodo de conflictos sociales 2006 – 2008 es lo siguiente:<br /><br />• Que hay un agotamiento y descrédito de las mesas de diálogo. Los actores de los conflictos prefieren las negociaciones bilaterales porque les permite llegar a acuerdos inmediatos y prácticos.<br /><br />• Las mesas de diálogo se han agotado y desacreditados porque, por un lado, se presentan plataformas con puntos de muy difícil tratamiento que exigen comisiones de trabajo que prolongan la solución del problema; y por otro, porque los actores directos de los conflictos son sustituidos por los mediadores del conflicto.<br /><br />• Porque los actores del conflicto prefieren el diálogo directo con el poder central y no confían de los negociadores o los representantes del ejecutivo. De ahí la exigencia para que sea el propio Presidente del Consejo de Ministro esté en cada negociación (por ejemplo en el conflicto reciente entre Tacna y Moquegua, resulta que el Alcalde de Candarave, Tacna, exige la presencia del Primer Ministro para que participe en su Mesa de Diálogo de la provincia de Candarave para llegar a un acuerdo sobre el uso del recurso hídrico para las actividades mineras). Esto, por supuesto terminará liquidando toda posibilidad de institucionalizar la solución de las demandas.<br /><br />8. Es posible determinar que en cuanto a los conflictos sociales estamos frente a una nueva situación que va a influir mucho en su intensidad y radicalidad. Es posible determinar que vamos a ingresar a un periodo donde los conflictos ya no se presentan por la distribución de las ganancias o del canon (en el caso de los conflictos mineros). Los conflictos en este nuevo periodo de crisis económica y de reducción de los ingresos por la reducción del canon, se presentarán por impedir perder los recursos asignados, los derechos adquiridos y los montos establecidos en la distribución del canon.<br /><br />Serán, por tanto, conflictos defensivos. La población sentirá que están perdiendo conquistas históricas, y eso como sabemos tiene una alta dosis de subjetividad y de violencia.<br /><br />Un poco de calma. ¿Qué se puede hacer en esta circunstancia?<br />Dos ideas básicas:<br /><br />1. Si se trata de lograr superar la crisis inmediata que enfrentaría al Gabinete con los presidentes regionales, lo que se requiere es superar los conflictos internos en el Gabinete, y definir una sola política en relación a las demandas de los gobiernos regionales de no sufrir los recortes de los 400 millones de soles del presupuesto 2008. <br /><br />2. Si se trata de lograr de la tregua con el movimiento social para no agudizar los conflictos sociales en curso, de lo que se trata, entonces es considerar lo siguiente:<br /><br />• No repetir la experiencia de las mesas de diálogo porque eso entramparía al Ejecutivo y le restaría credibilidad al gobierno en el manejo de las crisis sectoriales y regionales. <br /><br />• Es mejor trabajar puntos fundamentales de la coyuntura política para lograr nuevos consensos con los actores políticos. Por ejemplo: se requiere que el Gobierno Nacional establezca bases de acuerdos con las comunidades amazónicas y las empresas petroleras respecto del marco normativo institucional para la explotación racional de los recursos naturales. <br /><br />• Considerar que la mejor política de prevención de conflictos es la transparencia en la gestión, impulsando una efectiva política de moralización y “despartidarización” de la gestión pública.<br /><br />No hay mucho por hacer o cambiar en tan poco tiempo, y con tanta incertidumbre tanto interna (en el gabinete) como en el curso de la crisis económica.Martín Tanakahttp://www.blogger.com/profile/06050485380124561809noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-3998790288318316359.post-5171814232623968142008-09-22T23:10:00.000-07:002008-09-22T23:12:02.606-07:00Syllabus de Etnicidad y mestizaje, de Pablo Sandoval.<br />PONTIFICIA UNIVERSIDAD CATOLICA DEL PERU<br />FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES<br />ESPECIALIDAD DE SOCIOLOGIA<br /><br />ETNICIDAD Y MESTIZAJE EN EL PERÚ<br />SOC – 345<br /><br />Profesor: Pablo Sandoval López <br />Semestre: 2008-II<br />Créditos: Tres<br /><br />Sumilla y objetivos<br /><br />Para el sentido común, la etnicidad y el mestizaje se presentan como materialidades tan concretas como inequívocas. Sin embargo, estas entidades son “realidades” que se construyen como tales a partir de procesos de producción cultural que inscriben subjetividades y pertenencias que van en ciertas direcciones y no en otras.<br /><br />Este curso apunta a introducir a los alumnos en el debate de conceptos y experiencias históricas para abordar la construcción social de la etnicidad y el mestizaje en el Perú y América Latina. Para ello, se discutirán las interrelaciones entre mestizaje y etnicidad, así como los vínculos entre etnicidad y nación, en especial los referidos a los movimientos políticos étnicos en los países andinos. Es decir, se busca discutir interpretaciones e hipótesis que den cuenta de la conformación de procesos de mestizaje y conformación de identidades étnicas en Perú y América Latina (México, Guatemala, Ecuador, Bolivia y Perú). Se prestará atención -de manera comparada- a la historia política y cultural reciente de estos países, el papel que ha jugado la dimensión étnica y la ideología del mestizaje en los discursos estatales así como en la emergencia de nuevos movimientos sociales que han enfrentado las reformas neoliberales y la crisis del sistema de partidos a través de un discurso de re-fundación “étnica” y "nacionalista".<br /><br />Del mismo modo, se analizarán los procesos de emergencia de discursos de cholificación en el Perú y cómo las categorías de “etnicidad” y “raza” han permeado las prácticas, narrativas y representaciones durante la reproducción del conflicto armado interno que vivió el Perú entre 1980 y 2000. <br /><br />En suma, el objetivo de este curso es privilegiar la aproximación teórica con la discusión histórica, abordando las implicancias teóricas de las categorías de etnicidad y mestizaje y sus interrelaciones con los contextos sociopolíticos en que se ha desarrollado en Perú y América Latina. <br /><br />Programa:<br /><br />I. Introducción: ¿De qué estamos hablando cuándo hablamos de etnicidad?<br />Aproximación primordial y situacional. Discusión del concepto de etncidad identidad. Nacionalismo y etnicidad. <br /><br />II. Proyecto de mestizaje y etnicidad en el Perú y la América colonial <br />Castas, raza y etnicidad en la sociedad colonial.<br /><br />III. Etnicidad y mestizaje en América Latina: México, Guatemala y Perú (periodo republicano)<br />Formación de estado nación. Proyectos nacionalistas, narrativas de mestizaje y representaciones del indio en Perú, Guatemala y México. <br /><br />IV. Ruta cultural del Perú: proceso de cholificación o del mestizaje a la peruana <br />Proceso de cholificación en el Perú. Migración como “hecho” de modernidad. Nuevos actores y sentidos de pertenencia peruana. Debate sobre lo “andino”. Los retos del laberinto de la choledad.<br /><br />V. Movimientos étnicos en los países andinos<br />Emergencia de movimientos sociales de narrativa étnica. Refundación de nación, “populismo” e identidades en los países andinos: Ecuador, Bolivia y Perú.<br /><br />VI. Etnicidad, ciudadanía y violencia política en el Perú.<br />Conflicto armado interno, racismo, exclusión, ciudadanía, Estado y Sendero Luminoso. <br /><br />Modo de evaluación:<br /><br />La nota final del curso será obtenida en base a:<br /><br />2 reseñas de textos 20%<br />Examen parcial 40%<br />Trabajo final 40%<br /><br />- La reseña de los 2 textos debe tener una extensión máxima de tres páginas, y debe contener los fundamentos principales del texto así como una aproximación crítica del alumno al mismo.<br /><br />- El trabajo final se hará exclusivamente en base a uno de los temas desarrollados en el curso; y bajo el asesoramiento del profesor. El trabajo final debe tener una extensión máxima de 15 páginas.<br /><br />- El examen final busca evaluar los conocimientos trabajados y discutidos en clase. <br /><br /><br />I. INTRODUCCIÓN: ¿DE QUÉ ESTAMOS HABLANDO CUÁNDO HABLAMOS DE ETNICIDAD?<br /><br />1 sesión. Aproximación primordial <br />Lecturas obligatorias:<br />Geertz, Clifford<br />1988 “La revolución integradora: sentimientos primordiales y política civil en los nuevos estados” y "Persona, tiempo y conducta en Bali”, en: La interpretación de las culturas, Gedisa, Barcelona. Pp. 219-261, 299-338.<br /><br />Lecturas complementarias:<br />Apadurai, Arjun,<br />1996 “La vida más allá del primordialismo”, en: Arjun Apadurai, La modernidad desbordada. Dimensiones culturales de la globalización, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, pp. 147-166. <br /><br />Eller, Jack y Reed Coughlan<br />1993 “The Poverty of Primordialism: the Demystification of Ethnic Attachments”. Ethnic and Racial Studies, 16 (2), pp. 187-201.<br /><br />Grosby, Steven <br />1994 “The Veredict of History: the Inexpugneable tie of Primordiality – a Response to Eller and Coughlan”, en: Ethnic and Racial Studies, 17 (2), pp. 164-171.<br /><br />2 sesión. Aproximación situacional<br />Lecturas obligatorias:<br />Barth, Frederik<br />1976 “Los grupos étnicos y sus fronteras. Introducción” y “Los Pathanes: su identidad y conservación”, en: Barth, Fredrik (comp.), Los grupos étnicos y sus fronteras. La organización social de las diferencias culturales, FCE, México D.F, pp. 9-49, 122-177.<br />http://www.cholonautas.edu.pe/modulo/upload/Barth%20intr.pdf <br />http://www.cholonautas.edu.pe/modulo/upload/Barth%20Pathanes.pdf <br /><br />Lecturas complementarias:<br />Barth, Frederik<br />1961 Nomads of South Persia: the Basseri Tribe of the Khamseh Confederacy. Boston: Little, Brown. <br />1989. “The Analysis of Culture in Complex Societies”, en: Ethnos, 54(3-4):120-142.<br />1993 Balinese Worlds, The University of Chicago Press.<br /><br />3 sesión. Debatiendo el concepto de etnicidad e identidad<br />Lecturas obligatorias:<br />Brubaker, Rogers<br />2004 “Ethnicity without Groups” y “Ethnicity as Cognition”, en: Rogers Brubaker, Ethnicity without Groups, Harvard University Press, pp. 7-27, 64-87.<br /><br />Cooper, Frederik, y Brubaker Rogers<br />2000 "Beyond 'Identity”, en: Theory and Society, N. 29 (1), pp. 1-47.<br /><br />Lecturas complementarias:<br /><br />Banks, Marcus<br />1996 Ethnicity: Anthropological Constructions, Routledge, Londres.<br /><br />Baud, Michiel et al<br />1996 “(Re)construcción de la etnicidad”, “La dimensión étnica de la ´comunidad´” y “Formación de la Nación y etnicidad”, en: Michiel Baud et al, Etnicidad como estrategia en América Latina y el Caribe, Ediciones Abya-Yala, Quito. <br /><br />Benhabib, Seyla<br />2002 “Introduction: On the Use and Abuse of Culture”, en: Seyla Benhabib, The Claims of Culture. Equality and Diversity in the Global Era, Princeton University Press,pp.1-23.<br /><br />Briones, Claudia<br />1998 La Alteridad del “Cuarto Mundo”: una deconstrucción antropológica de la diferencia, ediciones del Sol, Buenos Aires.<br /><br />Jenkins, Richard<br />1997 Rethinking Ethnicity: Arguments and Explorations, SAGE Publications, Londres.<br /><br />Stone, John<br />2003 Race and Ethnicity: Comparative and Theoretical Approaches, Blackwell, Nueva York.<br /><br />4 sesión. Etnicidad y nacionalismo<br />Lecturas obligatorias:<br />Anderson, Benedict<br />1993 Comunidades imaginadas. Reflexiones sobre el origen y la. difusión del nacionalismo, Fondo de Cultura Económica, México DF.<br /><br />Breully, John<br />1990 “Conclusión”, en: John Breully, Nacionalismo y Estado, Ediciones Pomares-Corredor, Barcelona, pp. 370-403.<br /><br />Hastings, Adrian<br />2000 “La nación y el nacionalismo” y “Un examen más atento de la etnicidad”, en: Adrian Hastings, La construcción de las nacionalidades. Etnicidad, religión y nacionalismo, Cambrigde University Press.<br /><br />Smith, Anthony <br />2000 “Invención e imaginación”, “Primordialismo y perennialismo” y “Etnosimbolismo”, en: Anthony Smith, Nacionalismo y modernidad, Istmo, Madrid, pp. 215-347.<br /><br />Lecturas complementarias:<br />Comaroff, John<br />1992 "Of Totemism and Ethnicity: Consciousness, Practice, and the Signs of Inequality," en: John y Jean Comaroff, Ethnography and the Historical Imagination, Boulder, CO: Westview Press.<br />1996 “Ethnicity, Nationalism and the Politics of Difference”, en: P. MacAllister y E. Wilmsen (eds), The Politics of Difference, University of Chicago Press.<br /><br />Marx, Anthony W.<br />1996 "Race-Making and the Nation-State", en: World Politics, N. 48, pp.180-208.<br />2003 Faith in Nation. Exclusionary Origins of Nationalism, Oxford University Press.<br /><br />Mosse, George<br />1995 “Racism and Nationalism”, en: Nations and Nationalism, Volume 1 Issue 2, pp. 163-173.<br /><br />Smith, Anthony <br />1999 “Ethnic Election and National Destiny”, en: Nations and Nationalism, N. 5, no. 3, pp. 331-355.<br />2003 “The Glorious Dead”, en: Anthony Smith, Chosen People. Sacred Sources of National Identity, Oxford University Press, pp. 218-288.<br /><br />Stavenhagen, Rodolfo<br />2001 La Cuestión étnica, El Colegio de México, México DF.<br /><br /><br />II. PROYECTO DE MESTIZAJE Y ETNICIDAD EN EL PERÚ Y LA AMÉRICA COLONIAL <br /><br />5 sesión. ¿Raza, castas o grupos étnicos en la colonia?<br />Lecturas obligatorias:<br />Estensoro, Juan Carlos<br />2000 “Los colores de la plebe: razón y mestizaje en el Perú colonial”, en: Los cuadros de mestizaje del Virrey Amat. La representación etnográfica en el Perú colonial, Museo de Arte de Lima, Lima, pp. 67-107.<br /><br />Thomson, Sinclair<br />2007 “¿Hubo raza en Latinoamérica colonial? Percepciones indígenas de la identidad colectiva en los Andes insurgentes”, en: De la Cadena, Marisol (ed.), Formaciones de indianidad. Articulaciones raciales, mestizaje y nación en América Latina, Envión editores, Popayán.<br />http://www.cholonautas.edu.pe/modulo/upload/Formaciones%20de%20Indianidad%20-%20cap%202.pdf<br /><br />Lecturas complementarias:<br />De la Cadena, Marisol<br />2007 “Introducción”, en: Marisol de la Cadena (ed.), Formaciones de indianidad. Articulaciones raciales, mestizaje y nación en América Latina, Envión editores, Popayán.<br /><br />Katzew, Ilona<br />2004 Casta Painting: Images of Race in Eighteenth-century Mexico, Yale University Press. <br /><br />O'Phelan Godoy, Scarlett<br />2002 “Ciudadanía y etnicidad en las Cortes de Cádiz”, en: Cristóbal Aljovín y Nils Jacobsen (eds.), Cultura política en los Andes, 1750-1950, IFEA / UNMSM, Lima, pp. 267-289.<br /><br />Salomon, Frank y Stuart Schwartz<br />1999 “Peoples and New Kinds of People: Adaptation, Readjustment, and Ethnogenesis <br />in South American Indigenous Societies (Colonial Era)”, en: Frank Salomon y Stuart Schwartz (eds.), The Cambridge History of the Native Peoples of the Americas, Vol. 3 parte 2: South America, Cambridge University Press, pp. 443-501.<br /><br /><br />Schwartz, Stuart<br />1995 “Colonial Identities and the Sociedad de Castas”, en: Colonial Latin American Review, N. 4 (1), pp. 185-201.<br /><br />III. ETNICIDAD Y MESTIZAJE EN AMÉRICA LATINA: MÉXICO, GUATEMALA Y PERÚ (PERIODO REPUBLICANO)<br /><br />6 sesión. Indigenismo y mestizaje: visiones panorámicas<br />Lecturas obligatorias:<br />Baud, Michiel<br />2003 Intelectuales y sus utopías. Indigenismo y la imaginación de América Latina, CEDLA, Ámsterdam.<br /><br />Lectura complementaria:<br />Favre, Henri<br />1998 El Indigenismo, Fondo de Cultura Económica, México DF.<br /><br />7 sesión. Mestizaje y nacionalismo en México:<br />Lecturas obligatorias:<br />Dawson, Alexander S.<br />1998 “From Models for the Nation to Model to Citizens: Indigenismo and the ‘Revindication’ of the Mexican Indian, 1920-1940”, en Journal of Latin American Studies, Vol. 30. Cambridge.<br /><br />Knight, Alan<br />1990 "Racism, Revolution, and Indigenismo: Mexico, 1910-1940.", en: Richard. Graham., The Idea of Race in Latin America, 1870-1940, Austin, Texas.<br /><br />Peña, Guillermo de la <br />2002 "El futuro del indigenismo en México: del mito del mestizaje a la fragmentación neoliberal", Yamada, Mutsuo y Degregori, Carlos Iván. Orgs., Estados nacionales, etnicidad y democracia en América Latina / (JCAS symposium series, 15, Osaka: National Museum of Ethnology, The Japan center for area studies. JCAS, 2002, pp. 45-64, 61-64.<br /><br />Lecturas complementarias:<br />Alonso, Ana María<br />2004 “Conforming Disconformity: "Mestizaje," Hybridity, and the Aesthetics of Mexican Nationalism”, en: Cultural Anthropology, Volume 19 Issue 4, pp. 459-490.<br /><br />Escalante, Fernando<br />s/f La transición al indigenismo del EZLN, mimeo. <br />http://clas.uchicago.edu/events/briefings/El%20nuevo%20indigenismo%20y%20el%20EZLN.pdf<br /><br />Knight, Alan<br />1994 “Popular Culture and the Revolutionary State in Mexico', Hispanic American Historical Review, 74:3.<br /><br /><br /><br />Palacios, Guillermo<br />1998 “Postrevolutionary Intellectuals, Rural Readings and the Shaping of the 'Peasant Probem' in Mexico: El Maestro Rural, 1932-1934”, en: Journal of Latin American Studies, vol. 30, n° 2. <br /><br />Poole, Deborah.<br />2004 “An Image of "Our Indian": Type Photographs and Racial Sentiments in Oaxaca, 1920-1940”, en: Hispanic American Historical Review - 84:1, Febrero, pp. 37-82.<br /><br />Vaughan, Mary Kay<br />2001 “Introducción: la política cultural de la Revolución mexicana”, en: La política cultural en la revolución. Maestros, campesinos y escuelas en México, 1930-1940, Fondo de Cultura Económica, México DF. pp. 13-48.<br /><br />8 sesión. Racismo y mestizaje en Guatemala:<br />Lecturas obligatorias:<br />Adams, Richard y Santiago Bastos <br />2005 “Un abrazo incómodo: la redefinición de las relaciones étnicas, 1994-2000”, en: Richard Adams, Ensayos sobre evolución y etnicidad en Guatemala, Universidad Autónoma Metropolitana-Izatapalapa, México DF, pp. 253-292.<br /><br />Grandin, Greg<br />2000 “Introduction: Searching for the Living among the Dead”, “Regenerating the Race: Race, Class, and the Nationalization of Ethnicity”, y “Conclusions: The Limits of Nation”, en: Greg Grandin, The Blood of Guatemala: A History of race and Nation, Duke University Press, pp. 1-19, 130-335.<br /><br />Tenorio, Mauricio<br />2006 “Guatemala y México: del mestizaje a contrapelo”, en: Revista Istor, CIDE, México DF. Año 4, N. 24, pp. 67-94. <br />http://www.istor.cide.edu/archivos/num_24/dossier4.pdf<br /><br />Lecturas complementarias:<br />Adams, Richard<br />2005 “La población indígena en el estado liberal, 1900-1944”, en: Richard Adams, Ensayos sobre evolución y etnicidad en Guatemala, Universidad Autónoma Metropolitana, Izatapalapa, México DF., pp. 199-252.<br /><br />Casaus Arzú, Marta E.<br />2005 "De la incógnita del indio al indio como sombra: el debate de la antropología guatemalteca en torno al indio y la nación, 1921-1938", en: Revista de Indias, Vol. 65, N. 234, pp. 375-404.<br />2006 "La genealogía del racismo y del discurso racial en las elites de poder en Guatemala (siglos XIX y XX)", en: Cuadernos Americanos, Vol. 3, N. 117, pp. 85-126.<br /><br />9 sesión. Mestizaje, etnicidad y nación en Perú:<br />Lecturas obligatorias:<br />De la Cadena, Marisol<br />1998 “El Racismo silencioso y la superioridad de los intelectuales en el Perú”, en: Socialismo y Participación, No. 83, setiembre, Lima, pp. 85-109.<br />2004 “Viejos diálogos en torno a la raza: una introducción al presente” e “Indigenistas liberales frente al Comité Tawantinsuyo: la construcción del indio”, en: Marisol de la Cadena, Indígenas mestizos. Raza y cultura en el Cusco, IEP, Lima, pp. 19-60, 105-151.<br /><br />Franco, Carlos<br />1991 “Impresiones del indigenismo”, en: Carlos Franco, Imágenes de la sociedad peruana: la "otra" modernidad, Centro de Estudios para el Desarrollo y la Participación CEDEP, Lima, pp. 57-77.<br /><br />Manrique, Nelson<br />1999 “Introducción: algunas reflexiones sobre el colonialismo, el racismo y la cuestión nacional” y “José María Arguedas y la cuestión del mestizaje”, en: La piel y la pluma. Escritos sobre literatura, etnicidad y racismo, SUR / CDIAG, Lima.<br /><br />Poole, Deborah<br />1997 “Introducción”, “El rostro de una nación” y “Los nuevos indios”, en: Deborah Poole, Visión, raza y modernidad. Una economía visual del mundo andino en imágenes, SUR / Consejería de proyectos, Lima. Pp. 11-35, 177-242.<br /><br />Lecturas complementarias:<br />Kristal, Efraín<br />1991 Una visión urbana de los Andes. Génesis y desarrollo del indigenismo en el Perú 1848-1930, Instituto de Apoyo Agrario, Lima.<br /><br />Méndez, Cecilia<br />1996 Incas sí, Indios no: apuntes para el estudio del nacionalismo criollo en el Perú, Documento de Trabajo N. 56, segunda edición, Instituto de Estudios Peruanos, Lima. http://www.iep.org.pe/textos/DDT/DDT56.pdf<br /><br />Poole, Deborah<br />1990 ”Ciencia, Peligrosidad y Represión en la Criminología Indigenista Peruana”, en: Carlos Aguirre y Charles Walker (eds.), Bandoleros, Abigeos y Montoneros: Criminalidad y Violencia en el Perú, Siglos XVIII-XX, Lima: Instituto de Apoyo Agrario, pp. 335-367.<br /><br />Thurner, Mark<br />2003 “Los indios y las republicas entre 1830-1880”, en: Juan Maiguashca (ed.), Historia de América Andina, Vol. 5, Creación de las repúblicas y formación de nación, Universidad Andina Simón Bolívar, Quito, pp. 173-209.<br />2006 “Historizando el predicamento postcolonial andino”, “Comunidades inimaginadas” e “Historias republicanas, legados postcoloniales”, en: Mark Thurner, Republicanos andinos, Instituto de Estudios Peruanos, Centro Bartolomé de las Casas, Lima.<br /><br />Remy, Maria Isabel<br />1990 “¿Modernos o tradicionales?” Las ciencias sociales frente a los movimientos campesinos en los últimos años”, en: Héctor Béjar, Fernando Eguren, Orlando Plaza y María Remy, La presencia del cambio: campesinado y desarrollo rural, DESCO, Lima.<br />1992 “Arguedas y López Albújar: rasgos de un nuevo perfil de la sociedad serrana”, en: Debate Agrario, No. 13, 1992, pp. 121-137. http://www.cepes.org.pe/debate/debate13/07_articulo.pdf<br /><br />IV. RUTA CULTURAL DEL PERÚ: PROCESO DE CHOLIFICACIÓN O DEL MESTIZAJE A LA PERUANA <br /><br />10 sesión. ¿De mestizos a cholos?<br />Lecturas obligatorias:<br />Elmore, Peter<br />1993 Los muros invisibles. Lima y la modernidad en la novela del siglo XX, Lima. Mosca Azul editores.<br /><br />Franco, Carlos<br />1991 “Exploraciones en otra modernidad: de la migración a la plebe urbana”, en: Imágenes de la sociedad peruana: la “otra” modernidad. Lima, CEDEP, pp. 79-109.<br /><br />Nugent, José Guillermo<br />1992 El laberinto de la choledad, Fundación Friedrich Ebert, Lima.<br />2008 “El laberinto de la choledad, años después…”, en: Quehacer, N. 170, Lima, pp. 86-95. <br />http://www.desco.org.pe/apc-aa-files/6172746963756c6f735f5f5f5f5f5f5f/qh170gn.doc<br /><br />Quijano, Aníbal.<br />1980 “Lo cholo y el conflicto cultural en el Perú”, en: Aníbal Quijano, Dominación y cultura. Lo cholo y el conflicto cultural en el Perú, Mosca Azul, Lima, pp. 47-119.<br /><br />Lecturas complementarias:<br />Adrianzen, Alberto<br />1990 “Estado y sociedad: señores, masas y ciudadanos”, en: Abugattas, Juan y otros, Estado y sociedad. Relaciones peligrosas, DESCO, Lima, pp. 13-42.<br /><br />Oliart, Patricia<br />1995 "Poniendo a cada quien en su lugar: estereotipos sexuales y raciales en la Lima del Siglo XIX," en: Aldo Panfichi y Felipe Portocarrero (editores), Mundos Interiores, Universidad del Pacifico, Lima.<br /><br />López, Sinesio<br />2000 “Democracia y participación indígena: el caso peruano”, en: Fernando García (coordinador), Las sociedades interculturales: un desafío para el siglo XXI, Flacso-Ecuador, pp. 137-177. http://www.flacso.org.ec/docs/sasocintercul.pdf<br /><br /><br />V. MOVIMIENTOS ÉTNICOS EN LOS PAÍSES ANDINOS<br /><br />Lecturas complementarias de de contexto general<br /><br /><br />Adelman, Jeremy<br />2006 "Unfinished States: Historical Perspectives on the Andes", Drake, Paul y Eric Hersberg (eds.), State and Society in Conflict: Comparative Perspectives on Andean Crises, University of Pittburgh Press, pp. 1-40.<br /><br /><br /><br /><br />Albó, Xavier<br />1999 ”Andean People in the Twentieth Century”, en: The Cambridge History of the Native Peoples of the Americas Vol. 3 part 2: South America, Cambridge University Press, pp. 765-871.<br />2008 “Atando cabos”, en: Xavier Albó, Movimientos y poder indígena en Bolivia, Ecuador y Perú. PNUD / CIPCA, La Paz.<br /><br />Larson, Brooke<br />2004 Trials of Nation Making. Liberalism, Race, and Ethnicity in the Andes, 1810-1910. Cambridge: Cambridge University Press.<br /><br />Warren Kay y Jean E. Jackson<br />2002 “Introduction: Studying Indigenous Activism in Latin America”, en: Warren Kay y Jean E. Jackson (eds.), Indigenous Movements, Self-Representation, and the State in Latin America, University of Texas Press, pp. 1-46.<br /><br />11 sesión. Ecuador:<br />Lecturas obligatorias:<br />Albó, Xavier<br />2008 “Ecuador”, en: Xavier Albó, Movimientos y poder indígena en Bolivia, Ecuador y Perú. PNUD / CIPCA, La Paz. <br /><br />Guerrero, Andrés<br />2006 “El proceso de identificación: sentido común ciudadano, ventriloquía y transescritura”, en: Andrés Guerrero (ed.) Etnicidades, FLACSO-Ecuador, Quito, pp. 9-60.<br />http://www.flacso.org.ec/docs/etnicidades.pdf<br /><br />Lecturas complementarias:<br />Becker, Mark<br />2007 “Comunistas, indigenistas e indígenas en la formación de la Federación Ecuatoriana de Indios y el Instituto Indigenista Ecuatoriano”, en: Iconos. Revista de Ciencias Sociales, N. 27, Quito, enero, pp. 135-144.<br />2008 “Indigenous Nationalities in Ecuadorian Marxist Thought”, en: A Contracorriente, Vol. 5, No. 2, pp. 1-46.<br />http://www.ncsu.edu/project/acontracorriente/winter_08/documents/Becker.pdf <br /><br />Pajuelo, Ramón<br />2007 “Ecuador: movilización indígena y transformación del escenario político”, en: Reinventando comunidades imaginadas. Movimientos indígenas, nación y procesos sociopolíticos en los países centroandinos, IEP / IFEA, Lima, pp. 35-54. <br />12 sesión. Bolivia:<br />Lecturas obligatorias:<br />Albó, Xavier<br />2008 “Bolivia”, en: Xavier Albó, Movimientos y poder indígena en Bolivia, Ecuador y Perú. PNUD / CIPCA, La Paz. <br /><br />Pajuelo, Ramón<br />2007 “Bolivia: crisis estatal y protagonismo de los movimientos indígenas”, en: Reinventando comunidades imaginadas. Movimientos indígenas, nación y procesos sociopolíticos en los países centroandinos, IEP / IFEA, Lima, pp. 55-93. <br /><br />Lecturas complementarias:<br />Dunkerley, James<br />2006 “Evo Morales, the ‘Two Bolivias’ and the Third Bolivian Revolution”, en: Journal of Latin American Studies, N. 39, pp. 133–166.<br /><br />Larson, Brooke<br />2003 “Capturing Indian Bodies, Hearths, and Minds. “El hogar campesino’ and Rural School Reform in Bolivia, 1920s-1940s”, en: Merilee Grindle y P. Domingo, eds., Proclaiming Revolution. Bolivia in Comparative Perspective, Cambridge: Harvard University Press, pp. 183-212.<br />2005 “Indios redimidos, cholos barbarizados: creando la modernidad neocolonial en la Bolivia liberal, 1900-1910”, en: Nils Jacobsen y Cristobal Aljovín, eds., Cultura política en los andes (1750-1950), Universidad Nacional Mayor de San Marcos, IFEA, Embajada de Francia, Lima, pp. 347-373. <br /><br />Sanjines, Javier<br />2005 El espejismo del mestizaje, IFEA / PIEB, Embajada de Francia, La Paz.<br /><br />Yashar, Deborah<br />2005 Contesting Citizenship in Latin America. The Rise of Indigenous Movements and the Postliberal Challenge, Cambridge University Press (Parte II, “The Cases” pp. 85-365.).<br /><br />13 sesión. Perú:<br />Lecturas obligatorias:<br />Albó, Xavier<br />2008 “Perú”, en: Xavier Albó, Movimientos y poder indígena en Bolivia, Ecuador y Perú. PNUD / CIPCA, La Paz. <br /><br />Degregori, Carlos Iván<br />1998 “Ethnicity and Democratic Governability in Latin America. Reflections from two Central Andean Countries”, en: Felipe Agüero (editor), Fault Lines of Democracy in Post-Transition Latin America. North South Center Press, Miami.<br /><br />Drinot, Paulo<br />2006 "Nation-building, Racism, and Inequality: Institutional Development in Peru in Historical Perspective", en: John Crabtree (ed.), Making Institutions Work in Peru: Democracy, Development, and Inequality Since 1980, Institute for the Study of the Americas, Londres, pp. 5-23.<br /><br />García, María Elena<br />2005a “Race, Education and Citizenship: From Indigenismo to Interculturalidad, 1920-1990s”, en: María Elena García, Making Indigenous Citizens. Identities, Education, and Multicultural Development in Peru, Stanford University Press, pp. 63-83.<br /><br />García, María Elena y José Antonio Lucero<br />2005b “Explorando un país sin Indígenas: Reflexiones sobre los movimientos indígenas en el Perú”, en: León Zamosc y Fernando Garcés, eds., Movimientos Indígenas y Estado en América Latina, Quito, Ecuador: Abya-Yala.<br /><br /><br /><br />Lecturas complementarias:<br />Degregori, Carlos Iván<br />1991 “El aprendiz de brujo y el curandero chino: etnicidad, modernidad y ciudadanía”, en: Carlos Iván Degregori y Romeo Grompone, Demonios y redentores en el nuevo Perú. Elecciones 1990. Una tragedia en dos vueltas, Instituto de Estudios Peruanos, Lima, pp. 69-142.<br />1993 “Identidad étnica, movimientos sociales y participación política en el Perú”. en: Alberto Adrianzén et.al. Democracia, etnicidad y violencia política en los países andinos, IEP / IFEA, Lima, pp.113-133.<br /><br />Pajuelo, Ramón<br />2007 “Perú: política, etnicidad y organizaciones indígenas”, en: Reinventando comunidades imaginadas. Movimientos indígenas, nación y procesos sociopolíticos en los países centroandinos, IEP / IFEA, Lima, pp. 95-125. <br /><br />Portocarrero, Gonzalo<br />2006 “Etnicidad y política: los puentes entre lo ideal y lo real”, en: Crónicas urbanas: análisis y perspectivas urbano regionales, Año 10, no. 11, Cusco.<br />http://www.guamanpoma.org/cronicas/11/Gonzalo_Portocarrero.pdf <br /><br />Remy, María Isabel<br />1994 “The Indigenous Population and the Construction of Democracy in Peru”, en: Donna Lee Van Cott, ed. Indigenous Peoples and Democracy in Latin America, Nueva York, St. Martin’s Press.<br /><br />Yashar, Deborah<br />2005 Contesting Citizenship in Latin America. The Rise of Indigenous Movements and the Postliberal Challenge, Cambridge University Press (Parte II, “The Cases” pp. 85-365. Cap. “Peru: Weak National Movements and Sub-national Variation).<br /><br />Warren Kay y Bourque, Susan<br />1978 Denial and Reafirmation of Ethnic Identities. A comparative Examinations of Guatemalan and Peruvian Communities. Ocassional Papers Series. Program in Latin American Studies, Univeristy of Massachusset at Amherst. <br /><br />VI. ETNICIDAD, CIUDADANÍA Y VIOLENCIA POLÍTICA EN EL PERÚ.<br /><br />14 sesión. Racismo y dimensión étnica en el conflicto armado interno<br />Lecturas obligatorias:<br />Comisión de la Verdad y Reconciliación<br />2003 “Violencia y desigualdad racial y étnica”, en: Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, Vol.VIII, Lima, 119-175. <br />http://www.cverdad.org.pe/ifinal/pdf/TOMO%20VIII/SEGUNDA%20PARTE/Impacto%20diferenciado%20de%20la%20violencia/2.2.%20DISCRIMINACION%20ETNICA.pdf<br /><br />Degregori, Carlos Iván<br />2004 “Desigualdades persistentes y construcción de una país de ciudadanos”, en: Cuestión de Estado, N. 33/34, 2004, pp. 24-31.<br /><br />De la Cadena, Marisol<br />2003 “Escribir otra historia del Perú”, en: Cuestión de Estado, N.32.<br />2006 “Escribir otra historia en el Perú (segunda vuelta)”, en: Idéele, N. 176, IDL, Lima.<br /><br />Tanaka, Martín<br />2006 El informe de la CVR y los partidos políticos en el Perú, IEP, Lima.<br /><br />Wilson, Fiona<br />2007 “Transcending Race? Schoolteachers and Political Militancy in Andean Peru,<br /> 1970–2000”, en: Journal of Latin American Studies, N. 39, pp. 719–746.<br /><br />Lecturas complementarias:<br />Drinot, Paulo<br />2007 “El ojo que llora: las ontologías de la violencia y la opción por la memoria en el Perú”, Hueso Húmero, N. 50, 2007. http://huesohumero.perucultural.org.pe/textos/50/502.doc<br /><br />Muñoz, Ismael, Maritza Paredes y Rosemary Thorp <br />2006 Acción colectiva, violencia política y etnicidad en el Perú, Documento de trabajo N. 1, CISEPA, Lima. http://www.pucp.edu.pe/cisepa/docs/acc_colect.pdfMartín Tanakahttp://www.blogger.com/profile/06050485380124561809noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-3998790288318316359.post-45971881197754992832008-07-17T09:10:00.000-07:002008-07-17T09:12:08.873-07:00Lima, un semestre perdido: enero a junio 2008Lima, un semestre perdido: enero a junio 2008<br /><br />Ciudad Nuestra es una organización que tiene como propósito contribuir en la elaboración de una visión compartida para el desarrollo de la metrópoli alentando la mejora permanente de la calidad de vida, el cuidado ambiental y los mecanismos que la conviertan en una ciudad segura, inclusiva, moderna y gobernable.<br /><br />Para ello alentamos el diálogo abierto y plural que haga posible dotar a Lima de un plan integral de largo plazo que sea respetado por las sucesivas gestiones que la gobiernen.<br /><br />En enero pasado, con ocasión del aniversario de Lima, ofrecimos una primera evaluación anual de la Gestión Metropolitana que abarcó algunas de las principales competencias del gobierno de la ciudad. Hoy ofrecemos un corte temporal luego de transcurrido un semestre desde entonces y porque consideramos importante dejar constancia de lo ocurrido durante este período.<br /> <br />En el periodo enero a junio del 2008 los procesos sustantivos en curso para la mejora de la calidad de vida sufrieron retrocesos que colocan a la ciudad a mayor distancia de los objetivos deseados.<br /><br />1) Nos referimos, en primer lugar, a la anulación del concurso público para la concesión de los lotes de buses articulados que atenderán las rutas del Metropolitano y el consecuente retraso general en la implantación del nuevo sistema. El señor Alcalde, luego de una gran presión mediática e interna, desde el Concejo Metropolitano, aceptó explícitamente que la cancelación del concurso obedeció a razones de carácter subjetivo amparadas en las propias bases.<br />Lo cierto es que, por la complejidad del proceso y por la articulación estrecha entre cada uno de los componentes técnicos del proyecto, tal decisión ha significado un golpe más a un accidentado proceso que ya sumó su sexto equipo gerencial desde que se inició. Ha puesto en tela de juicio la capacidad de conducción y dirección de los equipos que son elegidos, sucesivamente, por el propio alcalde y su entorno. La credibilidad de la Municipalidad Metropolitana de Lima (en adelante MML) frente a los consorcios internacionales postores en dicho concurso y frente al mercado en general ha quedado lesionada.<br />El desconcierto de los ciudadanos frente a estos tropiezos no ha sido considerado por el alcalde y su entorno. Ya se escuchan las críticas de especialistas y observadores al ver las pistas nuevas abandonadas e invadidas todos los días por los colectivos piratas que usurpan el zanjón sin que la policía ni la municipalidad hagan algo para evitarlo.<br />Preocupa saber que el proyecto en marcha ha sido reformulado disminuyendo el número de unidades (buses articulados y buses alimentadores) con la inaceptable excusa de que “la postergada racionalización del transporte urbano” no se aplicaría al 100% sino recortada y “de manera progresiva”.<br />Han transcurrido seis meses desde la culminación de las obras físicas (pistas) en la vía expresa del Paseo de la República y hasta hoy no hay indicios de la construcción de estaciones y paraderos. Con estas señales, ¿creeremos los futuros usuarios en la “eficiencia” publicitada de este nuevo sistema de transporte masivo?<br /><br />2) Al iniciarse el año el servicio de revisiones técnicas (tercerizadas por contrato definido por la MML y el concesionario ganador) había logrado normalizar las atenciones al público y, una vez atendida con suficiencia la demanda real, había programado un crecimiento del servicio con la apertura de nuevas plantas. Mientras eso sucedía, la ciudad asistió a una disputa abierta entre las partes que desorientó a los usuarios y produjo un creciente rechazo al sistema ordenador. En el mes de febrero la alcaldía, mal asesorada por abogados externos, y bajo el pretexto de defender a los usuarios, declaró la caducidad del contrato de concesión traspasando una frontera que ha puesto en serio riesgo la credibilidad y las finanzas municipales. Como consecuencia de estos hechos, la ciudad padece el envilecimiento del aire y una enorme contaminación sonora además de un conjunto de procesos arbitrales y litigios judiciales de pronóstico reservado.<br />Pero lo que reviste mayor gravedad es el mensaje final: la Municipalidad Metropolitana asume ante la ciudadanía su incompetencia y su falta de voluntad ordenadora en materia del parque automotor, principal contaminante y responsable de la elevada accidentalidad urbana además de ser el causante de enormes pérdidas económicas por su ineficiencia. Los funcionarios ni se inmutan al aceptar que “será mejor que, de este asunto, se encargue el Ministerio de Transportes y Comunicaciones”.<br />Hace pocos días, el tribunal arbitral de la Cámara de Comercio de Lima, emitió una resolución, la Nº 7, que no admite interpretaciones frente al servicio público involucrado: “El Concejo de Lima está obligado a la adopción de las medidas necesarias que permitan a la sociedad concesionaria… la reanudación de los servicios de las revisiones técnicas vehiculares y la reapertura de las instalaciones…” Sin embargo, prosiguiendo con su conducta irresponsable y adversa al cuidado ambiental, el vocero legal del Municipio sostuvo que “el Concejo es respetuoso de la decisión del Tribunal Arbitral, pero aún no podemos decir si la acatará (sic)”.<br /><br />3) El colapso de los colectores ha marcado también este semestre que termina. Cuando desde el gobierno central se habla de agua para todos de inmediato, en las ciudades, conectamos con la idea de desagüe de todos. Y la pregunta de rigor es ¿qué hacemos con estas aguas residuales? El crecimiento de la ciudad y su población ha provocado que este asunto se convierta en un tema insoslayable para la gobernabilidad ambiental urbana.<br />SEDAPAL, la empresa estatal que administra el agua en la metrópoli, siempre con reflejos tardíos, propuso soluciones temporales mientras retomaba los abandonados proyectos de emisión submarina (para los que se requiere de una planta de tratamiento y grandes inversiones) y el relanzamiento de plantas de filtración y preparación de las aguas para uso agrícola y forestal. Estos proyectos estarían operativos del 2010 en adelante.<br />Lo que llama poderosamente la atención a cualquier observador medianamente informado fue la total ausencia de la MML para definir una solución temporal durante la crisis y las negociaciones posteriores entre distritos limeños y chalacos. El gobierno de la ciudad, es decir, el Alcalde Metropolitano, dejó desamparado a distritos como San Miguel, cuyo alcalde encabezó la defensa de su distrito para evitar que las aguas negras siguieran emanando por su distrito. Hasta el gobierno regional del Callao estuvo presente en las reuniones defendiendo sus fueros y apoyando a sus distritos. No podemos aceptar, en adelante, un gobierno metropolitano que se coloca de espaldas frente a los retos y dificultades para dotar de agua dulce y saneamiento seguro a sus vecinos. El asiento en el directorio de SEDAPAL aún espera por el señor Castañeda y las limeñas y limeños exigimos que lo ocupe.<br /><br />4) Seguimos desperdiciando grandes oportunidades al no impulsar los proyectos ambientales en el marco de los mecanismos de desarrollo limpio (MDL) derivados del protocolo de Kyoto. La Municipalidad puede aprovechar los rellenos sanitarios, la reconversión del parque de transporte público o el megaproyecto de bosque verde en los arenales de Piedras Gordas en el distrito de Ancón y otros. Pero parece ser que intereses poco claros confabulados con algunas dependencias municipales estarían tras de un solo proyecto pero con la condición que no haya concurso público.<br />Consideramos que la falta de transparencia de algunos empresarios y su indisposición frente a la competencia no puede condicionar la conducta del gobierno metropolitano. Lima debe ponerse al día con estos procesos y canalizarlos de manera pública y transparente. Al mismo tiempo, creemos que no puede seguir perdiendo la oportunidad de reforzar sus finanzas a la vez que contribuir decididamente con la mejora ambiental metropolitana.<br /><br />5) Otro gran proceso cuya solución afectará, sin duda, en un sentido u otro, la vida de la ciudad es la licitación internacional para otorgar la concesión para construir y operar el tren eléctrico. Conocido es que la MML, desde que recibió en transferencia el tren urbano hace algunos años, no pudo lograr más que su mantenimiento. Los estudios no arrojaban rentabilidad mínima y no había cómo inflar la demanda real. Así las cosas, llegado el APRA nuevamente al poder, la MML encarga a PROINVERSION, con ayuda de la PCM, la misión de promover el proyecto y entregarlo en concesión en un plazo de un año.<br />Vencido este lapso a fines del año 2007, la ciudad ha sido testigo de un sinnúmero de postergaciones (con variación de bases y aumento de exigencias por parte de los postores) sin que se vislumbre aún la finalización del proceso y sin que contemos con un consorcio ganador.<br />Lo cierto es que las condiciones de mercado no han variado y eso nos obliga a ajustar la proporción de la inversión estatal necesaria para sacarlo adelante: ésta ha pasado de 140 a más de 300 millones de dólares adicionales frente a unos 100 millones que aportaría el inversionista privado. Lo complicado es que todos pagaremos ese costo y que la MML cargará con las desventuras de su imprevisible funcionamiento sobre rieles.<br />Este proceso, como otros de similar envergadura e impacto en la vida de la ciudad, atraviesa por un territorio frágil, plagado de consideraciones políticas, de imperativos personales y de ambiciones privadas, dejando en segundo plano la importancia de lo técnico que es, en definitiva, lo que garantizará su viabilidad.<br /><br />6) Finalmente, creemos que es necesario dedicarle unas líneas para hablar sobre el superávit de obras viales. La ciudad es el hábitat de todos y es en función al bienestar colectivo que las intervenciones urbanas deben planificarse. No son aceptables, en absoluto, las excusas que pretenden explicar la congestión, el ruido y la polvareda apoyándose en la decoración para las “cumbres” o en el retraso y posterior desembolso simultáneo de los fondos desde el gobierno central para que todos los distritos “parchen”, a su antojo y no de manera planificada y coordinada, avenidas y calles por donde circularán personas importantes que no viven ni vivirán en Lima. Menos aún si los vecinos y vecinas no tienen como saber qué empresa contratista las ejecuta, cuál es el plazo de término y los costos totales y, por falta de un mecanismo explícito de defensa del vecino, sin poder presentar una queja formal por demoras o dificultades cuando corresponda.<br />Las autoridades están obligadas a caminar por la ciudad pero ellas siempre transitan en sus cómodos coches con chofer y lunas oscuras. Sólo caminando las calles, intentando sobrevivir en los endemoniados “cruceros” peatonales de las grandes avenidas o tratando de descifrar la irracional y contradictoria práctica de la policía de tránsito que siempre privilegia a los vehículos sobre los peatones y transeúntes o esquivando las endiabladas y temerarias maniobras de combis, colectivos y moto-taxis, podrán aquilatar el sufrimiento de todos los ciudadanos que transitamos por la metrópoli.<br /><br />Es así que en el semestre que pasó vemos que el Alcalde Metropolitano y sus allegados han continuado ejecutando obras sin concierto ni coordinación y destruyendo la convivencia. A estas alturas, cabría preguntarse si están calificados para gobernar. Una vez más: el sentido primordial del gobierno local es mejorar la calidad de vida de todos los vecinos. Y corresponde al Alcalde Metropolitano evitar que la fiebre de contrataciones acabe generando violencia y desánimo entre nosotros.<br /><br /><br /> Lima, 30 de junio de 2008<br /><br />Preparado por: Rafael García M., Director Ejecutivo de Ciudad Nuestra<br />® <a href="http://www.ciudadnuestra.org/">www.ciudadnuestra.org</a>.Martín Tanakahttp://www.blogger.com/profile/06050485380124561809noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-3998790288318316359.post-58989483161319827202008-02-11T18:40:00.000-08:002008-02-11T18:43:31.171-08:00Obama y Clinton, por Silva-Herzog y Dresser.<br />Prosa contra poesía <br /> <br />Jesús Silva-Herzog Márquez <br />11 Feb. 08 (Diario Reforma) <br /><br />La sorpresa es la rutina de la democracia. Hace unos meses todo indicaba que la senadora de Nueva York se haría fácilmente de la candidatura del Partido Demócrata para pelear, desde ahí, la Presidencia de Estados Unidos. No solamente contaba con el respaldo en casa del político más talentoso del escenario norteamericano y la red más extensa de relaciones y apoyos dentro de su partido. Ella había construido un incuestionable liderazgo nacional para impugnar el dominio republicano. No había pasado los años en la Casa Blanca horneando galletitas. Ejerció poder y participó en decisiones cruciales durante lo que ella ha bautizado como la "Primera Administración Clinton". Por méritos propios llegó al Senado y desde ahí ha ido esculpiendo un personaje presidencial.<br /><br />Hillary Clinton caminaba tranquilamente a la postulación. Hoy las cosas se ven muy distintas y sus perspectivas son mucho más oscuras. Un senador novato, sin ancestros encumbrados ni experiencia gubernativa, se prepara para fastidiarle la coronación. A mitad del camino la puntera ha perdido la ventaja y aparece en varias mediciones por debajo del desafiante. Encuestas recientes apuntan un dato crucial: Barack Obama es visto como la mejor carta demócrata para la elección constitucional. Mientras ella aparece prácticamente empatada (o con una ligera ventaja) con el probable adversario republicano, Obama se despega cómodamente del candidato conservador.<br /><br />La disputa dentro del partido puede verse como el choque de dos talentos, dos estilos contrastantes de liderazgo. Ya he dicho por estas páginas que me resulta poco interesante (aunque quizá no sea irrelevante) la raza o el sexo de los políticos. Se me escapa la tripa de ese discurso de identidad. Lo que veo en la contienda demócrata es una fascinante contraposición de talentos. Empiezo así: reconociendo la extraordinaria madera de Clinton y Obama. Dos políticos de cabeza clara y reflejo ágil; de olfato y con ideas. Pero sólo en su estatura son equiparables. En lo demás representan especies contrarias: dos ideales de liderazgo; dos nociones de política. Por un lado, la profesional que conoce el oficio y el taller de la política; por el otro, el misionero seductor que, sin distraerse en detalles, proyecta una imagen de futuro y maravilla a sus seguidores.<br /><br />Hillary Clinton conoce y entiende los engranajes del poder. Durante años vio su complejo movimiento desde un mirador de privilegio e intentó (sin mucho éxito, por cierto) manejar sus hilos. Se ha curtido en el pleito, padeciendo y sobreviviendo los ataques más feroces de la política norteamericana. Realista, sabe bien que el camino del poder está repleto de espinas, trampas y traiciones. Conoce los mil y un obstáculos que asaltan cualquier propósito político. Comprende los vericuetos de la gestión administrativa y puede disertar durante horas sobre los detalles más técnicos de sus propuestas. Su cerebro despliega con orden números y anécdotas; opciones internacionales y experiencias históricas. Clinton tiene ideas, esas ideas desembocan en propuestas y éstas esbozan un cuadro de acciones, calendarios, prioridades. Ésa es su plataforma: sé qué hacer desde el primer día. No soy una improvisada. Represento la experiencia.<br /><br />El problema es que la experiencia parece una virtud fuera de tiempo. La maestría administrativa, la destreza en el manejo de los instrumentos del poder no son particularmente atractivos en un país y, sobre todo, dentro de un partido urgido de cambio. Cuando ese ánimo de renovación se impone en la atmósfera, la inexperiencia resulta un costo que la gente está bien dispuesta a pagar.<br /><br />Obama no ha dormido en la Casa Blanca. Tampoco ha gobernado un pueblo ni un estado ni ha tenido ninguna responsabilidad administrativa. Tampoco ha dirigido una empresa. En un país en guerra amenazado por la recesión esa novatez parecería un golpe mortal para cualquier aspirante. Sin embargo, el senador de Illinois ha logrado encarnar el cambio del que todos hablan. Todos los candidatos han pronunciado la palabra; sólo Obama le aporta sentido y mística. Frente a Clinton, las propuestas de Obama pueden ser vagas, pero son efectivas. Para ella, la política es una compleja relojería. Para él una proeza colectiva.<br /><br />Obama ha mostrado que el viejo arte de la retórica no es polvo de la antigüedad, sino un recurso vivo y eficaz. El espectáculo de sus discursos es la constatación de ese poder. Alguien detectó la fuente de su encanto: al verlo ante un auditorio se contempla a un hombre que piensa y que después habla. No es el merolico que repite frases hechas y manoseadas, ni el títere de los asesores de imagen; es una inteligencia que se ejercita en público. Como ha resaltado Andrew Sullivan, uno de sus más lúcidos defensores, Obama representa la superación del antagonismo que ha polarizado a Estados Unidos en las últimas décadas. Será por eso que su convocatoria sale de los confines de un partido y contacta bien con independientes. Lo notable, sin embargo, no es la extensión de su llamado sino la intensidad. Obama ha revivido una llama que parecería muerta bajo el imperio de la mercadotecnia: la pasión política. Ha despertado esa emoción que es sospechosa para los escépticos y ridícula para los cínicos: el entusiasmo.<br /><br />En un intento por disminuir los encantos retóricos de Obama, la senadora Clinton dijo que mientras él hablaba en poesía ella gobernaría en prosa. Trataba de ridiculizar la oratoria de su contrincante como romanticismo impráctico. Los cambios no se hacen con palabras hermosas, sino con la destreza que sólo da el tiempo y el contacto con el poder. La pregunta del momento es si la pericia de la experta puede vencer la magia del carisma.<br /><br /><br />Dos modelos <br /> <br />Denise Dresser<br />11 Feb. 08 (Diario Reforma) <br /><br />Una mujer. Un africano-americano. Una disyuntiva histórica emblematizada por Hillary Clinton y Barack Obama en su lucha por llegar a la Casa Blanca. Una elección que divide en bandos antagónicos a quienes les preocupa más el género y a quienes les interesa más el cambio. Una carrera donde la experiencia que garantiza ella se enfrenta a la inspiración que ofrece él. Pero más allá de la importancia que tiene en esta contienda el género versus el color de piel, o la falda bien puesta contra la esperanza bien diseminada, hay algo mucho más en juego. Dos modelos de entender a la democracia en Estados Unidos y dos formas distintas de visualizar el liderazgo que necesita. En esta elección Hillary Clinton representa el incrementalismo partidista eficaz y Barack Obama la oportunidad de trascenderlo. Ella promete administrar mejor el gobierno; él ofrece reinventar su función. Fascinante contemplarlos porque cada uno revela -al hablar y al actuar- cómo gobernaría.<br /><br />Hillary Clinton es probablemente la candidata con el mayor conocimiento sobre las políticas públicas que Estados Unidos ha presenciado en su historia. Y no es una exageración afirmarlo. Basta con escucharla hablar sobre temas tan complejos como la salud pública y la crisis hipotecaria para saber que es así. Tiene un intelecto formidable y una gran capacidad para entender y analizar los detalles de cualquier tema de la agenda pública. Puede pasar horas hablando sobre la imperiosa necesidad de ofrecer cobertura de salud universal, y por qué va a ser necesaria una retirada gradual de Iraq. Sabe cómo funciona la intrincada maquinaria del gobierno y cuáles son las palancas que se deben jalar para que camine con mayor velocidad.<br /><br />Hillary se ve a sí misma como la persona con la experiencia suficiente para corregir la dirección equívoca que esa maquinaria tomó durante los años de George W. Bush. Una y otra vez manda el mismo mensaje: el liderazgo probado, la confiabilidad asegurada, la experiencia necesaria. Alguien que sabría qué hacer desde el primer día en la Oficina Oval porque lleva 35 años preparándose para llegar allí. Alguien similar a Lyndon Johnson, que conocía como nadie los vericuetos de la negociación legislativa y cómo lograr metas precisas a través de ella. Si ganara, trazaría objetivos claros, concretos, acotados. No pensaría en componer la democracia disfuncional sino en empujar una agenda gradual. No concebiría a la política como el arte de lo deseable sino de lo posible. Según un artículo reciente en la revista The New Yorker, Hillary Clinton contempla a la Presidencia como un puesto para alcanzar metas, no para transformar a la sociedad.<br /><br />Pero eso es precisamente lo que ofrece el joven articulado, carismático, orejón, que está sacudiendo la política de su país. Difícil clasificarlo porque trasciende las categorías usuales y ha buscado -deliberadamente- escapar de ellas. Difícil no sentirse conmovido al escuchar sus discursos, leer sus libros, analizar el sentido de sus palabras. Palabras que repite sin cesar: Estados Unidos es más que sus divisiones y los partidos que insisten en ahondarlas. Estados Unidos se merece algo mejor que la polarización política que ha vivido desde la elección del 2000. Estados Unidos no es sólo un país de liberales y conservadores, de blancos y africano-americanos, de latinos y quienes los odian. Dice Barack Obama: e pluribus unum, de muchos, uno. El bando común de aquellos capaces de remplazar la política del cinismo por la política de la esperanza. La esperanza transformadora que se anima a creer que otro tipo de gobernabilidad es posible.<br /><br />Y tan es posible que más de un millón de personas ha contribuido a su campaña, a veces con cantidades infinitesimales pero simbólicas, como la mujer que le entregó un cheque por tres dólares. Quienes no salían a votar ahora forman largas filas para hacerlo. Quienes nunca habían apoyado públicamente a un candidato -el caso de Oprah Winfrey- ahora se suman a la campaña en su favor. Quienes se sintieron alguna vez motivados por John F. Kennedy ven ahora en Barack a la persona capaz de recoger la antorcha que el Presidente asesinado dejó tirada aquella tarde en Texas. Ante la tiranía de la política tradicional, Obama enarbola lo que llama "la audacia de la esperanza". Esperanza nacida del amor improbable entre su madre blanca y su padre africano, como escribe en su autobiografía Dreams from My Father. Alimentada por las oportunidades que le dio el país en el cual creció. Reforzada por el lugar al que ha ascendido hoy un candidato improbable que se describe a sí mismo como "un chico flaco con un nombre raro que cree que América tiene un lugar para él, también".<br /><br />Obama entonces gobernaría de una forma con pocos precedentes en la historia de Estados Unidos. Quizás sólo sería comparable con algunos presidentes verdaderamente transformadores como lo fueron Andrew Jackson y Theodore Roosevelt, quienes dejaron huellas profundas y marcas que determinaron el destino de la nación. Obama llevaría "the bully pulpit" -el púlpito de la Presidencia- a un nuevo nivel. Ante cualquier atorón legislativo, convocaría a la ciudadanía a presionar a sus representantes para ponerse de acuerdo. Ante la parálisis divisoria, apelaría a la unidad post-partidista. Ante la inacción de la clase política tradicional, recurriría a la movilización de personas que por primera vez sentirían que hay algo en juego. Y todo esto implicaría un cambio profundo en la democracia estadounidense; quizás la volvería más profunda, más densa, más participativa, menos confrontacional. Obama se concibe como el candidato catalizador capaz de sumar en vez de restar; capaz de remontar los pleitos partidistas en vez de resucitarlos; capaz de restaurar la fe en el gobierno y conectarlo de nuevo con la población.<br /><br />Aristóteles escribió que "debe gobernar quien gobernará mejor" y Estados Unidos podrá escoger entre dos candidatos competentes con modelos contrastantes. Hillary Clinton ofrece ejecución; Barack Obama promete visión. Ella se presenta como una autoridad eficaz; él como un parteaguas necesario. Ella se aboca a elaborar propuestas; él afirma que será necesaria la reconciliación nacional para hacerlas realidad. Ella insiste que entre los demócratas y los republicanos no es posible la paz; él dice que logrará izar la bandera blanca entre bandos irreconciliables. Ella es la candidata del establishment; él ha construido un movimiento que lo trastoca. Al optar entre uno y otro, Estados Unidos también elegirá el tipo de sistema político que quiere ser, al margen de que lo gobierne el primer africano-americano o la primera mujer.Martín Tanakahttp://www.blogger.com/profile/06050485380124561809noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-3998790288318316359.post-40349999983311106172008-01-18T08:48:00.000-08:002008-01-18T09:13:44.143-08:00Evaluación de la Gestión Metropolitana de Lima el 2007.<br />Con ocasión del 473 aniversario nuestra ciudad y coincidiendo con el primer año del segundo período de gestión del alcalde Luis Castañeda, Ciudad Nuestra ha preparado un documento de evaluación de la gestión metropolitana que deseamos compartir con ustedes. Nos anima el deseo de reflexionar sobre Lima , sus problemas y desafíos e ir construyendo, juntos, el proyecto de ciudad que incluya a todos y que despierte nuestro cariño hacia ella.<br />Cordialmente,<br /><br />RAFAEL GARCIA MELGAR<br />Director Ejecutivo<br />CIUDAD NUESTRA<br />t. (511)2436377<br /><br />Evaluación de la Gestión Metropolitana de Lima el 2007<br /><br />Con ocasión del Aniversario de Lima, que se celebra el próximo viernes 18 de enero, la Asociación Civil Ciudad Nuestra se dirige a los hombres y mujeres de Lima para compartir nuestra evaluación sobre la gestión de la ciudad durante el año 2007. Queremos contribuir así a un diálogo público sobre los avances y retrocesos en dar solución a los grandes problemas de Lima.<br /><br />Ciudad Nuestra es una organización de la sociedad civil que quiere contribuir a desarrollar una visión compartida sobre los desafíos que tenemos para mejorar la calidad de vida en Lima y hacer de ella, nuestra ciudad, una ciudad bella y moderna, cómoda, segura y ordenada, y llena de oportunidades para todos. Una ciudad, nuestra ciudad, en la que todos nos sintamos responsables de su bienestar y de su futuro.<br /><br /><br />1) En transporte público<br /><br />Reordenamiento del tránsito y racionalización de rutas:<br /><br />Aunque la construcción de la infraestructura del Metropolitano se ha iniciado, lo que es muy positivo, aun sigue pendiente: a) la racionalización de las 519 rutas de transporte público, que se deberán reducir a por lo menos la mitad, y ser concesionadas por un plazo no menor de 10 años, para permitir la renovación de la flota vehicular; b) la ofrecida continuación del tren eléctrico, proyecto del que se desconoce la demanda actualizada; c) el plan integral de transformación del transporte público.<br /><br />Institucionalidad:<br /><br />Continuamos sin una autoridad de transporte integrada, lo que provoca conflictos de competencia, desorden y falta de autoridad en la definición y aplicación de políticas. También alienta la intromisión del Gobierno Central, como ha ocurrido con Mi Taxi y la fórmula de chatarreo y renovación de vehículos particulares, iniciativas nacionales loables, pero descoordinadas de las políticas metropolitanas y, por tanto, eventualmente contraproducentes. Preocupa la constante rotación de funcionarios en la Gerencia de Transporte Urbano (GTU) y en PROTRANSPORTE. En la primera estamos en el séptimo Gerente y en la segunda en el sexto Directorio. Lo grave es que son los responsables de dirigir y reformar el transporte público. Persisten sistemas empresariales informales que redundan en un servicio de mala calidad. La mayoría de empresas son solo “afiliadoras”.<br /><br />Metropolitano:<br /><br />Se iniciaron las obras de construcción del Corredor Segregado Norte-Sur y de la Estación Central, las que continuarán durante el 2008. El servicio se iniciará en junio de 2009. El Metropolitano debería ser la base del nuevo sistema de transporte público que Lima necesita. Para ello debe de ir acompañado de la racionalización de las actuales rutas y de una reestructuración empresarial, entre otras.<br /><br />Cultura Ciudadana:<br /><br />En materia de circulación vial es imprescindible un cambio cultural significativo. Éste requiere un plan de largo plazo para mejorar la movilidad urbana, un liderazgo claro y sostenido y la continuidad de políticas, así como campañas públicas de educación ciudadana. No debemos desaprovechar la inauguración del Metropolitano para iniciar ese cambio.<br /><br />Lo pendiente:<br /><br />La creación de una autoridad única de transporte metropolitano.<br />La publicación del mapa de rutas de transporte público racionalizadas.<br />Los programas de renovación y chatarreo de la flota de transporte público y de eliminación progresiva de combis y colectivos.<br />Los programas piloto de rutas racionalizadas y de empresas reestructuradas.<br /><br />2) En seguridad y convivencia ciudadana<br /><br />Institucionalidad:<br /><br />Siguen sin funcionar los Concejos Regional y Provincial de Seguridad Ciudadana y seguimos sin un Plan Metropolitano de Seguridad Ciudadana, ni un adecuado mecanismo de cooperación entre la Policía Nacional y los gobiernos regional y municipales de Lima. No obstante, las reuniones entre el Ministro del Interior y los Alcaldes Distritales han sido positivas y deben mantenerse. Está pendiente, para el caso del Cercado, la reestructuración del servicio de Serenazgo, integrándolo con la Policía Municipal.<br /><br />Victimización:<br /><br />Los niveles de riesgo siguen elevados, al igual que la percepción de inseguridad, aunque algunas encuestas dan cuenta de una caída en las tasas de victimización. Esto es preciso confirmarlo con otras encuestas. El Municipio Metropolitano debería realizar mediciones regulares de la situación de seguridad en Lima para evaluar el impacto de las políticas.<br /><br />Policía Nacional:<br /><br />La Policía, liderada en Lima por el Gral. Octavio Salazar, tuvo una meritoria actuación marcada por la impecable recuperación del Mercado de Santa Anita y un gran protagonismo operativo. Loable sus iniciativas de identificar problemas de la ciudad y poner la información y análisis en manos de las autoridades municipales. Los ejemplos más destacados son el informe sobre Accidentes de Tránsito y la situación de seguridad en Mesa Redonda y otros mercados populares. La iniciativa más importante fue el inicio de la distritalización policial, unificando el mando bajo la autoridad del Jefe Distrital. Aunque con problemas de implementación, la decisión debe profundizarse, para que los alcaldes tengan un solo interlocutor a nivel distrital y que ese rinda cuenta por el trabajo policial. El ejemplo de distritalización debería ser emulado por el Ministerio Público y el Poder Judicial. Sigue siendo urgente fortalecer las comisarías de la ciudad, equiparlas, informatizarlas e integrarlas.<br /><br /><br />3) En asuntos ambientales<br /><br />Institucionalidad:<br /><br />Constituyen avances importantes la aprobación del Sistema Metropolitano de Gestión Ambiental y del “Plan por una Lima y un Callao Verdes”. En ambos casos, hasta ahora, el proceso de implementación es pobre. La Subgerencia metropolitana encargada de temas ambientales carece de fondos para campañas mínimas de control, medición de contaminación o fiscalización. Paradójicamente, su presupuesto, ya franciscano, se reducirá el 2008 en 50%. Mientras el Gobierno Central crea un Ministerio del Ambiente, la MML se comporta contradictoriamente: por un lado, se dota de dos instrumentos fundamentales de gestión ambiental; por el otro, socava su capacidad institucional para implementarlos.<br /><br />Contaminación del Aire:<br /><br />Cerca del 70% de unidades de transporte público operan con Diesel 2, refinado en el país, que contiene más de 5000 ppm de azufre.[1] La prohibición para su uso, que entraba en efecto el 2007, fue prorrogada por el Gobierno Central hasta el 2010. Este plazo no puede volver a ser prorrogado. La restitución de las revisiones técnicas después de casi veinte años constituyó un avance estratégico. No obstante, podría ser poco duradero, por los cuestionamientos del propio alcalde a la empresa concesionaria. Es necesario superar los problemas que se presenten en su implementación, pero por ningún motivo debemos quedarnos sin revisiones técnicas.<br /><br />Residuos Sólidos y Contaminación Sonora:<br /><br />La cuenta está en rojo: los proyectos de ordenanza para regular estos temas e iniciar un cambio en la conducta ciudadana están “en revisión”, pues las firmas consultoras encargadas de formular propuestas no tuvieron buen desempeño. No hay convicción sobre la necesidad de inducir cambios en el comportamiento ciudadano para comenzar a resolver los problemas.<br /><br />Cuencas del Rímac, Chillón y Lurín:<br /><br />Continúa su deterioro, sin variaciones sustantivas. Seguimos soslayando el problema que representará para la ciudad el abastecimiento de agua en los próximos años.<br /><br />Contaminación del mar:<br /><br />Es positiva para Lima la implementación del Proyecto Mesías, pero tanto el Colector Norte (Taboada) como el Sur (La Chira) siguen contaminando las aguas del Océano Pacífico. Estos caudales podrían tratarse y ser rehusados para mantener a Lima verde. SEDAPAL debe corregir esta situación, que demanda una inversión millonaria pero indispensable.<br /><br />Prevención de Desastres:<br /><br />Lima sigue mal preparada para un desastre natural. De haber ocurrido en Lima el terremoto que asoló Pisco habríamos vivido una catástrofe. Seguimos sin un mapa de riesgos y sin un adecuado programa para la construcción de muros de contención en los asentamientos humanos.<br /><br />Lo pendiente:<br /><br />Comenzar a entender lo ambiental como un asunto transversal a ser tomado en cuenta en todas las intervenciones urbanas.<br />Constituir inmediatamente la Comisión Ambiental Metropolitana y desarrollar el Sistema Metropolitano de Residuos Sólidos.<br />Publicar el Atlas Ambiental de Lima.<br />Hacer el Inventario de Áreas Verdes. Desarrollar el mapa de riesgos de la ciudad.<br />Promover proyectos de desarrollo limpio.<br />Lograr la incorporación de Lima al Directorio de SEDAPAL.<br />Aprobar el proyecto para construir muros de contención en los asentamientos humanos.<br />Diseñar y construir una red de ciclorutas seguras para alentar el transporte regular no motorizado, más allá de los fines recreativos.<br /><br /><br />4) En espacio público y fomento al esparcimiento<br /><br />Piletas del Parque de la Reserva:<br /><br />Punto a favor es el atractivo que genera en el público masivo y popular el renovado Parque de la Reserva. Durante el segundo semestre del 2007, despertó el interés de muchas familias que disfrutan de la visita y añaden al tradicional paseo por el Parque, el disfrute de luces, colores y formas hídricas. En lo negativo, se destruyó parte del patrimonio monumental con que contaba el Parque.<br /><br />Fiestas Populares:<br /><br />Positivas son las fiestas o festejos monumentales que se realizan con ocasión del Aniversario de Lima y la Semana de la Canción Criolla. En ellas participan multitudes y la ciudad se convierte en punto de encuentro y espacio de gozo colectivo circunstancial. A contramano está la lógica de rentabilizar parques y espacios públicos lotizándolos para instalar ferias bulliciosas y variopintas[2] que se transforman en permanentes y que, en el extremo, representan una manera de apropiarse privadamente del espacio público.<br /><br />Ausencia de Política Cultural:<br /><br />Sigue haciendo falta una estrategia cultural metropolitana, que, entre otros, ponga en valor la riqueza monumental-arquitectónica de Lima, fomente el desarrollo de expresiones culturales y artísticas contemporáneas y contribuya a desplegar la oferta museográfica de la ciudad. La construcción del Museo de Arte Contemporáneo sigue detenida, al igual que la reconstrucción del Teatro Municipal.<br /><br />Lo pendiente:<br /><br />Un plan metropolitano para la renovación del espacio público y la riqueza monumental, sin que ello implique inversiones descomunales, con circuitos que incentiven la conquista de Lima por las limeñas y limeños.<br />Desarrollar un proyecto para la puesta en valor del potencial museográfico de Lima.<br /><br /><br />5) En uso del suelo y desarrollo urbano<br /><br />Uso de Suelo:<br /><br />Durante el 2007 se aprobaron ordenanzas de zonificación de los usos del suelo de todos los distritos, incluyendo balnearios[3]. El propósito fue estandarizar nomenclatura y criterios y reglas uniformes para uso del suelo en todo el ámbito metropolitano, lo que es sin duda positivo. No obstante, la ciudad, en especial sus áreas consolidadas de mayor antigüedad, no cuenta con un plan que mientras alienta el desarrollo inmobiliario mantiene su belleza arquitectónica y preserva áreas de tratamiento especial.<br /><br />Centro Histórico:<br /><br />Se avanzó en reparación de pistas y construcción de veredas, lo que es muy positivo. También fue positiva la concesión del Centro Cívico a una empresa inmobiliaria para la construcción de un gran centro comercial. En renovación no se avanzó: el 17% de los inmuebles siguen desocupados y representan un millón y medio de metros cuadrados desocupados, que equivale a la superficie de San Isidro.<br /><br />El Cercado:<br /><br />Ha continuado su progresivo deterioro.<br /><br />Lo pendiente:<br /><br />Adoptar un plan para la puesta en valor del Centro Histórico, con el activo concurso del sector privado.<br />Desarrollar una estrategia articulada con todos los distritos para contener y erradicar la práctica de invasiones como mecanismo válido para acceder al suelo y a la vivienda.<br />Campaña para recuperar pistas y veredas para el uso para el cuál fueron diseñadas: uso público sin limitaciones. No al uso privado de las calles.<br /><br /><br />6) En finanzas e inversiones públicas<br /><br />Finanzas:<br /><br />Las finanzas municipales lucen ordenadas y la cartera pesada reducida al máximo. La recaudación total superior a S/. 900 millones superó con creces la proyección inicial de un poco más de S/. 700 millones. Buena gestión del SAT en la gestión de cobranza, aunque tiende a inmiscuirse en ámbitos que no son su competencia, como la gestión del transporte urbano o la señalización vial. Sigue haciendo falta un sistema idóneo e imparcial para la tramitación de reclamos contra sus decisiones. Se ha fortalecido la capacidad de endeudamiento de la MML aunque se han consumido las opciones de crédito de corto y mediano plazo. La gestión presupuestal transcurre sin sobresaltos, pero con un gran déficit en las funciones centrales de servicios a la ciudad.<br /><br />Inversiones Públicas:<br /><br />Gracias al incremento de los recursos municipales, la ciudad vive un boom de inversiones, sobre todo en infraestructura vial. El 2007 se iniciaron las obras del Metropolitano y los intercambios viales en Habich, Universitaria con Colonial y Venezuela y el puente Santa María entre San Martín de Porres y el Cercado, entre otras.<br /><br />Lo pendiente:<br /><br />Actualizar el plan de inversiones metropolitanas que data de por lo menos veinte años, y que incluya las necesidades de la Región Metropolitana, en base al diseño de ciudad que queremos, lo que requiere de un proceso público y abierto.<br />Establecer una estrategia de financiamiento de dichas inversiones, que no ponga en riesgo el futuro de las finanzas metropolitanas, y que incluya el necesario respaldo del Gobierno Nacional y el Congreso de la República.<br />Debatir e implementar un sistema de recuperación de la plusvalía urbana generada por las inversiones metropolitanas.<br />Destrabar el ordenamiento interno para lograr el desarrollo de proyectos MDL (Mecanismo de Desarrollo Limpio – protocolo de Kyoto) y desarrollar un liderazgo en la materia.<br /><br /><br />7) Los Megaproyectos<br /><br />Tren Eléctrico:<br /><br />A principios del 2007 se encargó el proyecto a PROINVERSION, quien designará al postor ganador en febrero de 2008. Ya se han invertido US$ 300 millones. Se requiere una inversión adicional de similar magnitud. El compromiso de inversión pública adicional es de US$ 180, además de la que hará la concesionaria, que exige un número seguro de 300,000 pasajeros diarios. Según diversos especialistas la obra es costosa y en las actuales circunstancias no es rentable, por falta de densidad urbana; además, su funcionamiento requiere de subsidio público. El estudio actualizado de demanda de viajes origen – destino debe hacerse público. Con los recursos que se inviertan en el tren se podría ampliar la red del Metropolitano para que llegue al Callao, Ate Vitarte y San Juan de Lurigancho. El diálogo entre el Gobierno Central y el MML permitiría determinar cuál es la mejor inversión para la ciudad y sus habitantes.<br /><br />Costa Verde:<br /><br />Se avanzó en desarrollar un Plan Maestro, de carácter integral, con la participación de todos los distritos ribereños, pero lamentablemente sin el Callao. El proyecto aún está en debate y, por su enorme importancia para la ciudad, éste debe ser intenso, técnico y con la mayor participación posible.<br /><br />La Atarjea y Proyecto Mesías:<br /><br />Ampliación de la capacidad de procesamiento de agua potable de La Atarjea y puesta en marcha del Proyecto Mesías (Pampas de San Bartolo). Ambas son buenas noticias y la responsabilidad es de SEDAPAL, en cuyo directorio Lima aun no tiene presencia. Debería estar.<br /><br />Piedras Gordas:<br /><br />Cordón verde y desarrollo habitacional en el eje Piedras Gordas – Ancón: primeras definiciones y reserva normativa. El asunto es responsabilidad del Ministerio de Vivienda y PROINVERSION.<br /><br /><br />8) En buen gobierno<br /><br />Plan de Desarrollo Metropolitano:<br /><br />Lima sigue sin un Plan de Desarrollo Metropolitano y Regional. La profusión de obras físicas, sobre todo viales, no forma parte de un diseño estratégico de largo plazo; se insertan más dentro de un plan de obras que de un plan o proyecto de ciudad. Pareciera que tal o cual obra se decide ejecutarla más en función de prioridades políticas del alcalde y de disponibilidad financiera que del cumplimiento ordenado de un plan metropolitano de inversiones[4].<br /><br />Políticas Metropolitanas:<br /><br />Se aprobó la creación del Sistema Metropolitano de Gestión Ambiental, lo que constituye un paso muy importante. En otros ámbitos, como el transporte público o la seguridad ciudadana, existe poco interés por construir una “política” metropolitana. Los Alcaldes Distritales siguen sin ser convocados.<br /><br />Concejo Metropolitano:<br /><br />El Alcalde no participa en sus sesiones, salvo al momento de pasar lista. El acceso de los Regidores a la información pública relevante es restringido. No hay debate y discusión de los temas sustantivos de agenda; tampoco de las prioridades de la gestión metropolitana.<br /><br />Gobierno Regional de Lima:<br /><br />La Alcaldía Metropolitana sigue sin asumir la Presidencia de la Región Lima y las responsabilidades que de ella se derivan.<br /><br />Transparencia:<br /><br />Poca transparencia y subestimación del interés ciudadano por la información completa y oportuna. La página web del Municipio Metropolitano no está debidamente actualizada, incluyendo la información presupuestal, ni es presentada de manera amigable. La discusión presupuestal en el Concejo Metropolitano es limitada y se lleva a cabo sin la información necesaria. Sobre las obras metropolitanas, necesitamos saber cuánto se estimó que costarían y cuánto costaron y cómo se financiaron. También sería útil conocer los ingresos por peajes, por alquiler de espacios públicos y por entradas a ver las piletas, entre otros.<br /><br />Participación ciudadana:<br /><br />Se cumple con las formalidades pero no se promueven mecanismos participativos abiertos y permanentes.<br /><br />Rendición de cuentas:<br /><br />No hay política de rendición de cuentas.<br /><br />Simplificación administrativa:<br /><br />Se cumple con la norma del silencio administrativo positivo y se han simplificado trámites. Sin embargo, el TUPA 2008 aún no ha sido revisado integralmente bajo el tamiz de estos nuevos preceptos. Tampoco se ha avanzado en desarrollar una base de datos única de contribuyentes.<br /><br /><br />Lima, 14 de enero de 2008<br /><br />[1] Muy por encima del mínimo permisible establecido por la Organización Mundial de la Salud.<br />[2] Los más claros ejemplos son la zona de parqueo del Gran Parque de Lima, la Alameda Chabuca Granda y otros espacios restaurados en gestiones anteriores.<br />[3] Quedó pendiente, a pedido de las autoridades y vecinos, la zona del valle bajo del distrito de Pachacámac, hasta que se formule una propuesta concertada dentro de los próximos 30 días.<br />[4] El denominado PLANMET data de 1986-1987 y fue aprobado en 1990 para un período de 20 años. No cabe duda que necesita, por lo menos, una exhaustiva revisión y actualización.Martín Tanakahttp://www.blogger.com/profile/06050485380124561809noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-3998790288318316359.post-75494795920830972932007-12-23T12:39:00.000-08:002007-12-23T14:37:21.832-08:00Barrantes: vicios privados, vicios públicos.<br />El 5 de diciembre pasado se realizó un homenaje a Alfonso Barrantes en la Casona de San Marcos, al conmemorarse el séptimo aniversario de su fallecimiento (ocurrido el 2 de diciembre de 2000). No tuve tiempo para hacer un comentario al respecto, lo hago ahora, más vale tarde que nunca.<br /><br />Es evidente que Barrantes es la figura política más importante de la izquierda durante la década de los años ochenta, la década “de oro” de la izquierda peruana, cuando se convirtió en la segunda fuerza política del país. Este logro hubiera sido imposible sin él; la política en general, y la nuestra en particular, es muy personalista. Barrantes logró cambiarle la cara a la izquierda peruana de la década de los setenta, marcada hasta entonces por el estilo de líderes como Hugo Blanco, Genaro Ledesma o Jorge del Prado. La izquierda aparecía rabiosa, sin propuesta, agitadora, violenta, marxista-leninista, dogmática, atea, insurreccional. Barrantes apareció y sacó de cuadro a todos; tenía un estilo de tranquilo y cortés profesor provinciano, era católico, tenía chispa, sentido del humor, una gran capacidad de comunicación, hablaba sencillo, sin grandes rollos ideológicos, se presentaba como un hombre amable, accesible. Este personaje se convirtió en el gran referente político de la izquierda para la gente común (el “tío frejolito”), de allí su arrastre electoral y popularidad. Barrantes amplió la convocatoria de la izquierda más allá de sus bases organizadas tradicionales, llegó a otros sectores populares y a sectores medios. También fue una persona honesta y modesta, cuestión importante que se debe resaltar. Muchos recuerdan al final de sus días a Barrantes haciendo su cola en el seguro social. No se enriqueció haciendo política.<br /><br />Para mí lo más importante, visto retrospectivamente, es que desde inicios de la década de los años ochenta Barrantes tuvo el acierto y el coraje de marcar una línea clara de deslinde con Sendero Luminoso (cuando el conjunto de la izquierda era tremendamente ambigua), y de proponer el diálogo con otras fuerzas y el acuerdo nacional para enfrentar los problemas y como medio de “acumulación de fuerzas” para la izquierda, en vez de una lógica de pura agitación y confrontación.<br /><br />Yo tenía 15 años cuando Barrantes se convirtió en presidente de IU en 1980, y su figura fue decisiva para que desarrollara una identidad de izquierda, a pesar de que todo mi entorno familiar fuera contrario a ese camino. Tenía 18 cuando ganó la alcaldía, y estaba en el primer año de estudios universitarios. Al entrar a la facultad de ciencias sociales, en 1985, una de las primeras cosas que hice fue enrolarme como practicante en la Oficina de Participación Vecinal de la Municipalidad de Lima, en el proyecto especial Huaycán, con el que la facultad tenía algún tipo de convenio, a través de Isabel Yepes. Recuerdo que también estaba involucrado el Centro <em>Ideas</em>, a través de Marina Irigoyen.<br /><br />En Huaycán los practicantes éramos pinches típicos, mi chamba era básicamente pegar afiches y publicitar las distintas campañas del municipio (de salud, básicamente), y ser mensajero de convocatorias de reuniones y comunicaciones entre la oficina de participación vecinal y los dirigentes de las distintas zonas. Nada muy emocionante, aparentemente, pero en realidad sí lo era para quienes lo hacíamos (especialmente para mí y mi pata Ricardo Caro), y hoy lo recuerdo como una experiencia fundamental en mi formación. En Huaycán trabajábamos con la arquitecta Silvia de los Ríos, quien hoy trabaja en CIDAP, y con Linda Zilbert, a quien le he perdido la pista.<br /><br />Huaycán era un proyecto urbano diseñado por el arquitecto Eduardo Figari, con un planteamiento que buscaba promover la organización popular y la vida comunitaria: las puertas de las casas estaban dentro de las manzanas, como en quintas, y no daban a la calle; se privilegiaban los espacios comunitarios, antes que los de propietarios individuales. Ideas quiméricas: la gente no quería eso, y construyó al final a su modo, como puede verse hoy. Figari era militante de VR, si no me acuerdo mal... sí, Figari, quien años después diseñó Larcomar y hoy está en FORSUR con Favre, vueltas que da la vida. Como todos saben, Huaycán era también “zona roja”: más de una vez nos cruzamos con gente del MRTA y de SL volanteando por ahí, alguna vez vimos la figura de la hoz y el martillo ardiendo en los cerros por la noche. Pudimos conocer a muchos esforzados dirigentes populares de varios partidos, pudimos admirar la chamba de la gente para convertir un terreno lleno de rocas y arena en una ciudad, pudimos ver cómo se hacía política en una zona altamente conflictiva, asistiendo a asambleas y conversando con todo tipo de gente, zona que ya empezaba también a militarizarse (nos tocaron también batidas y regresos a Lima apurados antes del toque de queda). Sobre todo esto ver el informe de la CVR:<br /><br /><a href="http://www.cverdad.org.pe/ifinal/pdf/TOMO%20V/SECCION%20TERCERA-Los%20Escenarios%20de%20la%20violencia%20(continuacion)/2.%20HISTORIAS%20REPRESENTATIVAS%20DE%20LA%20VIOLENCIA/2.13%20LA%20VIOLENCIA%20EN%20HUAYCAN.pdf" target="_blank">http://www.cverdad.org.pe/ifinal/pdf/TOMO%20V/SECCION%20TERCERA-Los%20Escenarios%20de%20la%20violencia%20(continuacion)/2.%20HISTORIAS%20REPRESENTATIVAS%20DE%20LA%20VIOLENCIA/2.13%20LA%20VIOLENCIA%20EN%20HUAYCAN.pdf</a><br /><br />Bueno, pero yo estaba hablando sobre Barrantes. En Huaycán descubrí algo que mucha gente dentro de la izquierda sabe: Barrantes era un estorbo dentro de la municipalidad. Era una excelente cara pública, gracias a él se ganó la elección, pero era terrible dentro. En Huaycán y en Participación Vecinal descubrí, para mi sorpresa, que Barrantes frecuentemente boicoteaba actividades y programas del municipio por pura mezquindad política. Barrantes solía decir que él no iba a trabajar para Patria Roja o para el PUM o para cualquier otro grupo que "se aprovechaba de él", entonces saboteaba actividades de unas oficinas o el trabajo en algunos barrios, para no “beneficiar” a partidos que tenían “presencia” en esas zonas. En Huaycán me consta que no quiso estar en algunas inauguraciones de obras porque esas eran zonas “de Patria Roja”. Muchas personas que trabajaron en la Municipalidad saben que la gestión funcionó gracias al equipo encabezado por el Teniente Alcalde, Henry Pease, y a pesar de Barrantes. Las cosas funcionaban bien cuando Barrantes estaba de viaje (ocasión bastante frecuente, por lo demás), y se trababan cuando regresaba.<br /><br />Así que mi experiencia en Huaycán me hizo rápidamente antibarrantista. Estos defectos de Barrantes se hicieron patentes también en las campañas de 1985 y por la reelección de 1986. Barrantes dejaba plantada a la gente en los mítines, no subía al estrado si es que en él había gente que no le caía, suspendía actividades de campaña para asistir a recepciones y cocteles... en otras palabras, Barrantes era un tipo mezquino, paranoico, frívolo, que le encantaba frecuentar actividades sociales oficiales, y que privilegiaba ello a la asistencia a mitines y encuentros populares. De esto mucha gente dentro de la izquierda ha comentado, solo que pocos lo han puesto por escrito. Por eso recomiendo leer <em>Izquierda Unida y el Partido Comunista</em>, de Guillermo Herrera (Lima, Termil, 2002, 823 p.), donde encontrarán muchas anécdotas al respecto y un interesante análisis de los problemas de la izquierda.<br /><br />Por ejemplo, Herrera cita a Angel Delgado:<br /><br /><em>"... Yo estaba en la comisión de campaña [1986] y recuerdo cuando Barrantes no iba a los mítines, especialmente a las zonas populares, y tenía que ir yo a veces con Pease. La gente, incluso, al no ver a Barrantes nos silbaba. Había una desazón profunda y no era una sino varias veces; el momento más crítico fue en el mitin de cierre de campaña, al que amenazó con no ir. Nosotros habíamos programado un rol de oradores pero Alfonso exigió hablar solo, y en su discurso arrancó diciendo que él no le debía nada a nadie y que sólo sentía un compromiso con su pueblo. Más tarde responsabilizaría de la derrota a los partidos, acusándolos de haberlo dejado solo, de haberlo abandonado... </em><br /><em></em><br /><em>[el desapego de Alfonso con la campaña, que dejaba de ir a reuniones, mítines, y no se preparaba para las polémicas] el caso extremo ocurrió cuando vino la cantante Paloma San Basilio y Barrantes se la pasó días de días atendiéndola, dejando de lado los compromisos electorales" (p. 324-325). </em><br /><br /><em>"Me acuerdo una anécdota famosa que me contaba [Mario] Zolezzi, también regidor de Lima): una vez por falta de cupo en un vuelo o algo así, tuvieron que quedarse en Arequipa, y se suscita el siguiente diálogo: </em><br /><em></em><br /><em>- Entonces, ¿qué hacemos, Dr. Zolezzi? Dice Barrantes. </em><br /><em>- Iremos al hotel, le responde Zolezzi. </em><br /><em>- No, le dice Alfonso, voy a llamar a Alan. </em><br /><em></em><br /><em>Según la versión que recibí, Barrantes cogió un teléfono y llamó a palacio, pidiéndole a Alan García que le envíe un avión; cuenta Zolezzi que el presidente García les ofreció enviar el avión presidencial y que Barrantes le comentaba entre risueño e irónico: ése es el poder" (p. 326). </em><br /><br />La paranoia de Barrantes respecto a compañeros que le serruchaban el piso era hábilmente alentada por Alan García. Al respecto ver por ejemplo de Jeff Daeschner, <em>The War of the End of Democracy: Mario Vargas Llosa vs. Alberto Fujimori</em>. Lima, Peru Reporting, 1993; y de Gregory Schmidt, “Fujimori's 1990 Upset Victory in Peru: Electoral Rules, Contingencies, and Adaptive Strategies” en: <em>Comparative Politics</em>, vol. 28, No. 3, Apr., 1996, p. 321-354.<br /><br />Los problemas que generaba el tipo de conducción de Barrantes se expresaron después en la silbatina que recibió de la militancia en un mitin en la plaza San Martín en 1986, y su posterior renuncia a la presidencia de IU. Para la izquierda era necesario construir una dirección más institucional, menos caudillista. Para eso se convocó al I Congreso Nacional, que como sabemos fue un fracaso, porque marcó el inicio de la ruptura y la liquidación de la izquierda (entre paréntesis, en lo personal pasé de mi antibarrantismo a un distanciamiento de IU, para luego entusiasmarme con las posibilidades que abría el I Congreso, lo que me llevó a militar en IU como independiente, y apoyar a la Comisión organizadora del Congreso, presidida por Pease; trabajé en la Comisión de Formación Política con Narda Henríquez, pero esa es otra historia que debe ser contada en otro lugar, como diría Michael Ende. En todo caso, entré a militar muy tarde, porque la IU se destrozó poco después).<br /><br />En la debacle de la izquierda Barrantes tuvo mucha responsabilidad, a mi juicio (no solamente él, ciertamente): apostó por cimentar su liderazgo por fuera de IU, en vez de luchar por ganarlo dentro. Por eso no participó en el Congreso, jugó a dividir a la izquierda, lo que logró al final, pero con consecuencias catastróficas: tan malas, que Pease, como candidato de IU, sacó más votos que él, el supuesto imán de votos, como candidato de Izquierda Socialista en 1990. Barrantes terminó su vida política en 1995 reviviendo como comedia la tragedia de 1990, con el sainete de su candidatura presidencial esta vez con IU, que terminó en su renuncia, al no llegarse a acuerdos para definir candidatos (qué novedad), candidatura que terminó asumiendo Agustín Haya (sí, el actual Jefe de la APCI, actual militante aprista), por la cual sacó el 0.6% de los votos.<br /><br />¿Por qué hablo de esto? ¿No sería mejor callarse? Planteo estos temas porque cada vez me convenzo más de la importancia de las personas para dar cuenta de la política, y de qué manera las características de las personas afectan el desempeño público, por lo que no deberíamos pasar estas cosas por alto. Ahora bien, con esto no pretendo asumir una posición moralista, contraria al espíritu maquiaválico que anima este blog. Maquiavelo decía que:<br /><br />“Dejando, pues, a un lado las fantasías, y preocupándonos sólo de las cosas reales, digo que todos los hombres, cuando se habla de ellos, y en particular los príncipes, por ocupar posiciones más elevadas, son juzgados por algunas de estas cualidades que les valen o censura o elogio. Uno es llamado pródigo, otro tacaño (y empleo un término toscano, porque «avaro», en nuestra lengua, es también el que tiende a enriquecerse por medio de la rapiña, mientras que llamamos «tacaño» al que se abstiene demasiado de gastar lo suyo); uno es considerado dadivoso, otra rapaz; uno cruel, otro clemente; uno traidor, otro leal; uno afeminado y pusilánime, otro decidido y animoso; uno humano, otro soberbio; uno lascivo, otro casto; uno sincero, otro astuto; uno duro, otro débil; uno grave, otro frívolo; uno religioso, otro incrédulo, y así sucesivamente.<br /><br />Sé que no habría nadie que no opinase que sería cosa muy loable que, de entre todas las cualidades nombradas, un príncipe poseyese las que son consideradas buenas; pero como no es posible poseer las todas, ni observarlas siempre, porque la naturaleza humana no lo consiente, le es preciso ser tan cuerdo que sepa evitar la vergüenza de aquellas que le significarían la pérdida del Estado, y, si puede, aun de las que no se lo haría perder, pero si no puede no debe preocuparse gran cosa y mucho menos de incurrir en la infamia de vicios sin los cuales difícilmente podría salvar el Estado, porque si consideramos esto con frialdad, hallaremos que, a veces, lo que parece virtud es causa de ruina, y lo que parece vicio sólo acaba por traer el bienestar y la seguridad” (<em>El Príncipe</em>, Capítulo XV, De aquellas cosas por las cuales los hombres, especialmente los príncipes, son alabados o censurados).<br /><br />Bernard de Mandeville habló también de cómo los vicios privados pueden convertirse en virtudes públicas.<br /><br />De otro lado, siguiendo con este lado indulgente, exploro un argumento barrantista: ¿no será que lo que considero frivolidad en realidad es parte de esa estrategia de ampliar la convocatoria de la izquierda a sectores no convencionales? Lo que parece paranoia y mezquindad, ¿no son efectivos mecanismos de defensa frente a los reales conflictos internos de la izquierda, y las reales serruchadas de piso en contra de Barrantes? Las dudas e indecisiones de Barrantes, ¿no eran consecuencia de la conciencia de la precariedad de la izquierda, y de que prefería perder antes que encabezar un gobierno inviable?<br /><br />Ok, puede ser. Sin embargo, las actitudes y defectos personales de Barrantes no fueron para nada positivos para el futuro de la izquierda, algo muy distinto al análisis que uno podría hacer de Alan García y el APRA, por ejemplo. Su paranoia y mezquindad no llevaron a fortalecer un ala socialdemocráta en la izquierda, sino a la liquidación de ésta en su conjunto; y su frivolidad llevó al final no a ampliar la convocatoria, sino a perder la propia sin ganar alguna otra. Finalmente, creo que a Barrantes le faltó el coraje necesario para asumir de manera decidida y consecuente un viraje socialdemócrata: Barrantes debió haber dedicado sus esfuerzos a construir un partido de ese carácter, deslindando claramente con los sectores más ultras de la izquierda, en vez de jugar ambiguamente a la unidad y socavarla al mismo tiempo. Así, el Perú habría marchado a finales de la década de los ochenta el camino que seguirían también después los socialistas chilenos, brasileños, uruguayos, etc. Y el Perú no destacaría por ser un país donde la izquierda no existe, en un continente en el que la izquierda está en alza. En suma, el caso de Barrantes es uno en el que los defectos personales se convirtieron en defectos políticos. Una lección para quienes hoy hacen esfuerzos de construcción partidaria. Me parece que es el caso de un líder que, ante circunstancias que requerían grandes respuestas, simplemente no dio la talla. Funcionó mejor en circunstancias menos apremiantes, pero no en las de finales de la década de los años ochenta.<br /><br />Son temas polémicos, ciertamente. Pero me parece necesario plantear estos debates.Martín Tanakahttp://www.blogger.com/profile/06050485380124561809noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-3998790288318316359.post-43330258232235917412007-12-18T21:20:00.000-08:002007-12-18T18:20:45.515-08:00Guillermo Rochabrún, marxista crítico.<br /><em>Guillermo Rochabrún, marxista crítico </em><br /><br /><br />Martín Tanaka<br />Instituto de Estudios Peruanos<br />Diciembre de 2007<br /><br /><br />Ha sido publicada recientemente una antología de textos de Guillermo Rochabrún, que reune trabajos dispersos y de difícil acceso, así como algunos inéditos, que permite apreciar en toda su magnitud el aporte de varias décadas de trabajo académico (<em>Batallas por la teoría. En torno a Marx y el Perú</em>. Lima, Instituto de Estudios Peruanos, 2007, 559p.). Este libro es, entre otras cosas, un merecido homenaje y reconocimiento al gran maestro de generación tras generación de estudiantes de sociología de la Pontificia Universidad Católica, quien a través de los cursos de teoría nos formó como sociólogos, y a un autor importante, cuya valiosa producción lamentablemente no ha tenido la resonancia que merece.<br /><br />Todos los que tuvimos el privilegio de tenerlo como profesor podemos decir que Rochabrún no solamente hace lo que debe hacer un profesor de teoría, que es reseñar autores y corrientes, y mostrar su utilidad, pertinencia y aplicación práctica. Lo que hace único a Rochabrún es que nos enseñó a pensar, a razonar, con rigor, disciplina, precisión, con un sentido profundamente crítico. Esto lo ha convertido en un auténtico maestro, por lo que tantas generaciones de estudiantes le guardamos gratitud y cariño. Evidentemente, Rochabrún está exonerado de toda responsabilidad por lo que hayamos hecho sus alumnos después...<br /><br />Pero no me referiré aquí a su trabajo docente, sino a su producción académica, reunida en este libro. Dije que se trata de una producción valiosa sin la recepción, influencia, que mereció: ¿por qué? Creo que porque Rochabrún ha sido un intelectual insular y un marxista crítico. La clave de su relativo aislamiento acaso explique también su lucidez.<br /><br />Respecto a su carácter insular; el autor menciona en la fascinante introducción del libro, en la que reseña su biografía intelectual (“Un marxista académico ante el espejo”), que ha sido básicamente un profesor universitario, que no ha pasado por partidos políticos, no ha trabajado en ONGs, no ha sido activista en colectivos sociales o parte de grupos intelectuales (salvo su paso por la Revista <em>Sociedad y Política</em>, en la que Rochabrún era un “junior” al lado de figuras como las de Aníbal Quijano o Julio Cotler), es decir, no ha tenido un grupo que haya hecho suyas sus ideas, que las defienda y promocione, a pesar de la importancia de sus aportes, como veremos a continuación. Otro asunto que explica la difusión de sus ideas es que lo fundamental de sus aportes se ubica en una perspectiva marxista crítica, lo que, en un país poco acostumbrado al debate, en medio de una comunidad académica que en cierto modo renegó del marxismo, reforzó también esta insularidad. Volveré sobre este asunto más adelante.<br /><br />Llama la atención, al releer los textos de Rochabrún, constatar su lucidez, anticipación de temáticas de desarrollo posterior, y contrastar esto con su escasa difusión. Veamos algunos de sus textos de teoría marxista, la base del pensamiento del autor. Está su crítica a los fundamentos de la economía neoclásica, “La zanahoria y el asno: para un análisis crítico de la noción de escasez”, de 1977, pero publicado recién en 1999, en donde se adelanta el análisis de lo que hoy llamaríamos la existencia de bienes públicos y privados, la presencia de externalidades, y la internalización de externalidades a través de precios para compensar las externalidades negativas, ideas centrales de la teoría de la elección pública, pero que en su momento no generaron mayor debate.<br /><br />Uno lee hoy trabajos como el clásico “Base y superestructura en el ‘Prefacio’ y en <em>El Capital</em>”, de 1977, y se pregunta por qué Rochabrún no estuvo terciando en debates centrales de la teoría marxista como los que enfrentaron a Louis Althusser, Edward Thompson, Perry Anderson y otros. Recuerden que <em>Miseria de la teoría </em>de Thompson es de 1978, y <em>Teoría, política e historia. Un debate con E.P. Thompson</em>, de Perry Anderson, es de 1980. Lo que estos autores están debatiendo son temas centrales referidos precisamente a la relación entre base y superestructura, debate fundamental en la historia del marxismo y del pensamiento social en general, que se puede frasear como el debate entre agencia y estructura, para ponerlo en los términos de Giddens, quien también parte de la obra de Marx para abordar esta discusión (en su libro <em>La constitución de la sociedad</em>, de 1984).<br /><br />El aporte de Rochabrún es resolver este debate apelando a la idea de que se trata de una oposición falsa, cuya naturaleza es revelada mediante el análisis de <em>El Capital</em>. Según el autor, en <em>El Capital </em>las cosas están planteadas de modo que los elementos “superestructurales” son parte intrínseca del orden económico-social. En el análisis del capitalismo Marx muestra cómo en su dinámica, que da lugar a las clases sociales, se entrecruzan elementos económicos, sociales e institucionales. Sobre esta base, no se erige la superestructura jurídico-política, sino discurre la historia, los conflictos entre las clases sociales, en un escenario abierto y contingente (el mundo de lo político), donde cada realidad requiere un análisis particular. De esto se deriva que el estudio de las clases y de la política concreta no debe consistir en “aplicar” las categorías marxistas, sino partir del estudio del funcionamiento del capitalismo en la realidad concreta, y cómo allí surgen las clases y se desarrolla la política con contornos particulares. Un intento de hacer esta aproximación al estudio del caso peruano es otro texto clásico, “Apuntes para la comprensión del capitalismo en el Perú”, de 1977, que da pistas fundamentales para no deducir la realidad desde la teoría, típico vicio estructuralista, sino analizar cómo las determinaciones del capitalismo adquieren perfiles propios al operar en el medio peruano. Rochabrún habla así de un capitalismo “subdeterminado”.<br /><br />A propósito, desde este punto de vista podría pensarse un tema de debate actual, la capacidad del desarrollo capitalista para articular al conjunto de la población del país, especialmente a los sectores pobres y excluidos. Para Jaime de Althaus, en <em>La revolución capitalista en el Perú </em>(FCE, 2007) el actual tipo de crecimiento, a diferencia del pasado, tiene mayor capacidad de generar eslabonamientos y dar lugar a un desarrollo inclusivo. Algunos críticos de Althaus cuestionan lo que consideran un optimismo excesivo, señalando que se trata de la extrapolación de un periodo todavía muy corto de crecimiento. Desde el punto de vista sugerido por Rochabrún, el problema no sería cuantitativo, sino cualitativo: en el país se amplían los circuitos mercantiles, los mercados, el uso del dinero, pero no desaparecen relaciones sociales no capitalistas, lo que termina debilitando la expansión y los procesos de acumulación. Estas ideas permiten entender porqué a pesar del crecimiento económico la pobreza persiste, así como el descontento ciudadano con el rumbo del país.<br /><br />De este modo, en la década de los años setenta, mientras la izquierda y los académicos de izquierda, al inicio de la crisis asociada con el modelo nacional-popular-estatista, proclamaban el inminente colapso del capitalismo y diagnosticaban la existencia de una “situación prerevolucionaria”, Rochabrún por el contrario llamaba la atención sobre la debilidad del capitalismo para dar cuenta de la dinámica general del país. Aquí encontramos a un marxista crítico, lejano del predominante “folklore marxista” tal como lo califica el autor, en medio de los debates sobre la feudalidad, semifeudalidad, el carácter dependiente o periférico de nuestro capitalismo, entre otros.<br /><br />El tipo de aproximación de Rochabrún habría permitido encarar de manera provechosa el debate sobre la relación entre la teoría marxista, las clases sociales y la realidad latinoamericana, debate que no llegó a darse de manera cabal en nuestro país. Esta manera de pensar las cosas estuvo relativamente ausente, soterrada en el contexto del peso abrumador de la influencia del estructuralismo. Estos temas se debatían en la región sin participación peruana. Ver por ejemplo lo que considero una verdadera joya bibliográfica, de Raúl Benítez, coord.: <em>Las clases sociales en América Latina. Problemas de conceptualización</em>. México, Siglo XXI, eds., 1973; donde debaten sobre el tema, entre otros, Alain Touraine, Nicos Poulantzas, Hernando Henrique Cardoso, Manuel Castells, Florestan Fernandes, Rodolfo Stavenhagen, Francisco Weffort, Gino Germani, Edelberto Torres Rivas, reunidos en un seminario en Mérida de 1971 (ningún peruano allí: aunque en la introducción se menciona la lamentable ausencia de Aníbal Quijano, que por alguna razón no llegó). Aquí uno encuentra, sobre todo en las intervenciones de Cardoso, el llamado a historizar la temática de las clases en el contexto latinoamericano, a analizar las características específicas del desarrollo del capitalismo en la región; esta fue una línea de reflexión presente en otros países latinoamericanos, pero casi ausente en el Perú, más allá de los trabajos de Rochabrún .<br /><br />1977. El Perú, junto a toda la región, iniciaba procesos de transición a la democracia. El sentido común marxista pensaba la democracia como una mera fachada legal que encubría la dominación de clase. ¿Cómo pasar al escenario democrático desde estas premisas? En el cono sur el aprendizaje del valor de la democracia se realizó por el trauma de la represión de las dictaduras, como señalaron Norbert Lechner y muchos otros autores . En el caso peruano la cosa fue más difícil, dado el carácter reformista del gobierno militar de Velasco. Es más, el velasquismo de algún modo implementó y agotó el arsenal de reformas de la izquierda peruana (“Izquierda, democracia y crisis en el Perú”, de 1988). Sin embargo, hay otro texto de Rochabrún que permite salir del atolladero, “Economía y política en el análisis del capitalismo y de la sociedad en América Latina”, de 1981. En ese texto la democracia aparece no como el resultado necesario de la forma de producción capitalista, sino como resultado contingente de la lucha de clases. En esto Rochabrún se pone a la par de trabajos como los de Adam Przeworski, quien defendería tesis similares en libros posteriores, como <em>Capitalismo y socialdemocracia</em>, de 1985, o <em>Paper Stones. A History of Electoral Socialism</em>, de 1986, entre muchos otros.<br /><br />Sin embargo, en nuestro país se produjo un cambio de paradigma sin ajuste de cuentas; las izquierdas pasaron en lo político del paradigma de la revolución al de la democracia, sin mayor explicación. El problema es que en lo académico también se dio una mudanza equivalente, de la preocupación por las clases sociales a la de los movimientos sociales, actores visibles en el contextos de las luchas contra las dictaduras y los procesos de democratización; y de la reflexión sobre el carácter de la sociedad, a la preocupación sobre la democracia como régimen. Esto es resultado de las estrechas relaciones (al punto de indistinción) en esos años entre activismo político y reflexión académica. Rochabrún se mantuvo como teórico marxista, con lo que quedó relativamente aislado en medio del viraje de las ciencias sociales. Pero al ser un académico marxista crítico, también quedó aislado de las ortodoxias marxistas que continuaron el década de los años ochenta.<br /><br />Así, Rochabrún, desde las ideas centrales e intuiciones de Marx, quedó como un crítico de las modas intelectuales, de los paradigmas y sentidos comunes existentes en nuestras ciencias sociales. Ahora bien, cabe destacar que lo que ocurrió con las ciencias sociales le ocurrió también a Rochabrún, solo que más gradualmente. Rochabrún relata en la introducción cómo con los años se fue alejando él también del marxismo, hasta el punto de pensar que “el pensamiento de Marx tiene mucho que decir en algunos casos, poco o nada en otros, y no puede pretender dirigir el conjunto” (p. 59). Si algún reproche cabe hacer a Rochabrún es que él era probablemente la persona más preparada para llevar adelante un ajuste de cuentas con Marx y con las corrientes del marxismo, y de proponer maneras de pensar el Perú y el mundo contemporáneo. Lo hizo muy parcialmente.<br /><br />Me viene a la mente el caso de Jon Elster, en <em>Una introducción a Karl Marx</em>, de 1991. Allí Elster se pregunta qué está vivo y qué está muerto en Marx, y responde: está muerto el socialismo científico, el materialismo dialéctico, la teleología y el funcionalismo, la teoría económica, y la teoría de las fuerzas productivas y las relaciones de producción. ¿Qué vive? El método dialéctico, al menos una versión de él; la teoría de la alienación; la teoría de la explotación y la concepción de Marx de la justicia distributiva; la teoría del cambio técnico; la teoría de la conciencia de clase, la lucha de clases y la política, aunque con límites; y la teoría de la ideología, que está agonizante, pero debe ser resucitada. En nuestro medio no encontramos ningún esfuerzo equivalente.<br /><br />El camino que siguió Rochabrún fue asumir el papel de crítico, desde lo que podríamos llamar los fundamentos de un método marxista. Recuerdo alguna reunión no hace muchos años en la Universidad Católica, entre profesores de la facultad de ciencias sociales y algunos profesores extranjeros visitantes. Quedamos en hacer una breve rueda de presentación de cada uno; por ejemplo yo dije mi nombre y añadí que me interesaban los partidos, la democracia, los movimientos sociales. Otros dijeron otras cosas, según su especialidad. Cuando le tocó el turno a Rochabrún, dijo: “yo critico lo que hacen ellos”. Antonio Cisneros, en <em>Canto ceremonial contra un oso hormiguero</em>, llamó a Marx “viejo aguafiestas”. Podría decirse que Rochabrún con sus posiciones críticas ha ocupado la misma posición, de permanente y lúcido aguafiestas (no estoy llamando viejo al maestro, por si acaso). Esto explica también su insularidad. Tarea necesaria, imprescindible, pero ingrata.<br /><br />Uno de los ángulos principales desde el cual Rochabrún ejerció la crítica parte de su carácter de marxista crítico. Al pasarse de la década de los setenta a los ochenta, la izquierda pasó como vimos del paradigma de la revolución al de la democracia, y también los científicos sociales y las ONGs asociados a ésta. Las circunstancias corrieron mucho más rápido que la capacidad de procesar los cambios. Rochabrún resalta que el paso se dió sin hacer un balance, un ajuste de cuentas; por ello, se arrastraron a la etapa “democrática”, sin advertirlo, algunos de los vicios de la etapa marxista. En la década de los años setenta el autor criticó una visión esencialista del proletariado, visto como una suerte de motor de cambio “llamado por la historia”; en la de los ochenta, el lugar que ocupó la clase obrera empezó a ser ocupado por los nuevos movimientos sociales (ver “Del mito proletario al mito popular”, de 1992). De allí que Rochabrún abogue por una saludable y necesaria autonomía de la academia frente a la política.<br /><br />El autor fue así un crítico del entusiasmo frente a los movimientos sociales (ver por ejemplo “Izquierda, democracia y crisis en el Perú”, de 1988). Llega el momento de hacer evaluaciones: Rochabrún tuvo razón. Los nuevos movimientos sociales mostraron rápidamente sus límites como expresión de un nuevo orden social, o en términos de su potencial “democratizador” . Ahora bien, yo sostengo que la crítica de Rochabrún puede perfectamente extenderse hasta el presente: el voluntarismo en el análisis de la clase obrera y de los movimientos sociales se expresa hoy en la apuesta por la sociedad civil y de la participación ciudadana como remedios a los límites de la democracia representativa. Llama la atención cómo en la izquierda política, algunos intelectuales y ONGs, persisten estilos de razonamiento y de trabajo, a pesar de la magnitud de los cambios ocurridos en las últimas décadas.<br /><br />Rochabrún fue también contra la corriente al cuestionar la centralidad de Sendero Luminoso como fenómeno para pensar el conjunto de la sociedad peruana; en algún texto sostuvo que probablemente el país no cambiaría mucho si es que Sendero Luminoso no existiera. De otro lado, el autor llamó la atención sobre la extrañeza que despertaba en las ciencias sociales, a pesar de que Sendero compartía con la izquierda un tronco común, y lo que hacía era llevar a la práctica postulados que muchos otros grupos tenían (“Sendero Luminoso y las profundidades del Perú”, texto inédito de 1989).<br /><br />También estuvo a contracorriente cuando planteó que las tradiciones racistas, estamentales y excluyentes como forma de organización social no resultaban más válidas en el país, a pesar de que subsistieran en el plano de los imaginarios y de algunas prácticas (ver “Los tiempos y las crisis”, de 1986), planteamiento que retoma el cuestionamiento a la idea de la existencia de una “herencia colonial”, que expuso en su reseña crítica al libro <em>Clases, Estado y nación en el Perú </em>((La visión del Perú de Julio Cotler. Un balance crítico, de 1978).<br /><br />Más adelante, en la década de los años noventa, Rochabrún cuestionó la tesis de la existencia de una cultura autoritaria en las clases populares para explicar su apoyo al fujimorismo, y buscó entenderlo apelando a los intereses, la racionalidad y el pragmatismo de los sectores populares (“Descifrando el enigma de Alberto Fujimori”, de 1996). Aquí nuevamente encontramos la idea de que el diagnóstico errado de la existencia de una cultura autoritaria es un espejo de la idea, errada también, de que habría habido una cultura democrática en la década de los años ochenta (ver “¿Crisis de paradigmas o falta de rigor?”, de 1994). También cuestionó la apuesta por la “informalidad”, como clave para el desarrollo capitalista y la renovación social (“De madres de familia a capitalistas: las trampas de la informalidad”, de 1994); también la tesis de la existencia de un problema de representación política (que centra la responsabilidad en la oferta política), y llamó la atención sobre los problemas de representabilidad de los representados, en un contexto de fragmentación y desarticulación social (“El problema está en los representados”, de 2003); así como la idea de la existencia de una grave polarización social en la coyuntura del año 2000 (“¿Polarizaciones...? ¡Las de mi tiempo! Electorado y ciudadanía en los 90 y en el 2000”, de 2000); todo esto en textos de formato breve, pero no por ello menos sustanciosos.<br /><br />En suma, el libro de Rochabrún condensa la trayectoria de un intelectual cuya lucidez provino de su independencia, de su insularidad, de un trabajo académico riguroso, que no temió ir contra la corriente, y asumir el papel de crítico y de aguafiestas; que tuvo en el marxismo el punto de partida de su reflexión: alejado del “folklore marxista”, y fiel a la idea de ver la realidad como “síntesis de múltiples determinaciones”, y “unidad de lo diverso”, como lo señalara en uno de sus primeros textos, “¿Hay una metodología marxista?”, de 1974). Por todo ello, este libro es un merecido homenaje y una muestra de gratitud para el maestro.Martín Tanakahttp://www.blogger.com/profile/06050485380124561809noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-3998790288318316359.post-29702050071753755092007-12-02T20:10:00.000-08:002007-12-02T20:26:07.786-08:00Roger Bartra, las ciencias sociales en MéxicoRevista Nexos No. 359 • Noviembre de 2007<br /><br />Las ciencias sociales en su tinta<br />Roger Bartra<br /><br />Martes 30 de octubre de 2007<br /><br />No sé si las ciencias sociales en México nos abren una puerta amplia para entender la realidad del país y del mundo. Lo que sí me parece claro es que las ciencias sociales tienen grandes dificultades para percibir su propio estado y para aquilatar el desarrollo, las limitaciones y los aciertos de las investigaciones que se realizan en México. Esta falta de habilidad de la ciencia social para reconocer los avances que se hacen en su nombre es una señal adversa que nos lleva a temer que estamos ante una condición crítica. Hace años ya que muchos sospechan que las ciencias sociales se encuentran en una situación difícil. Se ha hablado de quiebra de la antropología, de crisis de la sociología, de la esterilidad de los estudios históricos, de la corrupción de la práctica jurídica, del atraso de los análisis económicos y de la inutilidad de la psicología. Sin embargo, estas visiones acaso excesivamente pesimistas no pueden fundamentarse fácilmente, pues carecemos de instrumentos para medir la condición de las ciencias sociales en México. Y, sin embargo, podemos suponer que la misma escasez de estudios críticos sobre las disciplinas sociales es un indicador de que estamos ante una situación anómala. Muchos de los que nos dedicamos a las ciencias sociales sentimos un malestar y percibimos inquietudes a nuestro alrededor. Si yo mismo estoy escribiendo estas líneas se debe a una interrogación expresa acerca de si sufrimos en México un serio déficit de crítica, lo que ocasionaría que obras que valen la pena pasen desapercibidas mientras que ocurrencias y hasta tonterías sean sobrevaloradas. Comparto esta inquietud y he comentado con muchos colegas esta situación. Creo que hay consenso al respecto: las ciencias sociales no están muy inclinadas a examinar su propia condición. Esta situación es evidente si observamos que las revistas académicas reseñan muy pocos estudios y prácticamente no debaten las ideas que expresan los investigadores. La crítica en la prensa no académica (suplementos y revistas culturales) es un tanto errática y depende muchas veces de criterios ideológicos o de intereses de grupo, aunque ahí es más frecuente la polémica. Es muy raro encontrar ese tipo de ensayos que hacen un balance de los avances en determinados temas (en inglés se denominan “review articles”). Tampoco los libros suelen presentar críticamente los estudios precedentes referidos a la materia que se aborda.<br /><br />¿Qué es lo que inhibe la crítica? Podemos señalar varias causas inmediatas: influencia de caciquillos académicos que bloquean el trabajo de aquellos que no comparten sus intereses o ideas; presencia excesiva de un sector mediocre, estéril, burocratizado e indiferente a lo que se genera a su alrededor; falta de recursos en las ciencias sociales por la hegemonía de las llamadas ciencias duras; efecto de potlatch igualador que bloquea el apoyo a quienes se considera que destacan excesivamente por encima del resto (síndrome de Liliput). Al carácter raquítico de la crítica se agrega el hecho de que en muchos casos la exaltación desmesurada de alguna obra se debe a que su autor ejerce o ha ejercido poderosas funciones burocráticas o gubernamentales. Aquí nos enfrentamos al complejo problema de creación de modelos para estudiantes e investigadores jóvenes. Si los modelos a seguir son obras vacías e insustanciales, se crea un efecto multiplicador de la mediocridad y se institucionaliza un bajo nivel de creatividad. Esta desmesurada valoración de obras prescindibles suele ir acorazada de la defensa de las glorias locales frente a la influencia de corrientes extranjeras. En lugar de elevar los umbrales de la competencia a niveles internacionales, se bajan las exigencias en las pistas locales para que competidores de escasa calidad sean protegidos y exaltados. El resultado es la formación de coágulos meritocráticos en la red de vasos comunicantes que debería irrigar y nutrir el trabajo intelectual y académico. <br /><br />No quiero decir que debamos privilegiar el trabajo de quienes estudian a los investigadores, en lugar de estimular el estudio directo de la realidad social. Con frecuencia la inmersión prolongada en la propia tinta y el ejercicio de mirar el ombligo de la propia disciplina acaba en esos típicos textos de recomendaciones teóricas y metodológicas dedicados a pedir que otros hagan lo que uno no hace. No se trata tampoco de centrarnos en la producción de exégesis, hagiografías y enciclopedias sobre autores en las disciplinas sociales. Más interesantes y creativos pueden ser los incentivos a realizar trabajo de investigación y a abrir los resultados a la crítica. Hay que escapar de los círculos viciosos en los que nos excedemos haciendo historiografía de la historiografía, sociología del recorte de periódico, reconstrucciones políticas de las ruinas étnicas, psicología de entidades abstractas o hermenéutica de textos económicos y jurídicos. Aunque en ocasiones estos ejercicios en los circuitos cerrados dan algún fruto interesante, en general contribuyen a la asfixia de las ciencias sociales. <br /><br />Todos los factores que he señalado —y otros similares que se podrían agregar— son importantes y no los quiero minimizar. Pero me parece que podemos atisbar detrás de ellos algunos problemas que permiten suponer el inicio de una especie de transición en las ciencias sociales. Me referiré solamente a algunos temas, ligados a mis intereses como antropólogo y sociólogo, sobre los cuales he podido reflexionar. No pretendo aquí generalizar mis conclusiones y mis críticas.<br /><br />Desde los años cincuenta —o acaso antes— las ciencias sociales giraban en torno de las necesidades, reales o imaginadas, del Estado nacional. Especialmente la antropología y la sociología en cierto modo estaban atrapadas en una contradicción: a pesar de apoyarse en la mitología nacionalista, despreciaban el estudio de la simbología cultural y de las instituciones que legitimaban o sostenían dicho Estado. Se giraba en torno de ciertos temas: los desequilibrios económicos, la dependencia, el subdesarrollo, el atraso de la población rural e indígena, la marginalidad, el dualismo, el carácter nacional, la burguesía nacional, el crecimiento demográfico, etcétera. Las ciencias sociales, al buscar un mayor sustento científico en la economía, entraron en un callejón sin salida y no lograron disipar el misterio que las obsesionaba: las causas del atraso y del subdesarrollo. En un breve balance que hice de los estudios sociales en 1997 llegué a la conclusión de que los sociólogos que heredaron y continuaron esta tradición llegaron a la idea de que la dependencia y la globalización —o, como algunos prefieren decir, el subdesarrollo y el neoliberalismo— habían impedido que en México se desarrollara una sociedad civil consistente y fuerte. El proceso había sido catastrófico, el fascismo o el caos amenazarían al sistema y la solución, en caso de vislumbrarse alguna, debía venir del apoyo a las formas blandas —semidemocráticas y populistas— del autoritarismo, o bien de una alternativa de salvación nacional más o menos revolucionaria, que abriera paso a una nueva forma de desarrollo económico. Se esperaba, ingenuamente, que la globalización debilitara a las fuerzas imperialistas de Estados Unidos.1Ante esta tradición, se desarrollaron otras perspectivas que abordaron, por ejemplo, las dimensiones simbólicas y culturales de la realidad sociopolítica, y llegaron a ideas opuestas: el sistema mexicano tenía sus raíces en una sólida sociedad civil, en cuyo seno se alojaron los resortes que explican el atraso y el autoritarismo nacionalista.<br /><br />En México las ciencias sociales fueron una amalgama a veces incoherente de Marx, Durkheim y Weber, una mezcla difícil de digerir que era reciclada con dosis variables de leninismo, estructuralismo o funcionalismo. En las tendencias obsesionadas por el problema de la dependencia el gran tema de Tocqueville, la democracia, brilló por su ausencia y fue esquivado aun en aquellos textos que aparentemente se dedicaban a estudiarla. Un libro sintomático de la situación de las ciencias sociales en los años sesenta del siglo pasado es El perfil de México en 1980,2 libro que reúne las ponencias de un seminario organizado en 1970 por el Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM para dibujar el futuro del país. En esta reunión hubo dos temas prácticamente ausentes: la democracia y la crisis de 1968. ¿Cómo podían las ciencias sociales desarrollarse si se plegaban servilmente a un Estado que borraba del mapa la represión de Tlatelolco y la existencia de un sistema autoritario no democrático?<br /><br />Durante la larga crisis del sistema político mexicano las ciencias sociales se fueron abriendo a nuevas tendencias y corrientes, a veces calificadas de postmodernas. Cada vez era más claro que la sociedad podía funcionar y gobernarse con nuevas normas democráticas y se comprobaba que con ello no se derrumbaba la estructura del país. Estos procesos requerían de nuevas explicaciones. Las ideas que giraban en torno de las teorías de la dependencia y sus derivados resultaban obsoletos ante la nueva realidad. Estas tensiones fueron las causantes de una fragmentación de las ciencias sociales que coincidió, además, con un desinterés de los estudiantes por inscribirse en las carreras ligadas a la investigación (notablemente la sociología). Otro factor inquietante fue la invasión de decenas de comentaristas en los medios masivos de comunicación, cuyos análisis tendían a sustituir los áridos y a menudo estériles resultados de las investigaciones académicas. En los artículos de las revistas académicas, además, ha sido frecuente un exceso de fárrago teorizante y un déficit de referencias empíricas.<br /><br />Con la fragmentación se formaron pequeños grupos de científicos sociales que adoptaron los lenguajes crípticos del rational-choice, del institucionalismo, de la semiótica, de la econometría, del relativismo, de la fenomenología, del estructuralismo y de otras corrientes de pensamiento. Ha habido frecuentes tentativas un tanto frustradas de asemejarse a las ciencias físicas y naturales, al utilizar terminologías incomprensibles para los legos. Anthony Giddens ha señalado que hay que tomar en serio a la gente que afirma que “los descubrimientos de las ciencias sociales no dicen nada nuevo y que sólo disfrazan con lenguaje técnico lo que todos podemos expresar en la terminología cotidiana”.3 Esto ha contribuido a separar la ciencia social que aparece en las publicaciones académicas y la que se divulga en los diarios, las revistas y los suplementos culturales o en las editoriales comerciales. Hay que añadir el hecho de que las traducciones de libros importantes escritos por científicos sociales de otros países aparecen casi siempre en editoriales privadas no académicas.<br /><br />Las revistas académicas no suelen ser el fruto de un trabajo de dirección. Funcionan en su mayoría como ventanillas de recepción de propuestas de artículos y reseñas, que posteriormente son procesadas por sistemas de arbitraje muy formales. Las revistas recaban material de manera un tanto aleatoria, aunque suelen concentrar la producción de los centros de investigación a que están ligadas. Operan con filtros secretos que no siempre son confiables. Estas revistas parecen destinadas a acumularse en bibliotecas o en archivos electrónicos y tienen como función engordar el currículum de sus autores. Navegan sin una guía precisa y divulgan estilos abstrusos.<br /><br />Enfrentamos un problema doble: por un lado, las ciencias sociales, paradójicamente, se alejan de la sociedad que las rodea. Por otro lado, las ciencias sociales, fragmentadas, se aíslan de sí mismas. La academia se aparta de la sociedad y produce pocos estudios basados en la investigación directa y demasiadas especulaciones: poca empiria, mucha teoría. A lo cual se agrega el hecho inquietante de que los investigadores prestan poca atención crítica a lo que se hace fuera de su círculo. Desde luego, estoy exagerando con el objeto de incitar a la reflexión. El exceso de teorización y la falta de comunicación llevan a las ciencias sociales a una situación difícil. Pero estos desequilibrios no se expresan de la misma forma en las diversas disciplinas. Hay factores que matizan en cada área los problemas que he señalado: la mayor importancia de la práctica profesional (derecho, psicología), las tradiciones empíricas (antropología, historia), los vínculos con la administración gubernamental (economía) y las influencias académicas (sociología, ciencia política). En cada disciplina observamos diferencias en su relación con las instancias políticas gubernamentales o los medios masivos de comunicación, en su<br />importancia en los espacios académicos universitarios y la influencia que recibe de las esferas empresariales.<br /><br />Llega el momento en que los investigadores se enfrentan a preguntas inquietantes. ¿Quiénes hacen la mejor ciencia social? ¿Dónde se realizan los mejores estudios? ¿En qué áreas la investigación social compite exitosamente con la mejor ciencia que se hace en otros países? La búsqueda de respuestas los llevará a sumergirse en su propia tinta, a empaparse de las sustancias que emanan de las disciplinas que practican. Cada uno buscará sus propias respuestas, pero lo hará con gran dificultad si trabaja en un contexto carente de estímulos críticos y de buenos canales de comunicación. O acaso, dadas las dificultades, simplemente renuncie a buscar respuestas.<br /><br />1 “El puente, la frontera y la jaula: crisis cultural e identidad en la condición postmexicana” (conferencia en la reunión de la American Sociological Association, Toronto, 9 agosto de 1997), en La sangre y la tinta, Océano, México, 1999.<br /><br />2Publicado por Siglo XXI, tres tomos, México, 1972. Véase especialmente el tercer tomo.<br /><br />3Las nuevas reglas del método sociológico, Amorrortu, Buenos Aires, 1997, p.Martín Tanakahttp://www.blogger.com/profile/06050485380124561809noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-3998790288318316359.post-88471127202906423862007-11-02T18:32:00.000-07:002007-11-04T09:36:07.288-08:00Presidente Correa en FLACSO.<br />"Correa cuestiona acriticidad de las academias y de la propia FLACSO: "Hay que recuperar el pensamiento crítico latinoamericano", expresa".<br /><br />29/10/07<br /><br />Fuente:<br /><br /><a href="http://www.presidencia.gov.ec/noticias.asp?noid=11515" target="_blank">http://www.presidencia.gov.ec/noticias.asp?noid=11515</a><br /><br /><em>Discurso del Presidente de la República en la conmemoración de los 50 años de la FLACSO</em><br /><br />Celebrar los 50 años de una institución como FLACSO, supone una retrospectiva de valoración de las Ciencias Sociales y su incidencia en nuestro tiempo y en el devenir histórico del Ecuador y de América Latina.<br /><br />Conviene recordar que los hombres y mujeres que llevaron a cabo la propuesta de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales albergaban un profundo deseo integracionista de nuestra América Latina y una decidida apuesta a la investigación y la docencia orientada a conseguir el desarrollo de nuestras sociedades.<br /><br />La FLACSO, nació de una idea planeada en la Conferencia General de la UNESCO en el año 1957 y fue rápidamente adoptada por diversos países que entendieron qué era lo que se estaba jugando con esta acción. Los primeros en sumarse fueron Brasil y Chile y luego se adhirieron Argentina, Bolivia, Costa Rica, Cuba, Ecuador, Honduras Guatemala, México, Nicaragua, Panamá Paraguay, Uruguay, Perú, República Dominicana y Surinam. Se trataba de construir una entidad de ciencias sociales que genere un espacio de reflexión y análisis hasta ese entonces inexistente y que impulse el despliegue de un pensamiento latinoamericano ligado a las necesidades y problemas específicos de nuestra región.<br /><br />La FLACSO se enmarca en un objetivo que se visualizaba como central en aquellos años: aumentar la capacidad de cooperación de los países en el campo de las ciencias sociales a través de instituciones regionales de alto nivel académico y excelencia que cooperen con los gobiernos y con las universidades nacionales preparando recursos humanos para el cambio social.<br /><br />También hay que recordar que la FLACSO surge en el contexto mundial de la Guerra Fría, en un marco regional de agitación social y política como consecuencia de la influencia de la Revolución Cubana; el surgimiento de movimientos guerrilleros y la difusión de la Teología de la Liberación. Es un momento en el que Capitalismo y Socialismo parecen definir el campo de lucha de las opciones del cambio social. Esto se complementa en nuestra región con una decidida preocupación por las perspectivas desarrollistas impulsadas, en buena medida, por el pensamiento económico de la CEPAL.<br /><br />Así, la FLACSO, o mejor dicho las sedes que en ese momento empezaban a funcionar, asumen la investigación académica ligada a una serie de líneas. Por ejemplo, la problemática del desarrollo. Adquieren cuerpo tesis acerca de estrategias nacionales de desarrollo regional, la concentración económica y el desarrollo, y los modos de desarrollo alternativo, etc. Investigaciones que, vale la pena recordar, trabajaban en muchos casos vinculando lo económico, lo social, lo cultural y lo político y no disociándolos como si fueran esferas escindidas y sin ningún tipo de relación. En el campo del desarrollo la educación tampoco era ajena. El desarrollo económico se pensaba de manera integral. La teoría del capital humano, que luego fue y por buenas razones, ampliamente criticada, planteaba conexiones importantes entre la formación de los recursos humanos y el crecimiento económico.<br /><br />No era menor la preocupación por pensar las formas que adquiriría una revolución en la región y tampoco los impedimentos que permitirían consolidar el régimen democrático.<br /><br />También asumen importancia los temas relativos a la Sociología Agraria y a la reforma de este sector. La problemática del campo, del espacio rural, del actor campesino e indígena resultaban ineludibles, pero, nuevamente hay que decir, en el marco de procesos de cambio social.<br /><br />Asimismo, los análisis de corte histórico tenían un importante peso. Se trataba de hacer emerger los fenómenos, su significación y productividad, en su desarrollo histórico concreto. La historia adquiere en esos tiempos una relevancia clave en los estudios latinoamericanos: se trataba de descubrir la especificidad latinoamericana así como los procesos y las relaciones de fondo que la estaban conformando.<br /><br />En suma, había una decidida preocupación por construir objetos de investigación que atendieran a las problemáticas latinoamericanas y, en particular, aquellas relevantes para cada país y hasta subregión. Por ejemplo, en el caso de la FLACSO Ecuador recogió en buena medida el interés por la problemática específicamente andina e indígena.<br /><br />Ahora bien luego de 50 años, y si tuviésemos que hacer un balance, podríamos decir que la FLACSO en buena medida sigue siendo heredera de aquellas expectativas iniciales.<br /><br />En la actualidad, esta institución se ha transformado en un referente ineludible del mundo académico y político de nuestra región. Nadie podría negar que sus investigaciones, seminarios, libros, revistas y hasta la opinión informada de sus docentes e investigadores resultan ampliamente valoradas, no sólo en el mundo de las ciencias sociales, sino, en el espacio público y en las esferas de quienes tomamos decisiones políticas.<br /><br />También la FLACSO sigue participando en la generación de recursos humanos altamente capacitados que integran muchas de las plantas docentes de universidades públicas y privadas de la región, así como de altos cargos en diferentes instituciones de la administración gubernamental y no gubernamental de nuestros países.<br /><br />La FLACSO sigue colaborando, a través de las diversas actividades académicas que desarrolla, en la consolidación de las disciplinas sociales, aunque -como veremos más adelante- en muchos casos bajo la dominancia ideológica de ciertas perspectivas teórico-metodológicas.<br /><br />Asimismo, la FLACSO contribuye, a través de sus sistemas de becas en los programas de formación, a que muchos estudiantes de la región puedan realizar estudios y sobre todo en países diferentes a los de su origen. Al tener sedes en diferentes naciones, el intercambio de estudiantes y de experiencias de aprendizaje, la FLACSO ha puesto su grano de arena en pos de la integración latinoamericana. Finalmente, el carácter latinoamericano de la FLACSO se refuerza hoy por hoy no sólo por la procedencia de los estudiantes sino de su cuerpo académico.<br /><br />Si bien podríamos organizar un seminario para ver el papel de la FLACSO en las ciencias sociales, quisiera reflexionar sobre retos que puedo percibir, en el marco de una critica constructiva.<br /><br />Principalmente trataré de centrarme en una reflexión crítica sobre lo que creo constituye uno de los principales problemas de la academia latinoamericana y al que no escapa la FLACSO: la crisis de pensamiento latinoamericano.<br /><br />Una pregunta clave, que todo cientista social alguna vez se ha formulado, es la que lleva a interrogarse por el sentido de la labor científico-social: ¿Qué es lo que en rigor justifica la existencia y desarrollo de las ciencias sociales? ¿Cuál es la misión que como científico social le corresponde a cada uno de nosotros ante la dinámica, contradictoria y en muchos aspectos dolorosa realidad del mundo contemporáneo?<br /><br />Si bien se pueden dar múltiples respuestas, en términos generales, podríamos decir que los académicos buscamos contribuir a aumentar nuestra compresión de los fenómenos del mundo social para incrementar también nuestra capacidad de actuar en la construcción de una sociedad mejor de la que todos podamos y puedan beneficiarse. Particularmente, en el campo social, una teoría que no implique claros corolarios de política para mejorar la realidad, es sencillamente una teoría inservible.<br /><br />No obstante, surgen algunas preguntas que esconde esta respuesta general. Cuando decimos “nuestra comprensión de los fenómenos” a ¿quiénes nos referimos con NUESTRA comprensión? Y cuando hablamos de una sociedad mejor, ¿cómo estamos entendiendo la palabra MEJOR?<br /><br />RESPECTO A LO PRIMERO hay que señalar que existen diferencias entre la compresión que realiza la academia de aquella que se da en otros espacios de saber. El tipo de explicaciones que construye el discurso académico, a diferencia de otros como el del sentido común, el del sofista o el del mismo político, se basa en un proceso específico para producir sus argumentos y verificarlos. Esto no significa menospreciar o no buscar formas de diálogo entre diferentes saberes y experiencias, ni creer que existen jerarquías entre ellos. El argumento científico-social no se justifica a través de la intuición, de la creencia o del deseo sino a través de un procedimiento reflexivo que reconozca el error, los mecanismos que lo producen, las formas de superarlo dejando intacta la capacidad de descubrimiento. Como diría Pierre Bourdieu no se trata simplemente de una metodología abstracta que funciona como un manual -como conjunto de reglas aplicables a todos los casos- y como garantía inequívoca de cientificidad. Justamente porque la obediencia incondicional a un organon de reglas lógicas tiende a producir un efecto de clausura prematura para el descubrimiento.<br /><br />Más bien se trata de una actitud de vigilancia epistemológica en donde no sólo hay un esfuerzo por captar la lógica del error sino un esfuerzo para construir una lógica del descubrimiento de la verdad.En este sentido, puede decirse que el académico-investigador busca el mayor grado de “objetividad” posible. El ideal sería que a través de la transparencia de la metodología (de las operaciones realizadas y de las justificaciones esgrimidas para cada decisión) y de la democratización de la información cualquier persona pueda lograr la reproducibilidad de los resultados y conclusiones encontradas. De esta manera, a través de un juego dialéctico, se podría seguir mejorando la calidad en el conocimiento de la realidad.<br /><br />Respecto a lo SEGUNDO, es decir qué entendemos por un mundo mejor, surge uno de los peligros más graves que se esconden bajo el discurso académico: este es tratar de igualar objetividad con neutralidad y, por lo tanto, deslindarse del inevitable carácter político que entraña todo quehacer docente e investigativo, especialmente en ciencias sociales. Siguiendo a Boaventura de Sousa Santos, creo que es fundamental distinguir entre objetividad y neutralidad. Debemos querer ser científicos sociales objetivos pero no neutros, y ello significa utilizar las mejores metodologías que las ciencias sociales nos ofrecen y hacerlo con la mayor rigurosidad, imparcialidad y autonomía posibles.<br /><br />Pero a su vez, hay que tener claro en qué lado estamos, es decir, cómo construimos nuestro problema de investigación, nuestro objeto de estudio, cómo formulamos nuestras hipótesis de trabajo, cómo elegimos la estrategia metodológica y hasta las mismas técnicas de investigación. Tal no neutralidad (inevitable en nuestro oficio) nos lleva indiscutiblemente a las posiciones políticas, sociales, culturales, etc. que encarnamos necesariamente y sobre las cuales es indispensable tener vigilancia constante. Pero atentos, vigilar no es lo mismo que negar.<br /><br />Ejemplo: mi Patria.<br /><br />Una vez que tenemos claras estas distinciones, podemos ahora preguntarnos por ejemplo: ¿De dónde surgen los temas de investigación en las ciencias sociales actuales? ¿Desde qué lugar se construyen las preguntas de investigación? ¿Cuál es la economía política de las teorías dominantes en las ciencias sociales? lo que nos lleva a plantear ¿cuál es la forma de producción del conocimiento que parece funcionar en la academia de América Latina?<br /><br />Estas preguntas nos ubican en un espacio de reflexión sobre lo que ha acontecido en las últimas décadas en la academia latinoamericana y de lo que la FLACSO, creo yo, no ha podido escapar. Como mencionamos anteriormente:la crisis de pensamiento latinoamericano.<br /><br />Ej. De máxima expresión de esa crisis: el Consenso de Washington.<br /><br />Sin temor a equivocarme sostengo que los espacios académicos son espacios de disputa ideológica en pos de construir hegemonía de unos intereses por sobre otros, de unas visiones del mundo por sobre otras. Se trata de imponer significaciones sobre lo que llamamos “realidad” y de esta forma construirla y lo que en última instancia cada uno de nosotros entendemos por un mejor mundo.En esta línea, el espacio académico latinoamericano fue prácticamente colonizado por un conjunto de teorías y recetas metodológicas que surgieron de los países centrales.<br /><br />Por ejemplo esto pudo verse en el predominio que adquirió la economía positivista y que se aplicó acríticamente y descontroladamente al campo de la ciencia social. Se produjo una suerte de homogeneización a un nivel muy profundo del quehacer investigativo y docente y sólo marginalmente ciertos reductos lograron resistir y disputar lo que se ha transformado en una suerte de sentido común de la academia.<br /><br />El argumento esgrimido fue que tales teorías y procedimientos eran los únicos que garantizaban temas “pertinentes” a estudiar, perspectivas de análisis “objetivas” (confundido este concepto con neutralidad) y metodologías “científicas”. El resto era justamente resto. Era residual.Siguiendo con nuestro ejemplo podemos pensar en el Racional Choice aplicado al campo de la Ciencia Política y en algunos casos hasta de la Sociología Política.<br /><br />Esto ha implicado el retorno del dominio de una metodología positivista a ultranza que solo da valor a lo que puede “observarse” (léase preferencias) y por lo tanto “medirse” y que menosprecia todo aquello que desde ese lugar se considera “subjetivo”.<br /><br />Teoría inservible. Ej. Aceite de carburador.<br /><br />(Entre paréntesis podríamos decir que este punto volvió a plantear de manera decidida la imagen de la academia como único espacio de saber válido y el menosprecio del dialogo con otros saberes. Así, se dejó de lado -entre otras cuestiones- aquellas perspectivas teóricas y metodológicas que hacían hincapié en la participación de los sujetos a investigar al considerar que eran ellos los principales beneficiarios de tales estudios).<br /><br />También involucró la generación de explicaciones unidimensionales que tendieron a dar cuenta de los fenómenos sociales siempre bajo un argumento similar y único: el hombre egoísta, atómico, maximizador, etc., etc.<br /><br />Bajo tal dominancia, la definición del “mundo mejor” que debe buscar la ciencia social, pudo reducirse a la optimización maximizadora individual de las utilidades, vista ésta principalmente, por las preferencias expresadas en cualquier MERCADO (político, cultural, económico, familiar, comunitario) vía el consumo (también de cualquier producto: voto, bien, dinero, amor, consumo cultural, etc.).<br /><br />Además de ser una teoría en gran parte inservible, tremendamente reduccionista, pretendió presentar a las ciencias sociales como independiente de juicios de valor. Ej. Teoría de mercado, agentes racionales, intercambios voluntarios y chica perdida en el desierto.<br /><br />Una revisión de los diseños curriculares de los programas de formación en ciencia política, sociología y economía de muchas de las sedes FLACSO devela hasta qué punto esa dominancia también caló hondo en una institución que pretendía generar un pensamiento independiente y propiamente latinoamericano. Ni mencionar los programas que se conocen bajo el título de Gobierno y Asuntos Públicos o Administración y Políticas Públicas.<br /><br />Lo que hay que darse cuenta es que estas teorías y las categorías de análisis a ellas asociadas, que cooptaron el espacio ideológico, nos impiden ver otras maneras de construir los problemas de investigación y los objetos de estudio relevantes para los proyectos de cambio en los que creemos. También invisibilizan la herencia intelectual de aquella academia latinoamericana, esa que hasta hace algunas décadas atrás se enorgullecía de sus avances y de su compromiso con la emancipación latinoamericana.<br /><br />No se trata de un retorno acrítico del pasado sino de una recuperación más justa de un legado que no ha sido suficientemente valorado. Con esta dominancia han desaparecido disciplinas y líneas completas de investigación como por ejemplo la Historia, la Sociología en su vertiente Agraria, los estudios de estructura social, de concentración económica, de desigualdad social, entre otros.<br /><br />Es verdad que se han incorporado otros temas sumamente relevantes que tiene que ver con formas de exclusión social. Por ejemplo, el tratamiento de grupos conformados a partir de determinaciones de edad, como los jóvenes; de género como las mujeres, de origen étnico como los indígenas, de movilidad como los inmigrantes, etc. La academia ha sido particularmente sensible a estas problemáticas y a los grupos humanos que han sido históricamente privados de su voz. Esto puede verse en los múltiples proyectos que se han desarrollado por ejemplo en las sedes FLACSO y sobre todo en las tesis de investigación que esas sedes promueven.<br /><br />Como afirma Todd Gitlin, si bien la profusión de agentes sociales ocurrió en toda la sociedad, pensemos en la visibilidad que adquieren las minorías y los movimientos sociales en los últimos años, en ninguna parte parece haber resultado tan vigoroso como en el mundo académico. Allí en los múltiples programas de estudio cada movimiento pudo experimentar el regocijo de una identidad basada en el grupo. El problema radica en que la expansión de lo que se dio en llamar la “política de la identidad” fue inseparable de la fragmentación política de lo compartido que se dio primeramente.<br /><br />El mundo universitario y académico ha adoptado estos nuevos temas desde un lugar poco crítico ya que en muchos casos tales líneas de investigación involucran el abandono de la preocupación por aquello que los seres humanos y grupos comparten. El estudio de la “identidad” se vuelve el estudio de una suerte de destino inexorable, en un mundo conformado por identidades intrínsecas y esencialistas que impiden conectarse con el otro. La voz de los sin voz puede terminar conformando así un nuevo silencio, funcional al paradigma dominante y la academia no ha sido ajena a ello.<br /><br />ENTONCES, basándome en gran medida en lo planteado por Boaventura Sousa Santos, quizás una deuda y un reto pendiente que tiene la FLACSO para construir durante sus próximos 50 años sea la decisión de invertir tiempo, dinero y recursos humanos en plantear aportes hacia una decidida revisión epistemológica y teórica sobre las ciencias sociales actuales. Una revisión desde una mirada latinoamericana, es decir, desde el SUR.<br /><br />Asimismo, la comprensión del mundo que realizan las ciencias sociales en muchos casos niegan la experiencia social y niegan los cambios sociales que están aconteciendo. Ej. Fin de la historia. Un conjunto de experiencias quedan así desperdiciadas, desconocidas, descredibilizadas por visiones hegemónicas. Así, lo que se presenta como la tesis es a lo sumo la teoría dominante. Nuestro desafío debe ser enfrentar este desperdicio de experiencia social. Ello se logrará en la medida en que no sólo nos ocupemos de la discusión por las condiciones objetivas de la transformación de la sociedad sino de aquellas condiciones que hablan de la voluntad de cambio. Quizás hay que pensar en como crear una subjetividad rebelde y no una objetividad paralizante.<br /><br />En este sentido, lo que trato de decir es que no podemos salir de este atolladero con las ciencias sociales que tenemos porque son parte del problema. Hay que primero trabajar las ciencias sociales epistemológicamente. Nuestras formas de racionalidad emergen de la periferia y debemos tener en cuenta esto para producir un cambio en los esquemas de pensamiento como diría Edgar Morín.<br /><br />En buena medida, como afirma Santos, esto pasará si nosotros pensamos las “ausencias” desde un lugar diferente. Me explico. Mucho de lo que no existe en la sociedad es producido como no existente lo que termina reduciendo “la realidad” (siempre construida) a lo existente. Una mirada desde las ausencias es un procedimiento insurgente para mostrar lo que no existe pero con un objetivo diferente y claro: buscar alcanzarlo. También implica ver lo que no existe todavía pero que está emergiendo, que da señales de vida. Por ejemplo, hacer una ampliación simbólica de un movimiento social o ciudadano. Sin romanticismos debemos credibilizar esta emergencia.<br /><br />También cuestionar aquellos conceptos que nos hablan de un tiempo que no es el nuestro y de un punto ya definido de llegada. Así, en el tiempo andino e indígena lo ancestral no es parte del pasado como se nos dice sino del presente cotidiano; o las mismas nociones de países “desarrollados”, de “progreso”, de “modernización” y hasta de “globalización” nos hablan de un tiempo y un destino que nos son ajenos aunque los hayamos interiorizado como necesarios de ser alcanzados. Un primer paso para esto es repensar la noción de desarrollo. No desde un lugar modernizante o centrado solo en el crecimiento. Creo que esto ya está incluido en nuestro Plan Nacional el cual articula, más allá de las miradas economicistas, la relación del ser humano con la naturaleza, la relación entre las personas y la forma de perpetuar indefinidamente las culturas latinoamericanas.<br /><br />Por otra parte, hay que repensar el modo de producción del conocimiento. No<br />olvidemos una vez más que lo que está en juego es la construcción de hegemonía. No necesitamos alternativas sino un “pensamiento alternativo de alternativas”. No queremos decir con esto que hay que negar el conocimiento del “norte” sino que hay que conocerlo para descubrir sus formas de construcción del saber, aquellas que lo vuelven hegemónico.<br /><br />También hay que reflexionar en torno a las condiciones en que la academia latinoamericana lleva a cabo su labor.<br /><br />En primer lugar es necesario pensar y relacionar el financiamiento con la producción investigativa. Muy frecuentemente las investigaciones y los programas de formación están condicionados por la fuente de financiamiento ya que no sólo definen cuánto se gasta sino en qué y cómo se gasta. En muchos casos, los programas surgen primero por la necesidad de fondos antes que por una necesidad académica.<br /><br />Esta forma de financiamiento ha promovido investigaciones de corto plazo, ligadas a proyectos puntuales de coyuntura y son desestimadas las investigaciones de problemas estructurales y de largo alcance. Todas ellas, terminan reproduciendo el predominio de una lógica de la consultoría y la asesoría técnica más ligada a las ONGs que a la academia. En el mejor de los casos las agendas investigativas de largo plazo son proyectos personales y no institucionales. Todo esto ha producido que desaparecieran la idea de programas o líneas de investigación y solo parecieran relevantes las individualidades que se vuelven, islotes o archipiélagos de estatus.<br /><br />Por estas razones tampoco se trata de indagaciones de corte empírico. En la mayoría de los casos constituyen recopilaciones de fuentes secundarias, estados de arte, investigaciones bibliográficas o de generación de interpretaciones sin ningún respaldo en trabajos de campo.<br /><br />Esto también ha estado acompañado de un cambio relevante respecto al perfil del cientista social. El doble papel o utilidad de las ciencias sociales en tanto insumo técnico y espacio de productividad intelectual perdió su equilibrio en el marco de la creciente participación de estos recursos humanos en los procesos de transformación del Estado promovidos por las políticas neoliberales. La relevancia que adquieren los sociólogos, politólogos, antropólogo, entre otros, para abordar el diseño, evaluación y fundamentación teórica y metodológica de las políticas públicas de estos años no ha sido suficientemente valorado en términos de los efectos para la autonomía del campo y el papel político de tales recursos.<br /><br />Frente a este problema, lo primero que es necesario recuperar es la autonomía de la producción investigativa y las agendas respecto al financiamiento, y la soberanía de la oferta de programas de formación en función de criterios académicos y de necesidades sociales.<br /><br />Uno de los mensajes que quiero dejar en claro es que parte de la crisis de pensamiento se debe al descrédito de la política que se vivió en las últimas décadas. La academia se autoinmoló tratando de visibilizarse como algo separado de la política a nombre de una objetividad confundida con neutralidad. Bajo el predominio del discurso tecnicista de los ´90 se dotó de toda la negatividad a lo político. Creo que debemos repensar qué entendemos por lo político en la academia. No se trata de justificar intereses políticos mediante las investigaciones o la docencia, sino de reconocer el carácter político de las visiones de realidad que construimos desde la academia. Esta es una responsabilidad que no se puede eludir.<br /><br />Los invito entonces a construir una academia comprometida con las necesidades de América Latina y atenta a los procesos de cambio que hoy por hoy estamos experimentando. Y esto no es menor, quizás ahora no lo percibimos con claridad, no vemos materializada una revolución, pero eso no significa que no la estemos transitando. Ya hay señales de que estamos viviendo no sólo una época de cambios sino un cambio de época. Ayudémosla a nacer desde el lugar que nos toca ocupar en este tiempo histórico.Martín Tanakahttp://www.blogger.com/profile/06050485380124561809noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-3998790288318316359.post-70633785101510990882007-09-06T01:10:00.000-07:002007-09-06T11:14:07.298-07:00Syllabus de "Estado y política en América Latina" de Romeo GromponePONTIFICIA UNIVERSIDAD CATÓLICA DEL PERÚ<br />FACULTAD DE CIENCIAS SOCIALES<br />CIENCIA POLÍTICA Y GOBIERNO<br /><br />Curso : ESTADO Y POLÍTICA EN AMÉRICA LATINA<br />Código : POL 222 <br />Número de horas : 4<br />Número de créditos : 4<br />Semestre Académico : 2007-2<br />Profesor : Romeo Grompone <br />Asistente de docencia : Rodrigo Barrenechea<br /><br />I) OBJETIVOS DEL CURSO<br /><br />El curso trata de las relaciones entre estado, política y representación en América Latina contemporánea, identificando criterios comunes de interpretación para el conjunto de la región así como las particularidades de sus países. En la medida que el tema abordado lo permita se buscará llegar a un análisis integrado que abarque el mayor número de casos. Si por razones de tiempo no puede llegarse a esta situación, privilegiará en el problema a considerar, a los estados más influyentes, Brasil, México y Argentina y por su gravitación para entender el caso peruano a los países andinos, en especial Bolivia y Ecuador. <br /><br />Un adecuado tratamiento de la asignatura exige una contextualización para que los contenidos puedan ser comprendidos en sus dimensiones relevantes, evitando su tratamiento superficial. Por lo que necesariamente, si bien de modo muy resumido, se analizarán los antecedentes que explican la formación de los estados y el surgimiento de las instituciones. Expone brevemente entonces en las primeras clases una historia política, que dado que la propuesta es el análisis de la situación actual de América Latina, considera algunos hitos fundamentales, pero prescinde de ordenar los acontecimientos de modo lineal. Se detiene también en etapas más recientes, el populismo, las revoluciones, los autoritarismos y las transiciones políticas.<br /><br />A partir de allí considera los problemas de consolidación y vigencia de la democracia en la región. Se detiene en particular en lo que tiene que ver con las diferentes situaciones existentes en relación a sus partidos y sistemas de partidos, su grado de vigencia, penetración social e incidencia en el sistema político y los cambios acelerados que se han suscitado en los años recientes. Finalmente, el estudiante se entiende que ya dispondrá de los elementos suficientes para describir de modo pertinente la presente coyuntura crítica de América Latina.<br /><br />La bibliografía presentada no distingue en esta etapa entre obligatoria y ampliatoria. El docente las va a ir discriminando atendiendo al nivel de comprensión que vaya encontrando en los alumnos. Tratará de combinar, en tanto se pueda, rigurosidad con un tratamiento relativamente simple de los problemas considerados. En caso que en algunos temas haya discusiones académicas se acogerán los diversos planteamientos de modo pluralista para que el estudiante forme, con suficientes elementos de juicio, su propia opinión. En la eventualidad que exista preocupación en los alumnos por el análisis de la situación de otros países de América Latina o de introducir otros textos, el profesor podrá incluirlos una vez evaluada su pertinencia. <br /><br />II) TEMAS<br /><br />1. La formación de los estados nacionales y la constitución de un nuevo orden político<br /><br />La soberanía mixta. El monarca y las nociones de estado integrado; las autonomías territoriales y corporativas. La independencia y la innovación política. La coexistencia y la pugna entre tradición y modernidad, influencia de la neoescolástica y el contractualismo. Cabildos y juntas. La evolución del concepto de pueblo de noción abstracta de fundamento del poder a red de comunidades locales y la defensa de sus fueros. La subsistencia de un orden estamental y sus grietas. Los avances y las dificultades del liberalismo político. La vigencia del rentismo y del patrimonialismo. Los precarios mecanismos de intermediación: clientelas, caciques y poder gamonal. Los indígenas y la constitución de la nación: dominación, pactos provisionales, insurrecciones, inclusión. Tres trayectorias de formación de estado: Chile, México y Perú. La vigencia de algunos legados poscoloniales en las sociedades políticas contemporáneas.<br /> <br />4 sesiones (20, 21, 27 y 28 de Agosto)<br /><br />2. Estado, política, partidos y sociedad en América Latina: Introducción al Tema. Unidades y diferencias. Las trayectorias políticas de México, los países andinos, América Central y el Cono Sur.<br /><br />La lenta afirmación del régimen democrático y de las condiciones de estabilidad política. Partidos de élites, partidos de integración social y recorridos disímiles en la región en la formación de los sistemas de partidos. El caso de los países andinos, México, América Central y el Cono Sur, y sus modalidades de evolución institucional hasta mediados del siglo XX. ¿Existe o no un campo unificado de experiencias políticas compartidas?<br /><br />2 sesiones (3 Y 4 de Setiembre)<br /><br />3. El Populismo: Características y expresiones nacionales<br /><br />El populismo como mecanismo de dominación, control e incorporación social. El presidente como árbitro y regulador de conflictos. La invocación al enemigo externo. La apelación al pueblo en sociedades en procesos de movilización. El estilo de participación social. ¿Liderazgo plebiscitario o pacto? El populismo y la discusión sobre lo nacional popular. Las ambiguas relaciones entre populismo y democracia. El populismo como elemento constitutivo del lazo político en la teoría y en el caso especial de América Latina. El debate sobre la pertinencia conceptual y vigencia del llamado “neopopulismo”. El populismo en Brasil, Argentina y Ecuador.<br /><br />4 sesiones (10, 11, 17 y 18 de setiembre)<br /><br />4. Las Revoluciones en América Latina: México, Bolivia y Cuba<br /><br />La revolución agraria mexicana de 1914 y su evolución: del carácter popular a la renovación de las élites. Su prolongada influencia en el diseño institucional del sistema político. Bolivia en 1952: la alianza inestable entre el MNR, los sectores obreros emergentes y los campesinos. La disolución y recomposición del ejército. Los alcances de la reforma agraria. La disputa por el poder. El gobierno de Siles Suazo de 1956 y la clausura del proceso. Los legados en las prácticas y la cultura política boliviana. Los antecedentes de la revolución cubana y las razones de su llegada al poder. Sus etapas: la radicalización, la ruptura con EE.UU., sus intentos de internacionalización, las nuevas alianzas, la consolidación de una estructura burocrática y de control, el llamado “período especial” y las dificultades y restricciones para una apertura del sistema.<br /><br />3 sesiones (24 y 25 de setiembre y 1 de octubre)<br /><br />5. Los regímenes autoritarios: Argentina, Chile, Uruguay y Brasil<br /><br />Las dictaduras institucionales de las fuerzas armadas, la redefinición de su papel en la sociedad y la doctrina de la seguridad nacional. Los antecedentes. La activación y la derrota del sector popular. Las precarias relaciones con la modernización económica. El llamado régimen burocrático autoritario, los avances y limitaciones de su asociación con una nueva tecnocracia. El dilema planteado: apertura hacia partidos y reserva de prerrogativas militares o la exclusión de mediaciones Las diferentes respuestas planteadas. Los llamados “autoritarismos competitivos”.<br /><br />2 sesiones (2 y 16 de Octubre)<br /><br />6. Las transiciones y los problemas de la consolidación democrática en América Latina<br /><br />Los problemas del retorno a la democracia en distintos contextos: el Cono Sur, Bolivia, Perú y Ecuador. Las etapas de liberalización y democratización. Los problemas de formación de una nueva arena política democrática en la estructura del estado, en la afirmación de las instituciones del Estado de Derecho, en el sistema político, en la sociedad civil y en la economía. Las transiciones pactadas: Uruguay, Perú y Ecuador. El proceso dirigido por el gobierno militar saliente en Brasil. El colapso del régimen político y la obligada apertura democrática en Argentina. Las dificultades de la transición en Chile: la persistencia en democracia de los llamados “enclaves autoritarios” y su progresiva remoción.<br /><br />3 sesiones (22, 23 y 29 de Octubre)<br /><br />7. Las relaciones entre Estado, política y Sistema de Partidos en América Latina: <br />• Estado y Sistema de Partidos en América Latina (2 sesiones: 30 Oct. Y 5 Nov.)<br />• La experiencia mexicana (1 sesión: 6 de Noviembre)<br />• El caso brasileño (1 sesión: 12 de Noviembre)<br />• El cono sur (1 sesión:13 de Noviembre)<br />• Los países andinos (3 sesiones: 19, 20 y 26 de Noviembre)<br /><br />Las nuevas matrices de relación entre estado, política y representación desde la década del 80 a la actualidad. El llamado modelo “estado-céntrico”, el neoliberal y la heterogeneidad de la situación presente, y sus consecuencias políticas. Los partidos y los sistemas de partidos: Las diversas situaciones en la región y los recientes cambios. La personalización de la política y el surgimiento de personalidades por fuera del sistema institucional. La desafección política y los problemas de representación: la situación general y las especificidades de la región ¿sistemas de partidos o configuraciones partidarias? Los precarios intentos de afirmación de la gobernabilidad política en México. La tensión entre partidos y liderazgos regionales en Brasil. La crisis del bipartidismo histórico en Argentina. Uruguay y un sistema de partidos consolidado. La inestabilidad institucional en Ecuador. El surgimiento, apogeo y la crisis de la “democracia pactada” en Bolivia”, los movimientos sociales y el nuevo escenario.<br /><br />III) BIBLIOGRAFÍA<br /><br />TEMA 1<br /><br />GUERRA, François -Xavier<br />2000 Modernidad e independencia: ensayos sobre las revoluciones hispánicas. México D.F.: FCE (Capítulos IX y X)<br /><br />2003 “El ocaso de la monarquía hispánica: revolución y desintegración”. En: Antonio Annino y François-Xavier Guerra; (coords). Inventando la nación: Iberoamérica siglo XIX. México, D.F.: FCE<br /><br />ANNINO, Antonio<br />2003 “Soberanías en Lucha”. En: Antonio Annino y François-Xavier Guerra; (coords). Inventando la nación: Iberoamérica siglo XIX. México, D.F.: FCE<br /><br />Demélas, Marie-Danielle<br />2003 La invención política: Bolivia, Ecuador, Perú en el siglo XIX. Lima: IFEA/IEP (Capítulo Final)<br /><br />LARSON, Brooke<br />2002 Indígenas, Elites y Estado en la Formación de las Repúblicas Andinas. Lima: Fondo Editorial PUCP-IEP. (Capítulo 5 y Conclusiones)<br /><br />IRUROZQUI, Marta<br />2000 A bala, piedra y palo: la construcción de la ciudadanía política en Bolivia, 1826-1952. Sevilla: Diputación de Sevilla<br /><br />THURNER, Mark<br /> 2006 Republicanos Andinos. Lima: IEP: CBC (Capítulo 5)<br /><br />MC EVOY, Carmen<br />1999 “Forjando la nación: Usos y abusos del paradigma republicano” En: Carmen Mc Evoy, Forjando la nación: ensayos sobre historia republicana. Lima: PUCP. Instituto Riva-Agüero; Sewanee: The University of the South<br /> <br />BRADING, D. A.<br />1998 “Nationalism and State-Building in Latin American History” En: Posada-Carbó, Eduardo (Ed.) Wars, Parties and Nationalism: Essays on the politics and society of nineteenth-century Latin America. London, Institute of Latin American Studies<br /><br />MALLON, Florencia<br />1992 “Indian Communities, Political Cultures, and the State in Latin America, 1780-1990”. Journal of Latin American Studies, Vol. 24, Quincentenary Supplement: The Colonial and Post Colonial Experience. Five Centuries of Spanish and Portuguese America<br /><br />2002 "Decoding the parchments of the latinamerican nation-state: Peru, Mexico and Chile in comparative perspective". En Dunkerley, James (Ed.): Studies in the formation of the nation-state in Latin America. London: University of London, Institute of latinamerican studies<br /><br />TEMA 2<br /><br />HALPERIN, Tulio <br />1998 Historia contemporánea de América Latina. Madrid: Alianza Editorial <br /><br />DI TELLA, Torcuato<br />1994 Historia de los Partidos Políticos en América Latina, siglo XX. México D.F.: FCE <br /><br />TORRE, Juan Carlos<br />1994 América Latina, el gobierno de la democracia en tiempos difíciles. Buenos Aires, Instituto Torcuato Di Tella. <br /><br />TEMA 3<br /><br />WEFFORT, Francisco<br />1968 “Clases populares y desarrollo social (contribución al estudio del ‘populismo’)”. En: Revista peruana de sociología -- Año 5, no. 13 (Dic. 1968)<br /><br />GERMANI, Gino, Torcuato DI TELLA y Octavio IANI<br />1973 Populismo y contradicciones de clase en Latinoamérica. México, D.F.: Era <br /><br />ZAVALETA, René<br />1986 Lo Nacional Popular en Bolivia. México D.F: Siglo XX. (Capítulo 3)<br /><br />VALENZUELA, Eduardo<br />1991 “La Experiencia Nacional-Popular”. En Revista Proposiciones N°20. Santiago de Chile: Sur Ediciones.<br /><br />DE LA TORRE, Carlos<br />1992 “The Ambiguous Meaning of Latin American Populisms” En: Social Research, Vol.59, N°2 (Summer 1992)<br /><br />VILAS, Carlos (Comp.)<br />1994 La democratización fundamental: el populismo en América Latina. México, D.F.: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. (Capítulo introductorio)<br /><br />DE IPOLA, Emilio y Juan Carlos PORTANTIERO<br />1994 “Lo nacional-popular y los populismos realmente existentes”. En: Carlos Vilas (Comp.) La democratización fundamental. El populismo en América latina. México, D.F.: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes<br /><br />WEYLAND, Kurt<br />1997 “Neopopulismo y Neoliberalismo en América Latina: Afinidades inesperadas”. En Pretextos N°10. Lima: DESCO<br /><br />WEYLAND, Kurt<br />2004 “Clarificando un concepto: ‘el populismo en el estudio de la política latinoamericana’” En Kart Weiland y Otros, Releer los populismos. Quito, CAAP.<br /><br />LACLAU Ernesto<br />2005 La razón populista. México, D.F.: FCE<br /><br />TEMA 4<br /><br />MALLOY, James<br />1970 Bolivia: the uncompleted revolution. Pittsburgh, PA: University of Pittsburgh Press <br /><br />BRANDING, David.<br />1985 Caudillos y Campesinos en la Revolución Mexicana. México D.F.: FCE <br /><br />WOMACK, John<br />2003 Zapata y la Revolución Mexicana, México D.F.: Siglo XXI <br /><br />KLEIN, Herbert<br />1993 Orígenes de la Revolución Boliviana: la crisis de la generación del Chaco. México, D.F.: Consejo Nacional para la Cultura y las Artes: Grijalbo <br /><br />LAVAUD, Jean Pierre<br />1998 El Embrollo Boliviano: Turbulencias Sociales y Desplazamientos Políticos 1952-1982. Bolivia: IFEA/UMSS/HISBOL (Capítulo 1)<br /><br />PÉREZ-STABLE, Marifelí<br />1998 La Revolución Cubana. Orígenes, desarrollo y legado. Madrid: Colibrí <br /><br />TEMA 2<br /><br />CARDOSO, Fernando Henrique.<br />1985 “Caracterización de los regímenes autoritarios”. En: David Collier (Comp.) El Nuevo autoritarismo en América Latina. México: FCE, 1985.<br /><br />O’DONNELL, Guillermo<br />1985 “Las tensiones en el estado burocrático autoritario y la cuestión de la democracia” En: David Collier (Comp.) El Nuevo autoritarismo en América Latina. México: FCE<br />1997 “Las fuerzas armadas y el Estado autoritario del Cono Sur de América Latina”. En: O’Donnell, Guillermo. Contrapuntos: ensayos escogidos sobre autoritarismo y democratización. Buenos Aires PAIDOS<br /><br />VALENZUELA, Arturo. <br />1989 El Quiebre de la Democracia en Chile. Santiago: FLACSO <br /><br />TIRONI, Eugenio<br />1999 El régimen autoritario para una sociología de Pinochet. Santiago de Chile: Dolmen <br /><br />SANTOS, Wanderley Guilherme dos<br />1987 Crise e castigo: partidos e generais na política brasileira. Sao Paulo: Vértice <br /><br />TEMA 6<br /><br />O’DONNELL, Guillermo y SCHMITTER, Philippe<br />1988 “Transiciones desde un gobierno autoritario. Conclusiones tentativas sobre las democracias inestables” (Tomo IV). En: Guillermo O’Donnell, Philippe Schmitter y Laurence Whitehead. Transiciones de un gobierno autoritario. Buenos Aires: Paidos<br /><br />HUNTINGTON, Samuel<br />1994 La tercera ola. La democratización a finales del siglo XX. Buenos Aires: Paidos. (Capítulo 3)<br /><br />LINZ, Juan y STEPAN, Alfred<br />1996 “From an Imposible to a Posible Democratic Game: Argentina”. En: Problems of Democratic Transition and Consolidation. Southern Europe, South America, and Post-Communism Europe. London: The John Hopkins University Press<br />1996 “Crisis of Efficacy, Legitimacy, and Democratic State ‘Presence’: Brazil”. En: Problems of Democratic Transition and Consolidation. Southern Europe, South America, and Post-Communism Europe. London: The John Hopkins University Press<br />1996 “Incomplete Transition/Near Consolidation? Chile” En: Problems of Democratic Transition and Consolidation. Southern Europe, South America, and Post-Communism Europe. London: The John Hopkins University Press<br />1996 “A Risk-Prone Consolidated Democracy: Uruguay” En: Problems of Democratic Transition and Consolidation. Southern Europe, South America, and Post-Communism Europe. London: The John Hopkins University Press<br /><br />O’DONNELL, Guillermo<br />1996 “Ilusiones sobre la consolidación”. En Revista Nueva Sociedad N° 144. Buenos Aires: Nueva Sociedad<br /><br />MAINWARING, Scott<br />1999 “La durabilidad de la democracia en América Latina, 1940-1998”. En: Política y gobierno. Vol VI. Segundo semestre 1999.<br /><br />MAINWARING, Scott y PÉREZ-LIÑAN, Anibal<br />2005 “Latin American Democratization since 1978. Democratic Transitions, Breakdowns and Erosions”. En: Frances Hagopian y Scott Mainwaring (Ed.) The third wave of democratization in Latin America: Advances and setbacks. Cambridge: Cambridge University Press<br /><br />TEMA 7<br /><br />CAVAROZZI, Marcelo y Esperanza CASULLO<br />2002 “Los partidos políticos en América Latina Hoy: ¿Consolidación o Crisis?” En: Cavarozzi, Marcelo; Abal Medina, Juan (Comp.) El Asedio a la Política: Los Partidos Latinoamericanos en la Era Neoliberal. Rosario: Homo Sapiens<br /><br />GARRETÓN, Manuel Antonio (Compilador)<br />2004 América Latina en el Siglo XXI: Hacia una nueva matriz sociopolítica. Santiago de Chile: LOM<br /><br />VALENZUELA, Arturo<br />2004 Valenzuela, Arturo. “Latin American Presidencies Interrupted”. En: Journal of Democracy. Vol. 15. Nº4. October 2004<br /><br />CASAR, María Amparo<br />1996 “Las bases político-institucionales del poder presidencial en México en Política y Gobierno Vol.III No. 1 primer semestre de 1996<br /><br />LUJAMBIO, Alonso<br />2001 “Adiós a la excepcionalidad. Régimen presidencial y gobierno dividido en México.” En: Jorge Lanzaro (Comp.) Tipos de presidencialismo y coaliciones políticas en América Latina. Buenos Aires: CLACSO<br /><br />DRESSER, Dense<br />2005 “México. Del predominio del PRI a una democracia dividida” En: Jorge Domínguez y Michael Shifter (Ed.) Construcción de gobernabilidad democrática en América Latina. Bogotá: FCE<br /><br />MAINWARING, Scout<br />2002 “Pluralismo, federalismo fuerte y presidencialismo en Brasil”. En: Scout Mainwaring y Matthew Shugart (Comp.) Presidencialismo y Democracia en América Latina. Avellaneda: Paidos<br /><br />MOULIAN, Tomas. <br />1997 Chile actual. Anatomía de un mito, Santiago: Arcis University <br /><br />DRAKE Paul and Ivan JAKSIC., (comp.)<br />2000 El Modelo Chileno. Democracia y desarrollo en los noventa. Santiago: Colección Sin Norte.<br /><br />AGÚERO, Felipe<br />2005 “Chile: Una transición inconclusa y una mayor competencia política” En: Jorge Domínguez y Michael Shifter (Ed.) Construcción de gobernabilidad democrática en América Latina. Bogotá: FCE<br /><br />HALPERIN, Tulio <br />1994 La Larga Agonía de la Argentina Peronista. Buenos Aires: Aries <br /><br />LEVITSKY, Steven <br />2003 “Los partidos obreros en transformación en América Latina: el partido justicialista argentino en perspectiva comparada” En: Alcántara Saez, Manuel y Barahona, Elena (Ed.) Política, dinero e institucionalización partidista en América Latina. <br /><br />MALLOY, James<br />1970 Bolivia: the uncompleted revolution. Pittsburgh, PA: University of Pittsburgh Press <br /><br />LAVAUD, Jean Pierre<br />1998 El Embrollo Boliviano: Turbulencias Sociales y Desplazamientos Políticos 1952-1982. Bolivia: IFEA/UMSS/HISBOL (Capítulo 2)<br /><br />ZAVALETA, René<br /> 1998 50 Años de Historia.Cochabamba-La Paz: Los Amigos del Libro <br /><br />MAYORGA, René<br />2003 “Bolivia: Reformas entre la democracia representativa y la democracia plebiscitaria”. Ponencia presentada al seminario Reformas constitucionales y electorales en los países andinos FLACSO Ecuador. Kellog Institute Quito. Julio 2003 <br /><br />PATZI, Felix<br />2007 Insurgencia y Sumisión. Movimientos Sociales e Indígenas. Bolivia: Sigla Editores. (Capítulos 1 y 4)<br /><br />STEFANONI, Pablo<br />2007 “Siete Preguntas y Siete Respuestas sobre la Bolivia de Evo Morales”. En Nueva Sociedad N° 209. Buenos Aires: Nueva Sociedad<br /><br />MAYORGA, Fernando<br />2007 “Nacionalismo e Indigenismo en el MAS: los desafíos de la articulación hegemónica”. En Decursos. Año VIII, N°15 y 16, Diciembre de 2006.<br /> <br />MEJÍA, Andres<br />2002 Gobernabilidad Democrática. Sistema Electoral, Partidos Políticos y Pugna de Poderes en Ecuador: 1978-1998. QUITO: FKA (Capítulo 2)<br /><br />IBARRA, Hernán<br />2006 “La victoria de Rafael Correa y la ola progresista en América del Sur”. En: Ecuador Debate N°69. Quito: CAAP<br /><br />PACHANO, Simón<br />2007 “El Tejido de Penélope. Reforma Política en Ecuador” En: Simón Pachano, La Trama de Penélope. Quito: IDEA/FLACSO/NIMD<br /><br />IV) EVALUACIÓN<br /><br />Los estudiantes serán evaluados atendiendo a los siguientes criterios <br /><br />1) Una exposición previamente concertada con el profesor así como intervenciones en clase que demuestren conocimiento de la bibliografía incluida en el curso. (30%)<br />2) Examen parcial (25%)<br />3) Examen final (35%)<br />4) Asistencia (10%)Martín Tanakahttp://www.blogger.com/profile/06050485380124561809noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-3998790288318316359.post-16295904838267072152007-08-30T17:36:00.000-07:002007-08-30T21:26:34.154-07:00Salomón Lerner y los ex comisionados no están solos. <br />A la opinión pública <br /><br /><br />Salomón Lerner y los ex comisionados no están solos <br /><br />Los abajo firmantes queremos expresar nuestra solidaridad con el Dr. Salomón Lerner Febres, ex presidente de la Comisión de la Verdad y Reconciliación, así como con los otros ex comisionados, quienes en las últimas semanas han sido víctimas de injurias y amenazas cobardes y anónimas. No podemos dejar de expresar nuestra preocupación por estos hechos, que no por casualidad coinciden con el inicio de procesos penales sobre casos investigados por la CVR. Tampoco es casualidad que se recurra a la amenaza anónima, al insulto racista, a la violencia; esto expresa, lamentablemente, cuán difícil es dejar atrás los comportamientos que, finalmente, explican las miles de muertes ocurridas durante los años del conflicto. <br /><br />Más allá de las coincidencias o discrepancias que podamos tener sobre el contenido del informe final de la CVR, reconocemos que éste constituye un esfuerzo serio y honesto, y un aporte fundamental para la comprensión de los hechos de violencia ocurridos en nuestra patria en el periodo 1980-2000, y para los intentos de hacer justicia y reparar a las víctimas y sus familiares. <br /><br />Exigimos al Estado velar por la seguridad personal del Dr. Salomón Lerner Febres y los otros ex comisionados, así como de los testigos y denunciantes de graves crímenes investigados por la CVR, que hoy aportan su testimonio en diversas investigaciones en el poder judicial. <br /><br />Llamamos a todas las peruanas y peruanos a movilizarse para detener esta campaña de injurias y amenazas, preservar los espacios de diálogo y debate civilizado, y crear las condiciones para que las recomendaciones de la CVR se mantengan presentes en la agenda pública. <br /><br />Salomón Lerner y los ex comisionados no están solos. <br /><br /><br /><br />Lima, Octubre de 2005<br /><br /><br />Jorge Avendaño, Beatriz Boza, Manuel Burga, Carlos Castro, Julio Cotler, Carlos Franco, Gustavo Gutiérrez, Luis Guzmán-Barrón, Max Hernández, Claudio Herzka, Felipe Ortiz de Zevallos, Jorge Santistevan de Noriega, Fernando de Szyszlo, Mario Vargas Llosa, Richard Webb... <br /><br /><br />Juan Acevedo<br />Elisabeth Acha <br />Rosa Alfaro Moreno<br />Alejandra Alayza Moncloa<br />Lucrecia Aliaga <br />Javier Agreda<br />Pilar Aguilar Malpartida<br />Carlos Aguirre, Universidad de Oregon<br />Beatriz Alcalde de Gastelumendi<br />José Carlos Alvarado Binda<br />Carmen Arce<br />Elvira Artola Ramos<br />Jorge Hernán Artola Grados<br />Percy Calderon<br />Patricia Ames <br />Mariel Ansión<br />María Elvira Arias-Schreiber Recavarren<br />Carlos Eduardo Aramburu<br />Federico Arnillas L.<br />Guillermo Arbe Carbonel <br />Blanche Arévalo<br />Jorge Avendaño V.<br />Diana Avila<br />Javier Azpur <br />Luis Bacigalupo<br />Laura Balbuena<br />José Balarezo<br />Zulema Balta<br />Carlos Basombrío<br />Ignacio Basombrío<br />Cecilia Blondet<br />Jorge Bruce<br />Roxana Barrantes <br />Leslie Bary<br />Alicia Bazan <br />Mariella Bazán Maccera<br />Ivan Bazalar Parra<br />Fabiola Bazo<br />Lourdes Blanco Mercado<br />Maria Luisa Benavides<br />Manuel Bello<br />Jeannette Bengoa Lazarte<br />Richard Bernstein<br />Violeta Bermúdez<br />Gustavo von Bischoffshausen <br />Andrés Blondet,<br />Manuel Boluarte<br />Juan Raúl Borea<br />Ruth Borja Santa Cruz<br />Beatriz Boza<br />Manuel Burga Díaz<br />Jo-Marie Burt<br />Roberto Bustamante <br />Minda Bustamante<br />Víctor Caballero <br />Marisa Cabieses<br />Violeta Cáceres<br />Linda Calmet<br />Maxwell A. Cameron<br />Max Cameron<br />Lissy Canal<br />Cristina Campos <br />Pilar Cantella<br />Carlos Castro<br />Enrique Cortez<br />José Luis Carbajo<br />Elizabeth Carrasco Zúñiga<br />Luis de las Casas<br />Cristina Castillo <br />Rosa Castro<br />Ricardo Caro <br />Julio Carrión <br />Julio César Castillo <br />Constantino Carvallo<br />Jonathan Cavanagh<br />Hernán Chaparro<br />Julio Chávez Achong<br />Jorge Chávez<br />Esperanza Chávez-Cabello<br />Nora Chávez-Cabello de Pujazón<br />Nancy Chapell <br />Raul Carlos Francisco Chiappe Tafur<br />María Ángela Cánepa<br />Liliana Canta Misari<br />Patricia Capellino de Piaggio<br />Leopoldo Caravedo Molinari<br />Fanny Cebrejos Dorregaray<br />Nélida Céspedes<br />Renzo Chiri Márquez<br />Sigfredo Chiroque Chunga<br />Gonzalo Cobo<br />Pilar Coll<br />José M. Coloma<br />Pilar Coll Torrente<br />Carlos Contreras <br />Juan Carlos Cortazar<br />Angelina Cotler <br />Patricia Cottle<br />Inés Cottle Pazos<br />Alice Mary Cottle Pazos<br />Juan Carlos Cortés<br />Gino Costa<br />Elizabeth Crosby Bustamante<br />Emer Cuba<br />Severo Cuba<br />Antonio Cruz Cubas<br />Gloria Cubas <br />Santiago Cueto<br />Jennie Dador<br />Eduardo Dargent<br />María del Pilar Pineda Flores<br />Marisol de la Cadena<br />Ernesto de la Jara<br />Fernando de Szyszlo<br />Levy del Águila Marchena<br />Henry Dietz<br />Hugo Dias<br />Giancarla Di Laura<br />Paulo Drinot <br />Yolanda Drinot De Echave <br />Joanna Drzewieniecki<br />Pilar Dughi<br />Alberto Durant<br />Etienne Durt<br />Cathy Eibenschutz, <br />Alejandro San Martín<br />Percy Erazo Aybar <br />Francisco Eguiguren<br />Antonio Espinoza<br />Eleonora Falco<br />Gustavo Faverón<br />María Isabel Fernández<br />Carlos Fernández Sessarego<br />Flavio Figallo<br />Susan Fitzpatrick Behrens<br />Juan Fonseca<br />David Florez Boza<br />David Flórez<br />Lydia Fossa <br />David Florez Boza<br />Rocío Franco<br />Carlos Franco<br />Pedro Francke<br />Gabriela Freyre <br />Ricardo Furman<br />Jacqueline Fowks<br />Agustín Gamaboa Quispe<br />Gladys Gamarra Bozano<br />Pedro Gamio<br />Iván García<br />Luis Raúl García Céspedes<br />Roxana García-Bedoya<br />Valeria Garcia Cannock<br />Diego García Sayán<br />Eduardo Gastelumendi Dargent<br />Pilar Gavilano Llosa<br />Adolfo Gazzo <br />Miguel Giusti<br />Juan C. Godenzzi<br />Estela Gonzalez A.<br />Laura Esther Gonzalez Florez<br />Efraín González de Olarte<br />Alberto Guerra Garcia <br />Hugo Guerra<br />Lisbeth Guillén<br />Alfonso Gushiken<br />Gustavo Gutiérrez<br />Luis Guzmán-Barrón Sobrevilla<br />José Grández<br />Soledad Hamann<br />Max Hernández<br />Ibis Henríquez de Astete<br />Narda Henríquez<br />Sonia Henríquez Gil<br />Alfredo Herrera<br />Jesús Herrero<br />Claudio Herzka<br />Liliam Hidalgo<br />Edgar Huaccho Bustamante<br />Rene Huanca Ramos<br />Lizardo Huamán <br />Paul Huamán<br />Shane Hunt<br />Miguel Huerta <br />Manuel Iguiñiz <br />Natalia Iguiñiz<br />Carlos Indacochea <br />Juan Infante<br />Marina Irigoyen<br />Iris Jave<br />Nils Jacobsen<br />María Teresa Jiménez <br />Charles D. Kenney <br />Marcia Koth de Paredes<br />Nathalie Koc-Menard<br />Atusparia Krupskaia Cueva <br />Cecilia Larrabure Simpson<br />Hans Landolt<br />Mirko Lauer<br />Anna María Lauro<br />Armando Lazarte<br />Patricia Legoas<br />Roberto Lerner<br />Rafael León<br />Kela León<br />Fabiola León Velarde<br />Fanny León<br />David Lobatón<br />José Lombardi Indacochea<br />María Rosa Lorbés <br />Iván Lucich<br />Patricia McLauchlan<br />Ivonne Macassi<br />Roberto Machado<br />José Carlos Machicao<br />Isabel Manrique Castro<br />Carmen Masías<br />Maripaz Martinez del Solar<br />Elzbieta Matynja<br />Geraldine Maurer<br />Enrique Mayer<br />Cynthia McClintock<br />Percy Medina<br />Esperanza Medina de Miranda<br />Angela Meentzen<br />Cecilia Méndez G.<br />Aida Luz Mendoza Navarro<br />César Inca Mendoza Loyola<br />Rene Meza Velásquez<br />Winfried Mitterer <br />Carlos Monge<br />Mayu Mohanna<br />Martín Monsalve<br />Rodrigo Montoya<br />Tomás Montoya<br />Paula Muñoz <br />Edmundo Murrugarra <br />Juan Eduardo Musso <br />Hugo Neira<br />Carlos Núñez<br />Marcos Obando Aguirre<br />Suzanne Oboler <br />Kazuo Ohgushi <br />Almerindo Ojeda<br />Patricia Oliart<br />Carmen Ollé Nava<br />Cecilia O’Neill de la Fuente<br />Augusto Ortiz de Zevallos<br />Gabriel Ortiz de Zevallos<br />Felipe Ortiz de Zevallos<br />Juan Ossio<br />Luis Pacheco Romero<br />Fernando O'Phelan<br />Rosa María Palacios<br />Hugo Palma<br />Orlando Plaza J.<br />Bertha Pancorvo <br />Carlos Parodi <br />Moisés Palomino <br />Aldo Panfichi <br />Jorge Parodi<br />Pepi Patrón<br />Santiago Pedraglio<br />María Angélica Pease<br />Alberto Péndola<br />César Pezo del Pino<br />María Teresa de la Piedra<br />Elena Piazzon<br />Luisa Pinto<br />Manuel Piqueras<br />Alfredo Pita<br />Alonso Polar<br />Carmen Ponce<br />Juan Manuel Ponce Huamaní<br />Fernando A. Ponce<br />Gonzalo Portocarrero<br />Gabriel Prado<br />Laura Puertas<br />Álvaro Puga Capelli<br />Víctor Manuel Pujazón Ezeta<br />Rolando Quesada<br />Andrea Querol <br />María Teresa Quiñones<br />Paola Quiroz<br />Pablo Quintanilla<br />Teresa Ralli<br />Melina Ramírez<br />Liliana Regalado<br />Ilse Rehder<br />Juan Rejas González<br />José Luis Rénique <br />María Isabel Remy <br />Carlos Reyna<br />Patricia Reyna Sánchez<br />Alex Reyes Castillejo<br />Iván Rivera<br />Carlos Rivera Rua<br />Henry Ernesto Robles Rentería<br />Elena Rodas<br />Alejandro Rojas<br />Ricardo A. Romero <br />Gustavo Rodríguez<br />Hugo Rodríguez<br />Yolanda Rodríguez<br />Miguel Rodríguez Mondoñedo<br />Rafael Roncagliolo<br />Alejo Rojas<br />Fernando Romero<br />Luisa Rosales de Herreros<br />Fernando Rospigliosi<br />Stéphanie Rousseau <br />Marcial Rubio Correa<br />Miguel Rubio<br />Jim Rudolph<br />Alonso Ruiz Rosas<br />Matilde Ruderman, Buenos Aires<br />Patricia Salas O´Brien<br />Daniel Salas Díaz<br />Óscar Salas Acosta<br />Frank Salomón<br />Abelardo Sánchez León<br />Luis Alberto Sandoval<br />Miguel Santillana<br />Aldo Santos Arias<br />Antonio Salazar <br />Catalina Salazar Herrera<br />Hugo Salazar M.<br />Enrique Salazar Sánchez<br />Francisco Santa Cruz<br />Alejandro Santa María<br />Jorge Santistevan de Noriega<br />Violeta Sara-Lafose<br />Lia Seminario<br />Dimitri N.Senmache Artola<br />Carlos Senmache San Bartolomé<br />David Scott Palmer <br />Gregory D. Schmidt<br />José Siancas Gamboa<br />Mike Shifter<br />Juan Carlos Shiappa – Pietra<br />Abraham Siles Vallejos<br />Rocío Silva Santisteban<br />Ricardo Soberón <br />Sandra Soria Mendoza<br />Manuel Sotomayor<br />Silvia Spitta<br />W. W. Stein<br />Martín Scurrah<br />Patricia Tagle<br />Patricia Tagle Barton<br />Ana María Tamayo<br />Martín Tanaka<br />Livia Tapia Ríos<br />Fernando Távara<br />Teivo Teivainen<br />Raúl Tola<br />Rolando Toledo <br />María Pía Tomatis Rodríguez<br />Javier Torres<br />Carlos Tovar Samanez<br />Cecilia Tovar Samanez<br />Carolina Trivelli <br />Fidel Tubino<br />Fernando Tuesta Soldevilla<br />León Trahtemberg<br />Ricardo Uceda<br />Mayen Ugarte<br />Dario Ugarte<br />José Ugaz<br />Paola Ugaz <br />María Eugenia Ulfe<br />Matilde Ureta Caplansky<br />Francois Vallaeys<br />Rocío Valdeavellano<br />Ricardo Valdéz <br />Ricardo Valverde<br />Bruno Van der Maat<br />Mario Vargas Llosa<br />Stefano Vanese<br />Walter Varillas<br />Juan Fernando Vega<br />Imelda Vega-Centeno B.<br />Máximo Vega Centeno<br />Ángela Velásquez<br />Odette Velez<br />Sandro Venturo<br />Dante Vera<br />Rosa I Vera Solano<br />Vanessa Vértiz<br />Ismael Rubén Vargas <br />Ricardo Vásquez Suyo<br />Rafael Velarde Ramírez<br />Víctor Vich<br />George Vickers<br />Carmela Vildoso<br />Victoria Villanueva<br />Bethzabeth Villanueva Tarrillo <br />Alfredo Villavicencio <br />Fernando Villarán<br />Susana Villarán<br />Rosa Villarán<br />José Miguel Vivanco <br />Félix Vivanco<br />Charles Walker <br />Richard Webb<br />Carlos Wenceslao Senmache Artola<br />Carolyn Wolfenzon<br />Vicente Yufra Condori <br />Deborah Yashar<br />Gina Yáñez<br />Coletta A. Youngers<br />Octavio Zagazeta<br />Alonso Zarzar<br />Verónica Zavala<br />Felipe Zegarra Russo<br />Emma Zevallos Aguilar<br />Lorenzo Zolezzi<br />Elsa Zuloaga<br />Adriana Zumaran JibajaMartín Tanakahttp://www.blogger.com/profile/06050485380124561809noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-3998790288318316359.post-77255546783083515942007-07-30T12:49:00.000-07:002007-07-31T09:39:34.806-07:00Para entender los conflictos sociales.<br />A continuación, un correo electrónico personal enviado por Víctor Caballero, investigador del Instituto de Estudios Peruanos. Lo reproduzco con autorización de Víctor, naturalmente, con mínimos cambios de edición. Excelente crónica que da muchas luces para entender cómo y por qué ocurren los conflictos, y qué debería hacerse frente a ellos. Saludos.<br /><br /><br />-------------- Mensaje original ---------------<br /><br />Asunto: ALTURAS DE CHALLHUAHUACHO<br />De: Víctor Caballero Martin<br />Fecha: Dom, 29 de Julio de 2007, 12:57 am<br /><br />Estimados amigos<br /><br />El día lunes 23 de julio, cerca de dos mil comuneros de la provincia de Cotabambas, organizados en la Federación Provincial de Campesinos de Cotabambas, habían rodeado el campamento de la empresa minera XStrata ubicado en el distrito de Challhuahuacho, y amenazaron tomarla si es que no se enviaba una Comisión de Alto Nivel a negociar su plataforma de lucha. Esta acción formaba parte del paro agrario del 23 y 24 julio que dicha federación había programado.<br /><br />Los gerentes de la minera XStrata acudieron a la PCM para que evitaran la toma de las instalaciones; ya el sábado pasado habían coordinado con el Ministro de Energía y Minas para enviar un funcionario a calmar los ánimos de los campesinos.<br /><br />En un inicio quienes estaban informados de esta medida de fuerza consideraban que no iba a tener éxito: la federación estaba debilitada, decían, porque la lucha se explicaba por la disputas de liderazgos entre el presidente de la federación y el alcalde provincial de Cotabambas, disputa que se centraba sobre todo en la plata no invertida del fondo del Fideicomiso de Las Bambas.<br /><br />Pero lo que vi en las fotos enviadas por Internet era otra cosa: columnas de campesinos bajando por los cerros a caballo y a pie; grupos enardecidos empujando las mallas del cerco del campamento minero. Cuando hablé por teléfono con el dirigente Valentín Roque Rata, sentí que el estado de ánimo era muy alterado. Exigían la presencia del Primer Ministro y del Ministro de Energía y Minas. Se calmaron un poco cuando les prometimos que iría una comisión multisectorial para trabajar la plataforma de lucha de la federación. Exigieron que la reunión se realice en la plaza pública de Challhuahuacho (a cuatro kilómetros del campamento minero).<br /><br />Viajé al día siguiente presidiendo una delegación de siete funcionarios del MINEM – MINSA – MTC – MINEDU – MINAG. Antes de viajar llamé al presidente de la Región Apurímac, para proponer que él o el vicepresidente integre la delegación toda vez que la plataforma de la población eran demandas que debían ser resueltas por el gobierno regional, y en la medida que el problema más serio era el funcionamiento del Fondo de Fideicomiso de Las Bambas y con el Comité ejecutivo de dicho fondo donde el vicepresidente de la región participa como miembro pleno. Consideraba que la presencia de las autoridades del gobierno regional ayudaría mucho a resolver la plataforma de la federación, pero la respuesta fue sorprendente: el presidente prometió enviar al vicepresidente; a las seis de la tarde me llamaron para decirme que no iba nadie porque estaban atendiendo otros problemas (¿?).<br /><br />Al llegar al pueblo de Challhuahuacho nos esperaban centenares de campesinos; otros venían bajando a caballo y a pie. Eran columnas de comuneros con características muy similares a la etnia de las comunidades de los Canas y Espinar; venían vestidos con sus típicos atuendos de bayeta negra uno, y blancas otros; con sombreros y cintas de colores. Habían pocas mujeres en los grupos. El policía del pueblo me hizo notar algo muy especial, pero que pasaba inadvertido: me dijo que para distinguir a los líderes comunales, los podía identificar por unos botones metálicos cosidos a la chaqueta; eran botones que tenían grabada una fecha (¿1894? ¿1884? No pude ver con detalle).<br /><br />Si bien quien presidía la federación era Valentín Roque, noté que en realidad los presidentes de las comunidades tenían el mando real de los participantes. Se reunían aparte, en grupos y en círculo. Aunque ya me habían dicho que la federación estaba debilitada y que las disputas de liderazgos entre Valentín y el alcalde provincial explicaban en parte el conflicto (el alcalde provincial es el presidente del Fondo de Fideicomiso de Las Bambas), lo que me sorprendió (y creo que también a los dirigentes de la federación) era la contundencia de la lucha y la participación activa de los comuneros.<br /><br />Por presión de la gente la reunión plenaria y las comisiones de trabajo se realizaron en la plaza pública (tipo asamblea comunal). No querían que nadie hable en cuartos o espacios cerrados. La desconfianza que se produzcan arreglos era evidente. No hubo protestas cuando propusimos que la reunión se organice de la siguiente manera: que hablen cinco representantes de la federación o del pueblo y luego trabajemos en cinco comisiones la plataforma de la federación.<br /><br />Lo aceptaron y la reunión empezó, y fue muy tranquila, sin exabruptos. Los campesinos no se acercaron a la mesa; en las comisiones que se instalaron en la plaza, los comuneros rodearon la mesa, pero tampoco hubo incidentes; los participantes hablaron con fuerza, intransigencia a veces, pero cuando se llegaron a acuerdos o se resumían los temas tratados tampoco pasó nada.<br /><br />Habló un dirigente del SUTE pero su demanda no era el motivo de la lucha comunera; lo mismo hizo el alcalde de la provincia de Cotabambas que siendo el presidente de la Comité Ejecutivo del Fideicomiso no dijo nada de este organismo y se dedicó a hacer una lista de pedidos de obras entre la que se encontraba la construcción de una hidroeléctrica en un sitio que – según dijo – estaba por determinar. La demanda de los presidentes de las comunidades eran muy concretas: la ampliación de la superficie de riego por aspersión, puentes y carreteras; equipamiento de las postas médicas. Lo que me llamó la atención fue el pedido del riego por aspersión. Unos decían que se necesitaban 10 mil hectáreas de tierras irrigadas con ese sistema. Otros pedían tractores para todas las comunidades campesinas. Tenían muy presente la lucha de Andahuaylas pero lo habían reducido al tema de los tractores. Si Andahuaylas consiguió 33 tractores ellos querían 100 porque eran más pobres.<br /><br />En la comisión que participé (Pro Inversión) la demanda también era muy concreta: ese organismo no había funcionado. Tenían sospechas de corrupción de sus integrantes. Pero quien tenía que explicar por qué no había funcionado era el alcalde provincial que preside precisamente el Comité Ejecutivo del Fondo de Fideicomiso, pero desapareció de la reunión. Criticaban también la propaganda de la empresa XStrata que decía emplear a pobladores de la provincia y no lo hacía en la proporción que ellos esperaban; no les compraban sus productos; los capacitaban pero no les daban empleo. Aunque no dijeron que había discriminación pero sí señalaban que la empresa solo beneficia a cinco comunidades y no a las sesenta comunidades de la provincia. Decían: o se beneficia a todas o no se beneficia a nadie.<br /><br />Muy pocos eran los oradores que tenían discursos más políticos (vale decir, relacionados al TLC, la contaminación ambiental, la revisión de los contratos mineros); el discurso predominante era contra Pro Inversión. A la empresa XStrata le pedían mejor atención. No hubo posiciones de confrontación con la mina ni contra su presencia, aunque mencionaban que si no les atendían iban a pedir que se vayan.<br /><br />*NO HAY GOBIERNO*<br /><br />El desarrollo del trabajo de las comisiones y las conclusiones a que se llegó en todas ellas me dio la impresión que uno de los problemas más graves es la ausencia de gobierno. Pero no de Gobierno Central (que en ciertos casos es muy evidente) sino de la ausencia del Gobierno Regional y de los Gobiernos Municipales Provinciales.<br /><br />Cuando digo ausencia de gobierno, no hablo de falta de autoridad, sino falta de capacidad de administrar sus recursos presupuestales y la no aplicación de sus facultades transferidas para la gestión de la cosa pública.<br /><br />Esto lo pude ver cuando se trabajaron los siguientes temas:<br /><br />1. *Las demandas agropecuarias. *En realidad la Dirección Regional de Agricultura estaba en la obligación de elaborar el Informe Técnico para la declaratoria en emergencia de la provincia de Cotabambas; ellos eran los que debían gestionar el pedido de los tractores; los que debían elaborar los planes de riego por aspersión, la instalación de los fitotoldos, los cobertizos, etc. ¿Por qué no lo hacen? Porque esperan que funcionarios del MINAG vengan a trabajar con los comuneros directamente. Finalmente, para tramitar las demandas se fijaron las fechas del 18 y 20 de agosto para trabajar los planes de crianza y los planes de riego.<br /><br />2. *Las demandas de carreteras y puentes*. De las cinco carreteras reclamadas, una ya estaba en ejecución en un 50%, las otras esperaban que los municipios distritales elaboren los expedientes técnicos para ser ejecutados este año; la construcción de un puente requería de la autorización del INC: Otra carretera dependía de la decisión del Gobierno Regional de proponer en el presupuesto 2008. Provías Descentralizado también tenía responsabilidad por no contar con mayor recurso para financiar obras de mantenimiento periódico.<br /><br />Para quien recorra la zona, resulta evidente que esta es la demanda central: las comunidades de altura en realidad están aisladas. En caso de emergencia de salud de los pobladores no hay forma de trasladarla a los centros de salud; en las épocas de lluvia, el aislamiento es total.<br /><br />3. *Las demandas de salud, *que es muy sentida* *y que agrava por el aislamiento, se soluciona con la creación de un hospital en Cotabambas y con el equipamiento con médicos especialistas, con equipos y suministros. Pero esa demanda la tiene que plantear la Dirección Regional de Salud; son ellos los que tienen que elaborar el expediente técnico, los que deben aprobar las plazas para las postas, los recursos para el equipamiento. No pueden aducir falta de presupuesto, porque el problema de base es la direccionalidad de la inversión social en la región.<br /><br />*4. **Las demandas en Educación. *Tanto la creación de nuevos IEI, nuevas plazas orgánicas para el nivel primario, y para el Instituto Tecnológico, dependían en gran medida de la Dirección Regional de Educación. Se informó que había 150 plazas disponibles. La DREM de Apurímac debía entonces dar preferencia esta provincia. Respecto de plazas para el Instituto Tecnológico de Haquira y Challhuahuacho, se recomendó que éstas debían ser financiadas con los fondos del Fideicomiso. Y así…**<br /><br />Estas demandas por lo general las he visto y tratado en todas las negociaciones en las que me ha tocado estar: Yurimaguas, Ucayali, Cajamarca, Puno, Cusco. Y en todas, la ausencia de los funcionarios y autoridades regionales es clamorosa. En algunos casos, el director regional es el que exige la atención y solución de un problema que le compete a él, como autoridad, resolverla o tramitarla.<br /><br />5. *Pro Inversión y el Fondo de las Bambas*. La lucha en este punto es justificada. En realidad aquí hay una responsabilidad compartida tanto de Pro Inversión como de las autoridades del Gobierno Regional y de los alcaldes provinciales y distritales que integran el Fondo del Fideicomiso.<br /><br />Han pasado más de tres años y la manera cómo se ha manejado este fondo está lleno de dudas. Las quejas fueron constantes y por tanto la lucha estaba anunciada porque la acumulación de cólera y frustración se fue extendiendo a todas las comunidades, al punto que ya no hay otra solución que la salida de los actuales representantes de Pro Inversión.<br /><br />Creo, sin embargo, que la salida de la Pro Inversión no soluciona el problema de fondo: el uso de más de 45 millones de dólares para dos provincias. He visto la lista de obras (cerca de 70) y veo que son eso, una lista de gastos sin que eso forme parte de un plan de desarrollo agropecuario o desarrollo integral de las provincias. Es evidente que hay sobrevaloración de los proyectos. Se han gastado más de 200 mil dólares en capacitación en Lima (Institutos de Computación); se han elaborado estudios técnicos a un costo elevadísimo, y así.<br /><br />Es evidente también que los mecanismos de administración de dicho fondos han sido elaborados para impedir que los verdaderos dueños del recurso (los municipios) no lo puedan usar. Que los controles establecidos le dan a Pro Inversión el rol tutelar que ya no le corresponde. Que los alcaldes y hasta el propio vicepresidente de la Región se sientan como invitados no deseados en el manejo del Fondo de Fideicomiso de Las Bambas.<br /><br />Lo peligroso de este caso, es que un odio dirigido hacia Pro Inversión termina arrastrando a la minera XStrata. Así que lo más recomendable es que éstos se distancien de aquellos.<br /><br />*UNA MINERIA SIN ALIADOS NI AMIGOS*<br /><br />La empresa XStrata transmitió una imagen de una excelente relación con las comunidades vecinas. Su estrategia de relaciones comunitarias era bien valorada: había entregado un fondo considerable al Fideicomiso; está contratando mano de obra de las comunidades, hace pequeñas obras comunitarias en riego, cultivos, manejo ambiental, etc.<br /><br />Pero a la hora del conflicto como el que he visto se pudo apreciar que la empresa no tenía ningún amigo; ningún aliado salió en defensa de la empresa. Si bien se dijo que los habían amenazado, eso por sí solo no explica mucho.<br /><br />Esto es una constante en todos los conflictos mineros y petroleros, en costa, sierra o selva. Los pobladores tienden muy rápido en olvidar los beneficios (cuando los hay) y pasan a desconocer todo: nunca nos han apoyado, dicen; nunca han atendido a nuestras demandas de obras o empleo, puntualizan; aunque cuando se pasa al detalle se ve que sí, que si se han contratado comuneros, que se han hecho pequeñas obras, pero todo se olvida y todo se desconoce en el momento de la lucha.<br /><br />Creo que en general los errores más comunes que se está cometiendo son:<br /><br />1. Que las relaciones comunitarias y los beneficios solo se circunscriben a las comunidades directamente afectadas y no a lascomunidades que están en el entorno. No toman en cuenta el factor étnico y cultural de las comunidades andinas y amazónicas. Así por ejemplo, las cinco comunidades en Cotabambas (las beneficiadas) son del mismo grupo étnico del resto de la provincia; si éstas no se sienten beneficiadas o incluidas, las cinco que si lo están se van a solidarizar con todas. Al final van a hacer un solo bloque, y el liderazgo de la confrontación lo van llevar los presidentes de las comunidades y no los liderazgos políticos (alcaldes o presidentes de federaciones campesinos).<br /><br />2. Que los planes de desarrollo agropecuario no recogen las experiencias positivas que se aplicaron en la región. Así por ejemplo, la experiencia MARENAS fue exitosa, pero no se replica en el ámbito de la minería del sur andino. Peor aún, la empresa no llegan a construir alianzas estratégicas con instituciones de desarrollo que pueden servir para trabajar planes comunes. Creo que se han dejado llevar por el odio a las ONG que se ha alimentado desde el Estado y de los grupos empresariales más reaccionarios y anticomuneros. El resultado está a la vista, a la hora de los conflictos no hay ningún aliado que salga a apoyarlos<br /><br />3. Considerar que la negociación es un solo acto y de manera rápida. Es muy frecuente escuchar que ya se firmaron acuerdos con tal o cual comunidad. Eso por sí no es garantía de nada. No solo porque son las mismas empresas las que la incumplen (el caso más clamoroso e indignante es la empresa Yanacocha), sino porque la dinámica de las asambleas campesinas y comuneras siempre ponen en discusión todo, y desde el comienzo. La asamblea comunal es autónoma. Esa es su regla de conducta y puede poner en cuestión un acuerdo. Lo que he visto como conducta de las empresas mineras es que se amparan en acuerdos firmados, y lo consideran intocable, irreversible; es por eso quereclaman mano dura contra campesinos que desconocen acuerdos. No se ponen así cuando son ellos los que incumplen actas o acuerdos firmados.<br /><br />La negociación es una política permanente y los compromisos se trabajan al detalle. Esto es poco comprendido por las empresas.<br /><br />Estas son mis reflexiones, por ahora.<br /><br />No quiero terminar sin señalar mi opinión sobre los últimos decretos que penalizan a las autoridades regionales que participan en huelgas y marchas, y que eximen de culpa a los policías que en cumplimiento de su deber ocasionen la muerte o hieran a manifestantes.<br /><br />Estas medidas son producto de una evaluación equivocada del curso de los conflictos sociales. Evaluación que ha sido promovida por los grupos empresariales más reaccionarios. Cual es el fundamento de esta nueva política: primero considerar que son las autoridades regionales los que promueven el conflicto, cuando en realidad, estas autoridades (salvo el caso de Fuentes) están tremendamente debilitadas y han abdicado de su función de gobierno ante los frentes de defensa o frentes cívicos. Esta medida, por tanto, no los fortalece sino que los debilita. Segundo, considerar que el conflicto es producto de agitadores sin reconocer la justeza de las demandas que están a la base. Tercero, creo que la norma que exime de culpa a los policías no tiene sustento. A la fecha no hay ningún policía encausado o enjuiciado por las muertes de manifestantes: el primer caso de Isidro Llanos(Combayo) y el último caso del campesino de Andahuaylas, no han sido objetos de investigación (en el último) o de sanción, en el primero.<br /><br />En fin, eso lo dejo para más adelante.<br /><br />Feliz 28 de Julio.Martín Tanakahttp://www.blogger.com/profile/06050485380124561809noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-3998790288318316359.post-54277444386197348292007-06-27T16:15:00.000-07:002007-06-27T16:16:50.007-07:00Delito de opinión: Nelson ManriqueInstituto Prensa y Sociedad (IPYS)<br />www.ipys.org/ultimasaler.php / contacto: postmaster@ipys.org<br />21 de junio de 2007<br /><br />PERÚ: CONDENAN A COLUMNISTA POR OPINAR SOBRE LA CONDUCTA DE UN POLÍTICO<br /><br />El 9 de enero de 2007, el 41º Juzgado Penal de Lima encontró culpable al historiador Nelson Manrique, columnista del diario Perú 21, del cargo de difamación agravada en contra del Rafael Rey, actual ministro de la Producción, quien lo querelló en noviembre de 2005 cuando era congresista. El juzgado ordenó el pago de 3 mil soles (US$ 950) de reparación civil y se reservó el fallo condenatorio por un año.<br /><br />Entre abril y mayo de 2005, Manrique escribió que Rey y su partido CODE ― Renovación, falsificaron firmas para inscribirse en las elecciones generales del año 2000, basándose en sus propias deducciones y en datos de alcance público. Calificó el hecho como "una estafa de gran escala en contra del país". En una respuesta pública, Rey sostuvo que eran falsos tanto las deducciones de Manrique como sus datos.<br /><br />El historiador fue absuelto en primera instancia. Tras la apelación de Rey, la Quinta Sala Especializada en lo Penal anuló la resolución al considerar que, si bien el tema era de interés público, Manrique centraba sus opiniones en Rey. Usando esos mismos criterios, el 41º Juzgado Penal lo condenó.<br /><br />Manrique apeló la sentencia, y el caso ha vuelto a la Quinta Sala Penal, que ya se pronunció sosteniendo su culpabilidad. Ello asegura que la apelación del columnista será desestimada.<br /><br />De la lectura de los artículos, el IPYS considera que Manrique ejerció su derecho de opinión, y que sus expresiones no pueden ser castigadas por ningún juez sin violar la Constitución y los conveniosinternacionales suscritos por el Perú. Asimismo, expresa su preocupación porque la misma sala que revocó la absolución es la que ahora ve el caso.<br /><br />Acciones recomendadas:<br /><br />Solicitar a la justicia que revoque el fallo, ya que Manrique opinó sobre un tema de interés público amparado en sus derechos constitucionales.<br /><br />Dirigirse a:<br /><br />Corte Superior de Justicia de Lima<br />Quinta Sala Especializada en lo Penal para Procesos con Reos Libres<br />Donayre Mavila, Rosario – vocal<br />Escobar Antezano, Carlos – vocal<br />Vidal Morales Juan Carlos - vocal<br />Av. Abancay cdra. 5 s/n. Edificio Anselmo Barreto León<br />Telf.: 51 426-5010 (anexos 1220-1228-1107-1218)<br />Fax: 51 427-1600<br /><br /><br />Señor<br />Ignacio ALVAREZ<br />Relator para la Libertad de Expresión de la<br />Comisión Interamericana de Derechos Humanos<br />Washington.-<br />De nuestra consideración;<br /><br />Carlos RIVERA PAZ, coordinador del Área Legal del Instituto de Defensa Legal (Lima, Perú), por la presente desea hacer de su conocimiento el caso del ciudadano peruano Nelson Manrique Gálvez y solicitar la intervención de vuestra Relatoría.<br /><br />El ciudadano peruano Nelson Manrique Gálvez es historiador, profesor de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Católica del Perú y semanalmente escribe una columna periodista en el diario "Perú 21" de Perú. En dicha columna, desde hace más de dos años, analiza diversos temas de la actualidad política nacional. El ciudadano Manrique Gálvez es uno de los más reputados analistas políticos del país.<br /><br />El 25 de abril de 2005 el ciudadano Manrique Gálvez publicó en el diario "Perú 21" su columna semanal titulada "Una Democracia a Sola Firma" en la cual comentó sobre la existencia de diversas organizaciones políticas nacionales que para lograr su inscripción ante las instancias electorales del Perú habían falsificado las firmas de decenas miles de supuestos adherentes. En el artículo se aborda de manera especial la situación del movimiento político CODE – Renovación, organización que era liderada por el entonces congresista de la república Rafael Rey Rey. El artículo señala textualmente lo siguiente:<br /><br />"Una Democracia a sola firma"<br /><br />Esta semana debe presentarse el informe parlamentario sobre la presunta falsificación de firmas y las interrogantes sobre la legitimidad del sistema político peruano se van a poner en el orden del día.<br /><br />El ex jefe de la ONPE, José Portillo Campbell, ha dicho en el Parlamento que "todas las organizaciones tienen techo de vidrio". Dicho en otras palabras, no les conviene a los partidos tirar piedras sobre el techo del vecino porque pueden romper el propio. Nuestro traductor todoterreno, el premier Carlos Ferrero, ha explicado que todas las organizaciones políticas han falsificado firmas para inscribirse. El corolario – si traducimos al traductor – es el reconocimiento de que, como sospecha todo el país, Perú Posible efectivamente ha falsificado las firmas, pero como no ha sido el único que lo hizo, ladrón que roba a ladrón…<br /><br />José Portillo ha afirmado que el actual presidente del Congreso, Antero Flores Aráoz, firmó seis veces los planillones del PPC. Ha dicho también que en los planilllones presentados por Code – Renovación le falsificaron la firma hasta él mismo. Reiteró, adicionalmente, que el movimiento de Barba y Rey fue el que mayor numero de firmas adulteradas presentó. Hasta donde estoy informado, no se han desmentido sus declaraciones, posiblemente por miedo a desencadenar nuevas revelaciones. Hay que añadir a esto el peritaje policial, sobre una muestra de las firmas presentadas, en la cual se ha encontrado un 15 % de firmas adulteradas de Perú Posible y un 40 % de firmas igualmente falsificadas de Code – Renovación.<br /><br />En realidad, no eran necesarias estas pruebas para concluir que Rafael Rey y José Barba montaron una estafa en gran escala en contra del país. Code – Renovación, su movimiento, presentó 2 270 335 firmas a la ONPE, una cantidad equivalente al 18.8% de los electores inscritos en el padrón electoral en ese momento, y es un insulto a la inteligencia de los peruanos pretender que creamos en la buena fe de quienes montaron semejante brulote. Si aceptamos que todos los partidos falsificaron firmas, todos los políticos serian casi iguales. Lo que diferencia a Rafael Rey de los demás es su formidable cinismo. No puede pensarse otra cosa de quien lanza una denuncia contra el presidente Toledo por el mismo delito en que él está incriminado. Mal parado queda el Opus Dei si esa es la calidad moral que puede exhibir uno de sus correligionarios más destacados.<br /><br />Más allá de la anécdota, se está poniendo en evidencia la gravedad de la crisis de la legitimidad del sistema político. Esto no va a ser solucionado por quienes prometen, a cambio de nuestro voto, "refundar" el país. Hacer un Parlamento con una o dos cámaras, mantener el voto obligatorio o hacerlo facultativo, no va a solucionar el problema. Encarar la crisis de legitimad requiere, ante todo, el valor de reconocer la gravedad de la situación. No parece que esto interese a quienes se preparan para candidatear."<br /><br />Como consecuencia de este artículo el entonces congresista Rafael Rey Rey interpuso una querella por difamación contra Nelson Manrique Gálvez. De acuerdo a la normatividad procesal penal vigente la querella es una denuncia penal de parte que el presunto agraviado puede formular directamente ante un Juez Penal cuando es víctima de algún delito contra su honor.<br /><br />Según el artículo 132° del Código Penal vigente incurre en la comisión del delito de difamación "El que, ante varias personas, reunidas o separadas, pero de manera que pueda difundirse la noticia atribuye a una persona, un hecho, una cualidad o una conducta que pueda perjudicar su honor o reputación, será reprimido con pena privativa de libertad no mayor de dos años y con treinta a ciento veinte días multa.<br /><br />(…) Si el delito de comete por medio del libro, la prensa u otro medio de comunicación social, la pena será privativa de libertad no menor de uno ni mayor de tres años y de ciento veinte a trescientos sesenticinco días multa".<br /><br />Luego de realizar las elementales actuaciones judiciales correspondientes a un proceso penal de esta naturaleza, el 15 de marzo de 2006 el 47° Juzgado Penal de Lima dictó sentencia en la cual absolvió a Nelson Manrique Gálvez del delito contra el honor, en la figura de difamación agravada por medio de prensa, en agravio de Rafael Rey Rey. El querellante interpuso apelación contra este fallo y como consecuencia de ello el expediente fue remitido a un tribunal superior.<br />A partir del 28 de Julio de 2006 el señor Rafael Rey Rey es Ministro de la Producción del gobierno del presidente Alan García.<br /><br />El 16 de agosto de 2006 la Quinta Sala Penal con reos Libres de Lima, instancia que absolvió la apelación interpuesta contra el fallo absolutorio, emitió resolución en la cual declaró nula la sentencia de fecha 15 de marzo de 2006 que absolvió a Nelson Manrique Gálvez, porque consideró que "… de la revisión de los presentes actuados, se advierte que existen suficientes elementos probatorios de la comisión del delito contra el honor - difamación agravada por medio de prensa…" en agravio del querellante. En esta misma resolución la Quinta Sala Penal ordenó que otro juez sea quien emita la nueva sentencia.<br /><br />El 9 de enero de 2007 el 41° Juzgado Penal de Lima dictó sentencia (expediente N° 422 – 2006) en la cual declaró que encontraba culpable a Nelson Manrique Gálvez del delito contra el honor, en la figura penal de difamación agravada y dispuso la reserva del fallo condenatorio y el pago de una reparación civil de un monto de 3,000 nuevos soles. La referida sentencia señala textualmente que,<br /><br />"Que, de la revisión de los presentes actuados, se advierte que existen suficientes elementos probatorios de la comisión del delito contra el honor-difamación agravada por medio de prensa, estando a la imputación uniforme y categórica del querellante, así como de la lectura de los artículos periodísticos, obrante a fojas seis y nueve donde se advierte de lo redactado que, si bien es cierto los hechos, devienen de un acontecer público y social, no menos cierto es que en los referidos artículos se esta individualizando la conducta del querellante al referirse "en realidad no eran necesarias estas pruebas para concluir que Rafael Rey y José Barba Caballero montaron una estafa en gran escala en contra del país", así como mencionar: "lo que diferencia a Rafael Rey de los demás es su formidable cinismo. No puede pensarse otra cosa de quien lanza una denuncia contra el presidente Toledo por el mismo delito en el que esta siendo incriminado, argumentos que estarían atentando contra el honor de la persona, por lo tanto se infiere de los actuados el accionar delictivo del querellado en el hecho denunciado".<br /><br />El señor Nelson Manrique Gálvez presentó recurso de apelación contra esta sentencia a pesar que en ella se reserva el fallo condenatorio.<br /><br />El día 15 de Junio de 2007 la Quinta Sala Penal de Reos Libres de Lima (Exp. 884 – 2005) realizó la audiencia en la cual los abogados de las partes hemos informado ante los miembros del tribunal. A partir de esta fecha la Sala Penal está habilitada para emitir sentencia sobre el presente caso. En esa oportunidad los abogados del Instituto de Defensa Legal hemos sostenido que en el presente procesos penal no existe delito alguno, toda vez que lo que se ha sometido a la justicia son las opiniones de una persona sobre un asunto de interés público en el que se encuentran involucrados personajes, como el señor Rafael Rey Rey quien al ser congresista de la república, tenía la condición de funcionario público.<br /><br />Para el Instituto de Defensa Legal el hecho de que el tribunal que resolverá la apelación sea el mismo que ordenó anular la sentencia absolutoria de 2006, bajo el argumento de que existían elementos de prueba que demostraban su responsabilidad penal, es un elemento que hace presumir que este tribunal podría confirmar la sentencia dictada el 9 de enero de 2007 en la cual se declara culpable del delito de difamación agravada a Nelson Manrique Gálvez.<br /><br />Consideramos que estos hechos nos colocan en una situación en la cual, a través de un proceso penal, se pretende sancionar las opiniones de una persona.<br /><br />Estamos ante un caso en el que un ciudadano en ejercicio de sus derechos fundamentales expresa sus ideas y opiniones en relación a un problema (la falsificación de firmas de adherentes) que en su momento constituyó un escándalo político que involucró a reconocidos integrantes de la clase política peruana y de manera especial al entonces congresista de la república Rafael Rey Rey, es declarado culpable de cometer un hecho delictivo. Ello, a todas luces, es una grave afectación a uno de los pilares esenciales de una sociedad democrática.<br /><br />Cunado el artículo 13°, 1 de la Convención Americana sobre Derechos Humanos reconoce que "Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento y de expresión. Este derecho comprende la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole, sin consideración de fronteras, ya sea oralmente, por escrito o en forma impresa o artística, o por cualquier otro procedimiento de su elección", está reconociendo a la libertad de expresión como un derecho fundamental e inalienable de las personas.<br /><br />Para el Instituto de Defensa Legal la abierta posibilidad de que el tribunal de apelación (Quinta Sala Penal de reos Libres de Lima) confirme la sentencia impuesta contra el señor Nelson Manrique Gálvez en la que es declarado culpable del delito contra el honor en la figura de difamación agravada no solo constituiría un grave precedente de afectación a la libertad de expresión en el Perú, sino que también sería el establecimiento de facto de un delito de opinión.<br /><br />Por estas consideraciones solicitamos a usted señor Relator para la Libertad de Expresión desarrolle urgentemente las acciones necesarias para evitar la consumación de esta grave afectación a la libertad de expresión en el Perú.<br /><br />Lima, 22 de Junio de 2007Martín Tanakahttp://www.blogger.com/profile/06050485380124561809noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-3998790288318316359.post-18109284237226768292007-05-01T16:51:00.000-07:002007-05-01T16:59:25.247-07:00Sobre "The Civil Sphere", de Jeffrey AlexanderSocial Skills, by Alan Wolfe<br />The New Republic<br /><br />Issue date 04.23.07<br />Alan Wolfe is a contributing editor at <em>The New Republic</em>.<br /><br />The Civil Sphere, by Jeffrey C. Alexander (Oxford University Press, 2006, 793 pp., $35)<br /><br />I.<br /><br />Can sociology be saved? It ought to be. Not long ago, sociology was the most promising of the social sciences. At a time when economists had not yet discovered rational actors and political scientists belonged to government departments, sociology was the American social science most in touch with the great minds of Europe. Inspired by Emile Durkheim and Max Weber, sociologists wrote books that grappled with the contradictions and the potentialities of the modern condition. Even when it was in the grip of academic professionalism, sociology was distinctive. America's most famous sociologist during the 1940s and 1950s was Talcott Parsons of Harvard, a dreadful writer and a builder of imponderably complex classifications, but for all his abstruseness Parsons addressed many of the salient issues of his time (notably McCarthyism) and many of his collaborators and students--Edward Shils, Robert K. Merton, Robert Bellah, Neil Smelser--became giants in the field.<br /><br />By the time the 1960s rolled around, radical students were ready for sociology--and sociology was ready for them. Out at Berkeley, Nathan Glazer and Seymour Martin Lipset greeted the New Left with something less than enthusiasm; for them, the student movement seemed uncomfortably close to European extremism. But then there was Columbia's C. Wright Mills, a Camus-like figure to the radicals of his day, whose books were read as holy scripture. And even if the radical students did not like what thinkers such as Daniel Bell or David Riesman said about them, their understanding of American society was deepened by The End of Ideology and The Lonely Crowd. In the heady atmosphere of the time, sociology, like left-wing politics, looked like a growth industry. The idea that one or the other--let alone both--would enter a steep period of decline simply did not seem possible.<br /><br />Sociology is not completely dead, even if some of its former adherents, such as Peter Berger and Irving Louis Horowitz, have written its epitaph. There are figures--William Julius Wilson, Richard Sennett, Orlando Patterson, Paul Starr--who write for a broad general public. And others--Jerome Karabel, Kristin Luker, James Davison Hunter--have written important books that help Americans to understand such contentious issues as university admissions policies, abortion, and the culture war. Yet sociology does not attract the best and the brightest among college students, and few of its practitioners have become household names. (In 1954, David Riesman was on the cover of Time!) The field no longer has much use for its European originators. Half of the discipline is engaged in number-crunching, while the other half does thinly disguised (or completely overt) left-wing politics. Meanwhile, academics from all the social sciences, including sociology, turn to economics for models of human behavior, while political science attracts significant numbers of undergraduate majors and speaks to the issues central to the disasters of the Bush years. So sociology exists, but it does not flourish. Some universities have closed their sociology departments down. Others just leave them underfunded, knowing full well that their poorly paid members have nowhere else to go.<br /><br />One reason why sociology may be in trouble--the most serious reason, come to think of it--is that it lacks both an agreed-upon subject matter and a distinctive methodology. Economists study things involving money, and even those who apply their skills to non-economic subjects, including faith and family, are linked to their disciplinary colleagues by the commitment to a common method. Political scientists have a pretty good idea of what politics is, and while they study power in many locations, including the international arena, they typically agree that power involves, in Harold Lasswell's pithy formulation, who gets what, when, and how. But what is sociology's proper area of study? It once was "society," a broad term that includes both economics and politics; but sociologists, given their current troubles, would be hard-pressed to be so confident and imperialistic today. Yet if not society, what?<br /><br />Unless sociologists can define with some precision a subject and a method unique to them, they will never recover the intellectual prestige that they once enjoyed. Jeffrey Alexander's new book is the most audacious attempt in recent memory to establish a turf for the discipline of sociology. Alexander's aim is to offer "a new theory of society by defining a new sphere, its cultural structures, its institutions, and its boundary relations with discourses and institutions outside it." Sociology, in Alexander's view, does have a distinct subject matter and methodology, and he is going to tell us what they are and demonstrate what insights they can provide. These are big claims. If Alexander, who is certainly one of the most significant sociological theorists in the United States, makes good on his claims, his discipline has the potential to flourish once again. But if someone with his abilities and his accomplishments fails, then sociology is in worse trouble than we imagined.<br /><br />II.<br /><br />The subject matter of sociology, Alexander argues, is civil society. This was once a term in considerable vogue. Theorists of the Scottish Enlightenment such as Adam Ferguson had used the expression to insist on the importance of cooperative relations of trust and mutual obligation. Hegel borrowed it from Ferguson, and for that reason Ferguson's ideas came to have an influence on Marx, although Marx would vehemently disagree with the contention of the Scottish school that commercial activities encourage peaceful resolutions of conflicts. Rousseau's notions of civil religion, as well as Tocqueville's discovery of voluntary associations in American life, could be read as endorsements of the importance of civil society. Although the idea of civil society lost its way toward the end of the nineteenth century, there was enough life in the idea to spark new interest when a series of momentous events in the late twentieth century seemed to require it for their explanation.<br /><br />The most important of those events was the rebellion against communism led by Eastern European intellectuals. Hating the state for its repressive proclivities, yet unwilling to turn their countries into laissez-faire bazaars, these activists turned to civil society as an alternative to both the market and the state. The term was quickly picked up by social theorists in the West who were looking for something other than an increasingly dysfunctional welfare state and the cold-hearted forms of Thatcher-Reaganism. Eventually the ideas associated with civil society would make their presence felt in a social science best-seller, Robert Putnam's Bowling Alone. (Alas for sociology, Putnam is a political scientist.) Everything seemed in place for a huge revival. Civil society would liberate intellectuals from stale political debates between left and right. It would call attention to the serious problems facing families threatened by divorce as well as communities facing unemployment. It would remind us that obligations to others cannot be satisfied by pursuing only our self-interest, and that duties must not be relegated to indifferent bureaucracies. We would all be communitarians forevermore.<br /><br />And yet the promised intellectual revolution never came to pass. Newly enfranchised voters in Eastern Europe chose governments committed either to Milton Friedmanism or to ethnic nationalism. Some left-wing thinkers in the West began to realize that religion was one of the most important components of civil society and that the greater reliance upon it might violate their secularist commitments, while others argued that the loosening of once-strong family ties, perhaps a loss for solidarity, was a gain for the autonomy of women. On the right, Ronald Reagan proved to be something less than a full-throated libertarian; if his form of conservatism threatened liberal values, it was certainly not by washing government down the bathtub. And more recently, George W. Bush's policies, far from shrinking government, expanded its repressive features.<br /><br />Under confusing political conditions such as these, it was by no means clear that a third path between the market and the state really did exist, or that, even if it did, it was a fruitful path to take. Civil society still had a following, but its major adherents, such as Andrew Arato and Jean Cohen, were writing about Hegel and Habermas, not about concrete institutions and the roles that they do or should perform. By the first years of the twenty-first century, civil society has lost much of its promise, as an idea and as an ideal.<br /><br />This is the vacuum that Alexander seeks to fill. Civil society, he writes, "should be conceived as a solidarity sphere, in which a certain kind of universalizing community comes to be culturally defined and to some degree institutionally enforced." This conception contains a number of important definitional points. With "solidarity," Alexander links back to Durkheim, so as to remind us that we are collective creatures whose individual well-being is intimately shaped by the communities in which we live. With "sphere," he echoes Michael Walzer, to suggest that our collective side is just one aspect of our behavior as human beings, that it has its own rules of organization, and that it can be threatened by other spheres operating with different rules. "Universalizing" builds upon the fact that while the institutions of civil society are particularistic--we belong only to certain civic organizations and adhere to specific religions--through our membership in them we become full members of the larger communities of which we are a part. "Culturally defined" means that the ways in which we move back and forth from the particular to the universal are shaped by artifacts of meaning expressed through language and symbolic representations. And "enforced" represents Alexander's conclusion that civil society, which we shape, in turn shapes us by holding out ideas of moral obligation, which, if we are to lead full lives as members of society, we ought to fulfill.<br /><br />Civil society, in sum, is both an empirical reality and a utopian goal. Like the economic and political spheres of society, it marks out territory that can be studied using empirical methods. But unlike them, it evokes a normative conception of how society should be organized, which requires deep familiarity with political theory, moral philosophy, and (although Alexander does not emphasize this sufficiently) theology. Through the civil sphere, human beings do not just act; they also aspire. Sociologists who study them should do the same. When they study what society is, sociologists have in mind an ideal of what society ought to be. Society is not just about money and power. It is also about meaning. And the search for meaning, unlike the quests associated with money and power, brings out what is most fully human about us.<br /><br />There is, then, a distinct methodology that accompanies sociology's concern with the civil sphere. To appreciate fully the role that meaning plays in the lives of human beings, Alexander continues, "we need to employ semiotic theories of binary codes, literary models of rhetoric and narrative, and anthropological concepts of performance and myth." Sociology's distinctive methods are dialogical: words are as much a sociological reality as the things that words strive to describe. Far more than economists and political scientists, sociologists are interested in how human beings communicate with one another. Such communication is shaped by binary codes, for if we are at one and the same time creatures operating in an already existing world and hoping to live in a better one, we are likely to divide the ways we think and speak into categories that reflect this duality of our social existence. The particular and the universalistic, the good and the bad, the real and the imagined--all have to become part of the way we think about how society functions.<br /><br />Civil society itself is dualistic in nature; it implies the existence of uncivil society. In the one realm, our motives are active, calm, and self-controlled, while in the other they are dependent, excitable, and irrational. Our civil relations with others are characterized by altruism and honesty, while our uncivil ones are marked by secrecy and greed. The civil institutions that bring out the best in us are regulated by laws and seek to be inclusive, while those that bring out the worst are factionalized and power-hungry. Rather than taking motives, relationships, and institutions for granted, as if they fulfilled some function that they were put on this earth to perform, sociologists are constantly engaged in processes of translation, moving between behavior shaped by requirements of power and material gain to forms of behavior shaped by community-building and collective solidarity. (Although he does not say so explicitly, this focus on human communication is Alexander's way of coming to terms with Talcott Parsons, whose commitments to functionalism owed much to forms of biology that paid particular attention to the way human beings change the world around them through the ways they talk about it.)<br /><br />Understood this way, Alexander believes that sociology's emphasis on the civil sphere broadens our understanding of how modern societies are organized. There is a tendency in the other social sciences to adopt a posture of hyper-realism. Based ultimately on the contention of Thrasymachus that justice is nothing but the interest of the stronger, hyper-realism insists that the uncivil sphere--greed in the marketplace, power in politics--is the only sphere that matters. Yet modern societies tend to be democratic ones, and democracy insists on the refinement and growth of civil ways of acting and thinking. Thus public opinion and the mass media, for all their flaws, act as checks on the power-hungry; and voluntary associations and interest groups teach civic skills; and elections offer accountability; and power resides in the offices that leaders occupy rather than with those leaders themselves. The health of a democracy is defined as the distance between an autonomous civil sphere and the state. If the distance is great, democracy is vibrant. If the two spheres combine, democracy ceases to exist.<br /><br />Much the same can be said for law. It is wrong, Alexander argues, to view law as a set of commands made on high meant to force compliance on those below. Law itself is more a way of drawing lines between civil behavior, which society ought to (and frequently does) reward, and uncivil behavior, which it should (and does) punish. Lawyers and judges ask what a "reasonable" person might do under a particular set of circumstances, and the term "reasonable" is meant to establish a civil standard that is both ideal and achievable. The matters that law seeks to regulate, especially contractual relations, do not need the law if they are regulated well themselves, and when uncivil behavior leads to the breaking of a contract, it is by no means certain that the law can restore it. We "see" the law working, especially if we watch television, which cannot get enough judges, lawyers, criminals, and trials before an insatiable viewing audience. We do not see civil relations the same way, but without them we cannot have a system organized by laws.<br /><br />The civil realm is simultaneously vibrant and vulnerable. Crucial to the workings of politics and economics, it is also threatened by the uncivil behavior of both states and markets. This puts sociologists in something of a bind. They must insist on the autonomy of civil society, as a sphere with a logic and method of its own; but the health of civil society is determined by its relationship to other spheres, and so sociologists must pay attention to them as well. Alexander is most interested in what he calls "civil repair." Uncivil motives and behaviors do not necessarily have to drive out civil ones. On the contrary, new forms of civil relations can challenge uncivil forms of inequality or immorality and improve them. When this happens, sociology is at its best, for its practitioners can not only claim to have understood something that those committed to more static models of human behavior cannot, they have also helped their own society grow by calling attention to what it needs in order to do so.<br /><br />Sociology, then, is organized by its own binary codes, just like society. Against conservatism, which sees no need for social improvement, sociology insists that life can be better than it is. But unlike revolutionary Marxists who want to transform society from top to bottom, sociology's concern with the civil sphere recognizes that tomorrow's civil institutions grow out of today's uncivil ones. Civil society is not a blueprint for a utopian society, but it is nonetheless utopian. "Civil society," Alexander observes, "is a project. It is a restless aspiration that lies deep in the soul of democratic life." Any academic discipline that makes civil society central to its outlook on the world will aim simultaneously at social understanding and social justice, for once we understand what happens in the civil sphere, we begin to appreciate how one cannot take place without the other.<br /><br />III.<br /><br />Not content with laying out the elements of a theory, Alexander uses the concept of civil society to analyze what happens when excluded groups demand inclusion into society's mainstream. There already exists a huge body of literature on "new social movements," but the analysis of their dynamics, inspired by various versions of Marxist theory, looks at the resources that they mobilize and the gains in material benefits that they achieve. We need instead to appreciate them, Alexander argues, as vehicles of civic repair. Through their experiences, we can understand how groups once perceived as uncivil contribute to the broadening of the civility of the society to which they belong.<br /><br />Conflicts in society, Alexander points out, do not take place only over matters of money and power. New social movements raise questions about the distribution of recognition, "about who will be what, and for how long." A good example is provided by feminism. If we look at concrete accomplishments, there may be grounds for concluding that the women's movement failed: the Equal Rights Amendment never passed, and women have not achieved equal wages. In symbolic terms, however, the women's movement dramatically transformed a rigid duality in which women were assigned to the private realm of the family while men were allowed access to the public realm of politics. That uncivil division no longer exists, and feminism can take credit for its disappearance. Once an uncivil way of dividing women from men is abolished, it is possible to find a civil one in its place, such as the idea, associated with Carol Gilligan, that women's way of caring for others is less rule-bound than men's. Civil society is not repaired by getting rid of binary codes, for that would be impossible. It is improved when binary codes that oppress are replaced by ones that liberate.<br /><br />Alexander devotes four chapters of his book to the ways in which struggles on behalf of racial justice contributed to civic repair. It is important to him, as it should be, that the leaders of the movement for civil rights, especially in the early days of their campaign, acted civilly. This was by no means an easy thing to do. The institutions and the practices of southern racism were offensive, degrading, and often violent. Against such uncivil practices, activists such as Martin Luther King Jr. could easily have chosen to react in kind. But they did not. "From Montgomery on, the movement's success, both locally and nationally, depended upon its ability to establish a solidaristic relation with the broader, less racially distorted, civil sphere, which drew its power from geographic regions outside the South." The goal of the civil rights movement was not just to develop power in order to challenge the power of southern officialdom. It was also to change the very meaning of politics by adding a discursive dimension to arguments about racial justice.<br /><br />King, in this context, was a brilliant performer who understood his role to perfection. A master of symbolic representation, he translated a political struggle into a process of sanctification. Evil would be compared to good on terms in which good would become the ultimate winner. Once the majority of Americans understood that the issue they were facing was whether the United States could live up to its civic ideals, they would inevitably identify with the humble non- violence of the demonstrators rather than with the hate-filled, club-wielding representatives of unjust authority.<br /><br />Not everything went as smoothly as King had hoped. Alexander analyzes not only the victories of the civil rights movement, but also its defeats. Albany, Georgia was only one place in which the dramaturgy did not work as expected when southern police chiefs refused to be baited into violent action against demonstrators. When violence did take place--the killing of the young girls in the Birmingham church, the horrors of the march for voting rights in Selma--its sheer brutality sapped much of the movement's idealism. Congress responded by passing the Civil Rights Act of 1964 and the Voting Rights Act of 1965, but the civil rights movement "lost its centrality to the normative core of American civil society." Black power became a rallying cause. King proved unable to bring to Illinois the same moral clarity that he evinced in Mississippi, and the problems facing the inner-city poor proved too difficult to be solved by his means. Once those developments were locked in place, the language and practice of civic repair gave way to rhetorical protest and conservative backlash, neither of which was especially civil.<br /><br />Movements for inclusion demand that society change to accommodate their demands. But society also requires that such movements change if they are to become full members. So how much give should there be on either side? Alexander has no use for what he calls backlash movements, which seek to preserve existing society against any and all newcomers. But he also worries about assimilation: demanding that new groups give up what is distinctive about them as the price for membership is as uncivil as rejecting their demands entirely.<br /><br />In search of an example to demonstrate the ambiguities of assimilation, Alexander turns to an unlikely place. The leftist sympathies with the oppressed that have inspired many students of social movements have rarely prodded them to pay much attention to the case of the Jews. People seem to think that Jews are too well established in too many societies to count as victims any longer. Alexander will have none of this. In his view, the story of Jewish assimilation is a mixed blessing. In terms of the societies to which they aspired, they arrived as citizens, but they did not necessarily arrive as Jews.<br /><br />To tell the story of how this took place, Alexander adds Europe to his American focus, and to the eighteenth and nineteenth centuries he adds the twentieth and twenty-first. The problem, as he sees it (and he is relying here on a rich historical literature), begins with the Enlightenment. Gentiles such as Christian Wilhelm von Dohm were willing to accept Jews if Jews abandoned their Jewishness, and Jews such as Moses Mendelssohn, while rejecting Dohm's anti-Semitic views, prepared the ground for Jewish assimilation into modern civil society by emphasizing the ethical and universal side of Judaism more than its status as a revealed religion. From there it was an inevitable and rather swift step to Reform Judaism and its rude modernizing of the liturgy and the halachic tradition--and eventually to even purely secular movements led by intellectuals of Jewish background.<br /><br />By the time Jews started fleeing to the United States, the bargain was sealed. In this country Jews would eventually have access to all major social institutions, but not on terms established by themselves. Symbolic of the situation they faced, Alexander notes, was the fact that the Barbie doll, the quintessential expression of WASP womanhood, was developed by Ruth Handler, a Los Angeles Jew. Even in what seems like a great success story, incorporation has not take place, Alexander believes, "in a truly effective and egalitarian manner." Jews, he oddly concludes, remain at least marginally outsiders in America, no matter how inside they seem. The whole idea of Jewishness is being threatened, he says, not by anti-Semitism but by Jewish success.<br /><br />IV.<br /><br />The Civil Sphere is a long, deeply researched, and--despite occasional lapses into jargon--well-written book. It covers a very broad range of topics and brings fresh perception to many of them. There is an intellectually curious, eclectic, and engaging mind on display throughout these many pages. Yet on the crucial question of whether Jeffrey Alexander provides the materials that would enable sociology to lay claim to its own intellectual turf, the answer must be no. Nearly everything he writes about can be just as easily analyzed without the concept of civil society; and even when the concept proves useful, it does so in ways different from how Alexander thinks it should.<br /><br />Of the many issues discussed by Alexander, the one that least fits with his ideas about civil society is the issue of the Jews. This is not to suggest that the subject of Jewish assimilation is unimportant. I simply do not see what is gained by adding the idea of civil society to a debate that has gone on, as Alexander rightly points out, since the eighteenth century. Non-Jews determined to oppose the incorporation of Jews into public life said very uncivil things about them. Christians who welcomed them often had ambivalent motives for doing so. Jews who accepted the terms offered to them had (as signers to any imperfect contract would have) reservations. These are topics that have engaged philosophers and historians for centuries, and all have written about them without having developed a theory of civil society.<br /><br />Is there any particular reason for making the incorporation of Jews central to the story of civil society? Alexander thinks so. "In the history of Western societies," he writes, "no issue has loomed larger for the civil sphere than the incorporation of the Jews." I find the lack of qualification in this sentence troubling. I would like to believe that my people may be the West's most important people, but I am afraid (and a little glad) that this is not the case. Surely, given their greater numbers, we ought to recognize that the incorporation of Catholics into once-Protestant countries such as the United States is a historical phenomenon of great importance. I cannot imagine a more pressing issue right now than the question of whether Muslims will be successfully incorporated into the primarily Christian countries of western Europe and the United States. The fact is that the story of Jewish incorporation is one significant story among many, and calling it the most significant one either requires an argument to that effect or betrays a blindness to the experience of others.<br /><br />Alexander not only wants to add the idea of civil society to a discussion where it sheds little light, he also claims that civil society can explain what nothing else can. "Considering the Holocaust in the framework of the theory of fragmented civil society," he remarks, "demonstrates how misleading it is to insist on the uniqueness of German resistance to Jewish incorporation, much less of German anti-Semitism. It was the collapse of the civil sphere in Germany, not German anti-Semitism, that allowed the Holocaust to proceed." This is theory-building gone wild. There are times when a theorist should stop, when he should admit that, much as he loves his theory, some events in the real world are so tragic, so beyond the capacity of the meager tools we develop to understand them, that a bit of theoretical modesty is the only appropriate response. I am willing to blame the rise in parking tickets or in public rudeness on the collapse of civil society; but the mass extermination of a people suggests darker and more primal forces at work.<br /><br />Yet Alexander does not stop there. How can we be sure that the Holocaust was caused not by capitalism or by modernity, but by the collapse of civil society? The proof, according to Alexander, lies in what he calls "the uneven but increasingly substantial Jewish incorporation into the modern, capitalist, and often deeply anti-Semitic United States in the latter half of the twentieth century." Now, I lived the greater part of my life in the United States in the latter half of the twentieth century, and I can recognize neither the time nor the place to which Alexander refers. To be sure, Alexander does offer a few caveats: we did not have ghettos here, and our demography and geography gave Jews some protections. "Still," he continues, "the Jews' formal status in American civil society was counteracted, more forcefully even than in many European civil societies, by the deep and pervasive Christianity of the American core group." I do not doubt that there are anti-Semites in this country, and maybe even a few of them, especially those who love the Jews on behalf of their own Christian eschatology, have undue political influence. But we turn to a theory of society not only to understand how it works, but to distinguish one society from another. Alexander's decision to open a chapter on Jewish incorporation in the United States, where Jews have flourished, by tying the subject to the fate of the Jews in Europe, where they were murdered en masse, makes no sense to me, empirically or normatively.<br /><br />Finally, Alexander's discussion of the Jews does not prove what he wants it to prove, which is that the story of incorporation is a tragic one. Assimilation is by its very nature "uncivil," if we mean that it forces changes upon people. But if the result is that society becomes more "civil" because people of different faiths have learned ways to live together, then every loss of civility in one place becomes a gain for civility somewhere else. Alexander begins his discussion of this issue by pointing out, correctly, that to understand what happens when outside forces confront a society, we must consider "the variable internal structure of the social system responding to such outside forces." But it is precisely the internal structure of the United States that drops out of Alexander's discussion of Jewish incorporation into America; we are told a great deal about Saul Bellow and Philip Roth, but almost nothing about the customers, many of them presumably non-Jewish, who turned them into best-selling authors. Had Alexander focused as much on the United States that was doing the incorporating as he does upon the Jews that were being incorporated, he might have noticed that a society that is more open to non-Christians than it used to be is a society that has met some of its aspirations, and in that way undergone significant civic repair.<br /><br />Alexander's treatment of the civil rights movement is more defensible than his discussion of anti-Semitism, but once again he does not demonstrate that adding a theory of civil society offers startlingly new insights. Martin Luther King Jr. was indeed an inspiring figure, but his story can be told using already existing terms associated with religion and politics. He was a man of God steeped in both the prophetic tradition of the Hebrew Bible and the turn-the-other-cheek pacifism of the New Testament. He knew when to call out demonstrators, how to speak to followers, how to treat enemies, and how to deal with politicians. Of course he relied upon symbols, but that is because symbols were his most effective political resource. King was a realist as well as an idealist. Especially in the great years of his movement, he knew the weakness and the strength of the cards he was dealt, and was able to minimize the one and to maximize the other. To be sure, the movement he led was an unusual one. But if the means used were inspirational, the ends sought were, in a political sense, conventional: power, including the power to vote, for those who had been denied it.<br /><br />Even if the means used to bring issues of racial justice to the fore were distinct during the early years of the civil rights movement, they lost that distinctiveness when the issues became national in scope. John F. Kennedy realized that black votes could help him defeat Richard Nixon in 1960s, which they did, but once in office he also knew that he had to strengthen his ties with racist southern whites in his own party. His ambivalence on the issue of racial justice reflected conflicting political pressures, not the need to translate back and forth from a civil sphere to a political sphere. Alexander argues otherwise. "Kennedy had to gain recognition as a worthy representative of the civil sphere," he writes. "Only by gaining this recognition could he be trusted with control of the state's coercive power, and only if voters believed that he could be trusted in this way could he win the right to represent the civil sphere inside the state." Yet Kennedy was already president and already had control of the state's coercive power. The passage of laws outlawing discrimination and protecting the right to vote had little to do with representing the civil sphere inside the state, and much to do with the aftermath of Kennedy's assassination and the brilliance of Lyndon Johnson's quite conventional arm-twisting.<br /><br />Alexander's aim, a worthy one, is to remind us that some forms of politics are different from others; that achieving civil rights for a long-oppressed minority improves the moral life of a society more than, say, passing a bill pleasing to the sugar lobby. But even if we need a new theory to explain high politics rather than low politics--and it is by no means clear that we do--Alexander does not offer it. Instead he shows an unfortunate tendency to put the adjective "civil" before as many nouns as he can. At one point in his book, in the span of just ten pages, "civil" modifies power, figures, virtue, audience, drama, traumas, community, indignation, encounters, life, rights, sphere, opinion, and effect. In nearly all those cases, the word "public" would convey just as much significance, if not more, than the word "civil." We know what public opinion is, but I doubt we can agree on what civil opinion is. Calling something civil does not make it so.<br /><br />There are also problems with the cases that Alexander selects to illustrate particularly civil forms of politics. To be sure, the civil rights movement was especially ennobling. Is the movement to overturn Roe v. Wade equally so? Not for me, and certainly not for Alexander, but it is most definitely ennobling for those who make it central to their lives. Try convincing them that they are not engaged in civic repair! They have strong moral and ethical convictions that are guided by their faith. They understand and can wield the power of symbols. They have a strong sense of good and evil, and they know who is on which side. They say that they believe in democracy, and they argue that the majority's will is being thwarted by an arrogant and unrepresentative elite. They move from particular cases--an abortion clinic here, a pharmacy dispensing birth control there--to a universalistic theory of what life is and how it should be sanctified. They develop movement intellectuals who take to the pages of influential magazines to spell out the ideals that move them. They are not especially civil toward feminists who oppose them, but then again, neither are those feminists civil to them.<br /><br />How, then, do they fit Alexander's categories? Should he view them as friends or enemies of the civil sphere? The truth is that, aside from a few comments about backlash, he never discusses them. In part, Alexander is reflecting the biases of the field he represents: sociologists who write about the new social movements are typically leftists who either once participated in them or more generally admire them. But the absence of the new-right movements from Alexander's book also suggests a problem with the way he defines civil society. In his discussion of binary codes, he argues that civil movements are committed to such virtues as equality and autonomy, while uncivil ones are not. Yet this defines civility as an end rather than as a process of moving toward that end. According to this way of thinking, even a movement that respected its opponents, engaged in no financial corruption, and built community among its followers would be engaged in uncivil behavior so long as its political objective was to further inequality or the acceptance of authority.<br /><br />But who is to decide what is inegalitarian or oppressive? Pro-life activists claim that the rights of the fetus are equal to the rights of the mother and that someone needs to protect the future autonomy of a living creature lacking decision-making capacity now. These claims may be right or they may be wrong. But such claims cannot be judged by consigning those who disagree with the goals of feminists or egalitarians to the dreaded precincts of backlash movements. Identifying civility with left-leaning causes, which implicitly means asserting that right-wing ones are uncivil, is not a very civil thing to do.<br /><br />V.<br /><br />“Nothing is more practical than a good theory," Alexander writes in his conclusion. The search for justice, in his view, is not some version of woolly-headed idealism, but is built into the democratic societies in which we modern individuals live. It therefore follows that any theory of human behavior that fails to hold it up to its own constitutive ideas is anything but realistic. This is Alexander at his boldest. I admire his ambition, and I sympathize with his purpose. At a time when the social sciences try to narrow their vision as much as possible in order to appear scientific, Alexander should be congratulated for trying to broaden it as much as possible, so as to make the disciplines more humanistic.<br /><br />It may be asking too much of the author of a work of this sort to tighten his argument and exercise better discretion over the cases that he selects for inclusion. After all, Alexander is trying to sweep away a lot of accumulated dust, and for that he needs something of a free hand with the broom. Still, I wish he had exercised a bit more control. Civil society is a powerful idea, and it ought not to be collapsed into purely self-interested action on the one hand or coercive power on the other. But the term is not a cure for everything that ails us. To bring out the best in civil society requires a modesty in assertion and a respect for evidence that economics and political science too frequently lack. Alexander's case is a strong one, but not strong enough. It would have been stronger if he had acknowledged also the limits of talking about solidarity and inclusion.<br /><br />Jeffrey Alexander is not a new Talcott Parsons; his theoretical ambition, fortunately, is not that great. Nor is he a new Nathan Glazer or a new Daniel Bell; he lacks their capacity for clear writing and their gift for the critical application of large ideas to real situations. Nor is he a new Seymour Martin Lipset; his book lacks both data and sensible interpretations of what the data signifies. Still, he is a gifted sociologist for a time in which European social theory is once again being taken seriously in the United States. His book will not by itself resurrect his discipline, but it does demonstrate by example that sociologists are by no means irrelevant to the dilemmas of contemporary society. Human beings really do live in a world that too frequently asks the worst of us while too infrequently demanding the best. For all its flaws, The Civil Society offers grand theorizing in ways that remind us of both what we are and what we can be. Jeffrey Alexander offers sociology at least a place from which it may begin again.Martín Tanakahttp://www.blogger.com/profile/06050485380124561809noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-3998790288318316359.post-2297342453329899112007-04-14T10:02:00.000-07:002007-04-14T10:03:49.617-07:00Syllabus de "Regímenes políticos comparados", de Romeo GromponeRomeo generosamente me mandó el syllabus del curso que actualmente dicta en la licenciatura de Ciencia Política de la PUCP, estoy seguro que será de interés y utilidad para los colegas y estudiantes. Saludos.<br /><br /><br />Pontificia Universidad Católica del Perú<br />Licenciatura de Ciencia Política<br />Curso: Regímenes políticos comparados<br />Profesor: Romeo Grompone<br />2007-I<br /><br />I. Objetivos del curso<br /><br />El curso examina las normas y reglas de juego que regulan las principales instituciones políticas y su interdependencia, así como las modalidades en que se organizan los vínculos entre los gobernantes y los ciudadanos. Se lo entiende como un conocimiento indispensable no sólo para entender las relaciones entre poderes, particularmente del ejecutivo con el legislativo, sino para evitar el tratamiento desconectado de temas relativos a la construcción del estado, la naturaleza del sistema de partidos, las formas de elección de gobernantes, sus condiciones de permanencia y cambio, y el sistema electoral. Sólo puede tratarse adecuadamente cada uno de los puntos señalados si se tiene claro este marco comprensivo. Sin embargo, el tema de los regímenes ha sido en buena medida descuidado en la ciencia política, lo que sitúa algunas de sus discusiones fuera de contexto.<br /><br />Se analizarán los instrumentos disponibles para su estudio, en particular, las potencialidades del método comparado entre otros y las variantes existentes en los sistemas políticos consolidados y de otros con diferentes grados de estabilidad. En el proceso se constrastarán elaboraciones teóricas con estudios de caso, cumplimiento de los presupuestos establecidos, o tensiones entre el diseño institucional y la situación existente.<br /><br />En lo relativo a regímenes democráticos- cuyas características generales no se analizaran por ser ampliamente tratadas en otros cursos- se analizaran los presidenciales, parlamentarios y semipresidenciales, y las diferentes modalidades de cada uno de ellos – en diferentes contextos políticos. Se diferenciarán también las distintas variantes de autoritarismo atendiendo particularmente a su trama organizativa así como el totalitarismo.<br /><br />Finalmente se estudiaran las modalidades y condiciones que explican los cambios de régimen. Se le prestará particular atención al tema de las transiciones y sus diferentes expresiones Habrá una marcada incidencia de estudios de experiencias concretas en diferentes países.<br /><br />El curso tratará de exponer sus diferentes temas del modo más simple que sea posible. Esta simplicidad tiene sin embargo un límite, dando oportunidades para que el estudiante lo traspase, por las mismas exigencias requeridas para comprender las características de un régimen político.<br /><br />La bibliografía se ordena en cada ítem poniendo en primer lugar las de lectura obligatoria y luego las que se consideran necesarias si el alumno quiere profundizar en el tema así como para que disponga de materiales básicos para organizar el trabajo final. En el caso particular de América Latina se considerarán por sus marcadas diferencias pese a ser todos ellos regímenes presidenciales México, Brasil, Uruguay, Venezuela y finalmente Bolivia o Ecuador dejando la elección a cargo de los estudiantes Se incluyen además, como referencia los casos de Chile , Colombia y Argentina.<br /><br /><br />II. Temas del curso<br /><br />Tema 1. El concepto de régimen político comparado. La comparación como método privilegiado en las ciencias sociales y su aplicación en la ciencia política. Las ventajas de la utilización en el análisis de sistemas políticos y sus límites. El estudio de caso en profundidad como sustento para posteriores investigaciones comparadas. El método estadístico y sus potencialidades y restricciones para ampliar el número de casos estudiados. La restringida aplicación del método experimental. La comparación como recurso explicativo y como procedimiento de control de hipótesis.<br /><br />La definición de régimen político. Su trama institucional. La evaluación sobre criterios de rendimiento. La relación con las condiciones de ejercicio de autoridad, con la constitución de la comunidad política y con sus cambios.(2 clases)<br /><br />Tema 2. Los sistemas políticos consolidados. Los casos del presidencialismo estadounidense, el parlamentarismo inglés, el semipresidencialismo francés, el cancillerado alemán, el parlamentarismo en transición italiano. Las relaciones ejecutivo–legislativo. Formación y disolución o fin de los gobiernos. Vinculación con el sistema de partidos existente. La influencia del sistema electoral. La acción de los “veto players” y la estabilidad política (3 clases)<br /><br />Tema 3. Las variantes del presidencialismo en América Latina. La discusión sobre la situación presente: persistencia de la democracia o inestabilidad política. La controversia sobre la eficacia del presidencialismo en la región. Los argumentos controvertidos. a) La crítica. La legitimación dual ejecutivo y legislativo como incentivo a tendencias plebiscitarias del presidente. El período fijo y los problemas de resolución de situaciones de crisis o de severa inestabilidad política. El juego suma cero entre el ganador y los perdedores. La doble condición del presidente, jefe de estado y jefe de gobierno y su tendencia a disminuir la relevancia de la tarea de los congresos. b) La afirmación sobre la pertinencia del presidencialismo. La efectiva vigencia de un sistema de controles y balances y el equilibrio institucional. Responsabilidad e identificabilidad electoral. El veto parcial de leyes por el ejecutivo como garantía de gobernabilidad y de innovaciones responsables. La mayor cantidad de opciones para los votantes. Los incentivos a formar coaliciones partidarias. El probable juego suma cero en el parlamentarismo. Los riesgos del asambleismo en regímenes no consolidados.<br /><br />El tema de la reelección presidencial.<br /><br />Los estilos del presidencialismo. Brasil: multipartidismo, coaliciones inestables, presiones de los estados en un régimen federal. México: del llamado presidencialismo “imperial” con un partido dominante a la formación de un sistema de partidos con perspectiva de alternancia. Las dificultades recientes. Ecuador: continuadas innovaciones constitucionales, cambios en las reglas de juego, inestabilidad política y probable formación de un nuevo régimen con pretensiones fundacionales. Bolivia: La precariedad del llamado presidencialismo “parlamentarizado”, el colapso de los partidos, la asamblea constituyente y la formación de un nuevo sistema. El problema de las autonomías regionales y las tendencias centrífugas. Colombia: Innovación constitucional, fragmentación política, decadencia del sistema de partidos, afirmación de liderazgos personalistas y problemas de la relación entre violencia y democracia. Chile: Presidencialismo después de la dictadura, la progresiva remoción de los llamados “enclaves autoritarios” y la importancia de los pactos políticos. Argentina: Presidencialismo, bipartidismo con apoyos cambiantes. ,dificultad para la formación de coaliciones y régimen federal. Uruguay: El llamado “presidencialismo pluralista” y las relaciones de negociación entre ejecutivo y legislativo Venezuela: Las opiniones confrontadas sobre el régimen presidido por Hugo Chávez: populismo, democracia participativa, cesarismo o autoritarismo electoral. (4 clases)<br /><br />Tema 4- Los regímenes autoritarios. La definición del concepto y sus expresiones históricas Sus características en las sociedades contemporáneas: pluralismo limitado, definición ideológica excluyente, ausencia de movilización política, límites jurídicos imprecisos en la definición de normas y procedimientos.Las variantes en la historia reciente de América Latina Los regímenes burocrático autoritarios en las dictaduras del Cono Sur de América Latina. Sus condiciones previas: modernización, activación y derrota del sector popular, formación de nuevos cuadros técnicos. La alianza burguesía oligopólica y fuerzas armadas. La relativa impersonalidad en el ejercicio del poder. La ausencia de mediaciones. La exclusión económica, política y social. La vigencia del llamado autoritarismo competitivo. Un caso reciente: Rusia ¿un nuevo autoritarismo?<br /><br />El totalitarismo. Autoridad dual del Estado y del Partido. La extinción o el asedio a la sociedad civil. El cerrado y excluyente universo ideológico. La afirmación de la jefatura política. El control político y policial y la represión. La incertidumbre o el no acatamiento del orden legal construido. La promoción de un movimiento tutelado. (3 clases)<br /><br />Tema 5- Las transformaciones del régimen político. Las condiciones de estabilidad y cambio. Las razones que explican la quiebra y la continuidad de las democracias en las sociedades contemporáneas. Las transiciones. Liberalización y democratización. La intervención de los partidos, de la sociedad civil y de gobiernos influyentes. Las transiciones por transformación o reforma. Condiciones y ejemplos. España en 1978. Las transiciones por ruptura o colapso. Su dinámica interna. Argentina en 1985. Las transiciones por traspaso y liberalización. Su lógica. El proceso prolongado de Brasil 1974-1985. El caso de los países poscomunistas. Los recientes cuestionamientos del modelo por fracasos en la consolidación democrática y el retorno de los poderes fácticos en algunas experiencias. (3 clases)<br /><br /><br />III. Bibliografía<br /><br />Tema 1:<br /><br />Lijphart, Arend. “Comparative Politics and Comparative Method”. En: <em>American Political Science Review</em>. Vol 65. Nº3 Sep. 1971.<br /><br />Collier, David. “El método comparativo. Dos décadas de cambio”. En: Giovanni Sartori y Leonardo Morlino. <em>La Comparación en las Ciencias Sociales</em>. Madrid: Alianza Editorial, 1994<br /><br />Panebianco, Angelo.”Comparación y Explicación” En: Giovanni Sartori y Leonardo Morlino. <em>La Comparación en las Ciencias Sociales</em>. Madrid: Alianza Editorial, 1994<br /><br />Sartori, Giovanni. “Comparación y método comparativo”. En: Giovanni Sartori y Leonardo Morlino. <em>La Comparación en las Ciencias Sociales</em>. Madrid: Alianza Editorial, 1994<br /><br />Ragin, C y D. Zaret. “Theory and Method in Comparative Research: Two Strategies. En: <em>Social Forces </em>LXI.<br /><br />Pasquino, Gianfranco. “El análisis de los sistemas políticos” (Cap. 1) En: Gianfranco Pasquino. <em>Sistemas políticos comparados. Francia, Alemania, Gran Bretaña, Italia y Estados Unidos</em>. Buenos Aires: Prometeo Libros y Bononiae Libris, 2004<br /><br />Tema 2<br /><br />“Formación y disolución de los ejecutivos” (Cap.3) “Problemas de funcionamiento” (Cap.4) “Sistemas políticos y calidad de la democracia” (Cap.6). En: Gianfranco Pasquino. <em>Sistemas políticos comparados. Francia, Alemania, Gran Bretaña, Italia y Estados Unidos</em>. Buenos Aires: Prometeo Libros y Bononiae Libris, 2004<br /><br />Sartori, Giovanni. “Presidencialismo, sistemas parlamentarios y semipresidencialismo”. En: Giovanni Sartori, <em>Ingeniería Constitucional Comparada: una investigación de estructuras incentivos y resultados</em>. México D.F: Fondo de Cultura Economica, 1994.<br /><br />Linz, Juan. “Democracia Presidencial o parlamentaria. ¿Qué diferencia implica? (Cap.1) En: Juan Linz y Arturo Valenzuela (Ed.). <em>La crisis del presidencialismo. Vol. 1</em>. Madrid: Alianza Editorial, 1998.<br /><br />Lijphart, Arend. “Presidencialismo y democracia mayoritaria: observaciones teóricas” En: Juan Linz y Arturo Valenzuela (Ed.). <em>La crisis del presidencialismo. Vol. 1</em>. Madrid: Alianza Editorial, 1998.<br /><br />Sartori, Giovanni. “Ni presidencialismo ni parlamentarismo”. En: Juan Linz y Arturo Valenzuela (Ed.). <em>La crisis del presidencialismo. Vol. 1</em>. Madrid: Alianza Editorial, 1998.<br /><br />Lijphart, Arend. “Constitutional design for divided societies”. En: <em>Journal of Democracy </em>Vol.15, Nº2. April 2004.<br /><br />Tema 3<br /><br />Mainwaring, Scott. “La durabilidad de la democracia en América Latina, 1940-1998”. En: <em>Política y gobierno</em>. Vol VI. Segundo semestre 1999.<br /><br />Valenzuela, Arturo. “Latin American Presidencies Interrupted”. En: <em>Journal of Democracy</em>. Vol. 15. Nº4. October 2004<br /><br />Linz, Juan. “Los peligros del presidencialismo” En: <em>Formas de gobierno: relaciones ejecutivo legislativo</em>. Lima: Comisión Andina de Juristas, 1993.<br /><br />Linz, Juan. “Democracia Presidencial o parlamentaria. ¿Qué diferencia implica? (Cap.1) En: Juan Linz y Arturo Valenzuela (Ed.). <em>La crisis del presidencialismo. Vol. 1</em>. Madrid: Alianza Editorial, 1998.<br /><br />Mainwaring, Scott y Shugart, Matthew. “Juan J. Linz Presidencialismo y democracia. Una revisión crítica”. En: <em>Desarrollo Económico</em>. Vol 34. Nº135. Oct-Dic 1994.<br /><br />Nohlen, Dieter. “Presidencialismo, sistemas electorales y sistemas de partidos. Reflexiones exploratorias para América Latina”. En: Dieter Nohlen y Mario Fernández (Ed.). <em>Presidencialismo versus Parlamentarismo. América Latina</em>. Caracas: Editorial Nueva Sociedad, 1991.<br /><br />Shugart, Matthew y Mainwaring, Scott. “Presidencialismo y democracia en América Latina. Revisión de los términos del debate.” En: Scott Mainwaring y Matthew Shugart, <em>Presidencialismo y Democracia </em>(Comp.) Buenos Aires: Paidos, 2002<br /><br />Mainwaring, Scott y Shugart, Matthew. “Presidencialismo y sistemas de partidos en América Latina” En: Scott Mainwaring y Matthew Shugart, <em>Presidencialismo y Democracia </em>(Comp.) Buenos Aires: Paidos, 2002<br /><br />Pachano, Simón. “Presidencialismo y parlamentarismo”. En: <em>Revista Mexicana de Sociología </em>3/1998.<br /><br />Mettenheim, Kurt E. “Presidencialismo, democracia y gobernabilidad en Brasil”. En: Jorge Lanzaro (Comp.) <em>Tipos de presidencialismo y coaliciones políticas en América Latina</em>. Buenos Aires: CLACSO, 2001.<br /><br />Amorin, Octavio y Tafner, Paulo. “Presidencialismo Brasileiro: Delegação coordinação e conflicto”. Texto presentado al Seminario internacional sobre formas de gobierno en América Latina ¿Presidencialismo o Parlamentarismo? Universidad Nacional Autónoma de México, 1999<br /><br />Mainwaring, Scott. “Pluripartidismo, federalismo fuerte y presidencialismo en Brasil”. En: Scott Mainwaring y Matthew Shugart, <em>Presidencialismo y Democracia </em>(Comp.) Buenos Aires: Paidos, 2002<br /><br />Weldon, Jeffrey. “Las fuentes políticas del presidencialismo en México” En: Scott Mainwaring y Matthew Shugart, <em>Presidencialismo y Democracia </em>(Comp.) Buenos Aires: Paidos, 2002<br /><br />Casar, María Amparo “Las bases político-institucionales del poder presidencial en México en <em>Política y Gobierno </em>Vol.III No. 1 primer semestre de 1996<br /><br />Lujambio, Alonso. “Adiós a la excepcionalidad. Régimen presidencial y gobierno dividido en México.” En: Jorge Lanzaro (Comp.) <em>Tipos de presidencialismo y coaliciones políticas en América Latina</em>. Buenos Aires: CLACSO, 2001.<br /><br />Dresser, Denise. “México. Del predominio del PRI a una democracia dividida” En: Jorge Domínguez y Michael Shifter (Ed.) <em>Construcción de gobernabilidad democrática en América Latina. </em>Bogotá: Fondo de Cultura Económica, 2005.<br /><br />Solinger, Dorothy. “Ending one-party dominance: Korea, Taiwán, México.” En: <em>Journal of Democracy</em>. Vol 12, Nº1, January 2001.<br /><br />Mayorga, René” “Bolivia: Reformas entre la democracia representativa y la democracia plebiscitaria” Ponencia presentada al seminario Reformas constitucionales y electorales en los países andinos FLACSO Ecuador. Kellog Institute Quito. Julio 2003<br /><br />Verdesoto, Luis. <em>El proceso constituyente en Bolivia. A horcajadas entre la nación y sus partes</em>. FES-EILDIS, Plural Editores 2005.<br /><br />García Linera, Alvaro. “Crisis del estado y poder popular”. En: <em>New Left Review</em>. Nº57, Marzo-Abril 2006.<br /><br />Pachano, Simón “El tejido de Penélope. Reforma política en Ecuador.”En <em>La trama de Penélope. Procesos políticos e instituciones en Ecuador</em>” Quito FLACSO. 2007<br /><br />Archer, Ronald y Shugart, Matthew. “El potencial desaprovechado del predominio presidencial en Colombia”. En: Scott Mainwaring y Matthew Shugart, <em>Presidencialismo y Democracia </em>(Comp.) Buenos Aires: Paidos, 2002<br /><br />Dávila, Andrés. <em>Democracia pactada: El Frente Nacional y el proceso constituyente de 1991</em>. Capítulos 1 y 3. Bogotá: Universidad de los Andes, Alfa Omega Colombiana, 2002<br /><br />Siavelis, Peter. “Chile: Las relaciones entre el poder ejecutivo y el poder legislativo después de Pinochet”. En: Jorge Lanzaro (Comp.) <em>Tipos de presidencialismo y coaliciones políticas en América Latina</em>. Buenos Aires: CLACSO, 2001.<br /><br />Agüero, Felipe. “Chile: Una transición inconclusa y una mayor competencia política” En: Jorge Domínguez y Michael Shifter (Ed.) <em>Construcción de gobernabilidad democrática en América Latina</em>. Bogotá: Fondo de Cultura Económica, 2005.<br /><br />Novaro, Marcos. “Presidentes, equilibrios institucionales y coaliciones de gobierno en Argentina (1989-2000)” En: Jorge Lanzaro (Comp.) <em>Tipos de presidencialismo y coaliciones políticas en América Latina. </em>Buenos Aires: CLACSO, 2001.<br /><br />Levitsky, Steven. “Argentina: De la crisis a la consolidación (y de regreso)” En: Jorge Domínguez y Michael Shifter (Ed.) <em>Construcción de gobernabilidad democrática en América Latina</em>. Bogotá: Fondo de Cultura Económica, 2005.<br /><br />Lanzaro, Jorge. “Uruguay: Las alternativas de un presidencialismo pluralista” En: Jorge Lanzaro (Comp.) <em>Tipos de presidencialismo y coaliciones políticas en América Latina</em>. Buenos Aires: CLACSO, 2001.<br /><br />Chasquetti, Daniel y Cardarello, Antonio. Indicadores básicos del sistema político venezolano. Montevideo: Universidad de la República (Uruguay), 2006.<br /><br />Elner, Steve. “Respuestas al debilitamiento del Estado y la sociedad venezolana en la época de Hugo Chávez”. En: <em>Política </em>Nº42, Otoño 2004.<br /><br />Kornblith, Miriam. “Las elecciones presidenciales en Venezuela. De una democracia representativa a un régimen autoritario electoral”. En: <em>Revista Desafíos </em>Nº14, primer semestre 2006. Universidad de Rosario, Bogotá.<br /><br />Tema 4<br /><br />Morlino, Leonardo. “Los autoritarismos” En: Gianfranco Pasquino, <em>Manual de Ciencia Política</em>. Madrid: Alianza Universidad, 1994.<br /><br />Linz, Juan. “An authoritarian regime: Spain”. En: Eric Allardt y Yrjö Littunen (Ed.) <em>Cleavages, Ideologies and Partys Sistems</em>. Helsinki: The Westermarck Society, 1964.<br /><br />Cardoso, Fernando Enrique. “Caracterización de los regímenes autoritarios”. En: David Collier (Comp.) <em>El Nuevo autoritarismo en América Latina</em>. México: Fondo de Cultura Económica, 1985.<br /><br />O’Donnell, Guillermo. “Las tensiones en el estado burocrático autoritario y la cuestión dela democracia” En: David Collier (Comp.) <em>El Nuevo autoritarismo en América Latina</em>. México: Fondo de Cultura Económica, 1985.<br /><br />Levitsky, Steven y Way, Lucan. “The rise of competitive authoritarianism En “<em>Journal of Democracy </em>Vol 13, Nº 2, April 2002.<br /><br />Shevtsova, Lilia. “Russian Democracy in Eclipse. The limits of bureaucratic authoritarianism” En: <em>Journal of Democracy </em>Vol. 15, Nº3, July 2004.<br /><br />Arendt, Hannah. <em>Los orígenes del totalitarismo</em>. Tomo III. Capítulos 11, 12 y 13. Madrid: Alianza Editorial, 1982.<br /><br />Lefort, Claude. “La lógica totalitaria”. En: Claude Lefort. <em>La invención democrática</em>. Buenos Aires: Nueva Visión 1990<br /><br />Tema 5<br /><br />Morlino, Leonardo. <em>Cómo cambian los regímenes políticos. Instrumentos de análisis </em>Cap. 3, 4 y 5. Madrid: Centro de Estudios Constitucionales, 1985<br /><br />Huntington, Samuel. <em>La tercera ola. La democratización a finales del siglo XX</em>. Cap3. Buenos Aires: Paidos, 1994<br /><br />Linz, Juan. <em>La quiebra de las democracias</em>. Cap. 3, 4 y5. Madrid: Alianza Editorial, 1987.<br /><br />O’Donnell, Guillermo y Schmitter, Philippe. “Transiciones desde un gobierno autoritario. Conclusiones tentativas sobre las democracias inestables” (Tomo IV). En: Guillermo O’Donnell, Philippe Schmitter y Laurence Whitehead. <em>Transiciones de un gobierno autoritario</em>. Buenos Aires: Paidos 1988.<br /><br />Mainwaring, Scott y Pérez-Liñan, Anibal. “Latin American Democratization since 1978. Democratic Transitions, Breakdowns and Erosions”. En: Frances Hagopian y Scott Mainwaring (Ed.) <em>The third wave of democratization in Latin America: Advances and setbacks</em>. Cambridge: Cambridge University Press, 2005.<br /><br />Linz, Juan y Stepan, Alfred. “The Paradigmatic Case of Reforma Pactada-Ruptura Pactada: Spain” En: <em>Problems of Democratic Transition and Consolidation. Southern Europe, South America, and Post-Communism Europe</em>. London: The John Hopkins University Press, 1996<br /><br />Linz, Juan y Stepan, Alfred. “Crisis of Efficacy, Legitimacy, and Democratic State ‘Presence’: Brazil”. En: <em>Problems of Democratic Transition and Consolidation. Southern Europe, South America, and Post-Communism Europe</em>. London: The John Hopkins University Press, 1996<br /><br />Linz, Juan y Stepan, Alfred. “From an Imposible to a Posible Democratic Game: Argentina”. En: <em>Problems of Democratic Transition and Consolidation. Southern Europe, South America, and Post-Communism Europe</em>. London: The John Hopkins University Press, 1996<br /><br />Aron, Leon. “The ‘Mistery’ of the Soviet Collapse”. En: <em>Journal of Democracy </em>Vol. 17. Nº2, April 2006<br /><br />Carothers, Thomas “The End of the Transition Paradigm”. En <em>Journal of Democracy </em>Vol.13 No.1 2002<br /><br />O`Donnell , Guilermo “In Partial Defense of an Evanescent “Paradigm”. En <em>Journal of Democracy </em>Vol.13 No. 3 July 2002<br /><br />IV. Evaluación<br /><br />Los estudiantes serán evaluados de acuerdo a tres criterios.<br /><br />Una exposición previamente concertada con el profesor e intervenciones en clase que denoten lectura de los textos asignados a la que se le prestará especial importancia . La asistencia o no de los alumnos tiene que ver con su responsabilidad universitaria pero atendiendo a esta pauta incidirá en las calificaciones y eventualmente en la aprobación del curso. (40 %)<br /><br />Dos resúmenes de lectura. Bastara una correcta síntesis para cumplir esta exigencia pero incidirá positivamente en la evaluación que el estudiante compare textos y que formule su propia opinión. (25%)<br /><br />Una monografía final cuyo tema es acordado previamente con el docente. Debe incluir por lo menos cinco libros o artículos de la bibliografía indicada. (35%)<br /><br />Los porcentajes fijados sólo se toman solo de modo referencial.Martín Tanakahttp://www.blogger.com/profile/06050485380124561809noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-3998790288318316359.post-65540967847631817682007-03-23T13:03:00.000-07:002007-03-23T13:05:06.312-07:00Danilo Zolo: la "tragedia de la ciencia política"Metapolítica<br />num. 49, septiembre - octubre 2006<br /><br />La “tragedia” de la ciencia política<br /><br />El autor de este ensayo, conocido filósofo italiano, hace suyo el argumento de la crisis de la ciencia política y muestra su declive en confrontación con la filosofía política. Concluye con un llamado al diálogo entre ambas maneras de aproximarse a lo político.<br /><br />Danilo Zolo[*]<br /><br />Por “ciencia política” se entiende hoy, como es sabido, la aproximación disciplinaria a los problemas de la política que tiene su origen en la “revolución conductista”, afirmada en Estados Unidos durante las dos décadas posteriores a la conclusión de la Segunda Guerra Mundial. Desde entonces esta aproximación se ha difundido de manera amplia en la cultura estadounidense, donde se calcula que los cultores de la disciplina no son en la actualidad menos de dos mil. Asimismo, se ha difundido ampliamente en Europa, sobre todo en Inglaterra, Alemania y los países escandinavos. A partir de los años sesenta, la “ciencia política” se ha establecido también en Italia, gracias a la actividad pionera de Giovanni Sartori y de su escuela.<br /><br />En contraposición a esta noción específica de “ciencia política”, se emplea la expresión “filosofía política” para indicar aquella forma más tradicional de reflexión sobre el fenómeno político que se remite a los clásicos del pensamiento político occidental, de Aristóteles a Platón, Maquiavelo, Hobbes, Locke, Marx. A diferencia de la “ciencia política”, la filosofía política no se limita a estudiar el comportamiento “observable” de los actores sociales y el funcionamiento de los sistemas políticos (contemporáneos), sino que, además, analiza, en términos muy generales, los medios, los fines y el “sentido” de la experiencia política (e incluso, en un nivel ulterior de reflexión, los medios, los fines y el “sentido” de la propia indagación sobre la experiencia política).<br /><br />En este ensayo buscaré reconstruir los contenidos teóricos de la disputa que ha involucrado intensamente a las dos disciplinas a partir de los años cuarenta, y sobre esta base intentaré puntualizar en la situación actual de las relaciones entre estos dos modos diversos de estudiar y entender la vida política. Se observará que la “ciencia política”, en particular la “ciencia política” estadounidense, se encuentra hoy en una situación de crisis que parece amenazar su propia identidad como disciplina: expresión emblemática de esta crisis es el título de un buen libro aparecido en Estados Unidos, The Tragedy of Political Science (Ricci, 1984).<br /><br />Asimismo, en este marco, abordaré con una consideración especial la situación italiana. En Italia se ha registrado en estos años un notable resurgimiento de la filosofía política, tal y como se testimonia por los siguientes hechos: la publicación de la revista Teoria politica, editada por un grupo de politólogos cercanos a Norberto Bobbio; la reciente aparición de la primera revista italiana que lleva por título Filosofia politica, dirigida por Nicola Matteuci y editada por un grupo de historiadores de la filosofía política que entienden su posición intelectual como “reflexión crítico-hermenéutica sobre la tradición del pensamiento político occidental”; la difusión de una literatura filosófico-política que hace eco a las tesis del neoaristotelismo alemán contemporáneo (la así llamada Rehabilitierung der praktischen Philosophie) y rediscute la tradición democrática occidental a la luz de autores como Carl Schmitt, Eric Voegelin, Leo Strauss, Hannah Arendt. Por otra parte, ha aparecido un voluminoso Manuale di scienza della politica, editado por Gianfranco Pasquino, que intenta contestar al renacimiento de la filosofía política italiana con una empresa intelectual particularmente ambiciosa.<br /><br />Para concluir me referiré a las razones generales que en mi opinión exigen una profunda renovación de los modos y los contenidos de la reflexión política contemporánea. Y si esto vale para la filosofía política tradicional, a menudo inclinada a una reproposición de arcaicos modelos metafísicos, vale todavía más, a mi parecer, para la “ciencia política” conductista. La “ciencia política” emergió hace 50 años con un doble objetivo: aquél, explícito, de alcanzar un conocimiento cierto y objetivo de los hechos políticos, en tanto fundado, a diferencia del idealismo y del historicismo marxista, sobre un análisis empírico de los fenómenos sociales; y aquél, implícito pero altamente motivador, de probar la optimización de las instituciones democráticas (estadounidenses) como realización de la libertad, el pluralismo y la igualdad de oportunidades (Dahl, 1956). Paradójicamente, hoy es la ciencia política la que se encuentra en crisis: sea por la situación de general incertidumbre de los fundamentos del conocimiento científico y en particular del estatuto epistemológico de las “ciencias sociales”; sea por el contenido y rápido aumento de la complejidad de los fenómenos sociales que pretende explicar y prever empíricamente; sea, y de manera principal, por los crecientes “riesgos evolutivos” que amenazan a las instituciones democráticas dentro del área de las sociedades “complejas”, incluyendo Estados Unidos, donde el proceso democrático se va transformando en las formas alarmantes de la “democracia televisiva” (Luke, 1986-1987, pp. 59-79).<br /><br />Todo ello vale además, para la versión de la “ciencia política” que Giovanni Sartori ha importado a Italia en los años sesenta. En la “ciencia política” de Sartori y de algunos de sus discípulos existe no sólo la ambición de presentarse como la única forma de conocimiento político controlable y confiable, sino también una no menos ambiciosa polémica política, que aspira a ser puramente científica, en las confrontaciones con toda concepción “holística”, comenzando por el socialismo. En mi opinión, ha llegado el momento de reconsiderar, también en Italia, los fundamentos y el “rendimiento” de la “ciencia política” y sobre todo de volver a poner a discusión la que es su auténtica camisa de fuerza: el dogma positivista de la separación entre “juicios de hecho” y “juicios de valor” y, en relación con ello, el principio de la “avaloratividad” ético-ideológica (Wertfreiheit) de las teorías científicas. Un dogma que remite, como ha señalado Norberto Bobbio, a una ideología específica: la “ideología de la política científica” y, por ello, de una racionalización eficientista y tecnocrática de las relaciones políticas y sociales destinada a ratificar en los hechos el “fin de las ideologías” (Bobbio, 1983, pp. 1025-1026).<br /><br /><br />DE LA “REVOLUCIÓN CONDUCTISTA” AL POSTEMPIRISMO<br /><br />Con una periodización muy sumaria, que considera casi en forma exclusiva lo que ha sucedido en el ámbito de la cultura de lengua inglesa, se pueden distinguir las siguientes cuatro fases en el desarrollo de las relaciones entre las dos disciplinas (estas fases, sin embargo, se sobreponen parcialmente desde un punto de vista cronológico).<br /><br />1. La exposición del programa conductista y su afirmación entre 1945 y 1965. Los autores más relevantes, sobre todo en el periodo inicial, son: Gabriel Almond (1966), David Easton (1962), Heinz Eulau (1963), Robert Dahl (1961), K.W. Deutsch (1966) y David B. Truman (1951).<br /><br />2. El debate en torno al así llamado “declive de la teoría política” (the decline of political theory) en cuyo desarrollo se manifiesta la primera reacción, primordialmente defensiva, contra la ciencia política conductista. En este debate intervienen, hacia fines de los años cincuenta y principios de los sesenta, autores como P.H. Partridge (1961), I. Berlin (1962) y J.P. Plamenatz (1967). Un lugar de gran importancia, pero completamente distinto por su inspiración antimoderna y abiertamente conservadora, adquiere en este contexto la crítica “ontológica” de Leo Strauss (1959), expresada en el célebre ensayo “What is Political Philosophy?”. De igual modo, las páginas introductorias de Eric Voegelin (1952) a su The New Science of Politics pueden ser consideradas un ejemplo de este último tipo de literatura.<br /><br />3. La crisis de la doctrina conductista, la atenuación del optimismo científico característico del periodo inicial, la emergencia de un creciente desacuerdo en el interior de la disciplina que desemboca, en primer lugar, en intentos de reforma metodológica inspirados en el “falsacionismo” popperiano, y posteriormente deriva en la crítica interna por parte de los exponentes de izquierda del Caucus for a New political Science (Falter, 1982, pp. 53-62; Euben, 1970, pp. 3-58), para finalmente tomar la forma de una verdadera y propia autocrítica por parte de algunos de los exponentes más autorizados de la ciencia política estadounidense, entre los que destacan Gabriel A. Almond (Almond y Genco, 1977) y Charles Lindblom (1979). Esta fase se expresa con particular intensidad durante la así llamada “década del desencanto” de 1965 a 1975, y se concluye idealmente con la publicación del volumen The Tragedy of Political Science, y de David Easton, “Political Science in the United States. Past and Present” (1985), dos escritos en los que el completo desarrollo de la disciplina es objeto de una autocrítica particularmente severa.<br /><br />4. El renacimiento en los años setenta en adelante de la filosofía política en la cultura angloamericana gracias a autores como John Rawls, Robert Nozick, Ronald Dworkin y Bruce A. Ackerman. Este resurgimiento interrumpe bruscamente la tradición de la filosofía analítica anglosajona, misma que había declarado la muerte de la filosofía política, y se liga a los grandes temas valorativos, éticos y normativos de la filosofía política clásica. A esto se agrega la emergencia de una literatura epistemológica más madura, que se expresa a través de las obras de un condensado grupo de filósofos políticos comprometidos también con el campo de la filosofía de las ciencias sociales. Entre éstos destacan Alasdair McIntyre (1972, 1983), Alan Ryan (1972), Charles Taylor (1967, 1983), Sheldon S. Wolin (1969) y John Dunn (1985). La epistemología que conjunta a todos estos autores ahora ya se puede definir como “postempirista”: son autores profundamente influidos por el clima de la “rebelión contra el positivismo” de los años sesenta y en ocasiones se inspiran de manera directa en la epistemología de Thomas S. Kuhn. Por lo tanto, en su crítica a la ciencia política dominante, estos autores se mueven no por una reproposición de los fines tradicionales de la filosofía política europea, sino por una crítica general de la perspectiva empirista recibida. Pese a todo, a diferencia de la mayoría de los críticos de la primera fase, estos autores no niegan dogmáticamente la importancia de las contribuciones que la indagación sociológica de los sistemas y los actores políticos pueden ofrecer a la filosofía política.<br /><br />En los incisos siguientes, más que tratar de ilustrar de manera analítica estas cuatro fases de la disputa entre los partidarios de la ciencia política y sus adversarios, buscaré condensar en pocos puntos esenciales las argumentaciones teóricas de unos y otros, introduciendo una sola y elemental distinción diacrónica: la distinción entre el programa conductista formulado en los inicios y los términos demasiado inciertos y moderados en los que la ciencia política se presenta a partir del final de los años ochenta. Análogamente,<br />por lo que respecta a los argumentos de los críticos de la “ciencia política”, distinguiré entre aquéllos propios de la primera reacción polémica dentro del debate sobre el “declive de la teoría política” y aquéllos, epistemológicamente más maduros, forjados por los partidos de la aproximación “postempirista”.<br /><br /><br /><br />EL PROGRAMA ORIGINARIO DE LA CIENCIA POLÍTICA<br /><br />Para ilustrar el programa originario de la ciencia política conductista consideraré los desplazamientos de la explícita formulación proporcionada por David Easton (1962) y tomaré en cuenta la sistematización que de ella ha propuesto Jüngen Falter (1982) en una excelente reconstrucción histórica del desarrollo completo de la disciplina. La adhesión a la “revolución conductista” implica, según el credo de los padres fundadores, al menos las siguientes cinco asunciones, a cada una de las cuales corresponde un objetivo que debe ser alcanzado para que los resultados de la investigación puedan ser considerados “científicos”.<br /><br />1. Explicación y previsión con base en leyes generales. Ya sea el comportamiento político de los actores o el funcionamiento de los sistemas políticos, ambos presentan regularidades observables. La tarea fundamental del científico político es descubrir estas regularidades y expresarlas en forma de leyes generales, de carácter causal o estadístico, que permitan la explicación y previsión de los fenómenos políticos. Con esta finalidad, el científico político no deberá limitarse a la simple recolección de datos y a su generalización dentro de estrechos dominios espaciales y temporales, sino que se empeñará en organizar y seleccionar los datos empíricos a la luz de teorías de amplio rango, de manera no distinta a lo que sucede en las ciencias de la naturaleza, como la física y la biología.<br /><br />2. Verificabilidad empírica y objetividad. La validez de las generalizaciones nomológicas de la ciencia política puede ser comprobada inicialmente a través de una verificación empírica que tenga como referencia los comportamientos observables de los actores políticos. Sólo adoptando este tipo de procedimientos, los científicos políticos podrán reivindicar a favor de sus enunciados y sus teorías el carácter del conocimiento cierto y objetivo de la realidad política, dotada de responsabilidad intersubjetiva, a la par de los conocimientos forjados por las ciencias de la naturaleza.<br /><br />3. Cuantificación y medición. Es posible la adopción de procedimientos rigurosos en el registro de los datos, en la enunciación de los resultados y en la ejecución de los controles relativos a los comportamientos políticos. El científico político debe por ello empeñarse en usar las técnicas de cuantificación y medición exacta de los fenómenos que emplean las “ciencias exactas” y que no carecen de resultados también en las ciencias sociales, comenzando por la economía y la psicología.<br /><br />4. Sistematicidad y acumulatividad. La investigación de los científicos políticos puede desenvolverse en formas análogas a las consolidadas dentro de la praxis de las comunidades científicas más maduras. Tal investigación deberá ser conducida “sistemáticamente”; es decir, deberá implicar una constante interacción entre un lenguaje teórico lógicamente estructurado y coherente y una investigación empírica guiada por un riguroso método inductivo. La acumulación progresiva de los datos empíricos consentirá un gradual desarrollo de las teorías y se llegará así a la formación de un núcleo de conocimientos compartidos dentro de la comunidad de los científicos políticos. De esta manera será posible dar vida a una verdadera y propia organización profesional de la investigación política, superando el subjetivismo de los “filósofos de la política” tradicionales y sus permanentes e interminables discordias.<br /><br />5. Avaloratividad. La explicación y la previsión empírica de los fenómenos políticos puede considerarse rigurosamente distinta de las valoraciones y prescripciones de carácter ético o ideológico. Ésta es, por otra parte, una condición esencial del carácter científico e intersubjetivamente vinculador de las proposiciones de la ciencia política. El científico político tiene por ello el deber intelectual de abstenerse de todo tipo de valoración ética o ideológica a lo largo de sus indagaciones y, de ser el caso, debe señalar siempre de manera explícita cuáles son los valores a los que se adhiere cada vez que, despojándose de la vestimenta científica, considera oportuno expresar valoraciones de carácter moral o ideológico en vista de sus objetivos de investigación. Asimismo, debe abstenerse de recabar indicaciones prescriptivas a partir de sus investigaciones. Desde este punto de vista, la ciencia política se opone diametralmente a la filosofía política tradicional que nunca ha tematizado la distinción entre juicios de hecho y juicios de valor, y ha sido concebida primordialmente como una reflexión sabia y normativa más que como una forma de conocimiento objetivo.<br /><br />Es evidente que este catálogo metodológico, en el que se concentra el núcleo del credo conductista, remite a una serie de oposiciones filosóficas y epistemológicas muy generales: aquellas que la perspectiva común empirista ha heredado del positivismo lógico vienés y combinado con algunas corrientes propias de la tradición norteamericana, como el operacionalismo, el pragmatismo y la psicología conductista de John Watson y B.F. Skinner. En el centro de estas opciones está la decisión de asumir la experiencia política dentro del ámbito de las ciencias empíricas; pues se considera superada toda diferencia de principio, al menos desde el punto de vista de su cogniscitividad y predicabilidad, entre los “comportamientos” de los objetos naturales y los comportamientos individuales y colectivos de los sujetos humanos.<br /><br />LOS ARGUMENTOS DE LOS FILÓSOFOS DE LA POLÍTICA<br /><br />Las primeras reacciones por parte de los cultores de la filosofía política tradicional asumen, como ya lo he señalado, la forma de un debate sobre el “declive de la teoría política”. El debate arranca del célebre ensayo de Isaiah Berlin, Does Political Theory Still Exist? (1962), en el cual la principal tesis “defensiva” consiste en la reivindicación de una insustituible dimensión filosófica de la reflexión política que ninguna “ciencia” de carácter lógico-deduc-tivo o empírico está en condiciones de cubrir, porque se refiere a problemas que no son ni de orden lógico ni empírico: son problemas que implican opciones filosófico-ideológicas muy generales y elecciones de valor continuas, comenzando por el problema del fundamento de la obligación política.<br /><br />A esta tesis se añade la denuncia de la incapacidad de la ciencia política de construir una “teoría” que sea significativa desde el punto de vista de lo que en realidad acontece dentro de la esfera de la “política” y que sea relevante para quien está involucrado prácticamente en la vida política: una teoría que por lo mismo esté en grado, como pretende el programa conductista, de “sustituir” la filosofía política o le reserve a lo sumo una función metalingüística de análisis y clarificación del lenguaje politológico.<br /><br />Los análisis de los hechos y de los comportamientos empíricos, que la ciencia política asume como ámbito exclusivo de su propia indagación, dejan de lado la discusión sobre los fines de la política y las razones que vuelven legítimo (o ilegítimo) el ejercicio del poder; temas que la tradición del pensamiento político occidental, de Aristóteles en adelante, ha colocado en el centro de su reflexión. Una “ciencia” que en honor a un ideal abstracto de rigor metodológico expulsa de su propio ámbito la discusión sobre los “valores” de la política, para ocuparse de manera exclusiva de los “hechos”, termina por no estar en condiciones de ubicar, y mucho menos de contribuir a resolver, los problemas de la política, pues éstos implican siempre una decisión sobre los fines, los límites y el sentido de la vida política. Sobre todo en momentos de crisis o de rápida transformación de los sistemas políticos o de turbulencia de las fuerzas e ideologías que los operan, el científico político “neutral” termina, en consecuencia, por constreñirse a la impotencia intelectual y al silencio. La ambiciosa tentativa de imitar el modelo de las ciencias naturales impone a la ciencia política muy elevados niveles de rigor en el procedimiento que son simplemente la causa de su obsesión metodológica y, de forma simultánea, de sus frustraciones debidas a la precariedad o escasa relevancia de los resultados alcanzados.<br /><br />Bajo muchos perfiles son diversos los argumentos desarrollados por los críticos de la ciencia política que he llamado “postempiristas” y que se expresan en el cuadro de la crisis de la perspectiva común empirista angloamericana. Tales autores no dudan en referirse a la ciencia política como una “ciencia corrompida”, cuestionándole no sólo los resultados, sino también las mismas asunciones epistemológicas que la constituyen como “ciencia” en el contexto de las “ciencias sociales” contemporáneas y que, en el terreno epistemológico, la oponen directamente a la filosofía política. Independientemente del juicio que se quiera expresar sobre los resultados de la “ciencia política” —el cual podría ser también, de manera hipotética, ampliamente positivo—, lo que es insostenible es que la “ciencia política” alcance sus resultados en cuanto “ciencia”, es decir, en cuanto permanece fiel a sus premisas epistemológicas, y no, por el contrario, precisamente en la medida en la que opere en menoscabo de sus postulados o sobre la base de su aplicación puramente metafórica si no es que retórica. El paradigma de facto de la ciencia política no es el hiperracionalista pretendido por sus metodólogos, sino el que Lindblom ha llamado del “muddling through”, del salir del paso lo menos mal posible, según técnicas pragmáticas de solución de los problemas uno por uno y paso a paso, sin alguna estrategia cognitiva de carácter general (Hayward, 1986, pp. 3-20).<br /><br />Si éste es el tema central de la nueva polémica contra la “ciencia política”, resultan demasiado articulados sus desarrollos argumentativos. Éstos se pueden compendiar muy esquemáticamente en los siguientes cinco puntos que en forma directa o indirecta se refieren, cuestionándolas, a las cinco asunciones originarias de la ciencia política conductista que habíamos examinado antes.<br /><br />1. No es posible registrar regularidades de larga duración y de amplio rango ni en el comportamiento de los actores políticos ni en el funcionamiento de los sistemas políticos. Aún en la actualidad, la ciencia política no ha sido capaz de elaborar alguna ley general, de carácter causal o estadístico, que permita explicaciones y mucho menos previsiones de tipo nomológico-deductivo. No está en condiciones de explicar o de prever, no porque revele una situación provisional de inmadurez y escaso desarrollo técnico, sino por razones teóricas de fondo, que por lo demás son las mismas que vuelven altamente problemática la explicación nomológico-deductiva y la previsión de “eventos únicos” incluso en el ámbito de las ciencias físicas, químicas y biológicas (Zolo, 1989). Aún más, las ciencias sociales se encuentran en dificultades específicas que tienen que ver con el alto grado de impredictibilidad de los comportamientos individuales, la complejidad creciente de las relaciones sociales, el carácter no lineal pero reflexivo de los nexos funcionales y en particular de las relaciones de poder (Luhmann, 1975; Crespi, 1985, pp. 459-522). La epistemología postempirista niega por lo demás de manera general —incluso en el sector de las ciencias físicas— la existencia de leyes universales e invariables, sustraídas de la dimensión histórico-evolutiva.<br /><br />2. La validez de las generalizaciones nomológicas de la ciencia política —no menos y probablemente en mayor medida que cualquier otra ciencia social o “natural”— no es susceptible de verificación o, como pretenden los popperianos, de falsación empírica, siempre que estas expresiones no se usen en un sentido puramente metafórico. En realidad, los “hechos” con base en los cuales las explicaciones y previsiones deberían ser rigurosamente verificadas (o “falseadas”) son ellas mismas el resultado de selecciones que responden a los imperativos metodológicos de una teoría dada o filosofía precedente. Las confirmaciones empíricas son relativas a las teorías presupuestas, están y caen con ellas, tal y como ha acontecido en la historia de la física con numerosas teorías ampliamente sustentadas por controles empíricos y que, sin embargo, han sido después abandonadas, comenzando por las teorías del flogisto y del éter. En otras palabras, no existe un “lenguaje observativo” que pueda ser rigurosamente distinto del lenguaje de las teorías, las cuales siempre están, de alguna manera, ligadas con filosofías generales, con verdaderas y propias Weltanschauungen histórica y sociológicamente condicionadas. No tiene sentido riguroso alguno, entonces, la idea de que el control de las teorías, en ciencia política como en cualquier otro sector de investigación, consista en la verificación de su “correspondencia” con los “hechos”.<br /><br />Por otra parte, el así llamado “método comparativo”, a menudo reivindicado por los científicos políticos, comenzando por Giovanni Sartori (1985, p. 114) y por Stefano Bartolini (1986, pp. 68-83), como el método específico de indagación de la política, de ninguna manera puede ser entendido como un “método de control” y tampoco, más generalmente, como un método: es simplemente una operación de valoración y selección de los datos que toda técnica inductiva, incluso la más elemental, necesariamente comporta en la fase inicial de elaboración de una teoría (McIntyre, 1983, pp. 8-26; Bobbio, 1983, p. 1023).<br /><br />3. Dentro de la sociología de los comportamientos políticos existen márgenes muy reducidos por la medición y la cuantificación, con la sola excepción, quizá, del análisis de los resultados electorales (que con un cierto abuso terminológico es designado como “observación de los comportamientos” electorales, mientas que en la realidad no tiene que ver con algún comportamiento social “observable”, sino sólo con aspectos cuantitativos de procedimientos sociales ritualizados). Aquello que en el fondo impide o vuelve irrelevante el uso de técnicas cuantitativas y de toda medición digna del nombre es la imposibilidad de atribuir significado político a los comportamientos sociales sin una consideración de las “motivaciones” de los actores: sus referencias simbólicas, sus ideologías, los fines declarados, latentes o disimulados de su “acción política” (Bobbio, 1983, p. 1025).<br /><br />4. La ciencia política no ha podido “acumular” en el intento, un núcleo de teorías y de conocimientos compartidos en forma unánime, como patrimonio indiscutible de la disciplina. Precisamente la tentativa original, ingenuamente inductivista, de acumular datos cognoscitivos multiplicando las investigaciones empíricas sobre aspectos muy sectoriales (los mal afamados estudios de caso) o marginales de la vida política, ha dado lugar a las conocidas distorsiones “hiperfactualistas” en las que se ha manifestado el provincianismo disciplinario de la ciencia política estadounidense. Y este género de provincianismo ha sido objeto, amén de las célebres críticas de C. Wright Mills, de una difundida y severa autocrítica, expresada en particular por David Easton en algunas de las obras más importantes.<br /><br />También ingenua parece la tentativa de unificar de manera conceptual el léxico teórico de la ciencia política, como desde hace años lo intenta Giovanni Sartori, que con este propósito ha fundado en la Universidad Pittsburgh un controvertido Commite on Conceptual and Terminological Analysis (COCTA). Por asunción expresa de los mismos fundadores de este Commite, la situación semántica de la ciencia política contemporánea recuerda aquélla de la “torre de Babel” (Sartori, 1975). Como quiera que sea, lo que parece escapar a estas tentativas es que no es posible eliminar el componente metafórico (necesariamente impreciso, subjetivo y convencional) del lenguaje teórico y en el que precisamente reside en buena medida la capacidad representativa e informativa así como la fecundidad heurística de los conceptos y las teorías.<br /><br />5. El compromiso de la avaloratividad se revela en general impracticable en el ámbito de las ciencias sociales y en modo particular en el estudio del fenómeno político. Tan pronto se pasa de los niveles elementales de clasificación de los datos a la elaboración de teorías no banales, es decir, suficientemente complejas como para poder ser referidas y aplicadas en forma eficaz a la experiencia política, resulta inevitable que el investigador se oriente, consciente o inconscientemente, según ciertas elecciones de valor, de naturaleza filosófica, ética o ideológica (Taylor, 1967). En particular, la indagación de las relaciones de poder no parece estar en condiciones de apartarse de la influencia que las relaciones de poder existentes ejercen reflexivamente sobre los presupuestos sociales, económicos y cognitivos de la investigación misma. En general, no parece fácil individualizar y borrar el componente valorativo de las teorías cuando las premisas de valor son disimuladas o inconscientes o cuando influyen la percepción misma de los fenómenos, así como la selección y ubicación de los problemas: en todos estos casos no existe algún criterio seguro que permita aplicar al lenguaje teórico el filtro terapéutico de la weberiana Wertfreiheit.<br /><br />Es claro que a la luz de estas posiciones no existe una “ciencia política” que, por una parte, pueda ser significativamente distinta de la sociología de la política y, por la otra, de la filosofía política tradicional. Se trata de una simple cuestión de grados y predilecciones temáticas (Zolo, 1985). Como quiera que sea, una teoría política “postempirista” debería incluir dentro de su ámbito ya sea la investigación analítica sobre el presente, o la reconstrucción histórica del pensamiento político, o la distinción sobre los fines y los valores de la política, o, finalmente, la meta-reflexión epistemológica sobre los procedimientos y los métodos de la investigación política.<br /><br />LA “TRAGEDIA” DE LA CIENCIA POLÍTICA ESTADOUNIDENSE<br /><br />Con el término un poco enfático de “tragedia” me refiero, junto con David M. Ricci, a la situación de agudo desconcierto en el cual se encuentra la ciencia política estadounidense después de que varios de sus exponentes, entre ellos algunos de los más autorizados como Gabriel A. Almond y David Easton, han sometido a una crítica muy severa tanto el programa originario del conductismo político como los desarrollos sucesivos de la disciplina. La “ciencia política” estadounidense, observa Ricci, parece incapaz de producir un efectivo “conocimiento político” (political knowledge) precisamente a causa de su empeño por alcanzar un conocimiento cierto y absolutamente preciso —“científico”, para ser exactos— de la vida política. Simultáneamente, el compromiso con un (inalcanzable) conocimiento “científico” de la política desvía al científico político de los temas políticos cruciales de la sociedad en la que vive, como la crisis de las instituciones democráticas, pues estos temas no pueden ser enfrentados en forma seria por quien hace de la neutralidad política su propio hábito profesional. La ciencia política corre entonces el riesgo de autonegarse “trágicamente” en cuanto ciencia “políticamente indiferente”. Esta situación de desconcierto, como veremos, se refleja también en la ciencia política italiana, no obstante que en Italia ningún estudioso se ha empeñado seriamente en un revisión de las premisas epistemológicas y los resultados cognoscitivos de la disciplina, a excepción de Domenico Fisichella (1985).<br /><br />Almond y Easton reconocen no sólo lo inoportuno, sino además la imposibilidad teórica misma de tener fe en los empeños del programa conductista. Gabriel Almond refuta la idea de que la ciencia política deba proseguir sobre el camino de la imitación de las ciencias naturales, que llama “un flirt con metáforas equivocadas”; niega que el modelo nomológico-deductivo, con su implícita asunción determinista y causalista, sea de alguna utilidad para la explicación y la previsión de los fenómenos políticos-sociales; minimiza la utilidad de las axiomatizaciones lógico-matemáticas puesto que a su rigor formal corresponde una desarmante sencillez que las vuelve inadecuadas frente a la complejidad de los fenómenos políticos; aconseja el uso de teorías heurísticas “débiles” que no pretendan legitimarse con base en su poder explicativo-predictivo, sino que se limiten a “interpretar” y “comprender” la política como “un proceso de adaptación y logro de fines” en contextos decisionales sujetos a vínculos (Almond y Genco, 1977).<br /><br />David Easton es aún más radical. En un cuidadoso examen retrospectivo del desarrollo de la ciencia política en Estados Unidos, Easton no vacila en relacionar el éxito de la disciplina (que afirmaba la neutralidad ideológica del científico político) con el mito del fin de las ideologías, mito que en realidad ocultaba, a su juicio, el incontrastado dominio de la ideología democrático-conservadora. De igual forma, Easton no duda en sostener que la ciencia política estadounidense ha tomado ventaja por el clima de persecución contra los liberales y los disidentes instaurado por el macartismo durante el primer lustro de los años cincuenta en tanto que, legitimando sobre el terreno teórico el desinterés por los problemas sociales y por la crítica política, ofrecía a los politólogos una zona franca donde sustraerse de los peligros del choque político e ideológico.<br /><br />Según Easton, la falta de éxito de la ciencia política conductista se debe a su subestimación de las transformaciones reales en la sociedad estadunidense, a su incapacidad de previsión social, a su escasa atención a la dimensión histórica, a su confianza en una dogmática concepción del “método científico” deducida del neopositivismo, a su ingenua creencia en la neutralidad valorativa de la ciencia.<br /><br />Después de la crisis del conductismo, la ciencia política estadounidense, sostiene Easton, carece de un punto de vista y de un fin común, está privada de tensión cognitiva e imaginación: en una palabra, está en una fase muy delicada de crisis respecto de su propia identidad disciplinaria. Y para salir de la crisis, Easton, al igual que Almond, propone abandonar las asunciones originarias del conductismo debido a sus conexiones con una idea de ciencia —la positivista— que se ha revelado insostenible. Desde el punto de vista de los niveles epistemológicos, la investigación política debe considerarse satisfactoria si logra recuperar las razones plausibles, aunque no “rigurosas”, del comportamiento político, junto con una capacidad de “comprensión” de los fenómenos que se refiera atentamente a los datos empíricos, pero que no pretenda fundarse sobre ellos en los términos cruciales de la verificación o falsación (Easton, 1985, p. 118).<br /><br />LA “CIENCIA POLÍTICA” ITALIANA ENTRE SARTORI Y PASQUINO<br /><br />¿Cómo reaccionan los politólogos italianos a esta situación de crisis de su disciplina en la tierra de sus orígenes? Giovanni Sartori sostiene que la ciencia política italiana siempre ha estado inmune de los defectos y excesos de la ciencia política estadounidense, que nunca ha sido propiamente ni conductista ni positivista, por lo que se encontraría hoy en una situación de ventaja respecto a Estados Unidos, sobre todo en lo que se refiere a la política comparada. No obstante esto, Sartori repropone la idea de que la ciencia política, en oposición a la filosofía política que a su juicio no produce un saber “controlable”, debe respetar “los cánones metodológicos del conocer empírico”. Y Sartori los identifica, una vez más, sine glossa, con el rigor lógico de las definiciones, la condición observable de los fenómenos, la verificabilidad empírica de las teorías, la acumulación de los conocimientos (Sartori, 1985, p. 118).<br /><br />Como quiera que sea, la opinión de Giovanni Sartori parece representar una excepción, por cuanto autorizada. Intervenciones de Luigi Graciano (1984), Domenico Fisichella (1985), Alberto Marradi (1987), Stefano Bartolini (1986) y sobre todo, Gianfranco Pasquino (1986) muestran, respecto de Sartori, una muy alta sensibilidad frente a la situación de crisis de los “fundamentos” de su disciplina, y una dosis muy inferior de optimismo en relación con los resultados cognoscitivos alcanzados. Esta sensibilidad es a veces indirecta o parcialmente inconsciente, y se manifiesta a lo sumo en tentativas de compromiso epistemológico, en formulaciones inciertas y perplejas, o en la decisión de dejar en la sombra las cuestiones más candentes, como es el caso típico de la contribución metodológica de Stefano Bartolini en el Manuale di scienza della politica.<br /><br />En mi opinión, este manual forja una indicación importante sobre el estado de la disciplina en Italia. Lo que en primer lugar parece probar, a despecho de un título demasiado comprometido, es su débil perfil metodológico, su sustancial ampliación disciplinaria. Se trata en realidad de una recopilación de ensayos dedicados a temas específicos, en ocasiones excelentes pero escasamente homogéneos entre sí, salvo por su implícita y “obvia” adhesión ideológica al marco de los valores democráticos occidentales. Su corte es primordialmente histórico-político y filosófico-político, las valoraciones son constantemente intercaladas con los análisis y las informaciones, aunque está ausente una explícita tematización crítica o reformadora. Casi nada, sin embargo, que recuerde y mucho menos convoque, a aplicar los cánones clásicos del conductismo, si se excluye el uso semánticamente retórico de términos como “cientificidad”, “observación”, “medición”, “control empírico”.<br /><br />CONCLUSIÓN<br /><br />En las páginas finales del ensayo “Natura ed evoluzione della disciplina” con el cual se abre el Manuale di scienza della politica que he citado ya varias veces, Gianfranco Pasquino señala en forma enérgica la exigencia de que la ciencia política se confronte de nuevo y se redefina respecto de la filosofía política, aceptando medirse con la rica complejidad de sus temas, muy por encima de toda batalla por la defensa de confines disciplinarios o por la conquista de mayores espacios académicos. Pasquino alienta la idea de que por la interacción entre científicos políticos y filósofos políticos emerja una nueva capacidad teórica, una nueva “teoría política”, en condiciones de medirse con la creciente complejidad de la realidad política contemporánea.<br /><br />Considero muy interesante esta perspectiva, y más aún porque, junto con los postempiristas, pienso que no es posible trazar entre las dos disciplinas un riguroso confín de orden teórico, conceptual o lingüístico. En realidad, no disponemos de un estatuto epistemológico definido, y mucho menos definitivo, de las ciencias sociales y en particular de la ciencia política. En otras palabras, nuestros conocimientos sociales no tienen confines precisos ni fundamentos. Estamos todos, y es el mismo Pasquino quien lo recuerda (1986, p. 31), en la metafórica nave de Neurath, donde los marineros se empeñan en reparar y restructurar su nave en mar abierto, sosteniéndose sobre las viejas estructuras y sin la posibilidad de llevarla al muelle para reconstruirla desde el principio. Estamos todos involucrados en esta situación de circularidad.<br /><br />Pero para que el diálogo entre filósofos y científicos de la política pueda tomarse en formas no puramente académicas y volverse fecundo también desde un punto de vista político, considero necesario que ambas disciplinas hagan con firmeza las cuentas con su historia y se liberen de una parte de su tradición. Asimismo, es necesario que ambas se ocupen mucho más de los “problemas” que de los “hechos” de la política, para no hablar sólo de los asuntos de método o de las rituales reverencias académicas por los clásicos del pensamiento político. Más que limitarse a promover recíprocas actiones finium regundorum, ambas disciplinas deberían recuperar sensibilidad e interés por las grandes interrogantes sociales y políticas de nuestro tiempo: del destino de la democracia en las sociedades complejas, dominadas por las tecnologías robóticas y telemáticas, a los crecientes poderes reflexivos del hombre sobre su ambiente y su misma identidad genética y antropológica; de la violencia creciente de las relaciones internacionales al abismo económico que separa los pueblos del área postindustrial del resto del mundo.<br /><br />La filosofía política debería dejar a las espaldas algunos aspectos no secundarios de su tradición “vetero-europea”: su genérico humanismo, su moralismo, su tendencia especulativa a diseñar modelos de “óptima república”, su predilección por las grandes simplificaciones del mesianismo político, su desinterés por el análisis cuidadoso y resaltador de los fenómenos. En efecto, no parece que haya espacio, dentro de las sociedades complejas contemporáneas, para una filosofía política que pretenda “rehabilitar” y volver a recorrer los viejos caminos de la metafísica aristotélica o de la teología dogmática. Y de esto no parecen del todo conscientes los filósofos políticos italianos (Galli, 1988; Duso, 1988; Gozzi y Schiera, 1987) que, después de haber puesto brillantemente en duda el código “modelo” de las certezas vulgo-democráticas, se dirigen nostálgicos, en compañía de Carl Schmitt, Leo Strauss y Eric Voegelin, a la tradición teológico-metafísica, con su cortejo de ingenuidades ontológicas, de dogmatismos morales y de concepciones políticas jerárquicas y autoritarias. Tampoco parece haber espacio para una recuperación del moralismo iusnaturalista, en sus variantes utilitaristas o contractualistas (Veca, 1988), que se revelan poco más que esquemas elementales de justificación de los arreglos económicos-políticos existentes. Esquemas que la creciente complejidad social vuelve entre otras cosas ineficaces, incluso desde el punto de vista apologético.<br /><br /><br /><br />La ciencia política, por su parte, debería liberarse de su obsesión metodológica, de las presunciones de su ideología cientificista, de su imposible aspiración a la neutralidad valorativa, de su débil sensibilidad por la historia y el cambio social. Con todo, la ciencia política no debería renunciar a su lección de rigor y claridad conceptuales, ni disminuir su vocación por la indagación “empírica” sobre la política, si esto significa, una vez abandonados los prejuicios positivistas, actividad de información, documentación y estudio comparativo de los sistemas políticos contemporáneos, sin la cual no se construye alguna “teoría política” digna de tal nombre.<br /><br />REFERENCIAS<br /><br />Almond, G.A. (1966), “Political Theory and Political Science”, American Political Science Review, diciembre.<br />Almond, G.A. y S.J. 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Reídle.Martín Tanakahttp://www.blogger.com/profile/06050485380124561809noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-3998790288318316359.post-20161998759955756252007-03-09T12:46:00.000-08:002007-03-09T12:56:52.089-08:00¿Cómo enseñar Ciencia Política? por Dieter Nohlen<p>Conferencia pronunciada en el Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile el 11-04-2002.</p><p>Como bien es sabido, la Ciencia Política es una disciplina de mucha tradición. Se remonta a los tiempos griegos. Es la disciplina madre de muchas otras disciplinas, cuando con el correr del tiempo se formaron dentro de su seno ámbitos del saber que posteriormente se desvincularon de ella y formaron disciplinas independientes y autónomas, como por ejemplo la economía, mejor dicho la economía nacional. Esto es cierto para varias disciplinas especializadas que hoy rodean a la Ciencia Política. La sociología, sin embargo, no nace de su ámbito sino que se desarrolla independientemente y mucho más tarde a partir de la segunda mitad del siglo XIX, justo en el momento en que la Ciencia Política, por el proceso de desintegración que había vivido durante siglos, prácticamente había dejado de existir. A comienzos del siglo XX renace la Ciencia Política. Se la funda en Estados Unidos, se la refunda en Europa, crece entre las guerras, sufre durante los totalitarismos en Europa, mientras que la emigración a Estados Unidos de muchos científicos europeos – y sobre todo alemanes- da un gran impulso para un mayor desarrollo de la disciplina en Norteamérica que, desde entonces, pasa a dominar la Ciencia Política a nivel mundial.Así, finalizada la Segunda Guerra Mundial, en el contexto de la redemocratización en Europa, la Ciencia política retoma su evolución anterior a la guerra y recibe fuertes impulsos y orientaciones de parte de la Ciencia Política norteamericana.</p><p>En Alemania, especialmente, recobra importancia sobre todo por su intima relación con el desarrollo de la democracia. A diferencia de la sociología, que cultiva su auto percepción y función de disciplina crítica de la realidad (piénsese en la famosa Escuela de Francfort de Horkheimer, Adorno, Marcuse) la ciencia política en ese país se desarrolla como ciencia de y para la democracia, como ciencia que enseña la democracia, como ciencia en apoyo a la democracia. Sería esa función auto adscrita que le facilitaría a la Ciencia Política el reencuentro de su lugar en el espectro de las ciencias del espíritu en las universidades alemanas. Sólo posteriormente, con la consolidación de la democracia, y bajo la permanente influencia de la Ciencia Política norteamericana, la Ciencia Política en Alemania toma un desarrollo en dirección a una disciplina normal, una disciplina enraizada en las ciencias sociales, más amplia en sus funciones en cuanto a áreas de estudio, funciones de investigación, crítica a la realidad, consultora para actores políticos y por sobre todo la función de la enseñanza universitaria. </p><p>Relato esto para dar a entender que la Ciencia Política tiene una larga historia marcada –en cuanto disciplina científica- por grandes convulsiones e íntimas vinculaciones con el desarrollo político mismo, o sea por factores internos y externos a la disciplina. Es sobre todo esta última dependencia la que contribuye a que –pensando en comparaciones internacionales- cada Ciencias Política tenga características propias, influidas por el propio desarrollo político del país. Quien les habla viene de un país en el que hoy en día la Ciencia Política está bien enraizada en el panorama de las humanidades. Las reflexiones sobre la disciplina y sobre cómo enseñarla tienen este trasfondo histórico y contextual. </p><p>Cuando uno plantea una pregunta no siempre es importante recibir una respuesta. Los cuestionamientos pueden también impulsar reflexiones. La pregunta del título de nuestra charla se entiende como una invitación a tales reflexiones. Me voy a referir a cuatro dimensiones de reflexión: </p><p>La primera se refiere al campo o cuerpo de conocimiento que engloba la Ciencia Política. Allí se desarrollan dos ideas: por un lado, lo que son sus áreas para una diferenciación interna de la disciplina y, por el otro, lo que son las áreas propias necesarias para poder formar una disciplina temáticamente completa. </p><p>La segunda dimensión se refiere –tomando en cuenta el objeto de estudio de la Ciencia Política y sus consecuencias epistemológicas- a la lógica y la metodología de la disciplina.</p><p>La tercera dimensión se refiere a un método específico cuya enseñanza me parece de primer orden: el método comparativo. </p><p>La cuarta dimensión, finalmente, se refiere a la enseñanza de la disciplina en un nivel de abstracción que dista lo suficiente de la política cotidiana para que el alumnado entienda que política y Ciencia Política son dos cosas distintas, en primer lugar por los objetivos diferentes y los correspondientes tipos de argumentos que caracterizan sendos discursos. </p><p>1. Respecto a la primera dimensión: en términos generales, hay que diferenciar entre tres áreas que forman el cuerpo de materias de docencia en Ciencia Política.La primera área constituye la teoría política, que incluye en verdad tres campos: a) la historia de las ideas o la filosofía política, b) la teoría política moderna, o sea las grandes corrientes teóricas, las teorías de gran alcance y las metateorías o los paradigmas científicos y, finalmente, c) la metodología en ciencias sociales. La importancia de esta área tan heterogénea reside, en la enseñanza, en su contribución al desarrollo de un conocimiento de los fundamentos de la política en cuanto a lo normativo y a lo teórico por un lado, y lo metodológico en el estudio de la política por el otro. </p><p>La segunda área engloba a la política comparada, que incluye las tres dimensiones de la política que debido a limitaciones idiomáticas ni en alemán ni en castellano podemos diferenciar conceptualmente bien: polity, politics y policy, o sea la forma, el proceso y el contenido de la política. </p><p>La tercera área está conformada por las relaciones internacionales que incluyen por ejemplo la política exterior, las organizaciones internacionales, lo intergubernamental y –cada día más- lo intersocietal y, finalmente, lo supranacional, si nos referimos a procesos de integración. </p><p>Puede darse el caso de que un instituto de Ciencia Política ofrezca enseñanza adecuada en las tres áreas, pues están íntimamente vinculadas en términos de que la falta de una de ellas pone en peligro una comprensión cabal del fenómeno de la política. No en vano la Ciencia Política se entiende como ciencia integradora: el objeto de estudio, la política, no se define a través de un sólo concepto, una sola dimensión, un solo enfoque, un único método. La Ciencia Política, por consiguiente, no se define tampoco por una sola materia que conceptualmente se pueda asociar con la política.Se observa, sin embargo, que en algunos países las materias polity, politics y policy, están separadas en forma de una dispersión en institutos diferentes según las áreas señaladas. Incluso hay casos en que se han creado institutos separados en una misma universidad en el área de la política comparada. Hay razones en el campo de la investigación para enfatizar la especialización, pues como decía ya Max Weber a principios del siglo pasado (en La ciencia como vocación), “la obra realmente importante y definitiva es siempre obra de especialistas”. Sin embargo, en la enseñanza, me parece importante transmitir el alcance de la política en su expresión real y -aún más importante- la relación e interrelación de los fenómenos políticos de las diferentes áreas. Por ejemplo, si en relaciones internacionales la tesis más confirmada hasta hoy día es que Estados democráticos no conducen ninguna guerra entre ellos, es muy importante entonces que el estudioso conozca la democracia como forma (polity) y proceso (politics), las condiciones internas que llevan a que la democracia –en cuanto a resultado (policy)- se comporten a nivel internacional de manera de confirmar continuamente desde hace siglos esta regla. </p><p>Aún más ilustrativo es el caso de las dimensiones de la política en el área de la política comparada. Prácticamente no hay ningún fenómeno político en esta área por entender o explicar en el cual no estén involucrados aspectos de polity, politics y policy. Tomemos el caso de cualquier política pública: en el famoso círculo de una política pública (o policy cycle) entran desde un inicio de su desarrollo cuestiones del sistema político, de la institucionalidad dada, cuestiones de las relaciones de poder, de intereses y valores, la estructura de conflicto en el sistema de partidos políticos y los tipos de formación de consenso, etcétera. Si se diseñan políticas públicas sin tomar en cuenta esas variables de estructura y procesos, no se llega muy lejos. Si no se enseña la interrelación de las policies con politics y polity, el estudiante va a desarrollar un conocimiento poco realista, parcializado y poco adecuado de la política. </p><p>2. Respecto a la segunda dimensión, la analítica, quisiera hacer hincapié en la importancia que tienen la lógica y el método en la enseñanza de la Ciencia Política. Esta orientación es especialmente valiosa debido a la dificultad que el objeto de estudio, la política, contiene para su análisis. </p><p>La especial dificultad que enfrenta la Ciencia Política se hace notable, sobre todo comparando nuestra disciplina con la economía en cuanto a sus respectivos objetos de estudio y las consecuencias científicas o metodológicas que sus diferencias traen consigo. “Primero el economista observa” como decía Giovanni Sartori (La política. Lógica y métodos en ciencias sociales, pág. 62), “los comportamientos económicos, comportamientos guiados por un sólo criterio identificado y constante: llevar al máximo el beneficio, la utilidad o el interés económico. Segundo, los comportamientos económicos son expresables…en valores monetarios, es decir en valores cuantitativos”. Así, “el economista encuentra una medida incorporada a los comportamientos observados: el homo oeconomicus razona con números, con valores monetarios”. Con base en esto, el economista pudo desarrollar un lenguaje especial, cuyos conceptos, por ejemplo valor, costo, precio, mercado, están claramente establecidos y no vuelven a ser discutidos cada vez que se los utiliza. </p><p>El politólogo, sin embargo, observa comportamientos políticos guiados por éste u otro criterio, o sea, por criterios diferentes y cambiantes que por lo demás –en su gran mayoría- son difíciles de expresar en términos cuantitativos. Sus métodos, por un lado, tienen que contemplar la peculiaridad y la naturaleza sui generis de su objeto de estudio, y la lógica de la investigación. Por el otro lado, tiene que ser discutida con todos y cada uno de los diseños de investigación. Es obvio que la economía se encuentra en una situación científica privilegiada que tiene su origen en el carácter del objeto de estudio, a partir del cual –en el caso de la economía- fue posible un desarrollo de cientificidad menos cuestionado que en el caso de la Ciencia Política. Por esta enorme distancia que separa a la Ciencia Política de la economía, es conveniente referirse también a la interrelación entre ambas ciencias sociales y recordar lo que el erudito economista Albert O. Hirschman (ya en 1979) puso de manifiesto. Hirschman diferenció entre tres categorías: valoró positivamente la posibilidad de la interacción entre ambas disciplinas, por ejemplo cuando la Ciencia Política podría aprovechar en sus estudios los resultados científicos de la economía. También valoró como positiva la interacción en áreas donde los objetos de estudio en economía y en política ostentan estructuras análogas, llamando la atención al campo limitado de objetos que presentan estas condiciones. En términos generales, estimó positiva estas dos categorías de interacción porque se respeta la autonomía de lo político. </p><p>Vale la pena repetirlo: los conceptos en Ciencia Política no alcanzan el grado de homogeneidad y constancia que tienen aquellos del lenguaje del economista, lo que obliga a enseñar su contenido plural, su natural vinculación con intereses cognoscitivos y valores en el lenguaje político y los criterios de su formación conforme a reglas y circunstancias para su uso en el análisis pollitológico. Una de las mayores necesidades de la enseñanza de nuestra disciplina consiste en transmitirle al alumnado que los conceptos no sólo son fundamentales para el análisis y el diálogo científicos, que su definición no es solo una conditio sine qua non del conocimiento científico, sino que además tienen que alejarse de ontologismos y esencialismos y corresponder a criterios de utilidad científica.La definición de un concepto no equivale a una profesión de fe para encarnar una verdad propia del estudioso, sino a un examen lógico de su alcance, es decir sus límites (lo que incluye, lo que excluye) y su adecuación semántica a los objetivos de conocimiento. Para dar un ejemplo: la democracia es un concepto sin definición precisa universalmente aceptada. Se la puede definir en términos de Robert A. Dahl (1971), quien hizo hincapié en dos criterios: participación y pluralismo político. Es una definición por cierto estrecha y limitada, pero bien operacionalizable y mensurable. Es evidente que cada uno de nosotros podría preferir una definición más amplia, más esencialista, más normativa, en la cual entrara todo lo bueno y lo hermoso de un orden deseado. Sin embargo, tal concepto no serviría mucho para el análisis científico, pues si cada uno tuviera su concepto normativo del fenómeno en estudio, resultaría difícil llegar a resultados intersubjetivamente transmisibles. </p><p>Otra dificultad se presenta al ampliar el concepto del fenómeno en estudio de tal manera que algunos factores que interesan ser investigados respecto a su relación, entren como elementos del mismo concepto. El origen de esta conceptuación equivocada reside en confundir el ámbito del problema con el concepto mismo, como bien me señaló mi asistente de investigación Claudia Zilla. Un buen ejemplo de esto lo brinda, nuevamente, el concepto de democracia, cuando se le incluyen también los problemas que la atañen, por ejemplo su relación con la sociedad. Esto se da cuando se define como democracia sólo a aquel sistema político que se erige sobre las bases de una sociedad democrática. Con esta conceptuación se pierde de vista la relación política y científicamente importante entre tipo de sistema político y tipo de sociedad en términos de una homogeneidad necesaria, en términos de desfases y consecuencias y en términos de su desarrollo en el tiempo. </p><p>Al estudiantado se le debe enseñar la formación y el uso de las clasificaciones, de los tipos, de los tipos ideales y de las tipologías, sus funciones y alcance científico. Hace poco, un ejercicio con un grupo de posgraduados me puso en evidencia la falta de práctica en eso. En Ciencia Política trabajamos mucho con dicotomías y trilogías o tríadas. El ejercicio constaba en encontrar, en el mundo de las formas políticas, alternativas que correspondieran a este tipo de ordenamiento de los fenómenos. Ninguna de las cinco respuestas que recibimos fue correcta. O no se respetaba el objeto, las formas de gobierno o se mezclaba el objeto con algo que no se refería al objeto, o los fenómenos que se mencionaban no eran de carácter disyuntivo.En resumen: vale poner énfasis en la enseñanza de la Ciencia Política en la lógica del conocimiento. Hay que enseñar a pensar lógica y sistemáticamente. Lo que equivale a enseñar a diferenciar en lo conceptual entre niveles de abstracción, categorías, diferencias de grado, etcétera. Saber diferenciar hace la diferencia entre un interesado y un estudioso de la política. </p><p>3. Respecto a la tercera dimensión y la sugerencia de enseñar el cómo comparar, vale distinguir entre dos líneas de comparación: la comparación histórica y la comparación internacional. Según mi experiencia, la comparación histórica es la que se ejerce fácilmente en América Latina. En dialogo con cientistas sociales de la región me ocurrió bastante veces que una pregunta acerca de la estructura -por ejemplo- del sistema de partidos me fuera contestada mediante un recuento de la historia de los partidos políticos. O sea, la entrada a la reflexión politológica en la región es más bien histórico-cronológica y mucho menos sistemático-comparativa. La enseñanza tendría que favorecer esta última perspectiva, nutriéndose de comparaciones internacionales que constituyen las bases para tipologías y apreciaciones empíricas. Pues es importante señalar que para bien diferenciar y valorar un fenómeno es imprescindible compararlo.El comparar, sin embargo, no es tan sencillo y tiene que ser aprendido. Lo primero que hay que enseñar es que comparar implica escoger prudentemente con qué comparar dentro de un alto número de posibles referentes. Vale reflexionar sobre cual referente es racionalmente el más adecuado, el más plausible y evitar escoger un referente científicamente poco válido, pues la comparación se presta también a confusiones y distorsiones que -en el campo político o cuando el cientista sólo opina y se mueve en la política- a veces son intencionadas. </p><p>Lo segundo que vale destacar en este contexto es el carácter del método científico de la comparación, a mi modo de ver el método más típico de la Ciencia Política. Enseñar a comparar significa de este modo familiarizar al alumnado con el método más importante de la Ciencia Política. Sin embargo, no existe ninguna receta del método comparativo válida para cualquier caso en estudio. Por otra parte, el método comparativo consta de diferentes estrategias de investigación que consisten en jugar en el diseño de la investigación con la homogeneidad y la heterogeneidad del contexto, por un lado, y con la concordancia y diferencias de variables, por el otro. Cada diseño de investigación debe ser estructurado acorde a las propias características del material en estudio y del interés de conocimiento. El método comparativo se aplica en estudios cuantitativos y cualitativos, cada uno con su metodología específica, y dentro de cada área con variantes. De modo que, al tomar la decisión de aplicar el método comparativo, no está resuelta la cuestión del método, sino que recién ahí empieza justamente la reflexión metodológica. </p><p>Dado que el método comparativo es el método en las ciencias sociales pensado para sustituir al método experimental (véase al respecto los clásicos de J.St. Mill y E. Durkheim), la enseñanza de la Ciencia Política debería abordar también la cuestión de la causalidad en las ciencias sociales. Abundan tesis monocausales y unilineales en nuestra disciplina, resultadas del tipo de formación de teorías deductivistas. Respecto a la comparación, ella abre las perspectivas adecuadas para el estudio de casos empíricos que pueden operar como casos de control. Es importante enseñar la función de la comparación como instrumento de comprobación o falsificación de las teorías. Por lo demás, la comparación induce a la formación de teorías de tipo inductivista. </p><p>Relacionado con esta diferencia de génesis de las teorías, es importante enseñar los tipos de teorías que se formulan en nuestra disciplina, los tipos de teoría micro, macro, específicas y universales, etcétera y señalar que las teorías de medio alcance, es decir, las que mantienen relación con el espacio y el tiempo, son las más adecuadas y mejor experimentadas en Ciencia Política. </p><p>4. Respecto a la cuarta dimensión, no sólo la reflexión científica necesita cierta distancia del quehacer político cotidiano, sino también la enseñanza de la Ciencia Política. </p><p>Es bien notorio el interés en Chile y América Latina por referirse con prioridad a la política misma del momento, por intercambiar opiniones al respecto: existe la tentación de que el intercambio se politice, que la posición ideológica sustituya al argumento razonable, que la contingencia política se apodere de la Ciencia Política de modo que –al final de cuentas- la Ciencia Política se percibe como parte de la política. Recuérdense los tiempos de las ciencias sociales comprometidas, cuando incluso se postulaba que las ciencias sociales tendrían que ser parte integral de la lucha por la revolución social y política. Es cierto que la Ciencia Política no es neutra, no es objetiva en términos de que se pueda desvincular totalmente de intereses cognoscitivos, de valores y de objetivos social-tecnológicos. Sin embargo, estos parámetros tienen su plena legitimidad sólo en el contexto del surgimiento de una investigación y en el de la aplicación de sus resultados, pero tienen que suprimirse o desaparecer en el contexto interno de argumentación científica. </p><p>Aquí vale el argumento bien probable o bien probado, la teoría bien comprobada o refutada por el control empírico o de consistencia teórica. Para que este proceso argumentativo en el desarrollo de la investigación tenga su lugar también en la enseñanza de la Ciencia Política, parece conveniente distanciarse de la “sterile aufgeregtheit” (excitación estéril) de la política cotidiana, como diría Max Weber (en La política como vocación), y plantear la enseñanza de la Ciencia Política a un nivel de abstracción más alto, algo lejano y fuera de la política, donde sea posible observar la política sine ira et Studio. </p><p>Estoy llegando al fin de mi ensayo. Para resumir: mis reflexiones originadas en la pregunta de cómo enseñar Ciencia Política, conducen a sugerir cuatro orientaciones.La primera sugerencia se refiere al cuerpo material o de contenido de la disciplina, consistente en enseñar la Ciencia Política de modo de integrar a las diferentes áreas de la disciplina. </p><p>La segunda sugerencia se refiere a las herramientas conceptuales de la disciplina y consiste en enseñar a saber diferenciar. </p><p>La tercera sugerencia se refiere a la perspectiva analítica de la disciplina, consistente en enseñar el arte y método de saber comparar. </p><p>La cuarta sugerencia se refiere a la argumentación científica (en alemán Begründungszusammenhang) de la disciplina y consiste en enseñar la capacidad de abstraer. </p><p>Quisiera terminar con una observación final: las últimas tres sugerencias se pueden resumir en una sola que tiene un alcance mayor a la de la enseñanza universitaria de la Ciencia Política; reside en sustituir la cultura de la opinión por la cultura del argumento. Aunque con un significado que va más allá de la universidad, es en sus aulas donde este proceso debe iniciarse.</p><p>Dieter Nohlen estudió ciencia política, historia y literatura francesa en las universidades de Colonia, Montpellier y Heidelberg. Es profesor titular emérito de la Universidad de Heidelberg, Alemania. </p><p>Autor de un sinnúmero de libros en idioma alemán, inglés y castellano, con traducciones a otros idiomas. Entre los escritos en castellano e inglés destacan: Sistemas electorales del mundo (1981), Presidencialismo versus parlamentarismo (1991), Descentralización política y consolidación democrática (1991), Enciclopedia electoral latinoamericana y del Caribe (1993), Sistemas electorales y partidos políticos (1994, 3a. ed. 2004), Elections and Electoral Systems (1996), Tratado de derecho electoral comparado de América Latina (1998, 2a. ed. 2006), El presidencialismo renovado (1998), Elections in Africa (1999), Elections in Asia and the Pacific (2 tomos, 2002), El contexto hace la diferencia (2003, editado por Claudia Zilla), Elections in the Americas (2 tomos, 2005), Diccionario de Ciencia política (2 tomos, 2006) y El institucionalismo contextualizado (2006, editado por Richard Ortiz Ortiz).Nohlen fue galardonado con el Premio Max Planck de Investigación (1990), el Premio Libro del Ano (1995), el Premio de Investigación sobre España y América Latina (2000) y el Diploma honoris causa de Administración Electoral de la Universidad Panthéon Paris II (2005).<br /></p>Martín Tanakahttp://www.blogger.com/profile/06050485380124561809noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-3998790288318316359.post-62175270647285099802007-02-09T18:00:00.000-08:002007-02-11T10:34:21.089-08:00Racismo, exclusión, marginalidad y CVR<img id="BLOGGER_PHOTO_ID_5029722892316222482" style="FLOAT: left; MARGIN: 0px 10px 10px 0px; CURSOR: hand" alt="" src="https://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEggmD6KwIYiKOwus11JD1ixSXivzVG4_Qb5P_e-KiZz6ORBKjnhVlJixlvlhvv2tZ7qdYUnCAhbomUPTVTi564ps81ah_hscr1IlCvblKpdCrzH18tNBtGt5Pg6oiuMk4QZyEdPbBxZKMSf/s320/yuyanapaq.jpg" border="0" /><br /><div></div><div></div><div>(...) </div><br /><div></div><div>Un segundo tema que me parece muy importante plantear a partir de la evaluación del papel de los partidos durante los años del conflicto armado interno es un tema muy de fondo que plantea el informe de la CVR: cómo fue posible que se desarrollara en el país un conflicto tan grave y cruento, y por qué ni los partidos ni la sociedad civil en su conjunto actuaron de maneras más decididas y adecuadas; y qué agenda y tareas para el futuro se desprende de ello, especialmente para los partidos. En la medida en que éstos son los llamados a representar los intereses de la sociedad, expresar sus necesidades y demandas, ¿por qué no lo hicieron propiamente durante los años del conflicto armado interno? ¿Qué lecciones deja esto para los partidos hoy, que buscan reencontrarse con la población y adecuarse a la nueva ley de partidos y diversos cambios institucionales en marcha?<br /><br />Según el informe de la CVR, la magnitud, duración y dinámica del conflicto expresaría algo muy profundo de la naturaleza del país, que va más allá de las relaciones entre civiles y militares, o de las debilidades institucionales del régimen democrático. Expresaría sus fracturas fundamentales[1]. ¿Cuáles serían éstas y cómo analizarlas? Creo que el informe final de la CVR muestra una cierta ambigüedad entre lo que llamaría el énfasis en la exclusión y el énfasis en la marginalidad. La diferencia no es solamente una exquisitez académica. Hablar de exclusión supone hablar de un orden compartido donde hay privilegiados y excluidos, donde unos se imponen a otros, y la tarea es romper con las barreras que impiden el acceso de los subordinados a ese orden. Las tareas que derivan de este diagnóstico pasarían por el reconocimiento de derechos, la apertura de espacios de participación, por ejemplo. Hablar de marginalidad es algo totalmente diferente. Acá el problema es precisamente que no existe un orden compartido, más precisamente que en el Perú hay un orden básico, que a mi juicio es el de una modernidad y una democracia precarias, pero modernas y democráticas al final; y el drama es que hay bolsones de población significativos que han quedado desconectados de ese Perú; a esa población, el reconocimiento de derechos o los espacios participativos simplemente no los afecta ni concierne. En este caso, de un lado hay indiferencia, y del otro, ausencia de “voz”, escasas capacidades de acción colectiva y movilización, con lo que terminan siendo sistemáticamente desatendidos. Llegar a estos sectores implica iniciativas específicamente dirigidas a esos sectores, que requieren de una gran voluntad política de las élites, porque, precisamente por su marginalidad, no cuentan en los cálculos políticos[2].<br /><br />Veamos esto con más detalle, empezando por la lectura de la exclusión. Véase por ejemplo el acápite 2, “Violencia y desigualdad racial y étnica”, del capítulo 2, “El impacto diferenciado de la violencia”, dentro del tomo VIII, que está a su vez dentro de la segunda parte del informe final (“Los factores que hicieron posible la violencia”). En ese acápite se desarrolla el argumento de la indiferencia y del racismo, y se señala que:<br /><br /><em>“Aunque el conflicto se desató en Ayacucho desde mayo de 1980, diversos sectores del país fueron prácticamente indiferentes a la tragedia, hasta que la violencia alcanzó también a quienes eran considerados como ciudadanos de pleno derecho. Dos hechos resultan paradigmáticos al respecto: la masacre de ocho periodistas en la comunidad de Uchuraccay el 26 de enero de 1983 y la explosión de un coche bomba en la calle Tarata del distrito limeño de Miraflores el 16 de julio de 1992. Sólo cuando ocurrieron estos sucesos, muchos peruanos sintieron que la violencia también les afectaba. No ocurrió esto en los procesos de violencia ocurridos en Argentina, Chile y Uruguay, donde sí existe una memoria pública influyente sobre lo ocurrido, aunque el número de víctimas fue menor que en el Perú. Esta comparación revela una de las dimensiones complejas de la violencia peruana: la distinta valoración de las víctimas. Debido al racismo y la subestimación como ciudadanos de aquellas personas de origen indígena, rural y pobre, la muerte de miles de quechuahablantes fue inadvertida por la opinión pública nacional” (íbid., p. 90).<br /></em><br />Este tipo de aproximación está presente en varias partes del informe final, ver por ejemplo el prólogo de Salomón Lerner al mismo, entre muchos otros pasajes. En el debate público, se suele apelar también al argumento de la indiferencia y del racismo para resaltar el desconcertante hecho de que la CVR haya estimado en cerca de 70,000 el número de víctimas del conflicto armado interno, casi el triple de la cifra de 25,000 que se manejaba hasta entonces. ¿Cómo tantas muertes pudieron pasar desapercibidas? La respuesta sería por la indiferencia de la opinión pública en las ciudades y de las élites políticas y sociales frente a lo que pasaba en el campo, y sería muestra de que el país estaría marcado por la exclusión y subordinación de esos sectores[3].<br /><br />Sin embargo, el informe también permite otra lectura, a mi juicio más adecuada, y pone retos, me temo, más difíciles hacia delante; esta sería la lectura de la marginalidad. En esta línea, el país en 1980 daba un paso decisivo en un proceso que provenía de décadas atrás, signado por mayor integración, democratización social y modernización, por medio de la instalación de un régimen democrático plenamente incluyente. Y el conflicto iniciado por Sendero iba a contracorriente de los procesos más importantes que vivía el país, y se asentó allí donde esos procesos eran inacabados o inexistentes. Según el informe de la CVR[4], el conflicto fue más acentuado en las zonas de “procesos de modernización inacabados”, específicamente el nororiente, donde el tema del narcotráfico es central, la selva central (afectando fundamentalmente a los asháninkas y colonos), algunos centros en las ciudades, pero fundamentalmente en las “sociedades rurales de alta conflictividad”:<br /><br /><em>“no todo el ámbito rural fue receptivo a la prédica y a las acciones de los grupos alzados en armas. Las sociedades rurales con campesinos beneficiarios de la reforma agraria (los valles de la costa peruana, la zona norte de Cajamarca, el Valle Sagrado en Cusco) o espacios comunales con recursos y alta integración al mercado (el valle del Mantaro, por ejemplo), tendieron a mantenerse al margen de la violencia” (tomo I, sección primera, “Exposición general del proceso”, capítulo 2, “El despliegue regional”, p. 79).<br /></em><br />Por el contrario, la violencia fue más intensa cuando involucró conflictos entre comunidades y empresas asociativas, o cuando se trató de conflictos “privatizados”, e internos al mundo comunal, en contextos de extrema pobreza rural:<br /><br /><em>“Estos eran […] contextos rurales muy pobres con mayoría de población quechuahablante y analfabeta, por lo cual nunca habían estado integrados a través del voto en los procesos electorales. Eran zonas mal comunicadas con los mercados, inmersas en sus propios problemas [subrayado mío], desestabilizadas por antiguos conflictos de linderos o por el acceso diferenciados a tierras y sometidas a situaciones de abuso de poder o del ejercicio ilegitimo del poder” (íbid., p. 81).<br /></em><br />¿De qué situaciones de abuso hablamos?:<br /><br /><em>“Diversas situaciones de conflicto y descontento fueron la puerta de entrada del PCP-SL. Casos de antiguos conflictos entre anexos y capitales de distrito, que monopolizaban el poder local y eran sedes de pobladores con más recursos, suscitaron ataques y asesinatos (juicios populares) que tuvieron la adhesión de los más pobres (los anexos). [En otros casos] la poca aceptación de los comuneros del discurso y la práctica del ‘nuevo poder’ llevó a un conflicto más bien generacional de enorme violencia: el de jóvenes con mayor educación, pero aún sin acceso a recursos, radicalizados por la prédica del PCP-SL, contra los adultos (sus padres) reaccionarios” (ibidem, p. 82).<br /></em><br />Pocos han reparado a mi juicio en el hecho de que una parte significativa (aunque difícilmente cuantificable) de las muertes registradas por la CVR, si bien se dan en el contexto de la guerra, no se dan estrictamente por la intervención del senderismo o las FF.AA., y no responden al esquema de una población inerme “entre dos fuegos”. Estas muertes se dan porque la población o sectores de ella aprovecha la presencia de actores armados para “ajustar cuentas” y resolver por medios violentos (en ocasiones excesivamente sanguinarios) conflictos al interior de las comunidades o entre éstas. Así, encontramos casos de acusaciones de “soplonaje” ante el senderismo o acusaciones de colaboración con los “terrucos” ante el ejército, para propiciar represalias. Se trata de conflictos de distinto tipo: disputas por propiedad de tierras, linderos, acceso a pastos o aguas, que se exacerban por la ausencia de instituciones capaces de administrar justicia[5]. En informe de la CVR presenta casos de varios tipos: algunos de ellos en efecto presentan a una población atrapada entre dos fuegos, pero en otros la población aparece tomando iniciativas y aprovechando la situación de la guerra para dirimir conflictos inter e intra comunales.<br /><br /><em>“De esta manera, a mediados de los años ochenta, cada vez más campesinos se ven involucrados en la guerra. La noción de un campesinado atrapado entre dos fuegos se ajusta cada vez menos a la realidad. Ahora son actores de la guerra y la guerra campesina contra el Estado que había propagado el PCP-SL concluyó, en muchos casos, en enfrentamientos entre los mismos campesinos [subrayado mío]”</em><em>[6]</em><em>.<br /></em><br />Estas muertes suelen ser atribuidas mayormente a Sendero, lo que, si bien es correcto, no deja ver que detrás de la acción de comisarios políticos, de la “fuerza principal” senderista se encontraba “la fuerza local” y la “fuerza de base”, “conformada en su totalidad por los habitantes de los poblados en donde había incursionado Sendero Luminoso y eran captados […] constituían la reserva de la Fuerza Local y de la Fuerza Principal. En general, no contaban con armas de fuego, sino con otras elementales, lanzas, machetes, etc. Servían básicamente para tareas de vigilancia, almacenamiento, etc. Y acompañaban a las FP o FL cuando hacían incursiones en otras comunidades a las que había que dominar” [subrayado mío] (tomo II, sección segunda, “Los actores del conflicto”, capítulo 1, “Los actores armados”,apartado 1, “El Partido Comunista del Perú – Sendero Luminoso”, p. 98). Kimberly Theindon (2004) llama la atención de cómo la participación de las comunidades en incursiones de sendero hoy trata de ser ocultada, y cómo los campesinos se presentan ahora como víctimas y no como victimarios:<br /><br /><em>“En el centro-sur (…) Las comunidades fueron tildadas de ´zonas rojas´ y, dado el resultado del conflicto armado, esta historia confiere un estigma vigente hasta hoy (…) Además, si bien satanizar al PCP-SL es socialmente aceptado, hay mucho menos espacio discursivo para hablar de por qué se apoyó a Sendero. Hay un contrato ´Faustiano´ aquí: los campesinos centro-sureños pueden ejercer influencia hoy si retrospectivamente adoptan el papel de víctimas durante el conflicto armado interno. Cuanto menos se presenten como protagonistas en ese entonces, más persuasivos serán sus reclamos frente al Estado ahora. Así, la gran mayoría de los miembros de estas comunidades intenta construir sus narrativas a una notable distancia de cualquier simpatía por Sendero” (p. Theidon, 2004, p. 232).<br /></em><br />El punto que quiero enfatizar es que estamos hablando de zonas rurales pobres, mal comunicadas, “inmersas en sus propios problemas”, aisladas, envueltas en conflictos entre padres e hijos en las comunidades, o entre caseríos y anexos y capitales de distrito, es decir, conflictos privatizados, usando el término que emplea la CVR, en donde tenemos una suerte de orden pre-hobbesiano; situación acentuada por la dinámica de un conflicto en el que la ausencia de un Estado de derecho, de una autoridad legal legítima, y por supuesto sin partidos o gremios y organizaciones sociales consolidados, llevó a que se terminara instaurando una suerte de “estado de naturaleza” en el que afloraron diversos conflictos locales con un alto grado de violencia. Así por ejemplo, cuando la CVR analiza “La violencia en las comunidades de Lucanamarca, Sancos y Sacsamarca”, señala:<br /><br /><em>“… el ´nuevo Estado´ que el PCP-SL ofrecía se construía en una realidad cultural y política compleja, que haría de la violencia un vaso de agua rebalsado por pequeños conflictos locales. Así, lo que en un primer momento significó orden, terminó convirtiéndose en un escenario teñido por pequeños conflictos locales y familiares que exacerbaron los conflictos previos. La transformación del comportamiento en el contexto del conflicto armado interno muestra cómo los campesinos alteraron sus valores a tal punto que, en ciertas circunstancias, fueron capaces de llegar a matar a sus vecinos y familiares” (p. 68)</em><em>[7]</em><em>.<br /></em><br />Siendo las cosas así, algunos fenómenos pueden mirarse de maneras diferentes. Por el ejemplo, cómo fue posible que si el número estimado de víctimas por la CVR es de 70,000 sólo hayamos tenido registro de unos 25,000, por obra de instituciones defensoras de los derechos humanos y de la Defensoría del Pueblo. Si muchas de las muertes son producto de esos conflictos privatizados, no tenía sentido denunciarlos ante autoridades u organismos de derechos humanos. Más bien, la lógica es encubrirlos; detrás de la enorme diferencia de números no habría habido indiferencia o racismo por parte de las instituciones del Estado, sino una lógica de ocultamiento de conflictos locales por parte de los propios protagonistas. Esto ayuda a entender también el escaso entusiasmo con el informe de la CVR entre las propias víctimas del conflicto armado interno, en las zonas más afectadas por éste, más allá de algunas organizaciones de familiares de desaparecidos y de organizaciones de defensa de los derechos humanos.<br /><br />Esto nos permite también reexaminar la discusión sobre la supuesta “indiferencia” de la sociedad peruana ante las muertes que ocurrían en el campo, y el supuesto racismo que expresaría. Se dice que los habitantes en los centros urbanos sólo reaccionaron en el momento final del conflicto, y que ellos sería expresión de racismo. La relación entre una cosa y la otra no es para nada evidente. En realidad, es totalmente lógico que los habitantes de las ciudades se preocuparan más por la violencia cuando la tuvieron cerca, que cuando la tenían lejos, en el campo. Los datos que proporciona la CVR muestran precisamente que sólo en los últimos años del conflicto la violencia se intensificó en las ciudades: el número de atentados y muertos en la ciudades, alcanzó su punto más alto entre 1988 y 1993, especialmente entre 1991 y 1993. ¿No es un comportamiento más bien lógico y esperable el de los habitantes de las ciudades[8]?<br /><br />Considero que el argumento que enfatiza el tema de la indiferencia y el racismo para dar cuenta la dinámica del conflicto es atractivo por ser políticamente correcto, aunque en realidad no sea el más adecuado. Esto no significa por supuesto negar que el racismo sea un problema en el Perú, y que haya intervenido en otros aspectos de los temas estudiados por la CVR. Pienso que el problema del racismo es en sí mismo lo suficientemente serio como para, además, magnificarlo innecesariamente[9]. Esto permite mirar también de otra manera la actuación de las élites políticas y partidarias y la magnitud de los desafíos por delante.<br /><br />Considero que, en realidad, la mayor parte del país, y por supuesto nuestra élite política, era parte de los desordenados procesos de modernización y democratización social que venían de décadas atrás, lo que Matos Mar llamó el “desborde del Perú informal” (1984); en la década de los años ochenta, tres grandes proyectos políticos (derecha, APRA, izquierda), herederos a su vez de las tres grandes tradiciones políticas modernas del país (el social cristianismo, el aprismo y el socialismo) se disputaban el rumbo del país; la intensidad de esa disputa política hizo que los partidos desatendieron el drama de la violencia, porque afectaba sectores desenganchados de los procesos políticos y sociales fundamentales que vivía el país[10]. Esto se expresó, por ejemplo, que para predecir la aprobación a la gestión de los presidentes en la década de los años ochenta mucho más importante era el desempeño de la economía y el control de la inflación, que la dinámica de la violencia, expresada en número de atentados o número de víctimas[11].<br /><br /><br />[1] Ver en el tomo VIII, el capítulo 1, “Explicando el conflicto armado interno”, p. 23-45, dentro de la segunda parte del informe final, “Los factores que hicieron posible la violencia”.<br />[2] Presenté de manera preliminar estas ideas en Tanaka, 2004. Esta discusión me parece uno de los temas fundamentales que ha puesto sobre la mesa el informe de la CVR, y no ha sido tomando en cuenta, obviamente, por los detractores del mismo, pero tampoco por quienes lo respaldan. En general, tengo la impresión de que el informe, lamentablemente ha sido poco leído, tanto por los que lo critican como por aquellos que lo respaldan, siendo que cada cual lo evalúa desde sus propios prejuicios y prenociones.<br />[3] Este tipo de lecturas van en sintonía con planteamientos de intelectuales como Flores Galindo (1896) o Manrique (1986) en la década de los años ochenta.<br />[4] Ver especialmente en el tomo I, el capítulo 2, “El despliege regional”, dentro de la sección primera, “Exposición general del proceso”; y también en el tomo IV, el capítulo 1, “La violencia en las regiones”, de la sección tercera, “Los escenarios de la violencia”.<br />[5] Mucho de esto se encuentra en el examen de varios de los acápites del capítulo 2, “Los casos investigados por la CVR”, dentro del Tomo VII, parte de la sección cuarta, “Los crímenes y violaciones de los derechos humanos”.<br />[6] Ver acápite 5, “Los comités del autodefensa”, dentro del capítulo 1, “Los actores armados”, dentro del tomo II, p. 290.<br />[7] Ver “La violencia en las comunidades de Lucanamarca, Sancos y Sacsamarca” (apartado 2); también “Los casos de Chungui y de Oreja de Perro” (apartado 3), y “El caso Uchuraccay” (apartado 4), todos del capítulo 2, “Historias representativas de la violencia”, en el tomo V; ver también “La batalla de Puno, ya citado. En todos estos casos se llama la atención de cómo se entrecruzó la dinámica del conflicto armado con conflictos locales. En varios trabajos Kimberly Theidon ha mostrado este ángulo del conflicto, cómo se trató de una violencia “entre prójimos”. Ver Theidon, 2004 y 2000.<br />[8] Ver en el tomo I, el capítulo 2, “El despliege regional”, dentro de la sección primera, “Exposición general del proceso”; y el Tomo IV, que comprende el capítulo 1, “La violencia en las regiones”, de la sección tercera, “Los escenarios de la violencia”, especialmente las partes dedicadas a Lima y las zonas urbanas.<br />[9] Sobre el racismo ver el acápite “Violencia y desigualdad racial y étnica”, del capítulo 2, “El impacto diferenciado de la violencia”, dentro del tomo VIII, a su vez dentro de la segunda parte del informe final, “Los factores que hicieron posible la violencia”.<br />[10] Ver Tanaka, 2005. Una visión crítica puede verse en Pajuelo, 2004.<br />[11] Sobre el punto ver Carrión, 1992.</div>Martín Tanakahttp://www.blogger.com/profile/06050485380124561809noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-3998790288318316359.post-16625893942878667132007-02-02T08:21:00.000-08:002007-02-02T08:25:17.450-08:00Así se trabaja en google...<em>¿cuánto se parece tu ambiente de trabajo? ¿Cuánto se promueve la creatividad? Tomado de El País, del 21 de enero. </em><br /><br /><br />Estos hombres y mujeres gestionan la maquinaria que atiende unos 1.000 millones de consultas diarias. Entramos en Googleplex, el cerebro desde el que se gestiona el buscador más influyente de Internet. Un enorme centro de poder que factura en torno a 10.000 millones de dólares anuales y donde no hay horarios, los empleados van en patinete y el secretismo es la norma.<br /><br />¿Qué hay dentro de la mente de un googler?, pregunta uno de los ingenieros de la compañía. Sus compañeros empiezan a responder: Ilusión. Sorpresa. Cambio. Indiferencia. Un plan B. Más ilusión. Las opiniones aparecen pintarrajeadas en un tablero de ideas; así es como llaman internamente a las decenas de pizarras que hay por todo Googleplex, la sede central de Google, en plena California. Las pizarras reflejan las ideas, ilusiones, bromas e inquietudes de 3.000 cerebros que están detrás del creciente éxito e influencia de la compañía más importante de Internet.<br /><br />Son los ingenieros informáticos más brillantes del mundo. Son también los que más dinero ganan, los que mejor comen, los que más se divierten y los que más fácilmente pueden dedicarse a explorar sus propios intereses dentro de su tiempo de trabajo. Pero son también los que más han tardado en conseguir su empleo (han tenido que pasar hasta ocho entrevistas) y los que más sufren la presión de tener que innovar a cada minuto. Google no parece querer ostentar cada día el récord mundial en lanzamiento de productos, así que trabajar aquí exige tener el cerebro en marcha en todo momento, incluido ese que uno aprovecha para aislarse hasta de los propios pensamientos. En los aseos de Google hay ejercicios matemáticos colgados de las puertas. Ni siquiera entonces los ingenieros de Google dejan de pensar.<br /><br />Atraemos a mucha gente inteligente, confirma Eric Schmidt, el presidente de la compañía. Google, explica, contrata a unas cien personas a la semana; la única manera de alimentar la maquinaria de una compañía que, según Deloitte, es la que más rápido ha crecido en la historia: sus ingresos han aumentado un 437% en cinco años: desde los apenas 200.000 dólares que facturaba en 1999 hasta los más de 961 millones de 2003. Dan Farber, editor de la prestigiosa publicación tecnológica Cnet, explica: Google experimenta una fase de hipercrecimiento. Es la evolución natural de una empresa que tiene un éxito constante, el liderazgo en el mercado más dinámico del mundo [Internet] y la confianza interna, la absoluta creencia, de que puede tener éxito en todo lo que intente.<br /><br />Google trabaja en 112 países, pero el corazón de todo su negocio o mejor, su cerebro está en Mountain View, en pleno Silicon Valley, la meca tecnológica mundial. Googleplex no es una ciudad, ni siquiera un parque tecnológico. Es un conjunto de edificios situados a cierta distancia, que los googlers recorren a pie, en bicicleta o en patinete. El campus está a una hora en tren de San Francisco, y a un tiempo indefinido en coche, así que, para que sus empleados aprovechen productivamente los atascos, Google ha puesto a su disposición varios autobuses gratuitos que realizan diariamente el recorrido entre la ciudad y la empresa. En los autobuses hay acceso inalámbrico a Internet. Los ingenieros pueden de ese modo usar sus ordenadores portátiles para trabajar mientras se desplazan al trabajo o vuelven a sus hogares. Ya no pueden perder el tiempo ni en los baños ni en los atascos.<br /><br />Tampoco en las cafeterías. Dicen que Google sirve las mejores comidas de todo Silicon Valley, cortesía de su primer cocinero, Charlie Ayers, antiguo chef de Grateful Dead. Según explica Ayers en el libro Google, de David A. Vise, los fundadores de la compañía, Larry Page y Sergey Brin, querían que sus trabajadores fueran productivos y no perdieran tiempo al salir de la empresa para comer, así que le pidieron que las comidas fueran sanas, variadas y sabrosas. Lo son. Hay una cocina en cada planta de cada edificio, con bebidas, fruta fresca y tentempiés. Todo gratis. Y hay 11 cafeterías, entre ellas una de comida orgánica, donde todo lo que se consume ha sido cultivado allí. Es parte de su declaración culinaria de intenciones, que luce en las paredes: la comida será fresca, se usarán distribuidores locales, y se animará la creatividad de los cocineros.<br /><br />Google tiene también una declaración de intenciones: organizar la información, y hacer que sea accesible desde cualquier lugar. Puede parecer simple y hasta naif, pero la frase resume toda la estrategia de este buscador, el primero de la Red, que atiende unos mil millones de peticiones al día. Es la idea que llevó a dos jóvenes universitarios a montar un buscador de Internet que funcionara de verdad.<br /><br />Louis Monier, creador del buscador Altavista, el líder hasta que apareció Google, trabaja para su antigua rival. Y explica: Buscar es una actividad central en Internet, está en su mismo origen. Pero buscar es un término muy simple para describir una actividad muy complicada. Pongamos que un internauta introduce la palabra Saturno en su buscador. Espera que sepa discernir si se habla de un planeta o una marca de coches, si busca comprar o vender, quiere documentos o imágenes. Antes de Google, además, los buscadores se limitaban a organizar los resultados por el número de apariciones de la palabra en una página, y no por la importancia de ésta.<br /><br />Los fundadores de Google investigaron cómo convertir la relevancia de una web en un algoritmo matemático. Volviendo al ejemplo, si uno busca datos sobre el coche Saturno, lo más probable es que quiera, en primer lugar, información oficial de la compañía, y no las miles de páginas que mencionan el planeta. Brin y Page decidieron que la mejor manera de determinar si una página era relevante para una búsqueda era premiar el número de veces que era enlazada por otra. Es probable, seguía el razonamiento, que las críticas o artículos que hablan del Saturno contengan enlaces a la página principal de la compañía, así que ésa es la más importante para el usuario. Fue la primera vez que un buscador introducía relevancia social además de conceptos tecnológicos.<br /><br />Brin y Page convirtieron su idea en la patente 6.285.999 y, como fanáticos de las matemáticas, dedicaron su nombre al número que representa un 1 seguido por 100 ceros, aunque lo deletrearon mal, es googol en vez de google. Cuando se dieron cuenta, ya era tarde. La idea era un éxito total. El buscador funcionaba a la perfección, y la página era blanca, limpia, clara. Se cargaba a toda velocidad, en unos tiempos en que Internet andaba en taca-taca. Prescindía de publicidad (sólo después decidió insertar anuncios, siempre separados de la información) y funcionaba muy bien. Era una idea de ingenieros hecha para ingenieros cuyo secreto es que era tan simple y potente que los propios ingenieros empezaron a recomendárselo a sus madres. Miguel Cuesta, que edita desde hace cuatro años un blog dedicado por entero a Google (http://google.dirson.com), explica: No fue necesario ni un centavo para darlo a conocer. El boca a boca de los usuarios fue la única herramienta de marketing y la principal garantía de su éxito. Ese éxito se ha traducido en 380 millones de usuarios al mes, 9.000 millones de dólares en ventas y un valor en Bolsa de 145.000 millones.<br /><br />Google gana su dinero gracias a los anunciantes que compran palabras en el buscador. Así, por ejemplo, si un internauta introduce la palabra coche en Google, verá los enlaces patrocinados. Las empresas que se anuncian allí han pujado por esa palabra, lo que significa que el precio de cada una de ellas es variable.<br /><br />Lista de las cosas que le gusta hacer a un ingeniero, escribe otro informático anónimo en uno de los tableros de ideas del campus. Comer. Quejarse. Hacer listas. Desear echarse novio o novia. Mandar correos electrónicos. Dormir. En un sofá, en el trabajo, añade otro. En Google se trabaja mucho, nadie lo oculta. Pero también, explican, se trabaja de forma diferente. El presidente, Schmidt, cree que la compañía tiende de forma natural al caos. En el día a día no estás muy seguro de lo que sucede. Este proyecto quizá se lance, este otro quizá esté en problemas, este otro es una nueva idea. Cada día miramos qué funciona y qué no. En un día cualquiera de diciembre, por ejemplo, Schmidt y su equipo han revisado los sistemas que utilizan en los centros de datos, los acuerdos en publicidad, y el funcionamiento de la niña bonita, Youtube, que acaba de ser adquirida por unos 1.600 millones de dólares. Al final estamos todos cansados, nos vamos a dormir y, al día siguiente, hacemos lo mismo, pero es completamente diferente. Si quieres trabajar en algo creativo, porque sientes que tus ideas se escuchan.<br /><br />Los ingenieros confirman que ésta es una compañía distinta. Marissa Mayer, la vicepresidenta, lo explica dibujando un triángulo. Cuenta que la organización de la mayor parte de las empresas modernas procede del mundo industrial, de las líneas de ensamblaje, donde alguien siempre supervisaba el trabajo de otro. Es una organización piramidal, donde cada empleado realiza un trabajo individual que es supervisado por otro trabajador, que a su vez es supervisado por un gerente y así hasta llegar al presidente. Google, asegura, funciona más bien como una red, donde los equipos, las responsabilidades y los papeles de cada trabajador fluyen y cambian sin parar. La jerarquía aquí es completamente plana, asegura Hugo Fierro, un ingeniero español de 24 años que trabaja en la sede de la compañía en Nueva York. Tienes acceso a todo el mundo, incluidos los fundadores.<br /><br />La forma en la que Google intenta fluir se llama regla del 70-20-10. Ésta es la manera en la que los empleados distribuyen su tiempo de trabajo. El 70% deben dedicarlo al negocio principal, es decir, las búsquedas, Google aún debe el 99% de sus ventas a los anuncios insertados en su buscador. Es lo que Marissa Mayer llama el problema del donut: el agujero que hay en medio del bollo es el que determina que el donut sea lo que es. El agujero, en el caso de Google, es el buscador.<br /><br />En la búsqueda de los nuevos productos revolucionarios con los que Google alimenta continuamente el mercado, los ingenieros pueden dedicar el 20% de su tiempo. Investigan servicios no directamente relacionados con el buscador. Así surgió, por ejemplo, Google News, que localiza noticias entre medios de comunicación del mundo, o Gmail, el correo electrónico. El 10% restante del tiempo puede usarse en desarrollar cualquier idea, por muy extraña, extravagante o absurda que parezca. Como, por ejemplo, construir el esqueleto de un Tiranosaurius rex en uno de los jardines del campus.<br /><br />Con este reparto del tiempo, Google quiere fomentar la creatividad de sus ingenieros. Los informáticos son gente especial. Por regla general, pueden olvidarse de comer, de dormir o de buscarse novia si el trabajo les satisface. Pero muchas empresas de Silicon Valley han sido creadas por ingenieros frustrados por un trabajo poco innovador, y que además estaban forrados de opciones para comprar acciones (las famosas stock options). El valor en Bolsa de Google ha llegado a los 500 dólares por acción, así que sólo queda compensar a sus empleados para que desarrollen esas ideas brillantes, pero dentro de Google.<br /><br />A los trabajadores no les gusta contar cuánto ganan, aunque confiesan que están bien pagados, y tampoco quieren hablar de los billares, los masajes, las pelotas gigantes, los juguetes de lego, los patinetes para recorrer los pasillos o las lámparas de lava que adornan las mesas. Nos hace parecer idiotas, confiesa uno de ellos. Lo cierto es que toda la empresa parece un gigantesco y comodísimo hogar, con sofás en cada esquina, comida y bebida en cada mesa, y hasta perros y fiestas. No hay horarios de trabajo, cada cual viene y va cuando se le antoja. Pueden vestir como les parezca, incluso en pijama o bermudas. Y todos los viernes se celebra el llamado TGIF o thank god it´s Friday (gracias a Dios es viernes), y toda la empresa, incluidos los fundadores, se reúnen para cantar o comer. Google es flexible y generosa con sus cerebros. Pero también exigente.<br /><br />No se contrata a cualquiera, para empezar. Un ingeniero con años de experiencia puede ser descartado porque sus notas de la universidad no son muy brillantes. Además, el riguroso proceso de selección incluye media docena de entrevistas personales y complejos cuestionarios para demostrar que, además de los más brillantes, son sociables, pueden trabajar en grupo y tienen intereses lejos del ordenador. El libro Google recoge una de esas pruebas, en la que se preguntaban cosas como: En una retícula infinita, bidimensional, rectangular, de resistencias de un ohmio, ¿cuál es la resistencia entre dos nodos que están a un movimiento de caballo?. O ésta: Son las dos de una soleada tarde de domingo en la bahía de San Francisco. Usted está a minutos del mar, de los circuitos de senderismo por los bosques de secuoyas y de atracciones culturales de primera. ¿Qué haría?.<br /><br />El trabajo en Google es duro. Uno de los principios de la compañía incluye ofrecer al usuario, siempre, más de lo que espera. Pensar a lo grande. Google no acepta ser el mejor como meta final, sino como punto de partida, dice la compañía. Es la innovación hasta la paranoia. En algunas ocasiones, recuerda Miguel Cuesta, los fundadores han explicado que, en cualquier momento, un par de chavales pueden crear en un garaje, como hicieron ellos mismos, una herramienta parecida o mejor que les pueda hacer sombra. En Google, las pesadillas no las protagoniza Bill Gates, sino un par de estudiantes con un portátil.<br /><br />Google crece sin parar. Realiza búsquedas sobre 8.000 millones de webs y más de 800 millones de imágenes. El año pasado, sus ventas crecieron un 70%, y su plantilla, un 18%. Y ya no sólo es una de las marcas más reconocidas del mundo (junto con Coca-Cola y Apple), sino que su nombre también aparece en el diccionario Webster como sinónimo de buscar. Pero los empleados creen que la compañía aún mantiene un espíritu modesto. Esta empresa es ya lo suficientemente grande para influir en la sociedad, pero aún se siente pequeña por dentro, opina Deep Nishar, encargado de desarrollar el negocio de Google en los móviles. ¿Cómo de grande, cómo de pequeña? Lo cierto es que, para ser una empresa tan enamorada de los números, Google tiene alergia a desvelarlos. Al visitar Mountain View hay que hacerlo acompañado de un miembro del equipo de relaciones públicas, que señala lo que se puede fotografiar y saber. ¿Cuántos empleados trabajan en Mountain View? No podemos decirlo. ¿Cuántos edificios hay aquí? Decenas. ¿Cuántos empleados hay en total en la compañía? Unos 10.000. ¿Cuánto factura Google en los móviles? No desvelamos esas cifras. ¿Cuánta gente trabaja en el buscador? No desvelamos esas cifras. ¿Y en España? No desvelamos esas cifras.<br /><br />El secretismo de Google es otra de sus señas de identidad, y los ingenieros comulgan con este principio hasta el punto de negarse a desvelar en qué trabajan. La compañía asegura que ésta es sólo una manera de no dar pistas a sus competidores y que, al fin, y al cabo, es una empresa diferente. Por eso salió a Bolsa asegurando que su objetivo de negocio es no ser malvada. O decidió citar en el folleto bursátil a Larry y Sergey, sin apellidos, lo que le valió una amonestación por parte del supervisor bursátil. The Economist publicaba el pasado mayo un artículo muy largo y muy crítico con Google. En él describía su manera de contratar ingenieros, que incluye publicar carteles con acertijos matemáticos en las carreteras de Silicon Valley. La revista hablaba del presuntuoso humor de Google, sus obsesiones matemáticas y su arrogante creencia de que es el hogar natural de los genios. Google quiere ser diferente del resto de las compañías, confirma Miguel Cuesta. Salir a Bolsa con un sistema de pujas al margen de los grandes bancos o contratar ingenieros poniendo acertijos en vallas sintoniza con el público más influyente de Internet: jóvenes tecnologizados que aconsejan a sus familiares y amigos sobre qué herramientas hay que utilizar.<br /><br />Pero Google sabe que su tamaño e influencia crecen al ritmo que el temor a que abuse de ellos. Y ése es su principal talón de Aquiles, según Cuesta. Su decisión de desembarcar en China aceptando la censura gubernamental, o su manejo de los datos privados de los usuarios, han suscitado quejas y críticas nunca escuchadas en sus escasos ocho años de vida. Google sabe que corre el peligro de que el público deje de verla como el amigo que ayuda a buscar y entienda el riesgo de que exista una sola empresa que pretende poner en orden toda la información mundial, dice Cuesta. Según Dan Farber, a día de hoy, Google no manifiesta un deseo para extender su poder y controlar el ciberespacio, pero está llegando a una posición donde podría abusar de ese poder.<br /><br />¿Cuál es el plan maestro de Google?, se pregunta un ingeniero en otro de los tablones de ideas. La compañía está obsesionada por que sus ingenieros se afanen en hacer accesible toda la información; artículos periodísticos, libros, fotografías, películas, series y programas de radio. Siguiendo con el ejemplo del Saturno, y según explican los informáticos, en un futuro las búsquedas incluirán páginas, documentos e imágenes del coche en la misma página. Y serán completamente personalizadas, así que el buscador sabrá cuándo nos interesa, en realidad, saber algo sobre el planeta. Claro que, para ello, habrá que confiar a Google muchos más datos de los que maneja ahora. Y si confiamos en esa frase de Voltaire que asegura que a una persona se la conoce más por sus preguntas que por sus respuestas, Google ha descifrado el enigma insondable de los negocios y de la propia cultura humana, dice John Batelle, autor de Buscar. Analizando los miles de millones de búsquedas que recibe cada día, dice, ésta es la compañía que sabe qué es lo que quiere el mundo. Para los googlers que han escrito en la pizarra, el plan maestro de la compañía para dominar el mundo es aún más aterrador: Contratar a Bill Gates, y después despedirle. Después, contratar a Donald Trump, y despedirle también. Y después, contratar a Paris Hilton.Martín Tanakahttp://www.blogger.com/profile/06050485380124561809noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-3998790288318316359.post-91766974952563377512007-01-30T20:36:00.000-08:002007-01-30T20:37:44.229-08:00G.T. Marx: Travels With Marty: Seymour Martin Lipset as a Mentor_*American Sociologist, forthcoming.<br /><br />Related articles on careers and the profession are at <a href="http://www.garymarx.net">www.garymarx.net</a><br /><br /><br />Seymour Martin Lipset was Whitmanesque in his amplitude -in physical andsocial stature, in the breadth of his vision, and in his passion for America. He was born in the USA. The virtues, paradoxes and contradictions of America are a key to his persona and work. Reminiscent of his mentor Robert King Merton, Marty wrote, “we are the worst as well as the best …” The good and the bad are closely linked to values “ which make for achievement and independence.” There are no easy answers, which is all the more reason to seek them in a tolerant, tentative and open minded spirit of inquiry.<br /><br />I first met him in the Fall of 1961 at Berkeley through his fellow Columbia Lazarsfeldians Charles Glock and Hannan Selvin, my teachers in the required 201A-B methods class. I had a strong interest in, and indignation over, what was then called “prejudice” (racism had not yet become fashionable as a concept). I was highly motivated and increasingly self-confident after a successful year of graduate study. The gate to the highway had opened a crack, but it was still a dark and foggy (although not cold) morning and the path could barely be seen.<br /><br />Ever the comparative thinker and on the prowl for ideas and data, Marty had discovered some long forgotten 1938 American Institute of Public Opinion surveys that had questions on Father Coughlin, the pioneering mass media anti-Semitic radio priest who was eventually silenced by the Church. Marty was extending his interest from left to right wing social movements. With the deep reservoir of exploitable public anger and fear in the depression, had Huey Long not been assassinated, he could have (with the support of demagogues such as Coughlin) been elected President in 1936.<br /><br />American history might have been very different (e.g., the imagined versions of Sinclair Lewis in It Can’t Happen Here and Philip Roth’s recent The Plot Against America). The dependent variable of an enduring American democracy that intellectually and socially nourished Marty and so many of his distinguished students could well have disappeared to be replaced by a Sorokinian concern with cycles --if scholars of tainted (or any) ethnicity even had the freedom to pursue such questions.<br /><br />One of my earliest memories is of his coming into the Berkeley Survey ResearchCenter early one morning. While never known for his sartorial splendor, this time he looked more bedraggled than usual. He announced that he was very tired because he had stayed up all night listening to the results of the Swedish election on his short wave radio.<br /><br />Voluntarily staying up all night to learn the details of an obscure election was noteworthy in the extreme. To a callow 22 year old whose only all-nighters had been compelled by social necessities or being unprepared for a final exam, this example was an introduction to Marty's energy, intellectual curiosity and abiding interest in politics.<br /><br />Marty provided me with research support, entry into the profession and athesis topic analyzing the Father Coughlin data. (Marx 1962) I provided Marty 1/3 of his article contrasting Coughlin, Joseph McCarthy and the John Birch Society. (Lipset 196?) Not a bad deal by the standards of 1962. Marcel Mauss instructs us that gifts may serve the needs of the giver as well as the recipient. In this case it is not easy to decide just who is giving and who is receiving, but it is clear to me who got the better of the deal.<br /><br />As Marty’s research assistant I was in very good company given students who had recently worked with him such as Juan Linz, Jim Coleman, Bob Alford, Bob Blauner and Amitai Etzioni. A few years later several of my fellow graduate students --Art Liebman, Metta Spencer and Ken Walker also worked with him.<br /><br />He handed me the data in the form of punch cards, told me to take his well attended graduate course on social stratification that met in the evening in Sproul Hall and to write a paper based on the surveys. Once he suggested a particular data run, but other than that left me alone. Whether that represented trust in a budding scholar who was or should be a self directed professional, or his simply being too busy to carefully supervise me I don’t know. Perhaps some of each. I did experience some doubt about what to do, but with the initial whirring of the old IBM counter-sorter and some surprising empirical findings (it wasn’t the lower middle class who was most supportive of Coughlin) the thesis almost seem to write itself.<br /><br />After completing the MA thesis and studying hard to fail the French and Spanish language tests then required of PhD candidates, my wife Phyllis and I took the opportunity to spend a year traveling the world, before the concrete of work, family and home set. I can still recall my shock in India in reading about the Free Speech Movement in December of 1964 and disappointment about not being there.<br /><br />The issue divided the campus and the sociology department. Marty was caught in the middle and the issues reflected the early and more mature Marty and all of the enduring tensions between authority/power and participation, the university and society, mass education and elite standards, direct democracy and restraining institutions and freedom and responsibility. Sociology students were very active in the Free Speech Movement. An effort to arrest a colleague sitting at the Congress of Racial Equality table at the corner of Telegraph and Bancroft was the precipitating incident. I had sat at that table the year before distributing information and collecting funds during the visit of James Farmer to campus (I am still sitting there, forever young, in news footage used in the PBS documentary Berkeley in the 60’s).<br /><br />In the road-not-taken-imaginings that plague those with the leisure to indulge in them, I sometimes wonder if life would have been different had I been in Berkeley sitting at the table that day, rather than scurrying around caves in India looking at ancient Buddhist art. I certainly would have experienced the cross pressures I had learned about from Lazarsfeld via Marty, pressures that Marty know doubt felt but did not discuss.<br /><br />Another “what if” question can be asked of Marty’s life. What if his father (who according to an account in the New York Sun, January 4, 2007) had not been denied his request to return to the Soviet Union in the 1930s?<br /><br />With respect to the Free Speech Movement, there was no way to avoid the conflicting emotions the actions of a mass movement for change aroused in a youth righteously indignant over all the 1960s issues who, through his studies, was coming to appreciate the limits of disruption, the importance of institutions and traditions, the complexity, trade offs and unintended consequences that quick-fix ideology never acknowledged and the dangers of demagoguery. The work on Father Coughlin and fine books by Leo Lowenthal (Prophets of Deceit) and by A.M. Lee and E.B. Lee (The Fine Art of Propaganda) reinforced concern with the last topic. As John Lennon was to write a few years later, “Well, you know We all want to change the world…You say you've got a real solution Well, you know We'd all love to see the plan.”<br /><br />Studying collective behavior and social movements, and society more broadly, might offer some clues as to why the gap between values and reality is often so pronounced, why movements often betrayed their goals and how popular sentiment could be woven into responsive principled institutions that none-the-less took wisdom from the past.<br /><br />The push from Berkeley’s tensions and the pull from Harvard led to Marty’s departure by the time we returned in the fall of 1965. I didn’t see him for a year, but he was aware of my work on the civil rights movement at the Survey Research Center under Charles Glock. He invited me to apply for an assistant professor position in the Department of Social Relations which I received two months after applying, with no need even of a job talk. He said, “you are the first one I have been able to get hired.” I never knew what he meant and didn’t ask (the first non-Harvard PhD., Berkeley graduate, Jew, survey researcher?) He also nominated me for a Junior Fellowship (a marvelous 3 year post-doc). Since I already had the job offer, not getting the fellowship hardly mattered. However an all expense paid trip to Cambridge and the chance to meet Crane Brinton and other luminaries was a highlight.<br /><br />Our 1967 move to Cambridge from Berkeley was truly a move to another country with changes in language, wardrobe, cuisine (Julia Childe was a neighbor) and social structure. Once we arrived in Cambridge Marty was hospitable and continued to be professionally supportive --involving me in an ASA project writing a book on sociology for high school students and introducing me to senior colleagues.<br /><br />Marty was the most work focused and hardest working person I encountered in a variety of elite institutions which attract such types like flypaper. This, along with an inherent shyness and inability to make the small social talk which is about so much more than its content, would not lead you to describe him as personable. Relative to the delicious biting, but also often hurtful, conversational satire of Erving Goffman, Marty was gentle. He did not speak critically of others. Yet in his way he was warm, kind and loyal to those within his circle. Although acutely sensitive to the nuances of upward mobility, he was true to himself. He never adopted the affected style or name changes of some of our more inauthentic Cambridge colleagues who were also upwardly mobile.<br /><br />Shortly after I returned from a sabbatical in France doing a comparative study of police, Marty and Alex Inkeles left Harvard for Stanford. That move was surprising because they had only recently spearheaded a bitter struggle to create an independent sociology department from the Department of Social Relations.<br /><br />Later our paths additionally overlapped in Palo Alto and Washington D. C. -overlaps aided by his continual support over four decades. In the last communication I received from him, he suggested I apply for a position in his department at George Mason University where he had gone after his retirement. Having retired myself and modeled aspects of my career after Marty’s, that seemed like a good move. I didn’t get the job, but did get one of those consolation letters that are better than the letters some receive, “…there appear to be other applicants who present a better match for the position. However, since you are a strong candidate, we would like to keep your materials on hand should the situation change.” Sure keep ‘em as long as you like and if you don’t like those I can always send more that might offer a better match.<br /><br />Marty was very proud and supportive of his students. He must have gone through reams of stationary continuing to write on their behalf over his lifetime. In a reversal, it was very satisfying for me play a role in his receipt of the unconscionably delayed (because of gender politics) ASA Career of Distinguished Scholarship Award. He also is distinguished by being the only sociologist or political scientist to have had PhD students named Gary Marx and Gary Marks. The latter at the University of North Carolina even co-edited a Festschrift, in which no doubt to avoid confusing the reader, I was not invited to participate.<br /><br />A multitude of empirical indicators establishes Marty's place among the predeminent social scientists of the last half century. Rather than comment on the gift of his substantive work and its impacts (of which I know only a small part) I will briefly mention the gifts, both direct and indirect, Marty offered as a partial role model to this aspiring sociologist. These were formative for many of the 37 moral imperatives I have suggested for aspiring sociologists (The American Sociologist Spring 1997).<br /><br />1) In the beginning there are the questions. Marty had the vision, courage (chutspa?) and ability to frame big enduring socially and theoretically meaningful questions (across societies and history) pursued throughout his career. He started with empiricalvariation (both what is and isn't or what might have been or might still become). This required historical and comparative international material and following the questions not the method. While emphasizing the middle range, it also made room for broader questions.<br /><br />In staying with a few questions throughout his life, he reflected one end of a continuum of consistent, against changing, research concerns over a career. His abiding interest in democracy, stratification and America encompassed most of what he did. This offers the advantage of direction, continuity, knowledge accumulation across generations of researchers, the ability to revise and change the answers and ever more material (which when it is as good as Marty’s) means an ever greater contribution. This is a case where more is better.<br /><br />He shows how important one’s personal situation can be in defining research questions. For example, the atypical persistence of democracy in his father’s printer’s union, being the upwardly mobile child of immigrants and a U.S. citizen in Canada stimulated his intellectual inquiry.<br /><br />I am grateful to Marty for the gift of curiosity and the model and tools for converting themes in one’s personal life into researchable topics. Many of the topics I have studied such as around the ironies and complexities of social control reflect my personal Janus- (and more) headed experiences with authority. My interest in mass movements similarly reflects ambivalence and awareness of both their promise and their danger.<br /><br />Marty’s interest in right wing extremism and in issues of Jewish identity and mobility led me to approach my own identity in a new way. Previously, being Jewish in the relatively tolerant, diverse environment of Los Angeles, was not something I thought (or worried) much about. It was subjectively neither liability nor asset (accept in certain social situations involving the opposite sex) and was much less important than my identity as a privileged middle class California male jock boy scout (I couldn‘t be a choir boy). But seeing Marty define the atypicality of the American Jewish experience as a topic for research changed that. In conjunction with what I was learning about anti-Semitism and from Erving Goffman about the presentation of self, the ironies of the American Jewish experience became of great interest and not something simply to be taken for granted. My interest has always been more academic than participatory (eating the fruit of the social construction of knowledge tree does not help sustain pretty illusions, even if it inspires one to analyze them).<br /><br />However there is a practical side too. I worked a bit with Earl Raab, one of Marty’s co-authors, who also had a real job in San Francisco with the Jewish Community Relations Board. Earl was not only a scholar but he applied his knowledge to help improve inter-group relations. Yet they too serve who only offer data, clarify the issues and analyze. Research could not only aid in understanding, it could be useful. This suggested there was hope for those who out of liberal guilt or self-interest, wanted to be relevant and part of the solution, but who were not temperamentally suited for a life of action. This leads to the next gift.<br /><br />2) Two cheers for science. Marty shared the Enlightenment faith in a positivist social science that could provide answers and be used for social betterment. Yet he was no mindless empiricist. The questions he raised required attending to the empirical record and cross-observer-analysis and commentary, but they were never fully answered by empirical inquiry, no matter how systematic.<br /><br />Marty was like a pointillist painter rather than a laboratory scientist. Hejudiciously selected among the wealth of possible empirical details to offer larger understandings and develop arguments -not unlike a trial attorney. This required a polymorphous, pack rat methodology --taking whatever seemed useful from Aristotle to the evening news to the latest case study or quantitative analysis.<br /><br />He suggested that we apply the logic of the multivariate approach to historical data in the form of thought-experiments, trying to account for differences by identifying key variables that separate otherwise equivalent cases. While we can’t (and shouldn’t pretend to) ever match the precision of physical science, we can benefit from aspects of its logic. The left’s emphasis on structure and the right’s on culture as explanations offered a false choice.<br /><br />The integrative and synthetic total goes beyond the individual components chosen for inclusion. Given the sweep of his questions, the limits of our methods, subjectivity in method and fact selection and the complexity and dynamics of causation in historical events, such grand pictures are always subject to debate. Much of Marty’s work will endure because of the breadth and timelessness of the questions and answers which are so clearly expressed and organized around clear arguments (e.g., the link between democracy and economic development and the importance of a large middle class and a vigorous associational life). Some of the writing reads like a conversation with the author.<br /><br />Mannheim's sociology of knowledge paradox can be noted, but not escaped. Yet standards of evidence and logic, however imperfect, are needed to take us beyond conclusions based only on social location, tradition, power or passion. Marty’s approach helped to order the empirical cacophony, provoked thought, blazed trails and inspired a vast amount of research.<br /><br />3) Multiple roles in their appropriate places. Related to the above point, Marty was acutely aware of the difference and tensions (but also the links) between scholarship and activism and of the legitimacy and importance of scholarship for those who desire change. This made it easier to deal with the pleasures of reading and thinking about big issues, as against the internal and external pressure of being on the barricades. I have written about this tension in an edited book on muckraking sociology and an article on dirty data.<br /><br />4) What makes Marty run? Lipset had an insatiable curiosity, and unbounded enthusiasm for understanding politics and social life and a bigger-than-life (or a big as it gets) need for achievement and capacity for hard work. In spite of his religion, his productivity gives new meaning to the Protestant Ethic. Being around someone so prolific, who also (in the days before the internet) made sure through sending out a large numbers of reprints that others kept up with his work set a standard to aspire to. While some residual norms of an aristocratic professoriate remained, one needed aggressive street hustle as well.<br /><br />5) The virtues of talk. Marty had a hot, Talmudic, New York gift for animated, energized, erudite, discursive, free associational conversation, if often in the form of an encyclopedic monologue or a self-interrogatory soliloquy. This style informed and dazzled listeners, especially the youthful student more accustomed to a laidback cool Southern California conversational style. I now take it as a complement that many people assume I grew up in New York.<br /><br />Greek tragedy reminds us that strengths can sometimes be weaknesses, that what helps can also hinder, depending on the context and point of view. Maximizing productivity and an intense need to succeed can lead to rushing into print too quickly, repetition and cutting corners and can make it hard to have a well rounded life. An instrumental orientation to others (even when there is ample reciprocity and generosity as in Marty’s case) will not please everyone. The admirable focus on a topic over a lifetime can lead the jealous to say, “there is nothing new here” or “yes, it’s a good book, it should be it’s the third time it has been written”.<br /><br />In stating above that Marty was a partial role model above, I meant that in several senses. First he was partial in being so very supportive. There are usually a lot of good candidates and scholars and beyond a certain achievement level, it is difficult to rank applicants and personal and network factors matter in selection. In such situations the prestige of the letter writer takes on added significance. In On the Waterfront, Eva Marie Saint asks priest Karl Malden to pray for boxer Marlon Brando. The priest says, “ok, but it will help if he can punch.” In the same way for academics, it helps to have sponsors with punch.<br /><br />Marty was also a partial role model in being one of several mentors and in a few ways helping me define what I did not want to do. It would not be accurate to say that he was an anti-role model. Rather Marty was who he was and what was appropriate for him would not necessarily be for others. I did not want to work as hard or single mindedly as he did on social research. Life was too short and there was too much else to do. The idea of the Renaissance person has always held great appeal, even though in our age of specialization it is hard to be more than a dilettante. Nor did I want to stay with a single topic or two. My interests changed markedly over 45 years, even if there were connective ideas around democracy and the decent society.<br /><br />I lacked Marty’s power as a monologuist, but apart from that, while I thrive on talk, I much prefer dialogue (and am often even a little hesitant to show my aces until I really have to). It is not only polite to listen and to draw out the other in a conversation, but you save energy and are likely to learn more as well. In that sense being a good listener can be very instrumental.<br /><br />Marty emphasized the positive and distinctive aspects of American society. For many analysts however, the failure to fulfill the American promise for all groups and to more adequately limit corporate power calls for greater emphasis on what is wrong, rather than what is right. Some colleagues have been critical of the mature Lipset for the failure to more directly analyze our myriad problems linked to social stratification. In creating the good society and being in touch with reality, it is of course vital to think in comparative empirical terms. Yet it is not enough to look good in relative terms or to explain away undesirable outcomes as necessarily inherent in the system. Societies are dynamic. The water glass must be viewed from both perspectives. Given the links between power, resosurces and culture, the case for emphasizing the glass’s emptiness is clear.<br /><br />The work of our stars is particularly appropriate for critical analysis, lest their luminosity blind us to the partial truths and limitations of even the best work. But some of the criticism of Marty is misplaced. He was wrongly attacked because of his affiliation with the Hoover Institute, a place a majority of sociologists would probably not donate funds to. Yet such criticism not only ignores the importance of dialogue with those we disagree with and the potential of conversion, it represents guilt by association. The emphasis must be on critically assessing an individual’s ideas, not who they have lunch with. Marty seemed bemused by the ideological labels others applied to him and I think took pleasure in being hard to classify relative to many neo-conservatives. His beliefs, like the empirical world he sought to understand, could not easily be reduced to such stereotypes.<br /><br />During those golden bear years of the 1960s at Berkeley I had the good fortune to learn from many scholars --Erving Goffman, Neil Smelser and Charles Glock in particular. But also Herbert Blumer, Kingsley Davis, John Clausen, Nathan Glazer and Reinhard Bendix and earlier at UCLA from Ralph Turner, Don Cressey, Mel Seeman and Melville Dalton. Of course there were mentors at a distance such as Robert Merton, David Riesman, Lew Coser, Howie Becker and Herb Gans. Disentangling influences, whether intended or unintended is hopeless, especially after more than four decades. Yet Marty was a powerful beacon illuminating pathways to a career.<br /><br />With his death and the recent passing of other giants such as Merton, Coser, Riesman and Williams, we have lost central foundational figures in sociology of the last half of the 20th century. Given the explosion of knowledge and technique and the fragmentation of sociology and the social sciences in recent decades, it is unlikely that we will see such a towering cohort again.<br /><br />Professor Lipset’s awareness of the fragility of democracy was a driving force in his lifetime effort to understand its social requisites. From him I learned that a naïve leftist faith in the people was not supportable. But neither was an equivalent rightist faith in elites. As Yeats wrote, the government and the church might be the mob howling at the door as well. The smart money had to be on ideas and structures that could moderate the ever present tendencies toward violent political conflict and the tendency of power and privilege to corrupt. Central to this were procedures involving transparency and accountability, the sharing of power and negotiation, and on influence via both value socialization/education and interest. The dynamic and complex nature of social situations and the legitimate claims of different groups (holding apart the eternally problematic questions involving definitions of legitimacy) must be acknowledged.<br /><br />My career focus on issues of civil liberties, civil rights and social control was one strand of Marty’s broader democracy project. Such concerns relate to the suspicion of the state (and authority more broadly) and the paradoxical tilt toward individual/achievement and inequality connected to America’s origins that Marty stressed. Pluralism and the public-private distinctions, however hazy and imperfect, represent brilliant partial solutions to enduring issues of modern society. The sanctity of De Tocquevillian civil society and private life borders in the face of the challenges (now so greatly abetted by technology) whether from government, the commercial or fundamentalist sectors is more vital than ever. My gratitude is unbounded for the substantive and methodological inspiration Seymour Martin Lipset provided.<br /><br /><br />Lipset, S.M. 1964, “Coughlinites, McCarthyites and Birchers: Radical Rightists of Three Generations” in D. Bell (ed.) The Radical Right. Doubleday: New York:<br /><br />Marx, G.T. 1962, The Social Basis of the Support of a Depression Era Extremist: Father Coughlin. Berkeley: Survey Research Center, Monograph 7.Martín Tanakahttp://www.blogger.com/profile/06050485380124561809noreply@blogger.comtag:blogger.com,1999:blog-3998790288318316359.post-90384809622460102672007-01-11T12:19:00.000-08:002007-01-11T12:43:56.577-08:00Still the Exceptional Nation? By Seymour Martin LipsetReprinted from the Winter 2000 Wilson Quarterly<br /><br /><br />At the dawn of a new century, the United States finds itself in a position of surprising dominance around the world. It has been a triumph of ideas and values perhaps even more than of power, and the victory has critics worrying about the homogenizing effects on the world. But what, a noted scholar asks, about the effects on America?<br /><br />by Seymour Martin Lipset<br /><br />Was Karl Marx right? More than 100 years ago, he declared in Capital that "the country that is the most developed shows to the less developed the image of their future," and his early followers had little doubt that the United States was that most developed harbinger country. "Americans will be the first to usher in a Socialist republic," declared the German Social Democrat August Bebel in 1907--even though the American Socialist Party was faring miserably at the polls while his own party held many seats in the Reichstag. Only after the Russian Revolution in 1917 did the Left and its liberal sympathizers begin to look elsewhere for a vision of the future. Now Europe set the standard and America followed--all too sluggishly, in the minds of many.<br /><br />How could the world's most advanced capitalist society also be the most impervious to the socialist idea? Even the Great Depression failed to alter its course--America's minuscule Socialist and Communist parties emerged from the 1930s with even less support than they had enjoyed at the beginning of the decade. The American experience cast doubt on the inner logic of historical materialism, the essential Marxist doctrine which holds that the shape of a nation's culture and politics is determined by underlying economic and technological forces. The question engaged the attention of many socialists, as well as Lenin and Trotsky; Stalin attended a special commission of the Communist International on "the American Question."<br /><br />What was a source of perplexity to some was, of course, a source of pride to others. To scholars, it was a phenomenon in need of explanation. Out of this puzzlement came the rebirth of the idea of "American exceptionalism," a concept first developed by Alexis de Tocqueville in Democracy in America (1835-40). The young Frenchman wrote that the United States, the lone successful democracy of his time, differed from all the European nations in lacking a feudal past and in being more socially egalitarian, more meritocratic, more individualistic, more rights-oriented, and more religious. These American tendencies were reinforced by the country's religious commitment to the "nonconformist," largely congregationally organized Protestant sects, which emphasized the individual's personal relationship with God, a relationship that was not mediated by state-supported, hierarchically organized churches of the kind that prevailed in Europe.<br /><br />In 19th-century America, the ideology of the American Revolution was transformed into an all-encompassing liberalism stressing liberty, antistatism, and individualism. In Europe, a dominant conservativism was wedded to the state--it was conservatives such as Britain's Benjamin Disraeli, for example, who invented the welfare state--and it naturally gave birth to state-centered opposition, social democracy. Because its liberal ideology stifled the emergence of a state-centered opposition, the United States became an anomaly.<br /><br />Today, however, the United States once again finds itself the apparent image of the future. Not only is it the world's sole superpower and its economic colossus, but it seems to be pointing the way toward the political future. The American political system, long considered an aberration because its two main parties embrace liberal capitalism, now looks like the model for the<br />developed world.<br /><br />Nothing symbolizes this change more dramatically than the political pep rally cum summit meeting that brought four social democratic heads of government to Washington last April under the auspices of America's centrist Democratic Leadership Council. Britain's Tony Blair, Germany's Gerhard Schršder, the Netherlands' Wim Kok, and Italy's Massimo D'Alema did not come to press the cause of democratic socialism on their backward cousins across the Atlantic. They wanted to join with Democrat Bill Clinton in affirming what they called the Third Way. And they have done so more than once, meeting most recently in Florence last November, where they were joined by Brazil's Fernando Henrique Cardoso. These putative social democratic leaders, as Washington Post columnist E. J. Dionne notes, "accept capitalism as a given, but promise to do something about its inequalities and uncertainties. They talk not of 'socialism' but of 'community,' not of 'collectivism' but of 'solidarity.'" They sound, in other words, very much like America's New Democrats.<br /><br />All of this suggests that Marx may have been right: the development of an economically and technologically advanced society follows a certain logic, and the United States shows where that logic leads--even if it is not to socialism. But if this is true, will it make sense any longer to speak of American exceptionalism? Will the political cultures of other advanced societies increasingly converge with that of the United States?<br /><br />The change in the character of Europe's political parties largely reflects the remaking of Europe's economic and class structures along American lines. The European emphasis on stŠnde, or fixed, explicitly hierarchical social classes rooted in a feudal and monarchical past, is increasingly a thing of the past. Growing economic productivity is opening access to everything from clothes, cars, and other consumer goods to advanced schooling, powerfully muting the "lifestyle" differences, including accents and dress, that traditionally separated Europe's social classes. The new economic order has been accompanied by demographic shifts, notably a drastic decline in birthrates and an extension of life spans, that have confronted all the developed nations with a common dilemma: raise taxes significantly to pay for more social security, health care, welfare, and other expensive government services, or find ways to cut spending.<br /><br />The United States has led the economic transformation, shifting sharply away from the old industrial economy built on manual labor, a process that was especially agonizing during the 1970s and '80s. The old economy of General Motors, U.S. Steel, and Standard Oil has given way to the economy of Microsoft, Citigroup--and McDonald's. The proportion of workers employed in manufacturing dropped from 26 percent in 1960 to 16 percent in 1996. In the United Kingdom, manufacturing employment declined from 36 percent of the total to 19 percent, a pattern that prevails from Sweden (with a drop from 32 to 19 percent) to Australia (from 26 to 13.5 percent).<br /><br />The Old World societies are also following the American lead away from class awareness and organization. Union membership, for example, is declining almost everywhere. Between 1985 and 1995, the proportion of the American labor force carrying a union card fell by 21 percent. Today, only 14 percent of all employed Americans--and only 10 percent of those in the private sector--belong to unions. The proportional losses in France and Britain have been even greater, 37 percent and 28 percent, respectively. In Germany, the decline is a more modest 18 percent.<br /><br />During the post-World War II era, the distribution of income and occupational skills in Europe has reshaped itself to fit American contours. It has changed from something best illustrated by a pyramidal shape, enlarging toward the bottom, to one better illustrated by a diamond, widest in the middle. The traditional working class, in other words, is shrinking. The middle class is growing, creating solidly bourgeois societies in Europe. Political parties on the left now have little choice but to appeal more to the growing middle strata than to their traditional constituencies, industrial workers and the poor. Call it what you will--"postindustrial society," "postmaterialism," or the "scientific-technological revolution"--the changing cultures of the emerging societies closely fit the Marxian causal model. The political and cultural "superstructures" are determined, as sociologist Daniel Bell has noted, by the technological structures and the distribution of economic classes.<br /><br />Many of the trends that Marx anticipated, especially a steady increase in the size of the industrial proletariat, have not occurred. Throughout the industrialized world, job growth is concentrated in the technological and service occupations. College enrollments have swelled, and the degree-bearing population has grown enormously. Alain Touraine, a leading French sociologist and leftist intellectual, writes: "If property was the criterion of membership in the former dominant class, the new dominant class is defined by knowledge and a certain level of education."<br /><br />With their roots in the university and the scientific and technological worlds, and with a heavy representation in the public sector, the professions, and the industries spawned by computers, the new workers have developed their own distinctive values. Political scientist Ronald Inglehart of the University of Michigan, pointing as well to the influence of a half-century of affluence, argues that these changes have spawned a new set of "postmaterialist" values. An affluent, better-educated citizenry has shifted its political attention away from bread-and-butter economic issues to new concerns: the environment, health, the quality of education, the culture, equality for women and minorities, the extension of democratization and freedom at home and abroad, and last, but far from least, the definition of a more permissive (and highly controversial) morality.<br /><br />The United States has also been in the forefront of the postmaterialist new politics, quickly exporting the latest concerns of Berkeley, Madison, and other university towns to Paris and Berlin. It gave birth to all the major successful modern movements for egalitarian social change and for improving the quality of life--feminism, environmentalism, civil rights for minorities, and gay rights--just as it did the democratic revolutions of the 19th century. Writing in 1971, as the new politics was beginning to emerge, the French political analyst Jean-Franois Revel observed in Without Marx or Jesus that the "revolutionary stirrings have had their origin in the United States." The Continent's "dissenters . . . are the disciples of the American movements." Many political analysts here and abroad still do not fully appreciate the extent to which the Left's new course, its centrist "Third Way," is also the product of common developments throughout the economically advanced democracies rather than events or leaders peculiar to each country.<br /><br />And the collapse of communism, though a heavy blow to the socialist idea, was not the decisive factor. The earliest signs of change came well before anyone dreamed that the Berlin Wall would not survive the millennium. During the 1980s, the Labor parties of Australia and New Zealand cut income taxes, pursued economic deregulation, and privatized important industries. In 1983, the Australian party entered into an accord with the trade unions that resulted, as then-prime minister Robert Hawke emphasized, in a reduction in workers' real wages of at least one percent in each of the eight years that he was head of the government. Hawke declared in 1989 that "the move in the share of the national income from wages toward profits . . . has enabled us to grow."<br /><br />The New Zealand story is similar. After returning to power under Prime Minister David Lange in 1984, the Labor Party followed what has been described as the most Thatcherite policy among Western governments, including the government of British prime minister Margaret Thatcher itself. It ended "the tradition of taxation according to ability to pay," dismantled the welfare state, and privatized many state enterprises. Lange, complained one critic, believed that "social democrats must accept the existence of economic inequality because it is the engine which drives the economy."<br /><br />But the pivotal event in this late-20th century political transition was the British election of 1997 (on May Day, ironically), which the Labor Party won by an overwhelming margin after it had abandoned its historic emphasis on public ownership and class politics. Tony Blair's victory marked the end of a century of socialist efforts to eliminate private ownership of the economy in Europe. As a London investment banker observed, "We have got fundamentally two parties now far more like the Democrats and Republicans, instead of socialists and capitalists."<br /><br />Blair has deliberately followed the free-market, smaller-government policies of President Clinton. It was Blair, then Britain's opposition leader, who in 1995 first uttered the words, "The era of big government is over," which became the sentence of the decade when Clinton repeated them a few months later. Blair's "New Labor" no longer automatically takes the side of trade unions. Organized labor, he emphasizes, must cooperate "with management to make sure British industry is competitive." Blair promised in a 1997 interview that his administration would "leave British law the most restrictive on trade unionism in the Western world."<br /><br />One of Blair's first actions after taking office was to shift authority over monetary policy and interest rates from the Treasury to the Bank of England, thereby reducing the power of the party controlling the government to affect the economy. Another initiative, launched after his first postelection meeting with Bill Clinton, was a welfare reform designed to sharply reduce the number of Britons on the dole by pressing single mothers to take paying jobs. Blair promised to "be tough on the long-term unemployed who refuse jobs." In Parliament, he declared that "for millions, the welfare state denies rather than provides opportunity." Not surprisingly, the Iron Lady found much to approve of in Blair's New Labor. "Britain will be safe in the hands of Mr. Blair," Baroness Thatcher declared.<br /><br />At his jubilant meeting with Clinton, held barely a month after Labor's triumph in the British elections, Blair noted that both prefer "reason to doctrine" and are "indifferent to ideology." Clinton and Blair agreed that the "progressive parties of today are the parties of fiscal responsibility and prudence." The two leaders called for partnership with business to create jobs, replacing the "old battles between state and market."<br /><br />The story is much the same among left parties outside the English-speaking world. The Swedish Social Democrats, who held office with only two interludes out of power (1976-82 and 1991-98) from the early 1930s on, have also reversed course. The Social Democratic finance minister during most of the 1980s, Kjell-Olof Feldt, sharply reduced the progressivity of his country's tax system, and emphasized the necessity of "accepting private ownership, the profit motive, and differences of income and wealth." Feldt wrote: "The market economy's facility for change and development and therefore economic growth has done more to eliminate poverty" and "the exploitation of the working class" than any political intervention in the market's system of distribution.<br /><br />Across the Oeresund, the Danish Social Democratic government has also been speaking in terms that no American Republican could reject. In Spain, before he left office in 1996, Socialist prime minister Felipe Gonzalez converted his party--which was Marxist in its initial post-Franco phase--to support of privatization, the free market, and the North Atlantic Treaty Organization. Echoing Winston Churchill, Gonzalez argued that a competitive free-market economy is marked by greed, corruption, and the exploitation of the weak by the strong--but is also "the least-bad economic system in existence." In Portugal, the constitution of 1976, adopted after the Socialist-led democratic revolution that overthrew Antonio Salazar's long dictatorship, proclaimed that the large number of state-owned companies were "irreversible conquests of the working classes." But the Socialist government elected in January 1996 has enthusiastically pursued privatization and other market-oriented policies.<br /><br />Germany is home to the first major Marxist party in the world, the Social Democratic Party (SPD), founded in 1875. The party rejected Marxism in the late 1950s but remained socialist. Yet as early as 1976, Social Democratic chancellor Helmut Schmidt was arguing that the interests of workers required expanding profits. "The profits of enterprises today," he declared, "are the investments of tomorrow, and the investments of tomorrow are the employment of the day after."<br /><br />The chancellor elected in 1998, Gerhard Schröder, continues in this tradition. He sees the SPD as part of a "New Middle" rather than the Left. John Vinocur of the International Herald-Tribune notes that the New Middle "is a place where words like 'risk,' 'entrepreneurial spirit,' and 'flexible labor markets' coincide with expressions of allegiance to social justice and fair income distribution." Schršder's first finance minister, Oskar Lafontaine, clung to more traditional SPD positions and soon found himself looking for work.<br /><br />Schršder has promised to improve the German economy, reducing its 10 percent unemployment rate by lowering "prohibitive labor costs" imposed by union contracts and "providing incentives for new capital investment." He noted in the campaign that the SPD is "breaking with . . . statist social democratic attitudes . . . we've understood that the omnipotent and interventionist state doesn't have its place in the current circumstances." Thus far, however, he has failed to improve the economy.<br /><br />The editors of the Economist, noting a few years ago that in most Western countries "the left keeps on moving right," summed up the situation elsewhere in Europe: "In Central Europe, ex-Communists running Poland and Hungary . . . have been boldly trying to reinvent their states on a basis of free markets and respect for private property. The shift of gravity within the left-wing parties in the south has been no less striking. In Spain, Portugal, Italy, and Greece the left has moved sharply to the right."<br /><br />There are two interesting European exceptions to the retreat from socialism. One is Norway, whose abundant North Sea oil revenues make it easy to underwrite an expansive welfare state. The other is France. The French Left operates in a society where dirigisme, the concept of a strong directing state, has been as powerful a cultural organizing principle as antistatism has been in the United States--producing a French "uniqueness" that may be the counterpoint to American exceptionalism.<br /><br />France is that rare country where a solid majority of citizens still tell pollsters that the word bureaucrat has a positive connotation, and that they would like their children to work for the government. The Right and Left both approve of a strong state, a tradition going back to the monarchy, the empire, and the Revolution. While the Socialists, who resumed power following France's 1997 parliamentary elections, have instituted some modest market-oriented reforms, they are stuck in a curious position. As journalist Roger Cohen observes, "The Gaullist attachment to the state and rejection of market reform [has] encouraged the Socialists to keep further to the left, to distinguish themselves." At the Third Way summit in Florence last November, French prime minister Lionel Jospin pointedly turned his back when Clinton spoke, facing what the New York Times described as a "somewhat bemused" Gerhard Schr¨der.<br /><br />Curiously, the country most often cited as a model by European social democrats is the Netherlands, once considered a model nanny state. With an unemployment rate of about three percent, far below those of the major Continental economies (and a point below the U.S. rate), and rapid economic growth, the Dutch under a government headed by a former union leader, Wim Kok of the Labor Party, have accepted wholesale changes. Unemployment benefits have been cut, while the rules for sick and disability pay have been tightened. Rules for hiring and firing and for opening new businesses have been eased. Social security taxes have been cut. In a "social pact" comparable to the Australian accord, the unions, then led by Kok, agreed to limit wage increases to two percent per year, in part on the premise that more jobs would be created. One government official says that "the Dutch miracle . . . is that our labor unions could be convinced to rally around a free market economy."<br /><br />The great reversal that has put the politically "backward" United States at the head of the movement toward a more politically "progressive" future is all the more remarkable for having occurred in the space of only a few years. The Dutch scholar Anton Zijderveld predicts in The Waning of the Welfare State (1999) "that most post-welfare state countries in Europe will become more 'American' in their social policies . . . and morality."<br /><br />The United States clearly is no longer as exceptional politically as it once was. Its political life--dominated by two procapitalist political parties and defined by traditional, moralistic, sectarian religion, classical liberalism (laissez faire), and environmentalist and other postmaterialist tendencies--is setting a model for other developed countries. The convergence has even stripped the United States of its past monopoly on populist politics, the traditional outlet of the discontented and dispossessed in a country without a working-class political party. The latest example is Austria, where parliamentary elections last October catapulted Jorg Haider's far-right Freedom Party into a new prominence.<br /><br />Yet for all that, the United States remains exceptional in other important ways. It is still an outlier at one end of many international indicators of behavior and values. It is still much less statist and welfare oriented, and its governments (federal and state) tax and spend much less in proportionate terms than European governments. It is the most religious country in Christendom, the only one still strongly influenced by the moralistic and individualistic ethos of Protestant sectarianism. It has higher rates of mobility into elite positions than any other nation. It combines exceptional levels of productivity, income, and wealth with exceptionally low levels of taxation and social spending, and equally exceptional levels of income inequality and poverty.<br /><br />The United States remains well ahead of other large developed countries in per capita income, retaining the lead it has held since the second half of the 19th century. In 1997, U.S. per capita income (measured in terms of purchasing power parity) was $28,740. Switzerland was the only developed country to come close, at $26,320, while Norway ($23,940), Japan ($23,400), and Denmark ($22,740) followed. At the same time, the United States boasts the lowest rate of unemployment in the developed world, about four percent, while Europe has some 20 million out of work, or more than 10 percent of the labor force. Poverty, currently the condition of 13.7 percent of Americans, is more widespread than in Europe, though rates are dropping. (Among African Americans, the poverty rate dropped to 29 percent in 1995, passing below 30 percent for the first time in the nation's history. Today it stands at 28.4 percent.)<br /><br />The United States is the only Western country in which government extracts less than 30 percent of the gross domestic product in taxes--it took 28.5 percent in 1996. Spending on social welfare is correspondingly low. One has to go outside the Western world to find societies with a smaller state. The Japanese tax take was a tenth of a percent lower, but among the remaining member states of the Organization for Economic Cooperation and Development (OECD), only Turkey (25.4 percent), South Korea (23.2 percent), and Mexico (16.3 percent) have lower taxation levels.<br /><br />American exceptionalism is distinctly double-edged. The United States is not as egalitarian in economic terms as the rest of the developed world. It has the highest proportion of nonvoters in national elections, as well the highest rates of violent crime and the biggest prison population (in per capita terms). Thanks to its meritocratic orientation, it is among the leaders in the unequal distribution of income. Gauged by the Gini coefficient, the social scientist's standard measure of income inequality, the U.S. score of 37.5 is almost 10 percent higher than that of the next closest country (Britain) among the Western democracies, and far above Sweden's 22.2. To put it in simpler terms, the richest 20 percent of Americans have incomes about nine times greater than the poorest 20 percent, while in Japan and Germany the affluent enjoy incomes only four and six times greater, respectively.<br /><br />Yet because individualism and meritocratic ideals are so deeply ingrained in them, Americans are much less troubled by such differences than Europeans. According to a 1990 study, Americans are more likely to believe that there should be "greater incentives for individual effort," rather than that "incomes should be made more equal." Proportionately fewer Americans (56 percent) agree that "income differences are too large," as compared with Europeans (whose positive responses range from 66 to 86 percent). In a survey reported in 1995, people in six countries were asked: "How would you prefer to be paid--on a fixed salary . . . or mostly on an incentive basis which will allow you to earn more if you accomplished a lot, but may result in less earnings if you don't accomplish enough?" A majority of Americans (53 percent) opted for the incentive plan; the survey's British, French, Spanish, and German respondents chose a fixed salary by margins ranging from 65 to 72 percent.<br /><br />A 1996 survey shows that a policy that reduces income disparities is supported by less than one-third (28 percent) of Americans, while positive responses elsewhere range from 42 percent in Austria to 82 percent in Italy. The British fall in the middle at 63 percent.<br /><br />Americans are more likely than Europeans to agree that "large income differences are needed for the country's prosperity." Nearly one-third of Americans surveyed in 1987 justify inequality this way, as compared with an average of 23 percent among seven European countries (Great Britain, Austria, West Germany, Italy, Hungary, Switzerland, and the Netherlands). A 1992 review of American public opinion data over 50 years reports: "Surveys since the 1930s have shown that the explicit idea of income redistributing elicits very limited enthusiasm among the American public. . . . Redistributive fervor was not much apparent even in [the] depression era. Most Americans appear content with the distributional effects of private markets."<br /><br />The historian Richard Hofstadter wrote that the 1930s introduced a "social democratic tinge" into the United States for the first time in its history. The Great Depression brought a strong emphasis on planning, on the welfare state, on the role of the government as a major regulatory actor, and even on redistribution of income. The great crisis challenged the historic American national commitment to the assumptions of classical liberalism and laissez faire, spawning, among other things, New Deal-inspired policies and a growth in trade union strength. These trends, however, have gradually inverted in the reasonably prosperous half-century since the end of World War II. The tinge--which never approached the full flush of Europe--has faded.<br /><br />Despite the European Left's embrace of the free market, European governments are still, by American standards, very deeply involved in the economy and society. The differences stem in part from historical identities and values, in part from institutions that have been established over the last century. Once in place, government policies are defended by those who benefit from them, even as they continue to shape expectations about what government can do. The major European countries provided important social services long before the United States, which did not enact pension, unemployment, or industrial accident insurance until the 1930s. It is the only developed nation that does not have a government-supported, comprehensive medical system, and it is one of the few that do not provide child support to all families.<br /><br />Today, Americans are still more opposed than Europeans to government involvement in economic affairs, whether through wage and price controls, publicly funded job creation, or the length of the work week. Nor are they favorably disposed toward government regulation in other realms, such as seat belt laws. Only 23 percent of Americans believe it is government's responsibility "to take care of very poor people who can't take care of themselves," according to a 1998 study by the late public opinion expert Everett Carll Ladd. They are less disposed than Europeans to believe that the state is obligated to supply a job for everyone who wants one, to provide a decent standard of living for the unemployed, or to guarantee a basic income.<br /><br />The value differences between the United States and Europe are also reflected in attitudes toward social mobility and personal achievement. Americans are more likely than Europeans to see personal effort, hard work, ambition, education, and ability as more important for getting ahead in life than social background. Confronted with the proposition that "what you achieve depends largely on your family background" in a 1990 survey, only 31 percent of Americans agreed, compared with 53 percent of the British, 51 percent of the Austrians, and 63 percent of the Italians. Asked to choose between hard work and "luck and connections" as the most likely route to a better life, 44 percent of Americans pointed to hard work. Only 24 percent of the most like-minded European group, the British, agreed.<br /><br />The American commitment to meritocracy is also reflected in the fact that Americans are more disposed than Europeans to favor increased spending on education. (And Americans tend to oppose offering help as a "handout" in the form of outright government grants to students, which Europeans back, preferring instead student loans.) Given that education is seen as the key to upward mobility, it is not surprising that the United States has spent proportionally much more public money on education than Europe, while Europe has devoted much more to welfare. The United States has led the world in providing the kinds of general education needed to get ahead. Since the early 19th century, it has been first in the proportion of citizens graduating from public elementary school, then high school, and more recently in the percentages attending college and receiving postgraduate training.<br /><br />The other developed countries are now rapidly closing the education gap, however. College entry rates increased by more than 25 percent in 16 OECD countries between 1990 and '96, while the rate in the United States remained about the same. This change and others in education suggest that American-style individualism and ambition have spread to the point where the United States cannot be considered exceptional in these respects.<br /><br />Does it still make sense to speak of the United States as the exceptional nation? As social democratic parties the world over shift toward the free market, the differences between the United States and other Western democracies may continue to narrow. Yet deeply rooted institutions and values do not easily lose their influence. The Western democracies may now all fit the liberal mold, but liberalism, too, has its divides. Europe still tends toward the economically egalitarian side, with a penchant for active government; Americans prefer a competitive, individualist society with equality of opportunity and effective but weak government.<br /><br />There is no reason, moreover, to believe that we have seen the end of change--much less the "end of history." For all its rewards, the free market is not a source of great inspiration. Capitalism does not pledge to eliminate poverty, racism, sexism, pollution, or war. It does not even promise great material rewards to all. Neoconservative thinker Irving Kristol echoes a long line of capitalism's defenders when he allows that it offers "the least romantic conception of a public order that the human mind has ever conceived."<br /><br />It is hard to believe that the West's now-contented young will not some day hunger again for the "exalted notions" that Aristotle described more than 2,000 years ago. Yet when they do, America will still have an ideological vision, the individualist, achievement-oriented American Creed, with which to motivate its young to challenge reality. The evolving social vision of Europe will necessarily hearken back to the very different ideals of the French Revolution and social democracy.<br /><br />One does not have to peer far into the future to see that the contest between the forces of change and the defenders of the status quo is not over. In the formerly communist countries of Europe, left and liberal advocates of the free market and democracy confront conservative defenders of the power of state bureaucracies. Elsewhere in Europe, Green parties press the cause of environmentalism and other postmaterialist concerns. And nobody can predict what forces may be put into play by future events, from economic crisis to the rise of China. New movements and ideologies will appear and old ones will be revived. Economic hardship may bolster communitarian efforts to relegitimate the state's role in attacking social, sexual, and racial inequalities.<br /><br />Even looking only at what is already in view, the United States still stands out. For instance, in every one of the 13 richest countries in the European Union, Green parties are represented in the national parliament or the country's delegation to the European Parliament. Greens have recently participated in ruling government coalitions in Belgium, Finland, France, Germany, and Italy. Only the United States lacks even a minimally effective Green party. One of the great puzzles of the 20th century was posed by the title of German sociologist Werner Sombart's 1906 book, Why Is There No Socialism in the United States? The puzzle of the next century may be, Why is there no Green party in the United States?Martín Tanakahttp://www.blogger.com/profile/06050485380124561809noreply@blogger.com